las falsas opciones de bush
No importa cuántas veces lo diga, "pelear allá" no impide los ataques aquí.
En su rueda de prensa el miércoles, el presidente Bush expresó no una, sino tres veces su creencia de que si Estados Unidos no derrota a los terroristas "allá" en Iraq, tendrá que luchar contra ellos aquí en Estados Unidos. Esta cruda formulación es fastidiosa e insultante para la inteligencia de los estadounidenses.
"Creo firmemente que el pueblo norteamericano entiende que esta es una guerra diferente a otras porque en esta guerra, si nos retiramos prematuramente, antes de terminar el trabajo, el enemigo nos seguirá hasta aquí", dijo Bush. Esto conjura inverosímiles imágenes de escuadrones de la muerte chiíes e insurgentes sunníes metiendo en sus mochilas manuales terroristas para hacer bombas y reservando vuelos al Aeropuerto Internacional de Los Angeles mientras las tropas estadounidenses abandonan Bagdad.
Hay buenas razones para no retirarse de Iraq apresuradamente. Pero la afirmación de Bush de que el ataque es la mejor defensa socava su propia credibilidad.
Con el gobierno de ‘unidad' de Iraq peligrosamente fragmentado, el riesgo de que el país se vea pronto engullido en una guerra declarada entre grupos sunníes, chiíes y kurdos sigue siendo alto, incluso si se quedan las tropas norteamericanas. Si se marchan demasiado pronto, dejando atrás un gobierno inestable incapaz de mantener la paz siquiera en Bagdad, se desataría una cruenta guerra religiosa por el territorio, el petróleo y el poder. Irán, Turquía y otros vecinos se verían enredados en una conflagración encima de la cuarta reserva de petróleo del mundo.
El día que Estados Unidos anuncie su retirada, perderá gran parte de su influencia para tratar de vincular a los vecinos de Iraq en un acuerdo de seguridad que podría contribuir a evitar ese resultado. Washington necesitará todas sus averiadas tretas diplomáticas para escabullirse de tal modo que no se exacerbe el derramamiento de sangre y la inestabilidad. Es una pena, a este respecto, que el ex ministro de relaciones exteriores y consejero familiar de Bush, James A. Baker III, declarara que no hará públicas las recomendaciones de su Grupo de Estudio de Iraq sino después de las elecciones de noviembre.
Bush tiene razón al decir que al Qaeda alardearía sobre la ‘derrota' norteamericana en Iraq. En realidad, seguramente los elementos antinorteamericanos en todo el mundo se alegrarían enormemente con una humillación de Estados Unidos. Pero su ecuación de retirada con derrota, de dejar a los iraquíes entregados a sus propios asuntos con entregar la victoria a los terroristas, es extremadamente simplista. Tarde o temprano, los militares norteamericanos dejarán Iraq. Un debate nacional sobrio y reflexivo podría iluminar cómo hacerlo mejor.
La deliberada repetición de un bulo descarado justo antes de una elección no contribuye a este debate reflexivo. En realidad, la formulación de Bush podría conducir a un falso sentimiento de complacencia. Luchar contra los terroristas ‘allá' no nos hace necesariamente más seguros ‘acá'. Esto no quiere decir que no haya ninguna relación entre el destino de Iraq y la amenaza del terrorismo contra Estados Unidos. Pero la relación no es tan simplista como la describe el presidente. Pretender que estos dos temas son parte del mismo problema los trivializa a ambos.
"Creo firmemente que el pueblo norteamericano entiende que esta es una guerra diferente a otras porque en esta guerra, si nos retiramos prematuramente, antes de terminar el trabajo, el enemigo nos seguirá hasta aquí", dijo Bush. Esto conjura inverosímiles imágenes de escuadrones de la muerte chiíes e insurgentes sunníes metiendo en sus mochilas manuales terroristas para hacer bombas y reservando vuelos al Aeropuerto Internacional de Los Angeles mientras las tropas estadounidenses abandonan Bagdad.
Hay buenas razones para no retirarse de Iraq apresuradamente. Pero la afirmación de Bush de que el ataque es la mejor defensa socava su propia credibilidad.
Con el gobierno de ‘unidad' de Iraq peligrosamente fragmentado, el riesgo de que el país se vea pronto engullido en una guerra declarada entre grupos sunníes, chiíes y kurdos sigue siendo alto, incluso si se quedan las tropas norteamericanas. Si se marchan demasiado pronto, dejando atrás un gobierno inestable incapaz de mantener la paz siquiera en Bagdad, se desataría una cruenta guerra religiosa por el territorio, el petróleo y el poder. Irán, Turquía y otros vecinos se verían enredados en una conflagración encima de la cuarta reserva de petróleo del mundo.
El día que Estados Unidos anuncie su retirada, perderá gran parte de su influencia para tratar de vincular a los vecinos de Iraq en un acuerdo de seguridad que podría contribuir a evitar ese resultado. Washington necesitará todas sus averiadas tretas diplomáticas para escabullirse de tal modo que no se exacerbe el derramamiento de sangre y la inestabilidad. Es una pena, a este respecto, que el ex ministro de relaciones exteriores y consejero familiar de Bush, James A. Baker III, declarara que no hará públicas las recomendaciones de su Grupo de Estudio de Iraq sino después de las elecciones de noviembre.
Bush tiene razón al decir que al Qaeda alardearía sobre la ‘derrota' norteamericana en Iraq. En realidad, seguramente los elementos antinorteamericanos en todo el mundo se alegrarían enormemente con una humillación de Estados Unidos. Pero su ecuación de retirada con derrota, de dejar a los iraquíes entregados a sus propios asuntos con entregar la victoria a los terroristas, es extremadamente simplista. Tarde o temprano, los militares norteamericanos dejarán Iraq. Un debate nacional sobrio y reflexivo podría iluminar cómo hacerlo mejor.
La deliberada repetición de un bulo descarado justo antes de una elección no contribuye a este debate reflexivo. En realidad, la formulación de Bush podría conducir a un falso sentimiento de complacencia. Luchar contra los terroristas ‘allá' no nos hace necesariamente más seguros ‘acá'. Esto no quiere decir que no haya ninguna relación entre el destino de Iraq y la amenaza del terrorismo contra Estados Unidos. Pero la relación no es tan simplista como la describe el presidente. Pretender que estos dos temas son parte del mismo problema los trivializa a ambos.
12 de octubre de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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