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objetivo policial: sobrevivir


[Will Weissert] Para la policía iraquí, seguir vivos es un objetivo.
Faluya, Iraq. El agente de policía de 22 años enrolla una bufanda negra en torno a su cara cuando sale de patrulla. Duerme en la comisaría y se ve a su nueva novia sólo unas horas al mes. Mira cómo matan a sus colegas y cómo vuelan en pedazos y se pregunta si no será él el siguiente.
"Tengo que llevar máscara porque soy de la ciudad. Cuando estoy de servicio, los guerrilleros podrían reconocerme", dice Kalid, que dijo que publicar su apellido pondría en peligro su vida.
"Si descubren quién soy yo, me matarían en menos de una hora. Espero que no lo hagan frente a mi esposa. Espero que no la obliguen a mirar".
Hoy en Iraq casi todas las profesiones son peligrosas. Pero pocas lo son más que la de agente de policía.
Las tropas norteamericanas están adiestrando y equipando al ejército iraquí y a las fuerzas de policía locales en todo el país con la esperanza de que sean algún día capaces de mantener las calles seguras. Pero cientos de agentes han sido matados durante el esfuerzo.
El problema es especialmente agudo aquí en la provincia de Anbar, una región predominantemente árabe sunní de 1.4 millones de personas donde los rebeldes están luchando contra 20 mil marines norteamericanos dispersos ralamente sobre una zona desértica del tamaño de Carolina del Norte.
Faluya está en el centro de Anbar y tiene toda una historia de sanguinarias guerras contra ejércitos enemigos, que se remontan a Alejandro Magno.
La ciudad fue un bastión de los insurgentes hasta noviembre de 2004, cuando las tropas norteamericanas la ocuparon tras la batalla urbana más violenta de la guerra. Pese a los esfuerzos norteamericanos por mantener el orden, la ciudad volvió a levantarse, con balaceras, bombas improvisadas y francotiradores, y matando a decenas de marines.
Los insurgentes que no pueden encargarse de las tropas norteamericanas, a menudo atacan a los policías iraquíes. Los agentes han sido matados mientras rezaban en mezquitas, o arrojándoles grandas en sus casas, torturándoles y arrojándoles a los lechos de los ríos, y eliminados por bombas improvisadas que hicieron jirones sus camiones.
El 18 de octubre, 18 agentes fueron asesinados en Faluya y alrededores. Eso fue menos que en los meses de verano, cuando se asesinó en promedio a un agente de policía por día.
"Yo soy poli en Philly, pero ser poli en Faluya no es lo mismo", dijo el mayor Brian Lippo, un reservista de la marina de Filadelfia, que dirige un equipo de transición policial en la ciudad. "Esos tipos no están ocupándose de informes de accidentes o de llamados por violencia doméstica. Están siendo cazados".
Compuesta casi enteramente por vecinos de la ciudad, la fuerza de Faluya tiene unos 600 agentes que se reportan diariamente al servicio, dijo Lippo. A pesar de los esfuerzos norteamericanos, esa cifra ha aumentado lentamente porque entre un 30 a 40 por ciento de los nuevos graduados de las academias de policía en Jordania y otros lugares desertan durante sus primeros meses en Faluya, dijo.
Los que huyen tan rápidamente han despertado sospechas de que se han incorporado a la fuerza sólo con el objetivo de hacerse con un arma, un uniforme y una tarjeta de identidad de la policía, que pueden ser usados en operaciones de los rebeldes.
Lippo dijo que los militares norteamericanos creen que el grupo terrorista al-Qaida en Iraq compra pistolas de policía por hasta 700 dólares cada una. Eso es un montón de dinero para un agente iraquí promedio, que gana 500 dólares al mes.
Sin embargo, Kalid dice que la resistencia no juega un papel demasiado importante en las deserciones de sus colegas policías, que se dice son atraídos al trabajo porque hay pocos modos de ganarse la vida. Dijo que la mayoría de los que huyen del servicio después de un breve período, es porque no pueden soportar el miedo constante a ser matados.
"Hemos perdido demasiados agentes", dijo Kalid, que se casó hace cinco meses y considera muy peligroso ver a su mujer más de una o dos horas cada vez, dos veces al mes.
"Es difícil imaginar un futuro sin asesinatos", dijo.
Lippo y otros marines asignados para adiestrar y proteger a la policía de Faluya tienen su propio puesto de mando en la comisaría de policía, que está rodeada por vallas antiexplosivos y alambre de púas y tienen sacos de arena apilados lo suficientemente alto como para bloquear la visión desde ventanas de un segundo piso.
Con sus caras cubiertas y los cuerpos envueltos en chalecos antibala y cascos Kevlar, los agentes iraquíes en patrulla se mueven en grupos de al menos tres, para hacérselo más difícil a los secuestradores y asesinos. Temerosos de volver a casa, algunos duermen en angostas literas de metal en el suelo de las comisarías.
"Son los hombres más valientes que he visto", dice Lipp, del Tercer Batallón del Regimiento de Marines 14. "Meterse en esos vehículos blandos todos los días y transitar por caminos donde sabes que hay bombas... es impresionante".
Los que no son matados o abandonan, pasan sus días dirigiendo el tráfico, escoltando ambulancias hacia y desde los hospitales y confiscando armas -prohibidas en Faluya desde la ofensiva norteamericana.
No pueden llevar a cabo labores policiales más sofisticadas. No hay un sistema centralizado de expedientes, y aunque los agentes son a menudo llamados para retirar los cuerpos, apenas si se guarda registro de quién fue asesinado ni por qué, y las investigaciones de los homicidios simplemente no existen.
Hay un calabozo en el primer piso de la comisaría, pero con apenas cuatro celdas. Se hacen pocas detenciones por miedo a los asesinatos en represalia.
El mayor Aziz Faisal Hamad, el jefe de patrullas, dijo que pasarán años antes de que el departamento esté listo para manejar investigaciones importantes.
"La gente tiene que aprender a confiar en la policía. Ese es el primer paso", dice Hamad, que fue miembro de la Guardia Republicana de Sadam Hussein durante dieciocho años. "De momento, nos ven trabajando, y eso es lo importante".
Hamad dijo que él traslada a su familia cada tres días para procurarles seguridad y tiene guardaespaldas que llevan a sus hijos a la escuela. Dijo que la policía de Faluya se derrumbaría sin el apoyo de las tropas norteamericanas.
"Ahora tenemos aquí fuerzas de la coalición y nos han matado a un montón de nuestros agentes", dijo. "Imagine lo que pasaría si se marcharan. ¿Cuántos agentes morirían entonces?"

©washington post
©traducción mQh
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