amor y muerte en brasil 1
[Patrick J. McDonnell] Raymond James Merrill colmaba a su novia de regalos, dinero y cariño. Las autoridades dicen que lo pagó con su vida.
San Jose dos Campos, Brasil. Fue la ilusión del amor, y el temor a la soledad, lo que llevó a Raymond James Merrill a abandonar su cómoda casa en los suburbios de San Francisco para marcharse a esta ciudad industrial en el sur de Brasil.
Abandonado por su novia y cerca de cumplir los 56, Merrill ansiaba compañía. Una página web con ‘latinas solteras' lo condujo a su nueva pasión: Regina Filomena Crasovich Rachid, una divorciada de 40 años con una seductora sonrisa y algunos amigos rudos.
Merrill, músico y carpintero con algo de dinero en el banco, se subió a un avión y estuvo pronto colmando de lujosos regalos a Rachid, incluyendo diez mil dólares para la clínica Botox que ella gestionaba desde su casa aquí. Estaba loco de amor, pese a que las exigencias económicas de ella no hacían más que intensificarse y se acumulaban los giros dolosos de sus tarjetas de crédito. Merrill hizo planes para vender su casa, mudarse a Brasil y casarse con Rachid.
Pero según la policía, lo mataron antes de que pasaran dos semanas tras llegar en su viaje de bodas al Brasil.
Su cuerpo carbonizado estuvo sin identificación en una fosa común durante meses, mientras su destino era un pavoroso misterio para sus afligidos parientes. Finalmente, un bolso extraviado y un bar ayudaron a descubrir el caso de Raymond James Merrill.
Que Merrill se había encaprichado con Rachid estaba fuera de cuestión.
Las voluminosas conversaciones por correo electrónico de la pareja en un revoltijo de inglés, español y portugués, plagadas de errores gramaticales, ofrecen una crónica de una obsesión romántica de pasados los cuarenta -con un profundo trasfondo económico. Deseos mutuos saltan de la pantalla en cinco meses de textos escritos como para tarjetas postales que ahora están siendo investigados por los detectives.
"Cada vez que respiro, te quiero todavía más y más", le escribió Merrill a Rachid el 6 de marzo, cuando estaba preparando su tercero y último viaje a Brasil. "Tengo más besos para ti que estrellas hay en el cielo".
Rachid parecía sentir lo mismo.
"Tengo más besos y cariño para darte que todas las pequeñas gotas de lluvia que se quedan en tu ventana toda una oscura noche", contestó ella. "Y cuando rompa el día, las pequeñas gotas tendrán los colores más bellos de la luz del sol. Así es el amor que siento por ti".
Pero la correspondencia no era solamente sol y besos.
Rachid y su hija de habla inglesa, Ana Paula, 22, le pidió varias veces dinero a Merrill. Los problemas económicos podrían provocarle un ataque al corazón a su madre, advertía la hija.
"El amor no me paga las cuentas, no paga el supermercado", le escribió Rachid a Merrill a fines del año pasado. "¡El amor no me da tranquilidad!"
Las autoridades también encontraron un e-mail de Rachid a un fotógrafo amigo, pidiéndole unas instantáneas para enviarlas a dos novios: uno norteamericano y un brasileño.
"No te preocupes por el dinero", escribió. "El norteamericano las pagará todas".
Aunque había pasado la cincuentena, Raymond James Merrill todavía impresionaba por sus rasgos bien definidos, físico esbelto y grueso bigote.
"Era una combinación del Hombre de Marlboro y John Lennon", describió un amigo a Merrill, que era un talentoso guitarrista que componía temas de rock y blues. Sin embargo, nunca logró publicar un disco.
Merrill pasó casi una década tocando con bandas de rock en Buenos Aires, donde vivía con su esposa de entonces, una alegre bailarina de flamenco argentina a la que había conocido en San Francisco en 1977. La pareja se separó de buena manera en 1998. Merrill volvió a Estados Unidos y se mudó a Las Vegas con una nueva novia, Bárbara Cortez.
Aunque Merrill era algo arrogante, Cortez recordó sus momentos de alegría, sus arranques de generosidad, su agudo sentido del humor. "Reíamos un montón", dijo Cortez.
Sin embargo, las obsesiones de Merrill nunca estuvieron demasiado lejos. Había dejado el alcohol y las drogas, observó Cortez, y asistía ocasionalmente a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Los que lo conocían se preocupaban de su tendencia a la soledad y la melancolía.
"Mi hermano tenía un montón de cosas buenas, pero como otra gente con esas dotes, también tenía un montón de inseguridades", dijo su hermana, Marcia Sánchez Loebick, cuatro años mayor que él. "Podía convertirse en un recluso. Era un hombre solitario".
Tras romper con Cortez, Merrill vendió su casa de Nevada y volvió a su vieja casa en San Bruno, al sur de San Francisco. Pero hacía regularmente el viaje de diez horas a Las Vegas para cortejar a su nueva novia, a la que inundaba con regalos. Le dolió cuando ella rompió la relación.
Merrill confió a algunos amigos su sueño de volver a América Latina, donde viviría de sus inversiones. Esperaba encontrar una nueva pareja.
"Estaba intoxicado con la idea del amor", dijo Loebick, su única hermana. "Y de ser amado".
Merrill se volvió hacia internet. En lo más profundo del ciber espacio, Regina Rachid estaba esperando.
En la edición de febrero de una revista brasileña dedicada a los cuidados de la piel, un anuncio celebra las maravillas de la ‘dermopigmentación', un proceso de tatuaje médico mediante el cual se crean pecas o se altera la piel de otros modos por motivos estéticos. Acompañando al texto hay una foto de una pechugona Rachid con un vestido escotado que Merrill usaba como salvapantallas en su ordenador. A pesar de sus maneras y estilo de vida de clase media alta, dicen las autoridades brasileñas, Rachid no tenía licencia para realizar tatuajes médicos ni ningún otro procedimiento quirúrgico.
"Regina aspiraba a ser algo que no era", dijo un detective brasileño.
De acuerdo a la policía y a sus conversaciones por correo electrónico con Merrill, Rachid era una mujer que hervía de resentimiento: por su carencia de medios para cuidar de Ana Paula y su hijo, João; por su incapacidad para practicar legalmente lo que consideraba que era su oficio; su amargo alejamiento de su padre, un exitoso comerciante libanés inmigrado. Parecía creer que la vida le había dado un golpe bajo.
Aunque Rachid seducía a Merrill con eróticas y elegantes fotos -incluyendo una sin sujetador, cubriendo sus senos con los brazos, la parte de arriba de sus vaqueros abierta-, también le gustaba presentarse como una defensora de los valores tradicionales.
"Si vamos a estar juntos, tendremos que casarnos", le escribió.
En noviembre de 2005, Merrill se aventuró por primera vez en Brasil para conocer a Rachid, en un viaje de doce días que lo dejó completamente enamorado.
"Cuando volvió de su primer viaje, estaba muy feliz con esa mujer", recordó Eva Quiñones, una amiga y vecina de toda la vida.
Pero ya había algunas notas agrias.
Una vez que pasó por su casa después del primer viaje, Quiñones recuerda que encontró a Merrill haciendo cuentas en su escritorio.
"¿Qué pasa?", preguntó.
"Alguien sacó casi ocho mil dólares de mi tarjeta de crédito en Brasil", dijo él.
Pero eso no le impidió volver a Brasil el 17 de enero. Durante algo más de dos semanas, alojó en un hotel, diciendo a un amigo que no se sentía cómodo en casa de Rachid. Más tarde le dijo a ese amigo que Rachid insinuó que tenía problemas románticos. Conocido como frugal por sus amigos, colmó de caros regalos a Rachid, incluyendo un todoterrenos de veinte mil dólares, un vehículo que ella vendió más tarde para pagar sus cuentas, dijo la policía.
Tras volver a Estados Unidos, Merrill descubrió que le habían vuelto a sacar dinero de su tarjeta de crédito con el Citibank. Esta vez fueron veinte mil dólares.
Los giros fraudulentos preocuparon profundamente a Merrill, pero se negaba a culpar a su amada.
"Estoy harto de los bancos, de las tarjetas, de Master, Visa, Debit, cuentas, pagos, reales, dólares, claves internacionales, contraseñas, banco online, gerentes, cajeros automáticos, retiros, transferencias... ¡Basta!", escribió Merrill a Rachid el 21 de febrero. "Preferiría pensar en caramelos... y en ti, Regina".
Quiñones le aconsejó que abandonara su sueño brasileño, pero dijo que Merrill se puso a la defensiva, respondiendo: "Tienes que pelear por lo que quieres".
El 21 de marzo, Merrill se marchó a Brasil. Le dijo a sus amigos que su agenda incluía casarse con Rachid -había comprado una anillo de boda de cinco mil dólares- y que investigaría los cargos fraudulentos a su tarjeta de crédito.
"Bill", le dijo Merrill a su viejo amigo, Bill Rauch, cuando salía hacia Brasil. "La función está por empezar".
Abandonado por su novia y cerca de cumplir los 56, Merrill ansiaba compañía. Una página web con ‘latinas solteras' lo condujo a su nueva pasión: Regina Filomena Crasovich Rachid, una divorciada de 40 años con una seductora sonrisa y algunos amigos rudos.
Merrill, músico y carpintero con algo de dinero en el banco, se subió a un avión y estuvo pronto colmando de lujosos regalos a Rachid, incluyendo diez mil dólares para la clínica Botox que ella gestionaba desde su casa aquí. Estaba loco de amor, pese a que las exigencias económicas de ella no hacían más que intensificarse y se acumulaban los giros dolosos de sus tarjetas de crédito. Merrill hizo planes para vender su casa, mudarse a Brasil y casarse con Rachid.
Pero según la policía, lo mataron antes de que pasaran dos semanas tras llegar en su viaje de bodas al Brasil.
Su cuerpo carbonizado estuvo sin identificación en una fosa común durante meses, mientras su destino era un pavoroso misterio para sus afligidos parientes. Finalmente, un bolso extraviado y un bar ayudaron a descubrir el caso de Raymond James Merrill.
Que Merrill se había encaprichado con Rachid estaba fuera de cuestión.
Las voluminosas conversaciones por correo electrónico de la pareja en un revoltijo de inglés, español y portugués, plagadas de errores gramaticales, ofrecen una crónica de una obsesión romántica de pasados los cuarenta -con un profundo trasfondo económico. Deseos mutuos saltan de la pantalla en cinco meses de textos escritos como para tarjetas postales que ahora están siendo investigados por los detectives.
"Cada vez que respiro, te quiero todavía más y más", le escribió Merrill a Rachid el 6 de marzo, cuando estaba preparando su tercero y último viaje a Brasil. "Tengo más besos para ti que estrellas hay en el cielo".
Rachid parecía sentir lo mismo.
"Tengo más besos y cariño para darte que todas las pequeñas gotas de lluvia que se quedan en tu ventana toda una oscura noche", contestó ella. "Y cuando rompa el día, las pequeñas gotas tendrán los colores más bellos de la luz del sol. Así es el amor que siento por ti".
Pero la correspondencia no era solamente sol y besos.
Rachid y su hija de habla inglesa, Ana Paula, 22, le pidió varias veces dinero a Merrill. Los problemas económicos podrían provocarle un ataque al corazón a su madre, advertía la hija.
"El amor no me paga las cuentas, no paga el supermercado", le escribió Rachid a Merrill a fines del año pasado. "¡El amor no me da tranquilidad!"
Las autoridades también encontraron un e-mail de Rachid a un fotógrafo amigo, pidiéndole unas instantáneas para enviarlas a dos novios: uno norteamericano y un brasileño.
"No te preocupes por el dinero", escribió. "El norteamericano las pagará todas".
Aunque había pasado la cincuentena, Raymond James Merrill todavía impresionaba por sus rasgos bien definidos, físico esbelto y grueso bigote.
"Era una combinación del Hombre de Marlboro y John Lennon", describió un amigo a Merrill, que era un talentoso guitarrista que componía temas de rock y blues. Sin embargo, nunca logró publicar un disco.
Merrill pasó casi una década tocando con bandas de rock en Buenos Aires, donde vivía con su esposa de entonces, una alegre bailarina de flamenco argentina a la que había conocido en San Francisco en 1977. La pareja se separó de buena manera en 1998. Merrill volvió a Estados Unidos y se mudó a Las Vegas con una nueva novia, Bárbara Cortez.
Aunque Merrill era algo arrogante, Cortez recordó sus momentos de alegría, sus arranques de generosidad, su agudo sentido del humor. "Reíamos un montón", dijo Cortez.
Sin embargo, las obsesiones de Merrill nunca estuvieron demasiado lejos. Había dejado el alcohol y las drogas, observó Cortez, y asistía ocasionalmente a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Los que lo conocían se preocupaban de su tendencia a la soledad y la melancolía.
"Mi hermano tenía un montón de cosas buenas, pero como otra gente con esas dotes, también tenía un montón de inseguridades", dijo su hermana, Marcia Sánchez Loebick, cuatro años mayor que él. "Podía convertirse en un recluso. Era un hombre solitario".
Tras romper con Cortez, Merrill vendió su casa de Nevada y volvió a su vieja casa en San Bruno, al sur de San Francisco. Pero hacía regularmente el viaje de diez horas a Las Vegas para cortejar a su nueva novia, a la que inundaba con regalos. Le dolió cuando ella rompió la relación.
Merrill confió a algunos amigos su sueño de volver a América Latina, donde viviría de sus inversiones. Esperaba encontrar una nueva pareja.
"Estaba intoxicado con la idea del amor", dijo Loebick, su única hermana. "Y de ser amado".
Merrill se volvió hacia internet. En lo más profundo del ciber espacio, Regina Rachid estaba esperando.
En la edición de febrero de una revista brasileña dedicada a los cuidados de la piel, un anuncio celebra las maravillas de la ‘dermopigmentación', un proceso de tatuaje médico mediante el cual se crean pecas o se altera la piel de otros modos por motivos estéticos. Acompañando al texto hay una foto de una pechugona Rachid con un vestido escotado que Merrill usaba como salvapantallas en su ordenador. A pesar de sus maneras y estilo de vida de clase media alta, dicen las autoridades brasileñas, Rachid no tenía licencia para realizar tatuajes médicos ni ningún otro procedimiento quirúrgico.
"Regina aspiraba a ser algo que no era", dijo un detective brasileño.
De acuerdo a la policía y a sus conversaciones por correo electrónico con Merrill, Rachid era una mujer que hervía de resentimiento: por su carencia de medios para cuidar de Ana Paula y su hijo, João; por su incapacidad para practicar legalmente lo que consideraba que era su oficio; su amargo alejamiento de su padre, un exitoso comerciante libanés inmigrado. Parecía creer que la vida le había dado un golpe bajo.
Aunque Rachid seducía a Merrill con eróticas y elegantes fotos -incluyendo una sin sujetador, cubriendo sus senos con los brazos, la parte de arriba de sus vaqueros abierta-, también le gustaba presentarse como una defensora de los valores tradicionales.
"Si vamos a estar juntos, tendremos que casarnos", le escribió.
En noviembre de 2005, Merrill se aventuró por primera vez en Brasil para conocer a Rachid, en un viaje de doce días que lo dejó completamente enamorado.
"Cuando volvió de su primer viaje, estaba muy feliz con esa mujer", recordó Eva Quiñones, una amiga y vecina de toda la vida.
Pero ya había algunas notas agrias.
Una vez que pasó por su casa después del primer viaje, Quiñones recuerda que encontró a Merrill haciendo cuentas en su escritorio.
"¿Qué pasa?", preguntó.
"Alguien sacó casi ocho mil dólares de mi tarjeta de crédito en Brasil", dijo él.
Pero eso no le impidió volver a Brasil el 17 de enero. Durante algo más de dos semanas, alojó en un hotel, diciendo a un amigo que no se sentía cómodo en casa de Rachid. Más tarde le dijo a ese amigo que Rachid insinuó que tenía problemas románticos. Conocido como frugal por sus amigos, colmó de caros regalos a Rachid, incluyendo un todoterrenos de veinte mil dólares, un vehículo que ella vendió más tarde para pagar sus cuentas, dijo la policía.
Tras volver a Estados Unidos, Merrill descubrió que le habían vuelto a sacar dinero de su tarjeta de crédito con el Citibank. Esta vez fueron veinte mil dólares.
Los giros fraudulentos preocuparon profundamente a Merrill, pero se negaba a culpar a su amada.
"Estoy harto de los bancos, de las tarjetas, de Master, Visa, Debit, cuentas, pagos, reales, dólares, claves internacionales, contraseñas, banco online, gerentes, cajeros automáticos, retiros, transferencias... ¡Basta!", escribió Merrill a Rachid el 21 de febrero. "Preferiría pensar en caramelos... y en ti, Regina".
Quiñones le aconsejó que abandonara su sueño brasileño, pero dijo que Merrill se puso a la defensiva, respondiendo: "Tienes que pelear por lo que quieres".
El 21 de marzo, Merrill se marchó a Brasil. Le dijo a sus amigos que su agenda incluía casarse con Rachid -había comprado una anillo de boda de cinco mil dólares- y que investigaría los cargos fraudulentos a su tarjeta de crédito.
"Bill", le dijo Merrill a su viejo amigo, Bill Rauch, cuando salía hacia Brasil. "La función está por empezar".
13 de diciembre de 2006 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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