hijos de la vergüenza
[Andrea Núñez] Las víctimas del plan racial nazi demandan al estado noruego.
Según los planes del nazismo, a fines del siglo XX Alemania debía estar poblada de 120 millones de arios "pura sangre". Este fue el objetivo de Lebensborn, el programa eugenésico de las SS y que permitió el nacimiento de unos 160 mil niños en Alemania, Noruega, Dinamarca, Holanda y Bélgica. Hoy, 159 de sus víctimas exigen una reparación por los agravios que debieron sufrir debido a su origen.
Todo comenzó en 1935, cuando Adolf Hitler declaró ilegal el aborto por parte de mujeres 'arias'. Los vientos de la Segunda Guerra Mundial comenzaban a soplar y, poco tiempo después, el régimen comenzaba a promover dentro de sus huestes la procreación de un mínimo de cuatro hijos, para así, supuestamente, garantizar que la raza aria dominaría el mundo. De hecho, las madres que aportaban más de ocho vástagos eran condecoradas con una medalla de oro.
A medida que la ocupación alemana se extendía por Europa, también lo hacían los planes de una "raza superior". En 1940, cuando Noruega y los Países Bajos fueron ocupados, sus rubias y blancas mujeres fueron consideradas óptimas para los planes reproductivos del Reich.
En tiempos de ocupación, Noruega acogió a unos 350 mil soldados alemanes que fueron animados a relacionarse con las mujeres locales. Bajo la atenta mirada de Heinrich Himmler, el jefe de las SS, la idea tomó forma.
En lo que habían sido elegantes hoteles y residencias se instalaron los hogares Lebensborn [Fuente de vida] que acogieron a las mujeres que portaban en sus vientres el ‘non plus ultra' genético. Tras comprobar los rasgos arios de la madre, probar la identidad del padre y demostrar que no tenían problemas genéticos, las mujeres tenían derecho a mantención económica y cuidados médicos; pero también debían jurar fidelidad al régimen nazi y permitir el adoctrinamiento, lo que incluía el bautizo de los pequeños en un altar con la cruz gamada.
A diferencia de lo que sostenía alguna vieja película, los hogares Lebensborn –que llegaron a ser una veintena, nueve de ellos en Noruega– no eran burdeles, y las mujeres fecundadas distaban de ser prostitutas. Eran jóvenes normales que se embarcaban en relaciones pasajeras o noviazgos con los invasores. Los hijos de estos amoríos podían permanecer con sus madres o ser entregados en adopción a familias nazis si cumplían con los requisitos raciales, pero muchos también fueron abandonados al terminar la ocupación.
El plan sostenía que los niños nacidos bajo el programa y sus madres serían considerados germanos y trasladados a Alemania para continuar la ‘purificación racial'. Sin embargo, al terminar la guerra, una comisión noruega estudió el caso y determinó que madres e hijos eran ciudadanos de sus respectivas naciones, cerrando así un capítulo pero abriendo otro de violencia y discriminación por muchos años ignorado.
Hijos del Enemigo
Pese a que el programa también fue aplicado en Holanda y Dinamarca, donde nacieron cerca de 15 mil y cinco mil niños producto del mismo, respectivamente, fue en Noruega donde el Lebensborn dejó su herencia más negra. Hoy, los hijos de aquel descabellado proyecto rondan los 60 años y cargan con una infinidad de historias de violencia y discriminación. Porque en la Europa de postguerra, sobre todo después de la brutal represión de los nazis, ser ‘hijo de alemán' constituía un estigma desde cualquier punto de vista: para algunos, significaba la amenaza del enemigo dentro del territorio; para otros –los creyentes–, el fruto de un amor inmoral.
Muchas de las mujeres que tuvieron relaciones con los soldados de la Wehrmacht fueron enviadas a campos de concentración o a hospitales psiquiátricos. Eran consideradas deficientes mentales, y se concluyó que sus hijos también debían serlo, por lo que fueron utilizados incluso como conejillos de Indias en pruebas con sustancias como LSD, mescalina y otras, según han denunciado informes del Ejército de Noruega, de la Universidad de Oslo y de la CIA.
Muchos niños fueron internados en hospitales psiquiátricos sin siquiera hacerles pruebas, y sometidos en el interior de éstos a múltiples vejaciones. Otros fueron golpeados por sus familias cuidadoras, fueron agredidos física y verbalmente por compañeros de escuela o abusados sexualmente por sus profesores, y hasta hubo alguno que creció atado a una correa de perro.
Anni-Frid (Frida), la morena cantante de Abba, es parte de esta generación. Hija de un soldado alemán, su abuela y su madre fueron señaladas como traidoras. Esta última murió un par de años después y la pequeña familia tuvo que trasladarse desde el norte de Noruega a Suecia, huyendo de la estigmatización. Muchos años después, cuando la banda estaba en la cima de la fama, Anni-Frid conoció a su padre. "Demasiado tarde", dijo.
Aquellos hijos de los soldados alemanes que conocieron su origen y sufrieron las consecuencias fundaron en 1999 una asociación, llamada Krigsbarnforbundet Lebensborn, la que acaba de presentar un recurso ante la Corte Europea de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo. Se trata de 154 noruegos, cuatro suecos y un alemán, quienes exigen una indemnización individual de 65 mil dólares, y casi cuatro veces más para aquellos que vivieron situaciones extremas. La acción judicial, que documenta cada una de las demandas, afirma que el Estado noruego violó los derechos de los ciudadanos que se comprometió a proteger en la Convención Europea de 1953.
No se trata, sin embargo, de la primera acción judicial de este tipo. En 1999, la asociación presentó su primera demanda ante un tribunal de Oslo, en la cual acusaba a Noruega de haber actuado como cómplice en el plan eugenésico nazi, pero el gobierno adujo que el delito, de haberse cometido, estaba prescrito. En 2005, sin embargo, el estado reconoció responsabilidades y ofreció una indemnización de 20 mil coronas (1,75 millones de pesos, aproximadamente) a cada uno de los afectados, cifra que fue rechazada por los demandantes.
Los ‘niños de la vergüenza', que sufren los mismos achaques y enfermedades que sus coetáneos, saben mejor que nadie que la raza perfecta no existe.
Todo comenzó en 1935, cuando Adolf Hitler declaró ilegal el aborto por parte de mujeres 'arias'. Los vientos de la Segunda Guerra Mundial comenzaban a soplar y, poco tiempo después, el régimen comenzaba a promover dentro de sus huestes la procreación de un mínimo de cuatro hijos, para así, supuestamente, garantizar que la raza aria dominaría el mundo. De hecho, las madres que aportaban más de ocho vástagos eran condecoradas con una medalla de oro.
A medida que la ocupación alemana se extendía por Europa, también lo hacían los planes de una "raza superior". En 1940, cuando Noruega y los Países Bajos fueron ocupados, sus rubias y blancas mujeres fueron consideradas óptimas para los planes reproductivos del Reich.
En tiempos de ocupación, Noruega acogió a unos 350 mil soldados alemanes que fueron animados a relacionarse con las mujeres locales. Bajo la atenta mirada de Heinrich Himmler, el jefe de las SS, la idea tomó forma.
En lo que habían sido elegantes hoteles y residencias se instalaron los hogares Lebensborn [Fuente de vida] que acogieron a las mujeres que portaban en sus vientres el ‘non plus ultra' genético. Tras comprobar los rasgos arios de la madre, probar la identidad del padre y demostrar que no tenían problemas genéticos, las mujeres tenían derecho a mantención económica y cuidados médicos; pero también debían jurar fidelidad al régimen nazi y permitir el adoctrinamiento, lo que incluía el bautizo de los pequeños en un altar con la cruz gamada.
A diferencia de lo que sostenía alguna vieja película, los hogares Lebensborn –que llegaron a ser una veintena, nueve de ellos en Noruega– no eran burdeles, y las mujeres fecundadas distaban de ser prostitutas. Eran jóvenes normales que se embarcaban en relaciones pasajeras o noviazgos con los invasores. Los hijos de estos amoríos podían permanecer con sus madres o ser entregados en adopción a familias nazis si cumplían con los requisitos raciales, pero muchos también fueron abandonados al terminar la ocupación.
El plan sostenía que los niños nacidos bajo el programa y sus madres serían considerados germanos y trasladados a Alemania para continuar la ‘purificación racial'. Sin embargo, al terminar la guerra, una comisión noruega estudió el caso y determinó que madres e hijos eran ciudadanos de sus respectivas naciones, cerrando así un capítulo pero abriendo otro de violencia y discriminación por muchos años ignorado.
Hijos del Enemigo
Pese a que el programa también fue aplicado en Holanda y Dinamarca, donde nacieron cerca de 15 mil y cinco mil niños producto del mismo, respectivamente, fue en Noruega donde el Lebensborn dejó su herencia más negra. Hoy, los hijos de aquel descabellado proyecto rondan los 60 años y cargan con una infinidad de historias de violencia y discriminación. Porque en la Europa de postguerra, sobre todo después de la brutal represión de los nazis, ser ‘hijo de alemán' constituía un estigma desde cualquier punto de vista: para algunos, significaba la amenaza del enemigo dentro del territorio; para otros –los creyentes–, el fruto de un amor inmoral.
Muchas de las mujeres que tuvieron relaciones con los soldados de la Wehrmacht fueron enviadas a campos de concentración o a hospitales psiquiátricos. Eran consideradas deficientes mentales, y se concluyó que sus hijos también debían serlo, por lo que fueron utilizados incluso como conejillos de Indias en pruebas con sustancias como LSD, mescalina y otras, según han denunciado informes del Ejército de Noruega, de la Universidad de Oslo y de la CIA.
Muchos niños fueron internados en hospitales psiquiátricos sin siquiera hacerles pruebas, y sometidos en el interior de éstos a múltiples vejaciones. Otros fueron golpeados por sus familias cuidadoras, fueron agredidos física y verbalmente por compañeros de escuela o abusados sexualmente por sus profesores, y hasta hubo alguno que creció atado a una correa de perro.
Anni-Frid (Frida), la morena cantante de Abba, es parte de esta generación. Hija de un soldado alemán, su abuela y su madre fueron señaladas como traidoras. Esta última murió un par de años después y la pequeña familia tuvo que trasladarse desde el norte de Noruega a Suecia, huyendo de la estigmatización. Muchos años después, cuando la banda estaba en la cima de la fama, Anni-Frid conoció a su padre. "Demasiado tarde", dijo.
Aquellos hijos de los soldados alemanes que conocieron su origen y sufrieron las consecuencias fundaron en 1999 una asociación, llamada Krigsbarnforbundet Lebensborn, la que acaba de presentar un recurso ante la Corte Europea de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo. Se trata de 154 noruegos, cuatro suecos y un alemán, quienes exigen una indemnización individual de 65 mil dólares, y casi cuatro veces más para aquellos que vivieron situaciones extremas. La acción judicial, que documenta cada una de las demandas, afirma que el Estado noruego violó los derechos de los ciudadanos que se comprometió a proteger en la Convención Europea de 1953.
No se trata, sin embargo, de la primera acción judicial de este tipo. En 1999, la asociación presentó su primera demanda ante un tribunal de Oslo, en la cual acusaba a Noruega de haber actuado como cómplice en el plan eugenésico nazi, pero el gobierno adujo que el delito, de haberse cometido, estaba prescrito. En 2005, sin embargo, el estado reconoció responsabilidades y ofreció una indemnización de 20 mil coronas (1,75 millones de pesos, aproximadamente) a cada uno de los afectados, cifra que fue rechazada por los demandantes.
Los ‘niños de la vergüenza', que sufren los mismos achaques y enfermedades que sus coetáneos, saben mejor que nadie que la raza perfecta no existe.
6 de mayo de 2007
©la nación
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