por qué tolerar el terrorismo
[Rosa Brooks] El torpe manejo del gobierno del caso de Luis Posada Carriles dice un montón sobre la llamada guerra contra el terrorismo de Bush.
Como los piratas, se supone que los terroristas son hostis humani generis, los ‘enemigos de toda la humanidad'. Así que ¿por qué permite el gobierno de Bush que uno de los terroristas más infames del mundo se pasee libremente por Estados Unidos?
Estoy hablando del hombre que fue -hasta el 11 de septiembre de 2001- quizás el terrorista más efectivo de todo el hemisferio occidental. Se cree que fue el cerebro de un atentado con bomba contra un avión de pasajeros en 1976, en el que murieron 73 personas, incluyendo a los miembros adolescentes del equipo nacional cubano de esgrima. Ha confesado haber llevado a cabo en 1977 una serie de atentados con bomba dirigidos contra hoteles turísticos y discotecas. Hoy, vive ilegalmente en Estados Unidos, pero altos personeros del gobierno de Bush -los mismos que declararon la guerra contra el terrorismo hace algunos años- no parecen estar terriblemente preocupados.
Estoy hablando de Luis Posada Carriles. La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no saben quién es, pero para muchos en América Latina, Posada es tan odiado como Osama bin Laden en Estados Unidos.
Posada, nacido en Cuba, fue adiestrado por la CIA en la Escuela de las Américas en 1961. Desde Venezuela, organizó más tarde el exitoso atentado contra un avión de pasajeros cubano (aparentemente con la connivencia de la CIA). Fue detenido por ese crimen, pero escapó de una cárcel venezolana antes de ser sometido a juicio.
Posada participó más tarde en los intentos ilegales de Ollie North de hacer llegar armas a los contras venezolanos, trató repetidas veces de asesinar a Fidel Castro y fue el cerebro de una serie de atentados en 1997 contra varios hoteles de La Habana. Documentos del gobierno norteamericano desclasificados hace poco sugieren que, durante la mayor parte de su carrera, Posada mantuvo un estrecho contacto con la CIA.
Posada entró ilegalmente a Estados Unidos en 2005. Grupos de derechos humanos y los gobiernos de Cuba y Venezuela exigieron que fuera procesado o extraditado por sus actividades terroristas, pero durante varios meses el gobierno de Bush negó que Posada estuviera en Estados Unidos.
El 17 de mayo de 2005, el Miami Herald obligó al gobierno a tomar medidas tras publicar en primera plana una entrevista con Posada (que sorbía un jugo de melocotón en su balcón de Florida, describiendo el placer que le daba leer y comentó alegremente que al principio "pensé que el gobierno [norteamericano] me andaba buscando", pero finalmente se dio cuenta de que los funcionarios estadounidenses no tenían interés en encontrarlo). Sólo entonces detuvo el gobierno a Posada -pero acusándolo por violar leyes de inmigración, no por sus actividades terroristas.
Desde 2005, el gobierno parece haber hecho todo lo que estaba en su poder para estropear los cargos de Inmigración contra Posada, manejándolo con tal torpeza que el miércoles un exasperado juez federal se declaró "dejada sin otra opción" que desechar la acusación. Aunque otro juez había resuelto previamente la deportación de Posada, Posada no puede ser extraditado a Venezuela porque el tribunal concluyó que podría ser torturado en ese país.
Así que de momento, Posada es un hombre libre -incluso aunque el gobierno tiene suficientes pruebas como para arrestarlo por su participación sea en el atentado contra el avión de pasajeros en 1976 o los atentados en La Habana en 1997. En cuanto a eso, Posada podría ser fácilmente detenido de acuerdo al Artículo 412 de la Ley Patriota, que impone la detención obligatoria de extranjeros sospechosos de estar implicados en actividades terroristas.
El manejo del gobierno de Posada contrasta discordantemente con su tratamiento de los sospechosos de ser terroristas de al Qaeda. Con los últimos, el gobierno no pierde tiempo en finuras jurídicas. Varios ciudadanos extranjeros han sido ‘entregados' ilegalmente a países donde han sido torturados, interrogados en cárceles clandestinas de la CIA y enviados a pudrirse en Guantánamo, a veces basándose en evidencias terriblemente frágiles. Incluso ciudadanos estadounidenses sospechosos de actividades terroristas han sido clasificados como "combatientes enemigos ilegales" y privados de sus derechos constitucionales. Así que ¿por qué posterga el gobierno el deber de arrestar y procesar a Posada?
No es que las evidencias contra Posada estén en disputa. En 1998, por ejemplo, "admitió orgullosamente ser el autor de los atentados con bomba contra los hoteles" ante el New York Times, "describiendo los atentados como actos de guerra cuyo objetivo era dañar a un régimen totalitario privándolo del turismo y las inversiones extranjeras". Desdeñó las bajas civiles como "tristes", pero aseguró al periodista que "duermo como bebé". (Cuando el Miami Herald le preguntó sobre esta confesión en 2005, dijo modestamente: "Dejemos eso a la historia").
Si todo esto suena espantosamente familiar, es porque así debe ser. Hemos oído las mismas insensibles justificaciones del terrorismo en boca de bin Laden y de Khalid Shaikh Mohammed.
La reluctancia del gobierno a hacer esfuerzos serios para procesar a Posada es hipócrita pero políticamente expediente. Un juicio podría exponer las fechorías pasadas de la CIA y podría enajenarse el apoyo de los exiliados cubanos extremistas de Florida, un bloque electoral que el gobierno ha mantenido durante largo tiempo.
Después del 11 de septiembre, la frase ‘el terrorista de unos es el combatiente por la libertad de otros' dejó de estar de moda. Pero aunque nadie lo quiera admitir abiertamente, la idea todavía parece tener validez para el gobierno de Bush.
Estoy hablando del hombre que fue -hasta el 11 de septiembre de 2001- quizás el terrorista más efectivo de todo el hemisferio occidental. Se cree que fue el cerebro de un atentado con bomba contra un avión de pasajeros en 1976, en el que murieron 73 personas, incluyendo a los miembros adolescentes del equipo nacional cubano de esgrima. Ha confesado haber llevado a cabo en 1977 una serie de atentados con bomba dirigidos contra hoteles turísticos y discotecas. Hoy, vive ilegalmente en Estados Unidos, pero altos personeros del gobierno de Bush -los mismos que declararon la guerra contra el terrorismo hace algunos años- no parecen estar terriblemente preocupados.
Estoy hablando de Luis Posada Carriles. La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no saben quién es, pero para muchos en América Latina, Posada es tan odiado como Osama bin Laden en Estados Unidos.
Posada, nacido en Cuba, fue adiestrado por la CIA en la Escuela de las Américas en 1961. Desde Venezuela, organizó más tarde el exitoso atentado contra un avión de pasajeros cubano (aparentemente con la connivencia de la CIA). Fue detenido por ese crimen, pero escapó de una cárcel venezolana antes de ser sometido a juicio.
Posada participó más tarde en los intentos ilegales de Ollie North de hacer llegar armas a los contras venezolanos, trató repetidas veces de asesinar a Fidel Castro y fue el cerebro de una serie de atentados en 1997 contra varios hoteles de La Habana. Documentos del gobierno norteamericano desclasificados hace poco sugieren que, durante la mayor parte de su carrera, Posada mantuvo un estrecho contacto con la CIA.
Posada entró ilegalmente a Estados Unidos en 2005. Grupos de derechos humanos y los gobiernos de Cuba y Venezuela exigieron que fuera procesado o extraditado por sus actividades terroristas, pero durante varios meses el gobierno de Bush negó que Posada estuviera en Estados Unidos.
El 17 de mayo de 2005, el Miami Herald obligó al gobierno a tomar medidas tras publicar en primera plana una entrevista con Posada (que sorbía un jugo de melocotón en su balcón de Florida, describiendo el placer que le daba leer y comentó alegremente que al principio "pensé que el gobierno [norteamericano] me andaba buscando", pero finalmente se dio cuenta de que los funcionarios estadounidenses no tenían interés en encontrarlo). Sólo entonces detuvo el gobierno a Posada -pero acusándolo por violar leyes de inmigración, no por sus actividades terroristas.
Desde 2005, el gobierno parece haber hecho todo lo que estaba en su poder para estropear los cargos de Inmigración contra Posada, manejándolo con tal torpeza que el miércoles un exasperado juez federal se declaró "dejada sin otra opción" que desechar la acusación. Aunque otro juez había resuelto previamente la deportación de Posada, Posada no puede ser extraditado a Venezuela porque el tribunal concluyó que podría ser torturado en ese país.
Así que de momento, Posada es un hombre libre -incluso aunque el gobierno tiene suficientes pruebas como para arrestarlo por su participación sea en el atentado contra el avión de pasajeros en 1976 o los atentados en La Habana en 1997. En cuanto a eso, Posada podría ser fácilmente detenido de acuerdo al Artículo 412 de la Ley Patriota, que impone la detención obligatoria de extranjeros sospechosos de estar implicados en actividades terroristas.
El manejo del gobierno de Posada contrasta discordantemente con su tratamiento de los sospechosos de ser terroristas de al Qaeda. Con los últimos, el gobierno no pierde tiempo en finuras jurídicas. Varios ciudadanos extranjeros han sido ‘entregados' ilegalmente a países donde han sido torturados, interrogados en cárceles clandestinas de la CIA y enviados a pudrirse en Guantánamo, a veces basándose en evidencias terriblemente frágiles. Incluso ciudadanos estadounidenses sospechosos de actividades terroristas han sido clasificados como "combatientes enemigos ilegales" y privados de sus derechos constitucionales. Así que ¿por qué posterga el gobierno el deber de arrestar y procesar a Posada?
No es que las evidencias contra Posada estén en disputa. En 1998, por ejemplo, "admitió orgullosamente ser el autor de los atentados con bomba contra los hoteles" ante el New York Times, "describiendo los atentados como actos de guerra cuyo objetivo era dañar a un régimen totalitario privándolo del turismo y las inversiones extranjeras". Desdeñó las bajas civiles como "tristes", pero aseguró al periodista que "duermo como bebé". (Cuando el Miami Herald le preguntó sobre esta confesión en 2005, dijo modestamente: "Dejemos eso a la historia").
Si todo esto suena espantosamente familiar, es porque así debe ser. Hemos oído las mismas insensibles justificaciones del terrorismo en boca de bin Laden y de Khalid Shaikh Mohammed.
La reluctancia del gobierno a hacer esfuerzos serios para procesar a Posada es hipócrita pero políticamente expediente. Un juicio podría exponer las fechorías pasadas de la CIA y podría enajenarse el apoyo de los exiliados cubanos extremistas de Florida, un bloque electoral que el gobierno ha mantenido durante largo tiempo.
Después del 11 de septiembre, la frase ‘el terrorista de unos es el combatiente por la libertad de otros' dejó de estar de moda. Pero aunque nadie lo quiera admitir abiertamente, la idea todavía parece tener validez para el gobierno de Bush.
rbrooks@latimescolumnists.com
13 de mayo de 2007
11 de mayo de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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