guerra de narcos
[Héctor Tobar] A medida que se extiende la lucha por el control de las rutas de contrabando, asesinos a sueldo conocidos como los zetas atacan a su propia gente,
Veracruz, México. Los dos purasangre corrieron por una pista de carreras en el campo, con algunos millones de dólares en el fondo de los apostadores y una anticuada cámara fotográfica esperando en la línea de llegada.
Cuando terminó la carrera, mientras los veterinarios llevaban a los exclusivos equinos de vuelta a sus tráilers con aire acondicionado, los apostadores en el hipódromo privado empezaron a discutir sobre la conclusión de la carrera. Entre ellos se encontraban unos miembros de una banda de asesinos a sueldo conocidos como zetas, a la paga del cartel de narcotraficantes del Golfo.
Esperemos que revelen las películas, dijo alguien.
Entonces, por sobre el ruido, se oyó otra voz: "¡He venido a matarlos!"
Se estaba agregando un nuevo capítulo a la violenta saga de la más notoria banda de narcotraficantes de México. En la balacera que siguió murieron más de un docena de personas -una emboscada en la que unos asesinos a sueldo atacaron a otros.
Los zetas fueron el primer ejército de un cartel de drogas de México, y de muchos modos ellos y sus empleadores son responsables de la militarización de la guerra por as drogas en el país. El presidente Felipe Calderón envió este año al ejército nacional a luchar contra los traficantes en varios estados mexicanos.
El tiroteo en la pista de Villarín fue uno de los muchos sangrientos episodios en la que parece ser una guerra por el control cada vez más encarnizada dentro del cartel del Golfo. Los expertos dicen que el aumento de las tensiones fue provocado por la deportación en enero del reputado líder del cartel, Osiel Cárdenas, para su formalización por cargos de narcotráfico en Estados Unidos.
"El cartel se ha dividido", dijo Genaro García Luna, ministro de seguridad pública y el más importante policía de México. "Esto ha generado una nueva ola de violencia a medida que luchan por las regiones que controlaba Osiel".
El cartel, del estado fronterizo de Tamaulipas, se hizo rico y poderoso gracias al apetito norteamericano por la cocaína colombiana, y sus dos ramas siguen siendo potentes organizaciones en México. Casi todas las semanas se informa en los diarios y radios del país sobre nuevos actos de crueldad, temeridad o simple estupidez cometidos por los zetas.
Raíces Militares
Antes de los años noventa, los grupos que operaban en la costa Pacífico del estado de Sinaloa dominaban el comercio de las drogas en México. Los traficantes del país se estaban convirtiendo en ricos a medida que los carteles colombianos les cedían cada vez más rutas de contrabando claves hacia Estados Unidos.
Para hacer frente al dominio del grupo de Sinaloa, el cartel del Golfo en auge empezó a reclutar soldados del ejército. Así nacieron los zetas.
Su fundador fue un ex oficial del ejército que había desertado: el teniente Arturo Guzmán Decena, conocido como Zeta 1. Se dice que fue adiestrado por militares israelíes.
De acuerdo al despacho del procurador general, se cree que Guzmán reclutó a varios soldados de la brigada de paracaidistas y al menos a cuarenta ex miembros de las fuerzas especiales mexicanas.
"Aportaron al negocio de las drogas el conocimiento de la guerra de contrainsurgencia y psicológica", dice Luis Astorga, experto en la industria. "La idea es que si paralizas a tus adversarios con temor, has ganado la mitad de la guerra".
La misión de los zetas era obtener, de Sinaloa y otros grupos del cartel del Golfo, el ‘derecho' a pasar drogas por determinados puertos o ciudades fronterizas.
"El mundo de las drogas es como cualquier otro negocio", dice Astorga. "Tratas de hacerte con un territorio y las ganancias de los rivales. Pero no hay tribunales para resolver disputas. Sólo queda la violencia".
Los traficantes del Golfo sacaron ventaja de los salarios bajos y la alta tasa de deserción del ejército mexicano, del que deserta uno de ocho soldados al año. Se dice que los miembros del cartel seducían a los soldados con grandes cantidades de dinero y posiciones de responsabilidad, algo que los traficantes de Sinaloa todavía no se atreven a hacer.
"Con el grupo de Sinaloa, los lazos familiares han sido siempre muy importantes", dice Astorga. "Para ellos, incorporar soldados y darles poder era como admitir un caballo de Troya en el redil".
Raúl Benítez, un experto en seguridad en México de la Universidad Americana en Washington, dice que el cartel del Golfo apreciaba a los veteranos del ejército por su conocimiento de armas y explosivos. (En México, el ejército controla todas las armas de fuego).
A medida que los zetas ganaban fuerza, introdujeron en la guerra de los carteles armas cada vez más potentes, incluyen ametralladoras calibre cincuenta originalmente diseñadas como armas antiaéreas. En los últimos años, los ataques con granada contra comisarías de policía se han convertido en algo habitual.
Nuevos Reclutas
Según la leyenda popular, los zetas son pistoleros con bazucas y experiencia militar. Cometen asesinatos de un modo que delata un cierto nivel de adiestramiento táctico: En febrero, por ejemplo, se pusieron uniformes del ejército para entrar a dos comisarías de policía en Acapulco y matar a siete agentes y empleados.
Pero como otras muchas leyendas, el mito de los zetas se ha construido en torno a una verdad básica que se desvanece cada vez más en el tiempo.
Guzmán -Zeta 1- murió en 2002 en un tiroteo con el ejército en Matamoros. Debido a que muchos de sus sicarios originales murieron, el cartel buscó una nueva capacidad de fuego, reclutando primero a miembros de las fuerzas especiales de Guatemala, los kaibiles.
Muchos de los zetas originales están muertos o en la cárcel, dicen las autoridades mexicanas. Funcionarios estadounidenses dicen que los miembros actuales fueron reclutados entre las filas de los pobres urbanos y rurales de México.
"Ha llegado al punto que cuando te emborrachas le disparas a unas latas y te pintas la cara negra, y eso te convierte en un zeta", dijo un oficial norteamericano que pidió permanecer en el anonimato. "Un montón de eso es imagen y mito".
"Son gente joven, de entre veinticinco y treinta años", dijo García Luna, el ministro de seguridad pública, agregando que los reclutas eran atraídos con el aura de la riqueza y poder que hace la imagen de los zetas. "Si los miras a la cara, te das cuenta de lo que son realmente: gente de estatus social bajo y escasa educación".
El tiroteo en el hipódromo, los nombres y número de muertos siguen siendo un misterio, como los zetas mismos.
De acuerdo a las noticias, murió al menos un sicario de alto rango: Efraín Torres, también conocido como Zeta 14 o La Chispa. Las autoridades federales dicen que mataron a otro sicario más. Pero su nombre es un secreto de estado que no será revelado sino en 2019.
Los vecinos dicen que los zetas pueden haber enterrado en secreto a decenas de hombres más.
Después del tiroteo, los ataques y contraataques se extendieron por todo el estado de Veracruz. Mataron a un jefe de policía. Varios periodistas y funcionarios de gobierno fueron acusados de colaborar con los zetas y huyeron. Alguien arrojó una cabeza cercenada en una oficina de un periódico.
La violencia llegó incluso a un cementerio a 161 kilómetros de distancia.
"Amarraron al guardia, rompieron varias capas de concreto y sacaron el ataúd", dice Raúl Vargas, director de una funeraria y cementerio en la ciudad de Poza Rica, describiendo cómo los hombres, que cree que eran zetas, robaron el cuerpo del recientemente sepultado Zeta 14.
"Era uno de nuestros ataúdes de lujo, así que era bastante pesado. Lo cargaron a un camión y se marcharon".
Extendiendo la Violencia
La creciente violencia ha traspasado la lucha interna. En las últimas semanas, los zetas y el cartel del Golfo han sido asociados a asesinatos en Sonora, Guerrero, Michoacán y otros estados. En algunos casos, los zetas han sido las víctimas de cruentos ataques.
En marzo, un hombre semidesnudo con una Z pintada en su estómago fue filmado mientras era torturado e interrogado por sus desconocidos secuestradores. En la cinta, el hombre confiesa su participación en los asesinatos de policías en Acapulco. En el video subido y luego retirado rápidamente de YouTube, es estrangulado y decapitado.
La cinta forma parte de unas decenas de recados de los narcos que han salido a luz cuando los carteles de la droga libran una guerra de propaganda entre ellos y con las autoridades.
Normalmente, los mensajes toman la forma de notas dejadas junto a los muertos. A menudo son intentos de difundir desinformación, dicen los analistas. Pueden nombrar a funcionarios de gobierno y policías, acusándoles de ser cómplices de carteles rivales, creando la sensación de que todos están contaminados por la corrupción del narcotráfico.
Uno de esos mensajes fue transmitido en marzo por la red de televisión Azteca, tres semanas después del tiroteo en el hipódromo. En un video, dos presuntos zetas de Veracruz confiesan ante sus secuestradores que cometieron una serie de crímenes, incluyendo 23 asesinatos. Mataron a un jefe de policía local, dice uno, porque no pudo impedir que la policía federal arrestara a zetas heridos en el tiroteo, "aunque recibía dinero del cartel".
Mataron al editor de un diario, dice otro hombre, "porque escribió un montón de cosas contra el cartel, afectando nuestra relación con las autoridades".
En la cinta se menciona a dos columnistas, incluyendo a uno del diario Notiver, como colaboradores pagados por los zetas. En la sala de prensa, un periodista dijo que esa acusación era falsa.
"Conozco a esas dos personas, y llevan vidas corrientes", dijo el periodista, que pidió no ser mencionado. El periodista considera la misiva como un intento de extender el temor y la confusión.
"Hay una psicosis colectiva porque todas las noches hay nuevas noticias sobre ataques", dijo el periodista. "Esta tipo de guerra de los carteles es algo que no habíamos visto nunca antes en Veracruz".
Desde el tiroteo en el hipódromo, han sido asesinadas unas veinte personas.
A todo lo largo de la costa del Golfo, en las pequeñas ciudades donde operan corrientemente, los pistoleros del cartel son tan conspicuos como un ejército invasor. Los vecinos aprenden rápidamente a no mirar, a pese a los rifles dorados que portan los hombres y los todoterrenos último modelo que conducen.
Un día de marzo, en Coatzacoalcos, a 209 kilómetros al sur, un reportero gráfico se topó con cinco hombres armados en la calle cuando estaban siendo detenidos por la policía. Los sospechosos llevaban corte de pelo de estilo militar, ametralladoras y zapatos de diseño, dijo el fotógrafo, que pidió no ser mencionado.
Parecía no preocuparles demasiado su detención, y dijeron a los agentes: "Probablemente será mejor que nos dejes marchar antes de que esto se transforme en un problema serio".
Sólo más tarde se dio cuenta el fotógrafo de lo que había ocurrido. Había mirado a la cara a algunos de los hombres más peligrosos de México, y todavía podía contar la historia.
Cuando terminó la carrera, mientras los veterinarios llevaban a los exclusivos equinos de vuelta a sus tráilers con aire acondicionado, los apostadores en el hipódromo privado empezaron a discutir sobre la conclusión de la carrera. Entre ellos se encontraban unos miembros de una banda de asesinos a sueldo conocidos como zetas, a la paga del cartel de narcotraficantes del Golfo.
Esperemos que revelen las películas, dijo alguien.
Entonces, por sobre el ruido, se oyó otra voz: "¡He venido a matarlos!"
Se estaba agregando un nuevo capítulo a la violenta saga de la más notoria banda de narcotraficantes de México. En la balacera que siguió murieron más de un docena de personas -una emboscada en la que unos asesinos a sueldo atacaron a otros.
Los zetas fueron el primer ejército de un cartel de drogas de México, y de muchos modos ellos y sus empleadores son responsables de la militarización de la guerra por as drogas en el país. El presidente Felipe Calderón envió este año al ejército nacional a luchar contra los traficantes en varios estados mexicanos.
El tiroteo en la pista de Villarín fue uno de los muchos sangrientos episodios en la que parece ser una guerra por el control cada vez más encarnizada dentro del cartel del Golfo. Los expertos dicen que el aumento de las tensiones fue provocado por la deportación en enero del reputado líder del cartel, Osiel Cárdenas, para su formalización por cargos de narcotráfico en Estados Unidos.
"El cartel se ha dividido", dijo Genaro García Luna, ministro de seguridad pública y el más importante policía de México. "Esto ha generado una nueva ola de violencia a medida que luchan por las regiones que controlaba Osiel".
El cartel, del estado fronterizo de Tamaulipas, se hizo rico y poderoso gracias al apetito norteamericano por la cocaína colombiana, y sus dos ramas siguen siendo potentes organizaciones en México. Casi todas las semanas se informa en los diarios y radios del país sobre nuevos actos de crueldad, temeridad o simple estupidez cometidos por los zetas.
Raíces Militares
Antes de los años noventa, los grupos que operaban en la costa Pacífico del estado de Sinaloa dominaban el comercio de las drogas en México. Los traficantes del país se estaban convirtiendo en ricos a medida que los carteles colombianos les cedían cada vez más rutas de contrabando claves hacia Estados Unidos.
Para hacer frente al dominio del grupo de Sinaloa, el cartel del Golfo en auge empezó a reclutar soldados del ejército. Así nacieron los zetas.
Su fundador fue un ex oficial del ejército que había desertado: el teniente Arturo Guzmán Decena, conocido como Zeta 1. Se dice que fue adiestrado por militares israelíes.
De acuerdo al despacho del procurador general, se cree que Guzmán reclutó a varios soldados de la brigada de paracaidistas y al menos a cuarenta ex miembros de las fuerzas especiales mexicanas.
"Aportaron al negocio de las drogas el conocimiento de la guerra de contrainsurgencia y psicológica", dice Luis Astorga, experto en la industria. "La idea es que si paralizas a tus adversarios con temor, has ganado la mitad de la guerra".
La misión de los zetas era obtener, de Sinaloa y otros grupos del cartel del Golfo, el ‘derecho' a pasar drogas por determinados puertos o ciudades fronterizas.
"El mundo de las drogas es como cualquier otro negocio", dice Astorga. "Tratas de hacerte con un territorio y las ganancias de los rivales. Pero no hay tribunales para resolver disputas. Sólo queda la violencia".
Los traficantes del Golfo sacaron ventaja de los salarios bajos y la alta tasa de deserción del ejército mexicano, del que deserta uno de ocho soldados al año. Se dice que los miembros del cartel seducían a los soldados con grandes cantidades de dinero y posiciones de responsabilidad, algo que los traficantes de Sinaloa todavía no se atreven a hacer.
"Con el grupo de Sinaloa, los lazos familiares han sido siempre muy importantes", dice Astorga. "Para ellos, incorporar soldados y darles poder era como admitir un caballo de Troya en el redil".
Raúl Benítez, un experto en seguridad en México de la Universidad Americana en Washington, dice que el cartel del Golfo apreciaba a los veteranos del ejército por su conocimiento de armas y explosivos. (En México, el ejército controla todas las armas de fuego).
A medida que los zetas ganaban fuerza, introdujeron en la guerra de los carteles armas cada vez más potentes, incluyen ametralladoras calibre cincuenta originalmente diseñadas como armas antiaéreas. En los últimos años, los ataques con granada contra comisarías de policía se han convertido en algo habitual.
Nuevos Reclutas
Según la leyenda popular, los zetas son pistoleros con bazucas y experiencia militar. Cometen asesinatos de un modo que delata un cierto nivel de adiestramiento táctico: En febrero, por ejemplo, se pusieron uniformes del ejército para entrar a dos comisarías de policía en Acapulco y matar a siete agentes y empleados.
Pero como otras muchas leyendas, el mito de los zetas se ha construido en torno a una verdad básica que se desvanece cada vez más en el tiempo.
Guzmán -Zeta 1- murió en 2002 en un tiroteo con el ejército en Matamoros. Debido a que muchos de sus sicarios originales murieron, el cartel buscó una nueva capacidad de fuego, reclutando primero a miembros de las fuerzas especiales de Guatemala, los kaibiles.
Muchos de los zetas originales están muertos o en la cárcel, dicen las autoridades mexicanas. Funcionarios estadounidenses dicen que los miembros actuales fueron reclutados entre las filas de los pobres urbanos y rurales de México.
"Ha llegado al punto que cuando te emborrachas le disparas a unas latas y te pintas la cara negra, y eso te convierte en un zeta", dijo un oficial norteamericano que pidió permanecer en el anonimato. "Un montón de eso es imagen y mito".
"Son gente joven, de entre veinticinco y treinta años", dijo García Luna, el ministro de seguridad pública, agregando que los reclutas eran atraídos con el aura de la riqueza y poder que hace la imagen de los zetas. "Si los miras a la cara, te das cuenta de lo que son realmente: gente de estatus social bajo y escasa educación".
El tiroteo en el hipódromo, los nombres y número de muertos siguen siendo un misterio, como los zetas mismos.
De acuerdo a las noticias, murió al menos un sicario de alto rango: Efraín Torres, también conocido como Zeta 14 o La Chispa. Las autoridades federales dicen que mataron a otro sicario más. Pero su nombre es un secreto de estado que no será revelado sino en 2019.
Los vecinos dicen que los zetas pueden haber enterrado en secreto a decenas de hombres más.
Después del tiroteo, los ataques y contraataques se extendieron por todo el estado de Veracruz. Mataron a un jefe de policía. Varios periodistas y funcionarios de gobierno fueron acusados de colaborar con los zetas y huyeron. Alguien arrojó una cabeza cercenada en una oficina de un periódico.
La violencia llegó incluso a un cementerio a 161 kilómetros de distancia.
"Amarraron al guardia, rompieron varias capas de concreto y sacaron el ataúd", dice Raúl Vargas, director de una funeraria y cementerio en la ciudad de Poza Rica, describiendo cómo los hombres, que cree que eran zetas, robaron el cuerpo del recientemente sepultado Zeta 14.
"Era uno de nuestros ataúdes de lujo, así que era bastante pesado. Lo cargaron a un camión y se marcharon".
Extendiendo la Violencia
La creciente violencia ha traspasado la lucha interna. En las últimas semanas, los zetas y el cartel del Golfo han sido asociados a asesinatos en Sonora, Guerrero, Michoacán y otros estados. En algunos casos, los zetas han sido las víctimas de cruentos ataques.
En marzo, un hombre semidesnudo con una Z pintada en su estómago fue filmado mientras era torturado e interrogado por sus desconocidos secuestradores. En la cinta, el hombre confiesa su participación en los asesinatos de policías en Acapulco. En el video subido y luego retirado rápidamente de YouTube, es estrangulado y decapitado.
La cinta forma parte de unas decenas de recados de los narcos que han salido a luz cuando los carteles de la droga libran una guerra de propaganda entre ellos y con las autoridades.
Normalmente, los mensajes toman la forma de notas dejadas junto a los muertos. A menudo son intentos de difundir desinformación, dicen los analistas. Pueden nombrar a funcionarios de gobierno y policías, acusándoles de ser cómplices de carteles rivales, creando la sensación de que todos están contaminados por la corrupción del narcotráfico.
Uno de esos mensajes fue transmitido en marzo por la red de televisión Azteca, tres semanas después del tiroteo en el hipódromo. En un video, dos presuntos zetas de Veracruz confiesan ante sus secuestradores que cometieron una serie de crímenes, incluyendo 23 asesinatos. Mataron a un jefe de policía local, dice uno, porque no pudo impedir que la policía federal arrestara a zetas heridos en el tiroteo, "aunque recibía dinero del cartel".
Mataron al editor de un diario, dice otro hombre, "porque escribió un montón de cosas contra el cartel, afectando nuestra relación con las autoridades".
En la cinta se menciona a dos columnistas, incluyendo a uno del diario Notiver, como colaboradores pagados por los zetas. En la sala de prensa, un periodista dijo que esa acusación era falsa.
"Conozco a esas dos personas, y llevan vidas corrientes", dijo el periodista, que pidió no ser mencionado. El periodista considera la misiva como un intento de extender el temor y la confusión.
"Hay una psicosis colectiva porque todas las noches hay nuevas noticias sobre ataques", dijo el periodista. "Esta tipo de guerra de los carteles es algo que no habíamos visto nunca antes en Veracruz".
Desde el tiroteo en el hipódromo, han sido asesinadas unas veinte personas.
A todo lo largo de la costa del Golfo, en las pequeñas ciudades donde operan corrientemente, los pistoleros del cartel son tan conspicuos como un ejército invasor. Los vecinos aprenden rápidamente a no mirar, a pese a los rifles dorados que portan los hombres y los todoterrenos último modelo que conducen.
Un día de marzo, en Coatzacoalcos, a 209 kilómetros al sur, un reportero gráfico se topó con cinco hombres armados en la calle cuando estaban siendo detenidos por la policía. Los sospechosos llevaban corte de pelo de estilo militar, ametralladoras y zapatos de diseño, dijo el fotógrafo, que pidió no ser mencionado.
Parecía no preocuparles demasiado su detención, y dijeron a los agentes: "Probablemente será mejor que nos dejes marchar antes de que esto se transforme en un problema serio".
Sólo más tarde se dio cuenta el fotógrafo de lo que había ocurrido. Había mirado a la cara a algunos de los hombres más peligrosos de México, y todavía podía contar la historia.
hector.tobar@latimes.com
Carlos Martínez contribuyó a este reportaje.
22 de mayo de 2007
20 de mayo de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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