Blogia
mQh

tribus contra al qaeda


En la provincia de Anbar. Un jeque de la inquieta región prefiere colaborar con Estados Unidos. Y desciende la violencia.
Ramadi, Iraq. Los líderes tribales sunníes se reunieron en un recinto custodiado al borde de la ciudad, invitados por un joven y prometedor jeque empeñado en vengar el asesinato de su padre y la desaparición de dos hermanos en manos del grupo insurgente al Qaeda en Iraq.
El resultado fue una decisión de los furiosamente independientes hombres de las tribus del desierto, de otorgar su apoyo a las tropas norteamericanas y incorporarse en masa a la policía local y al ejército iraquí -un cambio táctico que, al menos de momento, ha ayudado a refrenar la resistencia antigubernamental al oeste de la provincia de Anbar, que Estados Unidos ha pasado años tratando de pacificar.
Según se cuenta, los resultados en Anbar han sido impresionantes: Donde en Ramadi, la capital provincial, no había en el verano pasado más que doscientos agentes de policía, ahora hay más de ocho mil. El número de ataques contra los soldados norteamericanos bajaron de ciento ocho a la semana a siete durante la primera semana de mayo.
"Empezamos a recordar lo qué había pasado [con al Qaeda] y de cómo se pusieron las cosas, y decidimos pelear", dijo Tariq al-Duleimi,que se encarga de la seguridad de Sattar Abu Risha, el joven jeque que fue el anfitrión de esta reunión en su casa en octubre pasado.

Reina una Paz Relativa
Ahora reina una relativa calma en toda la provincia de Anbar, marcada por una pesada presencia policial, pero también atenazada por preguntas sobre la lealtad de las tribus e indicios de que el éxito sólo puede haber empujado a los rebeldes hacia otras áreas.
La semana pasada, el presidente Bush y el primer ministro iraquí Nour al-Maliki interpretaron el curso de los acontecimientos en Anbar como un signo de esperanza para Iraq. Pero los logros en Anbar, como la provincia sunní misma, son únicos: La floja alianza de líderes tribales y de gobierno, llamada el Consejo de Salvación de Anbar, depende de un puñado de jeques carismáticos con intereses comunes, y es poco probable que sirva como modelo para zonas con divisiones sectarias más complejas y estructuras sociales menos tradicionales.
La relativa paz difícilmente significa que al Qaeda haya cedido la provincia de Anbar. La semana pasada tres mortíferos atentados con bomba dejaron en ruinas el área de Ramadi, incluyendo un ataque suicida contra un jeque que apoyaba al consejo de salvación y un atentado con coche bomba subsecuente contra su procesión fúnebre.
Sin embargo, la reducción de los ataques de los rebeldes y de los diarios tiroteos, que ha permitido reanudar los proyectos de reconstrucción, ha sido interpretada por oficiales norteamericanos e iraquíes como una comprobación de la nueva estrategia contrainsurgente de Estados Unidos, de conectarse más con la gente que dedicarse a perseguir y matar adversarios.
Autoridades provinciales, tropas norteamericanas y agencias de ayuda han corrido para contactar a funcionarios locales y reponer los servicios de gobierno en una zona devastada por cuatro años de guerra urbana, antes de que los nuevos aliados tribales de Estados Unidos cambien nuevamente de opinión.
"Es algo surrealista", dijo el mayor Rory Quinn, oficiale ejecutivo del Tercer Batallón, Séptima División de Marines en Ramadi, una unidad que ha vuelto al terreno que mantuvo el año pasado en momentos en que cooperar con los norteamericanos significaba la muerte para jeques y miembros de las tribus por igual. Tenemos que hacer lo que dijimos, de modo que vean que hay beneficios cuando uno se las juega".
Oficiales norteamericanos e iraquíes quieren que la experiencia de Anbar sirva de ejemplo.
"Nuestra nueva estrategia está destinada a sacar ventaja de las nuevas oportunidades de colaboración con las tribus locales para perseguir a al Qaeda en lugares como Anbar, que ha sido la base de al Qaeda en Iraq", dijo Bush el jueves. El martes, en un discurso televisado con ocasión de su primer aniversario en el cargo, al-Maliki llamó a otros líderes tribales y organizaciones civiles a formar consejos de salvación similares "para eliminar el virus del terrorismo que está atacando a Iraq". En Anbar, los jeques tribales han sido fundamentales, dijeron oficiales norteamericanos.
"El cambio realmente profundo es lo que ocurre cuando una población niega al enemigo la capacidad de protegerse" dijo el general de brigada marine John Allen, comandante de las fuerzas norteamericanas al oeste de Iraq, que supervisa la relación con las tribus.
"Todo lo que hacemos en la provincia, sino pensamos primero en las tribus, entonces lo más probable es que terminemos pensando en ellas después, preguntándonos cómo es que lo echamos a perder", dijo.
Sin embargo, la precaria paz en Anbar ha dejado al descubierto las rivalidades regionales entre remotas ciudades provinciales y la capital y ha expuesto las dificultades a la hora de dar prioridad a los proyectos de reconstrucción y al pago de los nuevos agentes de policía. Aunque otras tribus están mostrando interés en unir fuerzas con los norteamericanos, los jeques que no formaban parte del movimiento original entre las tribus de Ramadi se muestran todavía reluctantes a unirse como miembros subordinados, dijo Allen.
La decisión de miembros jóvenes de la tribu de incorporarse a la policía iraquí, al ejército y a las nuevas Fuerzas de Seguridad Provinciales también plantean dudas sobre su lealtad.
"Nos sentimos como si estuviéramos adiestrando a mucha gente que hace unos meses estaban probablemente -activa o pasivamente- apoyando a la resistencia", dijo el general de brigada marine Charles Gurganus, jefe de la transición militar en la provincia de Anbar. "Estamos más que contentos con que ellos se hayan dado cuenta y cambiado de posición. Y ahora estamos felices de tenerlos en el equipo".
Pese a los recelos, los cambios en los pasados dos meses han sido pronunciados.
En la sede del gobierno provincial de Ramadi, que ha estado bajo constante asedio desde 2004, las calles están silenciosas. Ahora un cuartel de los marines está siendo remodelado para ser usado por el gobierno este verano.
Han emergido puestos de comida dispersos por todo Ramadi, y los niños juegan en los parques llenos de escombros. Los marines viven y patrullan con la policía iraquí, cuyos miembros son reclutados en los barrios donde hasta hace poco (el invierno pasado) hubo una activa resistencia contra las fuerzas norteamericanas. Ahora, pueden pasar días sin que se escuche ni un solo tiro.
En la comisaría de policía de la calle 17, el capitán Marcus Mainz señaló las fotos y breves descripciones de líderes comunitarios que había metido en su brazalete de plástico. Mainz, comandante de la Compañía Lima del Tercer Batallón, Séptima División de Marines, dijo que el vínculo tenía otra función: reunir información para determinar ataques de artillería.

Intentos Pasados
Los líderes tribales de Anbar habían tratado ya antes de acercarse a las fuerzas norteamericanas, pero los asesinatos y amenazas paralizaron esos esfuerzos. De los nueve jeques de Ramadi que dirigieron un intento semejante en el otoño de 2005, al Qaeda en Iraq asesinó a seis. Otros movimientos nunca lograron reunir impulso.
Entre los líderes tribales asesinados por al Qaeda estaban los familiares del jeque Sattar Abu Risha, 35. Su padre fue asesinado en 2004 por oponerse al fundamentalismo de la organización.
En octubre, Sattar llamó a una reunión de veinte jeques de Ramadi, con la intención de unirse para pelear contra al Qaeda.
"Éramos los únicos en el campo de batalla, así que organizamos una reunión de jeques debajo de un árbol del recinto del jeque Sattar", dijo al-Duleimi, el jefe de seguridad del jeque. "A ese árbol le vamos a poner un nombre".
El recinto amurallado de Sattar al norte de Ramadi tiene un imponente salón o casa de reuniones y, en estos días, un tanque norteamericano al final de una larga entrada controla al camino que dobla ahí.
A principios de mes fue anfitrión de un banquete en honor del gobernador de Anbar, Mamoun Sami Rashid al-Awani y los miembros del consejo provincial, incluyendo a su presidente, Abdulsalam Abdullah Mohammed. El consejo había vuelto a reunirse en Ramadi sólo este mes, después de haber sido correteados a Bagdad por los rebeldes en abril de 2006.
En la casa de Sattar, unos 35 miembros del consejo se reunieron con jefes locales con pistolas y túnicas, disfrutando con sus manos de un tradicional festín de cordero y arroz mientras destilaban teorías conspirativas y se quejaban del lento ritmo de los proyectos. Los norteamericanos prometieron proporcionar más servicios; Sattar juró extender la influencia del jeque más allá de la provincia.
La visita fue facilitada por Estados Unidos como parte de una iniciativa de dos días de líderes norteamericanos y de Anbar. La mañana después de la reunión del consejo, oficiales norteamericanos, el gobernador y el presidente del consejo viajaron a una serie de reuniones en Al Qaim, en el curso superior del río Eúfrates en la frontera con Siria.
Mohammed se reunió con dos consejos de villorrios cercanos. Los funcionarios no recibían aún sus salarios, y expresaron su inquietud sobre los proyectos de agua y electricidad.
Simplemente chacharear sobre la reconstrucción de las ciudades cercanas de Ubeidi, Rummana, Karabila y Husaybah -en el pasado un caldo de cultivo de la resistencia y punto de transferencia para los combatientes extranjeros que habían sido batidos por los marines norteamericanos en 2005- fue un alivio.
Los líderes tribales en Al Qaim, que se reunieron con funcionarios de Anbar, querían compensación norteamericana, aparte del desarrollo económico de la provincia.
Las tribus de Qaim, especialmente la de Albu Mahal, se volvieron contra al Qaeda y se aliaron con las fuerzas norteamericanas incluso antes que los jeques de Ramadi. Los progresos, asintieron todos, fueron el resultado de esas relaciones.
"Está resultando", dijo Soriano. "Tienes que reconocer que aquí hay poderosas fuerzas tribales en operación".

jjanega@tribune.com

27 de mayo de 2007
©chicago tribune
©traducción mQh
rss

0 comentarios