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[Walt Bogdanich y Jake Hooker] La huella de las medicinas envenenadas, de China a Panamá. Burlando al sistema.
Wang pasó años trabajando como sastre en las ciudades industriales del delta del Yangtze, al este de China. Pero no quería ser artesano toda la vida, dicen los aldeanos. Puso la vista en el comercio de químicos, un negocio enraizado en muchas pequeñas plantas químicas que han brotado en la región.
"No sabía lo que estaba haciendo", dijo el hermano mayor de Wang, Wang Guoping, en una entrevista. "No sabía nada que química".
Pero sí sabía cómo burlar al sistema.
Wang Guiping, 41, se dio cuenta de que podía ganar dinero extra remplazando el jarabe para fines farmacéuticos -no aprobado para el consumo humano- por el jarabe más barato, para fines industriales. Para hacer caer a los compradores farmacéuticos, falsificó las licencias y los informes de análisis de laboratorio, según muestran documentos.
Wang dijo más tarde a los investigadores que no pensaba que el remplazo causaría problemas, porque él inicialmente probó una pequeña cantidad. Lo hizo con el conocimiento de un viejo sastre.
Él mismo se echó un trago. Como vio que nada pasó, lo vendió.
Una compañía que usó el jarabe a principios de 2005 fue Qiqihar No. 2 Pharmaceutical, a unos 1600 kilómetros de distancia en la provincia de Heilongjiang en el nordeste. Un comprador para la fábrica había visto un anuncio del jarabe de Wang en una página web.
De acuerdo a un investigador chino, después de un tiempo, Wang se propuso encontrar un sucedáneo de jarabe todavía más barato para aumentar todavía más sus ganancias. En un libro de química encontró lo que andaba buscando: otro jarabe inodoro, el glicol dietileno. En esa época, se vendía por seis mil a siete mil yuan la tonelada, de 725 a 845 dólares, mientras que el jarabe para fines farmacéuticos costaba quince mil yuan, unos 1815 dólares, de acuerdo al investigador.
Según el investigador de gobierno, Wang no probó esta segunda tanda de jarabe antes de enviarlo a Qiqihar Pharmaceutical, agregando: "Sabía que era peligroso, pero no sabía que podía matar".
El fabricante utilizó el jarabe tóxico en cinco fármacos: ampollas de Amillarisin A para problemas con la vesícula biliar; un fluido especial para lavativas para niños; una inyección para enfermedades de los vasos sanguíneos; un analgésico endovenoso; y un tratamiento de la artritis.
En abril de 2006, uno de los mejores hospitales del sur de China, en Guangzhou, en la provincia de Guangdong, empezó a medicar Amillarisin A. Al cabo de un mes habían muerto al menos dieciocho personas después de ingerir la medicina, aunque algunos pacientes ya se encontraban bastante enfermos.
Zhou Jianhong, 33, dijo que su padre tomó la primera dosis de Amillarisin A el 19 de abril. Una semana después se encontraba en condiciones críticas. "Si vas a morir, mejor que mueras en casa", dijo Zhou. "Así que lo sacamos del hospital". Murió al día siguiente.
"Todo el mundo quiere invertir en la industria farmacéutica, y está creciendo, pero los inspectores no pueden seguir el paso", dijo Zhou. "Necesitamos un sistema que garantice la seguridad".
El número total de muertes no está claro, ya que algunas personas que tomaron la medicina pueden haber muerto en zonas menos pobladas.
En una pequeña ciudad en la provincia de Sichuan, un hombre llamado Zhou Lianghui dijo que las autoridades no reconocieron que su esposa murió después de ingerir Amillarisin A. Pero Zhou, 38, dijo que comparó el número de identificación en el lote de medicinas que recibió su mujer con el que aparecía en una circular de aviso que circuló entre funcionarios farmacéuticos.
"Probablemente no puedes entender a las ciudades pequeñas si vives en Pekín", dijo Zhou Lianghui, en una conferencia telefónica. "El cielo es alto, y el emperador se encuentra lejos. Hay un montón de problemas aquí que la ley no puede resolver".
La incapacidad del gobierno a la hora de impedir que el veneno contaminara el suministro de fármacos provocó uno de los escándalos internos más serios del año. En mayo pasado, el premier de China, Wen Jiabao, ordenó una investigación de las muertes, declarando que "el mercado farmacéutico atraviesa por un período caótico".
Casi al mismo tiempo, a 1450 kilómetros, en Panamá, ya había empezado la larga estación pluviosa. En anticipación de resfríos y gripes, el programa de salud del gobierno empezó a fabricar un jarabe para la tos y antihistamínico. La medicina para la tos no contenía azúcar, de modo que lo pudieran usar incluso los pacientes de diabetes.
La medicina fue mezclada con un jarabe de color amarillo pálido, casi translúcido, que había llegado en 46 barriles desde Barcelona en el buque contenedor Tobias Maersk. Los documentos de embarque mostraban que la carga era glicerina 99.5 pura.
Pasarían meses y muchas muertes más antes de que se descubriera que los documentos de certificación eran falsos.

Renwick McLean y Brent McDonald contribuyeron a este reportaje.

30 de mayo de 2007
6 de mayo de 2007
©new york times
©traducción mQh
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