chicas latinas de cumpleaños
[Lizette Álvarez] Las fiestas de cumpleaños de las quinceañeras latinas se hacen cada vez más extravaganes y se extienden a otros grupos étnicos de Estados Unidos.
Cathy Zuluaga ordenó su vestido de seda rosado sin tirantes, levantó ligeramente su peinado y, siguiendo los sones de un vals grabado, entró deslizándose al salón de baile del local del catering Ricardo's, en Astoria, Queens.
Mientras los aplausos de la multitud de colombianos, portorriqueños y dominicanos se hacían cada vez más sonoros, Cathy, 16, se soltó del brazo de su padre, giró sobre sí misma, hizo una reverencia y sonrió. Se deslizó pasando frente a su corte de honor, ocho niñas con largos vestidos plateados y ocho niños con esmoquin estilo Nehru, y se sentó en el trapecio blanco engalanado con tul, lazos y flores. Luego, tal como manda la tradición, su padre se arrodilló y le sacó a Cathy sus castas zapatillas de ballet, colocándole en su lugar un par de femeninas sandalias de taco alto para bailar chachacha. Su madre le puso suavemente una diadema en su cabeza.
"Está colocando la corona a su guapa princesa", anunció el maestro de ceremonias de la velada. En un instante, Cathy, su novio, y el resto del séquito, algunas con frenillos, empezaron a bailar tímidamente el tradicional vals que es una de las partes importantes de toda quinceañera, la fiesta del cumpleaños número quince de las niñas latinas. En ese momento, Cathy cruzó el umbral que separa la infancia del ser mujer.
"Fue un momento especial", recuerda Cathy una semana después, refiriéndose a su fiesta. "Todo salió de maravillas". Además, dijo, "recibí montones de regalos, dinero y un Lexus".
Algunos dicen que tiene que ver con el boom de la población hispana, mientras otros señala en dirección a la cultura de hoy, loca por las fiestas y el status y el éxito del programa de MTV, ‘My Super Sweet 16". Pero no hay ninguna duda de que la fiesta hispana de los quince años es más popular, más ostentosa y, de modo sutil, más americana que nunca. Imagine un ostentoso baile de sociedad sin los envoltorios de la alta sociedad o un bar mitzvah con una dosis extra de parranda y tendrá un retrato de muchas de las modernas fiestas quinceañeras.
"Las quinceaneras han despegado en serio", dice Will Cain, editor de una nueva elegante revista llena de anuncios, Quince Girl, una parodia de las revistas de novias. "Las quinceañeras son algo único, algo que une a los hispanos".
Hoy muchas niñas se están despojando de algunas populares tradiciones quinceañeras, como la misa que precede normalmente a la fiesta, y agregando nuevas tradiciones, como llegando como Belle en ‘La bella y la bestia' [Beauty and the Beast] y haciendo coreografías nuevas con temas hip-hop. Algunas adolescentes, como Cathy, una chica de décimo de la Escuela Secundaria Sewanhaka, de Long Island, están optando por esperar un año más, para poder zanjar la anticuada etiqueta de ‘quinceañera' por la más chévere, y más aculturada ‘Sweet 16'.
Las fiestas de cumpleaños al estilo de los quince han incluso logrado influir las celebraciones de otros grupos, como las de los jamaicanos, afro-americanos y asiáticos, que se han hechizado con la coreografiada naturaleza de la fiesta y los tributos familiares. Esta tendencia es particularmente evidente en la multicultural Nueva York, donde la tradición de cambiar las zapatillas por zapatos de taco alto, encender las dieciséis candelas y rodear la fiesta de cumpleaños de las niñas con una ‘corte' -parecida a la de las bodas- de amigos está conquistando a las chicas no-hispanas.
"Estoy sorprendida de todas las nacionalidades que quieren celebrar estos ‘Sweet 16': indios, filipinos, chinos", dice Angela Baker-Brown, que administra Tatiana's Bridal, en Queens, que vende vestidos y accesorios para quinceañeras, como el cetro que lleva la chica festejada. "Es una tradición hispana, pero los otros grupos están yendo a esas fiestas y les gusta".
La fiesta de las quinceañeras, largo tiempo venerada por su tendencia a romper las carteras, incluso entre familias de ingresos modestos, es más cara y extravagante que nunca, de acuerdo a fabricantes de ropa y organizadores de eventos. La tendencia también se ha extendido a estados como Georgia y Carolina del Norte, donde los hispanos constituyen ahora una gran parte de la población.
Los hombres de negocios se han fijado en el emergente mercado. Además de la revista Quince Girl, que se publica en inglés y en español, varios fabricantes de vestidos de novia como David's Bridal y House of Wu ahora ofrecen diseños quinceañeros. Organizadores de eventos y coreógrafos están proliferando, forjando especialidades con las fiestas quinceañeras. Y las adolescentes pueden visitar exposiciones quinceañeras, grandes vitrinas de vestidos, accesorios e ideas, en Miami, Houston, Dallas y Los Angeles.
Las niñas celebran sus quince en Disneyland, donde el Príncipe Azul las saludará cuando desciendan de la carroza de Cenicienta. Salen en cruceros con amigos y hacen fiestas a bordo del buque, o reservan viajes de quinceañeras a Europa. Si prefieren quedarse en casa, muchas niñas seguramente descenderán de limusinas, se cambiarán a mitad de la fiesta, mostrarán videos de su viaje desde la infancia hasta la adultez y se permitirán tartas de varias capas.
Las tradiciones varían dependiendo de la cultura. Los cubanos en Miami pueden no conocer necesariamente el cambio de zapatillas a zapato, mientras que los mexicanos en Texas enfatizan la misa, durante la cual las niñas a veces llevan una muñeca (que será abandonada esa noche) y recibirán sus diademas.
Sin embargo, otras tradiciones están siendo adaptadas, un guiño hacia el consumismo de las adolescentes de hoy y las a veces exigentes demandas de las niñas. El vals, un resabio del colonialismo europeo, es todavía popular en muchas fiestas, pero algunas niñas prefieren bailar solas, con sus parejas o padre, antes que con todo su séquito de amigos, un proyecto de exige un montón de ensayos y coordinación. Persuadir a las adolescentes de hoy a bailar el vals ‘El Danubio azul', u otro similar, no es fácil, así que la música latina se está introduciendo en el ritual.
Las novedades más dramáticas han ocurrido en lugares como Miami, donde las fiestas se han convertido en extravagancias. Con etiquetas de precios de diez mil y hasta ochenta mil dólares, las quinceañeras ahora compiten con las bodas en cuanto a costes y, en algunos respectos, las superan.
"Hemos visto un montón más de grandes producciones", dice Isabel Albuerne, que es conocida como Event Lady y cuya compañía, Florida Weddings, tiene sede en Naples, Florida. "La comunidad hispana lo ve de este modo: Tengo una o dos hijas. Ella se puede casar varias veces, pero se tienen quince años sólo una vez en la vida. Es una sola vez en la vida. Y no hay otra mitad opinando. Es la mami, el papi y la niña. Gasta 40 mil dólares en una boda y al año ya estás divorciado".
Muchas familias que realmente no pueden permitirse una fiesta, las hacen de todos modos. Tradicionalmente las fiestas de quinceañeras cortan las líneas de clase. "Ahorran para la fiesta durante años", dice Albuerne. Los mexicano-americanos a menudo comparten los costes con la familia extensa, nombrando a varios padrinos específicamente para participar en el proceso. Las familias cubanas abren cuentas de ahorro especiales. "Conozco a algunos hispanos que han sacado una segunda hipoteca de su casa para esto", dice. "Es importante".
En Miami, hogar de latinos con dinero y cubano-americanos ricachones, los quince son más elegantes que nunca, y algunas fiestas parecen escenografías de Broadway. No es raro que un niña con traje de bailarina de vientre sea llevada en andas en una cama cubierta de joyas al estilo de ‘Las mil y una noches' por cuatro jóvenes o que emerjan de un castillo de Cenicienta construido a la medida. Las niñas festejadas pasean por suelos de arena como si fuesen sirenas, a la ‘Veinte mil leguas de viaje submarino' [Under the Sea], o bailan con trajes victorianos, o muestran rutinas hip-hop. Los bailes de disfraces son popular, y los cambios de traje, como en el teatro, son corrientes. Incluso cuando la fiesta implica el tradicional vals, contratar un coreógrafo es obligatorio.
"Algunas llevan vestidos cortos debajo de los grandes y durante el baile se quitan los grandes", dice Ana Ricolt, dueña de Fantastic Fiestas en Miami, cuya clientela es en un 80 por ciento cubano-americana. En septiembre, Ricolt prepara una fiesta de Cenicienta y la niña "llegará al escenario en una carroza de Cenicienta", dice. "Es una producción. La preparación puede tomar de ocho a doce semanas".
Para criterios de Miami, la fiesta de Natasha Poupariña en octubre pasada fue notable. Inspirada gruesamente en el tema del ‘El fantasma de la Ópera', Natasha llegó al escenario en un caballo blanco. Su escolta era el Fantasma. Natasha y su pareja, un joven vestido como príncipe, bailaron con su corte, con máscaras y largos vestidos de gala, con el tema musical del ‘Fantasma'. Todos los detalles de la fiesta, incluyendo la decoración de la tarta, giraba en torno al tema.
Algunos padres todavía realizan sus fiestas en la sacristía, cocinan su propia comida y hacen los vestidos de sus hijas. Pero eso se ha convertido rápidamente en una ocurrencia rara, especialmente entre niñas que han crecido en Estados Unidos. En Tatiana's Bridal, el coste promedio de un vestido es de 400 dólares. Los coreógrafos cobran al menos dos mil dólares y los fotógrafos más de tres mil dólares.
Milady Chaverra, la madre de Cathy, que nació en Nueva York y es mitad portorriqueña, mitad colombiana, dijo que la fiesta de Cathy costó más de un año de preparación, incluyendo encontrar un salón de baile para los ensayos de vals.
"Es un montón de planificación y de dinero", dice Chaverra, que es dueña de Flushing Express Car Service con su marido, Adolfo. "Es una tradición. Yo no tuve fiesta y Cathy realmente quería celebrarlo. Vale la pena. Te quedas con los recuerdos".
Mientras los aplausos de la multitud de colombianos, portorriqueños y dominicanos se hacían cada vez más sonoros, Cathy, 16, se soltó del brazo de su padre, giró sobre sí misma, hizo una reverencia y sonrió. Se deslizó pasando frente a su corte de honor, ocho niñas con largos vestidos plateados y ocho niños con esmoquin estilo Nehru, y se sentó en el trapecio blanco engalanado con tul, lazos y flores. Luego, tal como manda la tradición, su padre se arrodilló y le sacó a Cathy sus castas zapatillas de ballet, colocándole en su lugar un par de femeninas sandalias de taco alto para bailar chachacha. Su madre le puso suavemente una diadema en su cabeza.
"Está colocando la corona a su guapa princesa", anunció el maestro de ceremonias de la velada. En un instante, Cathy, su novio, y el resto del séquito, algunas con frenillos, empezaron a bailar tímidamente el tradicional vals que es una de las partes importantes de toda quinceañera, la fiesta del cumpleaños número quince de las niñas latinas. En ese momento, Cathy cruzó el umbral que separa la infancia del ser mujer.
"Fue un momento especial", recuerda Cathy una semana después, refiriéndose a su fiesta. "Todo salió de maravillas". Además, dijo, "recibí montones de regalos, dinero y un Lexus".
Algunos dicen que tiene que ver con el boom de la población hispana, mientras otros señala en dirección a la cultura de hoy, loca por las fiestas y el status y el éxito del programa de MTV, ‘My Super Sweet 16". Pero no hay ninguna duda de que la fiesta hispana de los quince años es más popular, más ostentosa y, de modo sutil, más americana que nunca. Imagine un ostentoso baile de sociedad sin los envoltorios de la alta sociedad o un bar mitzvah con una dosis extra de parranda y tendrá un retrato de muchas de las modernas fiestas quinceañeras.
"Las quinceaneras han despegado en serio", dice Will Cain, editor de una nueva elegante revista llena de anuncios, Quince Girl, una parodia de las revistas de novias. "Las quinceañeras son algo único, algo que une a los hispanos".
Hoy muchas niñas se están despojando de algunas populares tradiciones quinceañeras, como la misa que precede normalmente a la fiesta, y agregando nuevas tradiciones, como llegando como Belle en ‘La bella y la bestia' [Beauty and the Beast] y haciendo coreografías nuevas con temas hip-hop. Algunas adolescentes, como Cathy, una chica de décimo de la Escuela Secundaria Sewanhaka, de Long Island, están optando por esperar un año más, para poder zanjar la anticuada etiqueta de ‘quinceañera' por la más chévere, y más aculturada ‘Sweet 16'.
Las fiestas de cumpleaños al estilo de los quince han incluso logrado influir las celebraciones de otros grupos, como las de los jamaicanos, afro-americanos y asiáticos, que se han hechizado con la coreografiada naturaleza de la fiesta y los tributos familiares. Esta tendencia es particularmente evidente en la multicultural Nueva York, donde la tradición de cambiar las zapatillas por zapatos de taco alto, encender las dieciséis candelas y rodear la fiesta de cumpleaños de las niñas con una ‘corte' -parecida a la de las bodas- de amigos está conquistando a las chicas no-hispanas.
"Estoy sorprendida de todas las nacionalidades que quieren celebrar estos ‘Sweet 16': indios, filipinos, chinos", dice Angela Baker-Brown, que administra Tatiana's Bridal, en Queens, que vende vestidos y accesorios para quinceañeras, como el cetro que lleva la chica festejada. "Es una tradición hispana, pero los otros grupos están yendo a esas fiestas y les gusta".
La fiesta de las quinceañeras, largo tiempo venerada por su tendencia a romper las carteras, incluso entre familias de ingresos modestos, es más cara y extravagante que nunca, de acuerdo a fabricantes de ropa y organizadores de eventos. La tendencia también se ha extendido a estados como Georgia y Carolina del Norte, donde los hispanos constituyen ahora una gran parte de la población.
Los hombres de negocios se han fijado en el emergente mercado. Además de la revista Quince Girl, que se publica en inglés y en español, varios fabricantes de vestidos de novia como David's Bridal y House of Wu ahora ofrecen diseños quinceañeros. Organizadores de eventos y coreógrafos están proliferando, forjando especialidades con las fiestas quinceañeras. Y las adolescentes pueden visitar exposiciones quinceañeras, grandes vitrinas de vestidos, accesorios e ideas, en Miami, Houston, Dallas y Los Angeles.
Las niñas celebran sus quince en Disneyland, donde el Príncipe Azul las saludará cuando desciendan de la carroza de Cenicienta. Salen en cruceros con amigos y hacen fiestas a bordo del buque, o reservan viajes de quinceañeras a Europa. Si prefieren quedarse en casa, muchas niñas seguramente descenderán de limusinas, se cambiarán a mitad de la fiesta, mostrarán videos de su viaje desde la infancia hasta la adultez y se permitirán tartas de varias capas.
Las tradiciones varían dependiendo de la cultura. Los cubanos en Miami pueden no conocer necesariamente el cambio de zapatillas a zapato, mientras que los mexicanos en Texas enfatizan la misa, durante la cual las niñas a veces llevan una muñeca (que será abandonada esa noche) y recibirán sus diademas.
Sin embargo, otras tradiciones están siendo adaptadas, un guiño hacia el consumismo de las adolescentes de hoy y las a veces exigentes demandas de las niñas. El vals, un resabio del colonialismo europeo, es todavía popular en muchas fiestas, pero algunas niñas prefieren bailar solas, con sus parejas o padre, antes que con todo su séquito de amigos, un proyecto de exige un montón de ensayos y coordinación. Persuadir a las adolescentes de hoy a bailar el vals ‘El Danubio azul', u otro similar, no es fácil, así que la música latina se está introduciendo en el ritual.
Las novedades más dramáticas han ocurrido en lugares como Miami, donde las fiestas se han convertido en extravagancias. Con etiquetas de precios de diez mil y hasta ochenta mil dólares, las quinceañeras ahora compiten con las bodas en cuanto a costes y, en algunos respectos, las superan.
"Hemos visto un montón más de grandes producciones", dice Isabel Albuerne, que es conocida como Event Lady y cuya compañía, Florida Weddings, tiene sede en Naples, Florida. "La comunidad hispana lo ve de este modo: Tengo una o dos hijas. Ella se puede casar varias veces, pero se tienen quince años sólo una vez en la vida. Es una sola vez en la vida. Y no hay otra mitad opinando. Es la mami, el papi y la niña. Gasta 40 mil dólares en una boda y al año ya estás divorciado".
Muchas familias que realmente no pueden permitirse una fiesta, las hacen de todos modos. Tradicionalmente las fiestas de quinceañeras cortan las líneas de clase. "Ahorran para la fiesta durante años", dice Albuerne. Los mexicano-americanos a menudo comparten los costes con la familia extensa, nombrando a varios padrinos específicamente para participar en el proceso. Las familias cubanas abren cuentas de ahorro especiales. "Conozco a algunos hispanos que han sacado una segunda hipoteca de su casa para esto", dice. "Es importante".
En Miami, hogar de latinos con dinero y cubano-americanos ricachones, los quince son más elegantes que nunca, y algunas fiestas parecen escenografías de Broadway. No es raro que un niña con traje de bailarina de vientre sea llevada en andas en una cama cubierta de joyas al estilo de ‘Las mil y una noches' por cuatro jóvenes o que emerjan de un castillo de Cenicienta construido a la medida. Las niñas festejadas pasean por suelos de arena como si fuesen sirenas, a la ‘Veinte mil leguas de viaje submarino' [Under the Sea], o bailan con trajes victorianos, o muestran rutinas hip-hop. Los bailes de disfraces son popular, y los cambios de traje, como en el teatro, son corrientes. Incluso cuando la fiesta implica el tradicional vals, contratar un coreógrafo es obligatorio.
"Algunas llevan vestidos cortos debajo de los grandes y durante el baile se quitan los grandes", dice Ana Ricolt, dueña de Fantastic Fiestas en Miami, cuya clientela es en un 80 por ciento cubano-americana. En septiembre, Ricolt prepara una fiesta de Cenicienta y la niña "llegará al escenario en una carroza de Cenicienta", dice. "Es una producción. La preparación puede tomar de ocho a doce semanas".
Para criterios de Miami, la fiesta de Natasha Poupariña en octubre pasada fue notable. Inspirada gruesamente en el tema del ‘El fantasma de la Ópera', Natasha llegó al escenario en un caballo blanco. Su escolta era el Fantasma. Natasha y su pareja, un joven vestido como príncipe, bailaron con su corte, con máscaras y largos vestidos de gala, con el tema musical del ‘Fantasma'. Todos los detalles de la fiesta, incluyendo la decoración de la tarta, giraba en torno al tema.
Algunos padres todavía realizan sus fiestas en la sacristía, cocinan su propia comida y hacen los vestidos de sus hijas. Pero eso se ha convertido rápidamente en una ocurrencia rara, especialmente entre niñas que han crecido en Estados Unidos. En Tatiana's Bridal, el coste promedio de un vestido es de 400 dólares. Los coreógrafos cobran al menos dos mil dólares y los fotógrafos más de tres mil dólares.
Milady Chaverra, la madre de Cathy, que nació en Nueva York y es mitad portorriqueña, mitad colombiana, dijo que la fiesta de Cathy costó más de un año de preparación, incluyendo encontrar un salón de baile para los ensayos de vals.
"Es un montón de planificación y de dinero", dice Chaverra, que es dueña de Flushing Express Car Service con su marido, Adolfo. "Es una tradición. Yo no tuve fiesta y Cathy realmente quería celebrarlo. Vale la pena. Te quedas con los recuerdos".
11 de mayo de 2006
©new york times
traducción mQh
3 comentarios
saylin bethancuul guerra -
merly p -
Lourdes Gonzalez -
gracias