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dudas sobre el enemigo principal


[Joshua Partlow] En el oeste de Bagdad, el enemigo número uno es el Ejército Mahdi, no al Qaeda.
Bagdad, Iraq. En Bagdad, las luces estaban encendidas. Algo estaba mal.
La semana pasada dos pelotones avanzaban lentamente por el barrio sudoeste de al-Amil pasada ya la medianoche. Los focos apagados, las lentes infrarrojas en su lugar, maniobraban sus todoterrenos Humvees y sus carros blindados Bradley por calles estrechas, posicionándose para hacer frente a cualquier sorpresa. A medida que se acercaban a las casas sospechosas de los líderes de la milicia a los que buscaban, la cobertura que brindaba la oscuridad desapareció, y los tubos fluorescentes de las casas y farolas callejeras iluminaron sus vehículos. A las tres de la mañana en una ciudad notoria por sus apagones, estas calles estaban extrañamente iluminadas.
El capitán Sean Lyons, el comandante de la compañía que dirigía la redada, dijo que sabía por qué. "Toda esta zona está completamente dominada por Jaish al-Mahdi", dijo en árabe para referirse al Ejército Mahdi, la milicia chií dirigida por el clérigo radical Moqtada al-Sáder. "Ellos controlan la electricidad aquí".
En el distrito de 26 kilómetros cuadrados de Rashid Oeste, el Ejército Mahdi controla el mercado inmobiliario, las gasolineras y la lealtad de muchos de sus residentes, de acuerdo a los soldados de la Primera División de Infantería, del Regimiento de Infantería No. 28. La milicia tenía una estructura familiar para los soldados norteamericanos: comandantes de brigada y batallones que dirigen las legiones de infantería. Sus combatientes están dispuestos y pueden de hecho atacar a los norteamericanos con bombas que perforan el blindaje, morteros, ametralladoras y granadas. Entretanto, el brazo político del movimiento de Sáder juega un desproporcionado papel en el gobierno nacional.
Rashid Oeste causa confusión en la narrativa prevaleciente entre altos oficiales norteamericanos de que el grupo rebelde al Qaeda en Iraq es el peor enemigo y la mayor fuerza disruptiva de la ciudad. Aunque hay indicios de que el grupo ha estado operando en el área, en los últimos meses el Ejército Mahdi ha modificado la composición de los barrios del distrito matando y expulsando despiadadamente a los sunníes y privando de servicios básicos a los vecinos que aún quedan. El general David H. Petraeus, el más alto jefe militar norteamericano en Iraq, describió el área como "una de las tres o cuatro zonas más difíciles de todo Bagdad".
El dominio de las milicias chiíes está asociado normalmente con lugares al este de Bagdad como Ciudad Sáder, mientras que las áreas al oeste del río Tigris y al sur de la carretera hacia el aeropuerto de Bagdad son enclaves predominantemente sunníes. No hace mucho los barrios del oeste se ajustaban claramente a esta percepción. Soldados norteamericanos estiman que hace un año los sunníes constituían casi el ochenta por ciento de la población y los chiíes sólo un veinte por ciento. Pero esas cifras se han revertido, después de un concertado esfuerzo para limpiar la zona de sunníes, de acuerdo a oficiales norteamericanos. Las pintadas en las murallas de esos barrios auguran el nuevo orden. "Toda tierra es Karbala, y todos los días, Ashura", dice un lema, exaltando la ciudad santa chií en el sur de Iraq y un importante festivo religioso chií.
Los osados ataques contra los soldados norteamericanos también parecen poner en duda la idea de que el Ejército Mahdi haya estado reduciendo sus operaciones para evitar enfrentamientos con los norteamericanos. Los combates callejeros entre el Ejército Mahdi y las fuerzas norteamericanas también han estallado hace poco en otras partes de la capital, incluyendo choques en el barrio de al-Amin el jueves, en los que se enviaron helicópteros de combate Apache para sofocar el tiroteo y los ataques con lanzagranadas contra las tropas norteamericanas. Al día siguiente, soldados norteamericanos mataron a seis agentes de la policía iraquí en un allanamiento en el que capturaron a un teniente de policía del que se cree que estaba trabajando para las milicias chiíes respaldadas por Irán.
Los soldados norteamericanos que vigilan Rashid Oeste -un distrito de unos setecientos mil habitantes que incluye los barrios de al-Amil y al-Jihad- describieron a un bien organizado y bien financiado enemigo chií que gobierna despiadadamente y distribuye los despojos de la guerra entre los vecinos pobres de la zona.
En los últimos meses los comandantes norteamericanos han dicho que el Ejército Mahdi, también conocido por sus iniciales en árabe JAM, se ha fragmentado en milicias conectadas flojamente sobre las que su líder, Sáder, ejerce un débil control sobre las distintas facciones.
Los comandantes norteamericanos atribuyen gran parte de la actual violencia a lo que llaman "grupos especiales" o "células secretas" de milicianos respaldados por Irán que pueden estar actuando independientemente, o incluso contra Sáder y sus partidarios. Pero considerados juntos, dicen, los milicianos que actúan como criminales intermediarios que buscan beneficios y los fieles a Sáder quizás más moderados constituyen un difícil desafío para los soldados que llegaron en marzo a la capital como parte de la campaña de seguridad del presidente Bush.
"Tenemos una guerra diferente que en el resto de Bagdad", dijo el capitán Jay Wink, el oficial de inteligencia del batallón. "En realidad, se trata del JAM. De algún modo, de la forma que sea, todos los que viven aquí tienen que ver con esa milicia".

Dominio del Ejército Mahdi
Para impedir el exterminio de los vecinos sunníes, el batallón ha iniciado una serie de allanamientos para capturar a los cabecillas del Ejército Mahdi. Debido a que los seguidores de Sáder controlan el ministerio de Salud y el acceso a la mayoría de los hospitales de Bagdad, los norteamericanos planean abrir un hospital para atender a los sunníes en el barrio de al-Furat. Están desarrollando un proyecto en el que un camión cisterna itinerante distribuirá gasolina a los sunníes que no pueden utilizar las gasolineras de la zona. En sus trayectos por los barrios, el teniente coronel Patrick Frank, comandante del batallón, muestra a los contratistas iraquíes que fueron contratados por los militares norteamericanos para recoger la basura, construir vallas, instalar generadores y reparar las tuberías del alcantarillado. Se han destinado 74 millones de dólares para ese tipo de contratos en las zonas controladas por el Equipo de Combate de la Brigada de Infantería No. 4.
"Tenemos que trabajar con nuestros socios de la coalición, hacer partícipe a la población mejorar los servicios básicos y los proyectos de mayor envergadura", dijo Frank. "Sabemos que podemos hacer esto directamente antes de volver" a la base del batallón en Fort Riley, Kansas. "Pero esta no es la solución para una victoria de largo plazo".
En los barrios preponderantemente chiíes, especialmente al-Amil y Bayaa, el Ejército Mahdi ha asumido las funciones del ayuntamiento, de acuerdo a soldados norteamericanos. En las calles de Rashid Oeste, los seguidores de Sáder controlan los servicios básicos, a menudo en detrimento de los vecinos sunníes.
"El Ejército Mahdi les reduce el suministro de energía", dijo el capitán Charles Turner, que supervisa proyectos de reconstrucción del batallón. "Si entras a este barrio, lo encuentras con las calles iluminadas. Más allá, está oscuro. Por lo que he visto, aquí se sigue la lógica de Tony Soprano: ‘Somos más que tú, así que vamos a hacer lo que queremos'".
En algunas calles controladas por la milicia, "los bordillos están pintados, las calles son más limpias, tienen proyectos de embellecimiento", dijo Turner. "Estaría bien si fuera algo positivo, pero no lo es".
Para financiar sus operaciones, los milicianos chiíes manejan una compleja empresa de robo de coches, tráfico de armas, secuestros y extorsión de negocios locales, dijeron soldados norteamericanos. Una de sus iniciativas más lucrativas implica expulsar a los sunníes de sus barrios, para luego alquilar sus casas, y vender sus coches y muebles a familias chiíes a precios rebajados. Una mujer sunní en el barrio de al-Jihad se quejó hace poco ante soldados norteamericanos que milicianos chiíes la habían obligado a dejar su casa y usado su patio para disparar morteros de 120 milímetros.
Los soldados también creen que el Ejército Mahdi controla las gasolineras, cobrando a los clientes chiíes un precio fijo, independientemente de la cantidad que compren, mientras que rechazan a los sunníes. Uno de los proyectos del ejército iraquí en la zona es controlar las gasolineras para impedir esa discriminación y corrupción, lo que en algunos casos implicará el cierre de las estaciones.
"De todas las operaciones, esa es la más importante", dijo Frank, el comandante del batallón. "Según nuestras fuentes, Jaish al-Mahdi está extremadamente inquieto de que estemos presionando tanto sobre las gasolineras. Es sentido común. Estamos cerrando el flujo de dinero".
Los soldados norteamericanos ofrecen recompensas a los vecinos que les informan sobre alijos de armas u otros indicios de actividades criminales, pero el Ejército Mahdi ofrece una apoyo más amplio y seguirá probablemente teniendo influencia después de que los norteamericanos se marchen.
"Es difícil combatir eso. Podemos, y hemos estado intentándolo desde que estamos aquí, pero nosotros no repartimos casas, y el JAM sí lo hace", dijo Wink, el oficial de inteligencia. "¿A quién te unirías tú: Al que te acaba de dar una casa o a los soldados norteamericanos que te dicen que no debes seguir a los insurgentes?"

Se Les Acabó la Gente para Matar
Aquí la lucha es desalentadora. Los ojos de la milicia controlan todo. La violencia que controlan las tropas norteamericanas -tiroteos, atentados con bomba, ataques de mortero y proyectiles- ha sido fluctuante en los cuatro meses que llevan en el distrito, sin tendencias claras. Las bombas improvisadas desactivadas subieron de 25 en marzo a 51 en abril, luego cayeron a 49 en mayo y subieron a 132 en junio. Los asesinatos sectarios se redujeron en junio a su nivel más bajo en los últimos cuatro meses. Pero la baja en incidentes violentos en las zonas dominadas por los chiíes no son necesariamente alentadoras, dijo Wink.
"Ahora que los sunníes se han marchado, los asesinatos han disminuido", dijo. "Otro modo de decirlo es que se les acabó gente a la que matar".
En las derruidas calles de la ciudad -algunas de tierra, algunas pavimentadas, algunas convertidas en lagos de aguas servidas- los combatientes y los terroristas parecen implacables. Hay cuadras en estos barrios en los que los todoterrenos y carros blindados norteamericanos entran solamente para hacer allanamientos precisos, normalmente de noche. Los soldados evitan las rutas principales, arrastrándose en los callejones de tierra para evitar las bombas que detonan con trozos de cobre que son capaces de penetrar los vehículos blindados.
El lunes pasado, pararon frente a una escuela con el dato de que alguien había lanzado proyectiles desde el patio interior, utilizando a los niños como escudo de modo que los norteamericanos no respondieran el fuego. El comandante de la brigada, el coronel Ricky D. Gibbs, dijo más tarde que su paciencia con esas tácticas era limitada. "Cualquier día de estos, si siguen disparando, voy a responder el fuego y voy a aplanar el barrio entero".
Cuando sus soldados saltaron ese día por la muralla de concreto, no encontraron dentro ningún indicio de nada, sólo ventanas rotas y aulas vacías y algunas personas muertas de miedo detrás de puertas cerradas. Estas tácticas de guerrilla pueden generar sospechas y desconfianza -sentimientos que son difíciles de reconciliar con una misión destinada a ganarse la confianza y lealtad de los iraquíes.
"Una de sus técnicas es simplemente reclutar a una familia -no tienes ni idea de si esos niños y la mujer son o no en realidad la esposa y los hijos del tipo", dijo Lyons, el comandante de la compañía. "Los usan como escudo todo el tiempo. Si ves a un tipo caminando y llevando a niños en sus brazos, o de la mano, es un indicador casi seguro de que no andan en nada bueno. Es triste".

16 de julio de 2007
©washington post
©traducción mQh
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