el desempleo en iraq
[Jonathan Finer y Omar Fekeiki] El desempleo, otro importante reto.
Bagdad, Iraq. En el último piso de un edificio de otro modo vacío en una barriada donde los rebaños de ovejas pastan en las calles llenas de basura, 25 mujeres desempleadas que llevaban pañuelos de cabeza, aprendían a operar máquinas de coser chinas.
Más abajo en el pasillo, un instructor enseñaba a hombres desempleados elementos básicos del procesamiento de textos en ordenadores recién sacados de sus cajas. Y en otra atiborrada habitación, estudiantes adolescentes y adultos estaban charlando antes de empezar su clase para aprender a leer y escribir.
El nuevo centro de formación laboral en el mísero municipio de Ciudad Sáder en Bagdad, gestionado por el gobierno iraquí, está a la vanguardia de los intentos de atacar uno de los problemas más acuciantes de la estancada economía del país: el desempleo.
En Iraq los varios millones de desempleados han encontrado poco solaz en una economía descarrilada por dos años de implacables ataques insurgentes. Desde que Estados Unidos disolviera el ejército iraquí después de la invasión de 2003 muchos no han tenido trabajos fijos. Y funcionarios norteamericanos y estadounidenses admiten que todo joven sin trabajo es un recluta potencial de los insurgentes que pagan tan poco como 50 dólares por colocar una bomba en una calle o matar a un policía.
"Mientras más tiempo dure, más problemas vamos a tener, porque estamos creando más y más rebeldes", dijo Muhammed Uthman, empresario iraquí y antiguo funcionario del ministerio del petróleo que participa en una comisión que asesora al gobierno sobre la reconstrucción. "El desempleo es exactamente lo que quieren los terroristas".
Un informe publicado el mes pasado por el gobierno y Naciones Unidas fija la tasa de desempleo en un 27 por ciento. Pero muchos expertos aquí dicen que la cifra real es probablemente cercana al 50 por ciento o más porque en algunas de las zonas menos estables del país no se realizó el sondeo y porque muchos iraquíes tienen empleo parciales inestables.
El ministerio del Trabajo ha registrado 656.437 personas desempleadas en las 18 provincias de Iraq -incluyendo más de 110.00 solamente en Bagdad- pero incluso funcionarios del ministerio admiten que la cifra real es probablemente varias veces más alta. En una encuesta en abril realizada por el Instituto Republicano Internacional, una organización sin fines de lucro de Estados Unidos, el desempleo iraquí es el segundo problema más apremiante, detrás de la seguridad.
Y la situación se hará probablemente peor, dice el gobierno. El primer ministro Ibrahim Jafari, anunció planes para reducir el inflado sector público, que da empleo a la mitad de los 6.5 trabajadores iraquíes.
En la estrechamente controlada economía de Saddam Hussein, los salarios de los empleados del gobierno eran a menudo miserables, pero el gobierno proveía de trabajo a casi todo el mundo que lo necesitara. Desde la invasión han subido los salarios para muchos trabajadores del sector público, pero el nuevo gobierno ha declarado que ya es no práctico emplear a tanta gente.
Entretanto más de 150.000 iraquíes estaban empleados, al 1 de junio, sobre bases permanentes o temporales en los proyectos de reconstrucción financiados por Estados Unidos, según cifras del ministerio de Asuntos Exteriores.
"Son cosas como la recogida de basura, el asfalto, el mantenimiento de las calles -el tipo de trabajo que maximizan el empleo", dijo un funcionario norteamericano de la reconstrucción, que habló a condición de guardar el anonimato. "Si tienes que elegir entre una excavadora y 20 tíos con palas, prefiere a los últimos, aunque tome más tiempo".
En los últimos dos meses, el gobierno iraquí y la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos han lanzando nuevos programas para reducir el desempleo por medio de una red de centros de formación y reclutamiento en ciudades como Basra, Mosul y Bagdad.
Pero todos los involucrados están conscientes de que los centros son sólo una parte de un problema gigante en un país donde muchas industrias del sector de servicios simplemente no existen. En un centro de formación en el ministerio del Trabajo, Suraa Yahya estaba hace poco enseñando inglés a media docena de jóvenes. Pidió a los estudiantes que leyeran una lista de servicios impresos en sus libros de texto y dijeran cuáles de ellos estaban disponibles en Iraq.
Primero fue conseguir ayuda médica por teléfono. "No, a menos que tu amigo sea un doctor", dijo un estudiantes, después de una larga pausa. "¿Comprar por teléfono? No. ¿Cuidadores de perros? Tampoco. ¿Ropa en automáticos?
"No, pero no es una buena idea", dijo un hombre. "La gente que vende ropa perdería sus trabajos".
En un centro de reclutamiento cercano del ministerio del Trabajo, docenas de solicitantes hacían cola con sus currículos en la mano, esperando ser entrevistados para trabajos de gerencia. La mayoría obtuvieron sus diplomas universitarios al menos hace un año, y desde entonces están desempleados.
Ali Jima Abid presentó su solicitud en el centro en agosto pasado, pero fue llamado recién hace poco para una entrevista. Antes de la invasión, trabajó para el ministerio del Transporte de Iraq, pero perdió su trabajo poco después de la caída de Bagdad. Para llegar a fin de mes, ha estado vendiendo bocadillos y cigarrillos en un tenderete en la calle.
"Me siento desesperado, como todos, y no creo que encuentre trabajo alguna vez", dijo Abid, 30, que llevaba dos días seguidos esperando en una banca en el vestíbulo del ministerio, porque un apagón había obligado a cancelar las entrevistas del día anterior.
"Ahora aceptaría cualquier cosa, incluso si no es lo que sé hacer", dijo.
El director del centro de formación del ministerio, Riyadh Hassam, dijo que una parte importante del problema era la incapacidad del país para atraer a la inversión privada debido a la situación de seguridad. Con pocas instituciones internacionales operando en el país, no existe el tipo de financiamiento que se necesita para proyectos de desarrollo de largo plazo que espoloneen el crecimiento y produzcan trabajos, dijo.
"A veces, cuando pienso en la dimensión del problema, creo que tomará unos cinco años en solucionar", dijo. "A veces creo que tomará más. A veces creo que va a durar toda la vida".
Poco acostumbrados a competir por los negocios después de años de embargo que limitaron las importaciones, el sector privado de Iraq está luchando por atraer a consumidores a tener acceso a más productos extranjeros. "Hay un flujo de nuevos productos que son los que prefiere la gente aquí", dijo un funcionario de la reconstrucción norteamericano. "Los productos iraquíes que antes eran suficientes, ahora no pueden competir".
Algunos desempleados han abandonado toda esperanza. Pasando una mala racha y con una familia de 12, Ahmed Habib visitó a la única gente en Bagdad que parece estar contratando a personal: la policía y el ejército iraquí.
Pero el hombre al que le entregó el formulario pidió un soborno de 200 dólares, dijo Habib. Incapaz de pagar la mordida, fue rechazado y ahora pasa la mayor parte de los días en la calle, con otros jornaleros desempleados, esperando que alguien les ofrezca 10 dólares por una mañana de trabajo.
"Si no hay trabajo, me quedo hasta el atardecer y vuelvo a casa", dijo Habib, 30. "Vuelvo y le digo a mi familia que mejor duerman, porque no habrá cena".
Bassam Sebti contributó a este reportaje.
21 de junio de 2005
©washington post
©traducción mQh
Más abajo en el pasillo, un instructor enseñaba a hombres desempleados elementos básicos del procesamiento de textos en ordenadores recién sacados de sus cajas. Y en otra atiborrada habitación, estudiantes adolescentes y adultos estaban charlando antes de empezar su clase para aprender a leer y escribir.
El nuevo centro de formación laboral en el mísero municipio de Ciudad Sáder en Bagdad, gestionado por el gobierno iraquí, está a la vanguardia de los intentos de atacar uno de los problemas más acuciantes de la estancada economía del país: el desempleo.
En Iraq los varios millones de desempleados han encontrado poco solaz en una economía descarrilada por dos años de implacables ataques insurgentes. Desde que Estados Unidos disolviera el ejército iraquí después de la invasión de 2003 muchos no han tenido trabajos fijos. Y funcionarios norteamericanos y estadounidenses admiten que todo joven sin trabajo es un recluta potencial de los insurgentes que pagan tan poco como 50 dólares por colocar una bomba en una calle o matar a un policía.
"Mientras más tiempo dure, más problemas vamos a tener, porque estamos creando más y más rebeldes", dijo Muhammed Uthman, empresario iraquí y antiguo funcionario del ministerio del petróleo que participa en una comisión que asesora al gobierno sobre la reconstrucción. "El desempleo es exactamente lo que quieren los terroristas".
Un informe publicado el mes pasado por el gobierno y Naciones Unidas fija la tasa de desempleo en un 27 por ciento. Pero muchos expertos aquí dicen que la cifra real es probablemente cercana al 50 por ciento o más porque en algunas de las zonas menos estables del país no se realizó el sondeo y porque muchos iraquíes tienen empleo parciales inestables.
El ministerio del Trabajo ha registrado 656.437 personas desempleadas en las 18 provincias de Iraq -incluyendo más de 110.00 solamente en Bagdad- pero incluso funcionarios del ministerio admiten que la cifra real es probablemente varias veces más alta. En una encuesta en abril realizada por el Instituto Republicano Internacional, una organización sin fines de lucro de Estados Unidos, el desempleo iraquí es el segundo problema más apremiante, detrás de la seguridad.
Y la situación se hará probablemente peor, dice el gobierno. El primer ministro Ibrahim Jafari, anunció planes para reducir el inflado sector público, que da empleo a la mitad de los 6.5 trabajadores iraquíes.
En la estrechamente controlada economía de Saddam Hussein, los salarios de los empleados del gobierno eran a menudo miserables, pero el gobierno proveía de trabajo a casi todo el mundo que lo necesitara. Desde la invasión han subido los salarios para muchos trabajadores del sector público, pero el nuevo gobierno ha declarado que ya es no práctico emplear a tanta gente.
Entretanto más de 150.000 iraquíes estaban empleados, al 1 de junio, sobre bases permanentes o temporales en los proyectos de reconstrucción financiados por Estados Unidos, según cifras del ministerio de Asuntos Exteriores.
"Son cosas como la recogida de basura, el asfalto, el mantenimiento de las calles -el tipo de trabajo que maximizan el empleo", dijo un funcionario norteamericano de la reconstrucción, que habló a condición de guardar el anonimato. "Si tienes que elegir entre una excavadora y 20 tíos con palas, prefiere a los últimos, aunque tome más tiempo".
En los últimos dos meses, el gobierno iraquí y la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos han lanzando nuevos programas para reducir el desempleo por medio de una red de centros de formación y reclutamiento en ciudades como Basra, Mosul y Bagdad.
Pero todos los involucrados están conscientes de que los centros son sólo una parte de un problema gigante en un país donde muchas industrias del sector de servicios simplemente no existen. En un centro de formación en el ministerio del Trabajo, Suraa Yahya estaba hace poco enseñando inglés a media docena de jóvenes. Pidió a los estudiantes que leyeran una lista de servicios impresos en sus libros de texto y dijeran cuáles de ellos estaban disponibles en Iraq.
Primero fue conseguir ayuda médica por teléfono. "No, a menos que tu amigo sea un doctor", dijo un estudiantes, después de una larga pausa. "¿Comprar por teléfono? No. ¿Cuidadores de perros? Tampoco. ¿Ropa en automáticos?
"No, pero no es una buena idea", dijo un hombre. "La gente que vende ropa perdería sus trabajos".
En un centro de reclutamiento cercano del ministerio del Trabajo, docenas de solicitantes hacían cola con sus currículos en la mano, esperando ser entrevistados para trabajos de gerencia. La mayoría obtuvieron sus diplomas universitarios al menos hace un año, y desde entonces están desempleados.
Ali Jima Abid presentó su solicitud en el centro en agosto pasado, pero fue llamado recién hace poco para una entrevista. Antes de la invasión, trabajó para el ministerio del Transporte de Iraq, pero perdió su trabajo poco después de la caída de Bagdad. Para llegar a fin de mes, ha estado vendiendo bocadillos y cigarrillos en un tenderete en la calle.
"Me siento desesperado, como todos, y no creo que encuentre trabajo alguna vez", dijo Abid, 30, que llevaba dos días seguidos esperando en una banca en el vestíbulo del ministerio, porque un apagón había obligado a cancelar las entrevistas del día anterior.
"Ahora aceptaría cualquier cosa, incluso si no es lo que sé hacer", dijo.
El director del centro de formación del ministerio, Riyadh Hassam, dijo que una parte importante del problema era la incapacidad del país para atraer a la inversión privada debido a la situación de seguridad. Con pocas instituciones internacionales operando en el país, no existe el tipo de financiamiento que se necesita para proyectos de desarrollo de largo plazo que espoloneen el crecimiento y produzcan trabajos, dijo.
"A veces, cuando pienso en la dimensión del problema, creo que tomará unos cinco años en solucionar", dijo. "A veces creo que tomará más. A veces creo que va a durar toda la vida".
Poco acostumbrados a competir por los negocios después de años de embargo que limitaron las importaciones, el sector privado de Iraq está luchando por atraer a consumidores a tener acceso a más productos extranjeros. "Hay un flujo de nuevos productos que son los que prefiere la gente aquí", dijo un funcionario de la reconstrucción norteamericano. "Los productos iraquíes que antes eran suficientes, ahora no pueden competir".
Algunos desempleados han abandonado toda esperanza. Pasando una mala racha y con una familia de 12, Ahmed Habib visitó a la única gente en Bagdad que parece estar contratando a personal: la policía y el ejército iraquí.
Pero el hombre al que le entregó el formulario pidió un soborno de 200 dólares, dijo Habib. Incapaz de pagar la mordida, fue rechazado y ahora pasa la mayor parte de los días en la calle, con otros jornaleros desempleados, esperando que alguien les ofrezca 10 dólares por una mañana de trabajo.
"Si no hay trabajo, me quedo hasta el atardecer y vuelvo a casa", dijo Habib, 30. "Vuelvo y le digo a mi familia que mejor duerman, porque no habrá cena".
Bassam Sebti contributó a este reportaje.
21 de junio de 2005
©washington post
©traducción mQh
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