espantosas condiciones en cárceles
[Molly Hennessy-Fiske] En Iraq, centros de detención hacinados, y en los que son males endémicos la corrupción y los retrasos.
Bagdad, Iraq. Un gendarme uniformado abrió dos candados y empujó para abrir una enorme puerta de madera, dejando salir una ráfaga de aire caliente, fétido y cargado.
Dentro, en una habitación del tamaño de un gimnasio de secundaria, 505 detenidos estaban parados o sentados hombro a hombro en cajas de cartón y sobre manchadas colchonetas. Sus escasas ropas, ejemplares del Corán y otras pertenencias colgaban de las paredes o travesaños. Los ventiladores de metal en el techo apenas removían el aire sobrecargado.
El hedor a confinamiento humano se hizo más patente a medida que el gendarme se abría camino hacia la parte de atrás de la habitación, entrando a un oscuro e inundado pasillo que llevaba hacia los baños, donde unos detenidos semi-desnudos estaban descalzos en medio de charcos de agua sucia, baldosas rotas y urinarios obstruidos. La ducha y el lavamanos estaban llenos de excrementos.
El gendarme dejó caer la colilla de su cigarrillo en un charco mientras unos reos evacuaban en dos hoyos en el suelo y otros se enjuagaban debajo de un caño de agua roto.
Las cosas habían mejorado desde la mañana, dijeron los reclusos. Había agua.
Esta cárcel, el centro de detención de la Policía Nacional en el noroeste de Bagdad, debía albergar a trescientos internos cuando abrió sus puertas hace dos años. Ahora se hacinan ahí casi novecientos hombres: una difícil mezcla de reos sospechosos de ser insurgentes, presuntos delincuentes y aparentes inocentes.
Otros centros de detención iraquíes han recibido internos similares desde el inicio en febrero de la campaña de seguridad norteamericana.
Aquí son comunes las heridas curadas a medias, las enfermedades cutáneas y condiciones increíblemente insalubres. También lo son las extorsiones de los gendarmes, dicen oficiales norteamericanos asignados como asesores del personal iraquí, pero que rechazan responsabilidad por las condiciones que se observan en el interior.
"Estos son centros del gobierno iraquí. Nosotros trabajamos con el gobierno iraquí para construirlos, pero su mantención es responsabilidad de ellos. Proporcionar gendarmes es su responsabilidad", dijo en Bagdad un alto oficial norteamericano.
El coronel Daniel Britt, que dirige el Equipo de Transición de la Policía Nacional de los militares norteamericanos, que asesora al personal del centro de detención, dijo que las condiciones eran "espantosas", aunque cumplían con normas internacionales. Hay visitas casi diarias de soldados norteamericanos, dijo Britt.
Las autoridades iraquíes dicen también que las condiciones se ajustan a sus leyes y el jueves invitaron a un periodista y a un fotógrafo a visitar la cárcel.
El coronel Thamir Mohammed Ismail Husseini, de la Policía Nacional, uno de los comandantes del centro de detención, instó a los reclusos a hablar sin temor sobre sus problemas. "Pueden decir lo que quieran, incluso quejarse", dijo.
Ninguno de los presos cerca de él recogió su invitación. Oficiales norteamericanos dicen que Husseini está vinculado con Al Mahdi, la milicia musulmana chií de Muqtada Sáder, el radical clérigo antinorteamericano. Comandantes norteamericanos acusan a Al Mahdi de la campaña de asesinatos sectarios que tiene por objetivo la expulsión de los musulmanes sunníes del oeste de Bagdad. Aquí la mayoría de los detenidos son sunníes.
Oficiales norteamericanos dicen que los gendarmes dejan en libertad a sus compatriotas chiíes más rápidamente que a los sunníes. "A los chiíes les dejan marcharse, simplemente. Se encargan de los papeles y los reos simplemente desaparecen", dijo un oficial norteamericano.
De acuerdo a las leyes iraquíes, los detenidos deben ser llevados ante un juez dentro de 72 horas de su detención. La mayoría se queda aquí por unos dos meses, dijo el general Kareem Ali Chazrage, comandante de la división de la policía nacional que se encarga del centro de detención.
"A veces el proceso judicial es lento, pero no es culpa nuestra", dijo Husseini.
Oficiales norteamericanos dicen que sus propios centros de detención también están atochados desde que empezara el plan de seguridad el 13 de febrero, pero que se las arreglan mejor que los iraquíes.
"Hay un flujo en el lado norteamericano y un montón de embotellamientos en el lado iraquí", dijo el teniente coronel Steven Miska, comandante de la Base de Operaciones de Avanzada Justicia norteamericana-iraquí en el barrio de Kadhimiya, al noroeste de la ciudad. El barrio alberga al centro de detención de la Policía Nacional, que era antes la sede de la inteligencia militar de Saddam Hussein y el lugar donde fue ejecutado.
Cuando Husseini se marchó, muchos reos dijeron que llevaban demasiado tiempo en la cárcel acusados de delitos que no comprendían, y algunos de ellos sin contacto con sus familias.
Raqi Mishal, 32, un sunní, tenía sanguinolentas tajos en su frente y hombro izquierdo. Una venda apenas si cubría una profunda y supurante herida en su bíceps derecho.
Dijo que había sido herido dos semanas antes en un ataque con mortero contra su casa en el Dora, un barrio al sur de Bagdad. "Fui al hospital a que me curaran, y me trajeron aquí", dijo Mishal, insistiendo en que no sabía porqué había sido detenido.
El único médico de la cárcel, que trabaja en una clínica improvisada, lo vendó, pero no le dio medicinas, dijo Mishal. Chazrage confirmó que la cárcel tenía problemas con su existencia de medicamentos.
Khalid Hashimi, 24, mostró su antebrazo y pantorrilla, donde tenía un escamoso sarpullido después de que fuera detenido por el ejército iraquí hace cinco meses en el barrio Yarmouk, de Bagdad. El médico le dio un ungüento, pero no le había servido de nada.
A diferencia de los centros de detención norteamericanos en Iraq, donde se mantiene separados a detenidos extranjeros y jóvenes para impedir la formación de redes subversivas, en el centro de detención de la Policía Nacional los detenidos sirios y los jóvenes, algunos de apenas quince años, eran alojados con los demás.
Marwan Sabah, 17, fue detenido hace una semana. Poco después, su familia recibió un llamado de los gendarmes, que lo pusieron al teléfono; dijo que la familia tenía que pagar veinte mil dólares si quería que lo dejaran libre.
"¿De dónde se supone que vamos a sacar ese dinero?", dijo en una entrevista después de la visita Abdullah Fadeil, 40, primo de Sabah. "Es terrible que el gobierno haya llegado a estos extremos, que tengamos que pagar para sacar a la gente de la cárcel".
Fadil, que abandonó la policía iraquí hace siete meses, dijo que los gendarmes no los habían vuelto a contactar. "No sabemos a quién echarle la culpa", dijo. "¿Es culpa del gobierno? ¿De las milicias?"
Chazrage, las paredes de cuya oficina están cubiertas de fotografías de sí mismo posando con jefes militares iraquíes y norteamericanos, dijo que los detenidos no eran maltratados y que había mostrado repetidas veces el centro de detención a grupos de derechos humanos.
Pero Jasim Bahadeli, que encabeza el comité del gobierno iraquí que inspecciona los centros de detención, dijo que los gendarmes habían tratado de impedirle que viera a algunos detenidos o que les tomara fotografías cuando visitó el centro hace un mes y medio. Dijo que los gendarmes trataron de ocultar a los detenidos que estaban siendo retenidos sin pruebas suficientes, así como a mujeres y jóvenes que se suponía debían haber sido trasladados a otras dependencias.
El cuarto de interrogatorios de la cárcel cuenta con cámaras de vigilancia que se supone que permiten a los comandantes controlar los métodos de interrogación. El jueves, las cámaras estaban desenchufadas, y orientadas hacia las paredes.
Bahadeli calculó que el sesenta por ciento de los detenidos son inocentes, en comparación con el cuarenta por ciento de antes de que comenzara la operación. Insistió antes los comandantes del centro de detención de Kadhimiya para que liberaran a 73 detenidos, dijo. "Si no fuese por nosotros, no habrían sido liberados. Los habrían dejado aquí a que se pudrieran", dijo.
Chazrage y otros comandantes iraquíes en la cárcel dijeron que habían tratado de aliviar el hacinamiento transfiriendo a los prisioneros. Pero los comandantes norteamericanos consideran eso una solución a corto plazo.
Los comandantes de cárceles iraquíes están simplemente "pasando el problema" del hacinamiento, y necesitan presupuestos más generosos de modo que puedan ampliar las instalaciones y ocuparse mejor de los detenidos, dijo el coronel Britt del equipo de transición policial.
Chazrage recibió este año un subsidio de Estados Unidos para construir nuevas barracas, y ha prometido que el primer piso incluirá una docena de salas de detención, cada uno con capacidad para albergar a setenta personas. Las barracas, que deben estar terminadas en septiembre, también serán dotadas de servicios para los detenidos y una clínica, dijo Chazrage.
También existen planes para agregar al menos tres jueces y 25 investigadores a la cárcel, como parte de la expansión del sistema, dijo el portavoz del ministerio del Interior, el general de división Abdul Kareem Khalaf.
"Tenemos la esperanza de volver a los viejos tiempos, cuando si se detenía a una persona, se la llevaba a las cárceles locales y luego era transferida al tribunal para ser sentenciada o dejada libre", dijo, responsabilizando de la mayoría de los problemas del centro de detención de la Policía Nacional y otros centros semejantes, al aumento de las detenciones. "Es la situación actual la que está causando estos problemas".
Pero Bahadeli, el inspector oficial, dijo que los centros necesitaban investigadores y jueces con más experiencia y más control del gobierno para asegurarse de que se aplicara la ley. "Si se continúa de este modo, sólo se meterán en más problemas y eso será su fin", dijo.
Dentro, en una habitación del tamaño de un gimnasio de secundaria, 505 detenidos estaban parados o sentados hombro a hombro en cajas de cartón y sobre manchadas colchonetas. Sus escasas ropas, ejemplares del Corán y otras pertenencias colgaban de las paredes o travesaños. Los ventiladores de metal en el techo apenas removían el aire sobrecargado.
El hedor a confinamiento humano se hizo más patente a medida que el gendarme se abría camino hacia la parte de atrás de la habitación, entrando a un oscuro e inundado pasillo que llevaba hacia los baños, donde unos detenidos semi-desnudos estaban descalzos en medio de charcos de agua sucia, baldosas rotas y urinarios obstruidos. La ducha y el lavamanos estaban llenos de excrementos.
El gendarme dejó caer la colilla de su cigarrillo en un charco mientras unos reos evacuaban en dos hoyos en el suelo y otros se enjuagaban debajo de un caño de agua roto.
Las cosas habían mejorado desde la mañana, dijeron los reclusos. Había agua.
Esta cárcel, el centro de detención de la Policía Nacional en el noroeste de Bagdad, debía albergar a trescientos internos cuando abrió sus puertas hace dos años. Ahora se hacinan ahí casi novecientos hombres: una difícil mezcla de reos sospechosos de ser insurgentes, presuntos delincuentes y aparentes inocentes.
Otros centros de detención iraquíes han recibido internos similares desde el inicio en febrero de la campaña de seguridad norteamericana.
Aquí son comunes las heridas curadas a medias, las enfermedades cutáneas y condiciones increíblemente insalubres. También lo son las extorsiones de los gendarmes, dicen oficiales norteamericanos asignados como asesores del personal iraquí, pero que rechazan responsabilidad por las condiciones que se observan en el interior.
"Estos son centros del gobierno iraquí. Nosotros trabajamos con el gobierno iraquí para construirlos, pero su mantención es responsabilidad de ellos. Proporcionar gendarmes es su responsabilidad", dijo en Bagdad un alto oficial norteamericano.
El coronel Daniel Britt, que dirige el Equipo de Transición de la Policía Nacional de los militares norteamericanos, que asesora al personal del centro de detención, dijo que las condiciones eran "espantosas", aunque cumplían con normas internacionales. Hay visitas casi diarias de soldados norteamericanos, dijo Britt.
Las autoridades iraquíes dicen también que las condiciones se ajustan a sus leyes y el jueves invitaron a un periodista y a un fotógrafo a visitar la cárcel.
El coronel Thamir Mohammed Ismail Husseini, de la Policía Nacional, uno de los comandantes del centro de detención, instó a los reclusos a hablar sin temor sobre sus problemas. "Pueden decir lo que quieran, incluso quejarse", dijo.
Ninguno de los presos cerca de él recogió su invitación. Oficiales norteamericanos dicen que Husseini está vinculado con Al Mahdi, la milicia musulmana chií de Muqtada Sáder, el radical clérigo antinorteamericano. Comandantes norteamericanos acusan a Al Mahdi de la campaña de asesinatos sectarios que tiene por objetivo la expulsión de los musulmanes sunníes del oeste de Bagdad. Aquí la mayoría de los detenidos son sunníes.
Oficiales norteamericanos dicen que los gendarmes dejan en libertad a sus compatriotas chiíes más rápidamente que a los sunníes. "A los chiíes les dejan marcharse, simplemente. Se encargan de los papeles y los reos simplemente desaparecen", dijo un oficial norteamericano.
De acuerdo a las leyes iraquíes, los detenidos deben ser llevados ante un juez dentro de 72 horas de su detención. La mayoría se queda aquí por unos dos meses, dijo el general Kareem Ali Chazrage, comandante de la división de la policía nacional que se encarga del centro de detención.
"A veces el proceso judicial es lento, pero no es culpa nuestra", dijo Husseini.
Oficiales norteamericanos dicen que sus propios centros de detención también están atochados desde que empezara el plan de seguridad el 13 de febrero, pero que se las arreglan mejor que los iraquíes.
"Hay un flujo en el lado norteamericano y un montón de embotellamientos en el lado iraquí", dijo el teniente coronel Steven Miska, comandante de la Base de Operaciones de Avanzada Justicia norteamericana-iraquí en el barrio de Kadhimiya, al noroeste de la ciudad. El barrio alberga al centro de detención de la Policía Nacional, que era antes la sede de la inteligencia militar de Saddam Hussein y el lugar donde fue ejecutado.
Cuando Husseini se marchó, muchos reos dijeron que llevaban demasiado tiempo en la cárcel acusados de delitos que no comprendían, y algunos de ellos sin contacto con sus familias.
Raqi Mishal, 32, un sunní, tenía sanguinolentas tajos en su frente y hombro izquierdo. Una venda apenas si cubría una profunda y supurante herida en su bíceps derecho.
Dijo que había sido herido dos semanas antes en un ataque con mortero contra su casa en el Dora, un barrio al sur de Bagdad. "Fui al hospital a que me curaran, y me trajeron aquí", dijo Mishal, insistiendo en que no sabía porqué había sido detenido.
El único médico de la cárcel, que trabaja en una clínica improvisada, lo vendó, pero no le dio medicinas, dijo Mishal. Chazrage confirmó que la cárcel tenía problemas con su existencia de medicamentos.
Khalid Hashimi, 24, mostró su antebrazo y pantorrilla, donde tenía un escamoso sarpullido después de que fuera detenido por el ejército iraquí hace cinco meses en el barrio Yarmouk, de Bagdad. El médico le dio un ungüento, pero no le había servido de nada.
A diferencia de los centros de detención norteamericanos en Iraq, donde se mantiene separados a detenidos extranjeros y jóvenes para impedir la formación de redes subversivas, en el centro de detención de la Policía Nacional los detenidos sirios y los jóvenes, algunos de apenas quince años, eran alojados con los demás.
Marwan Sabah, 17, fue detenido hace una semana. Poco después, su familia recibió un llamado de los gendarmes, que lo pusieron al teléfono; dijo que la familia tenía que pagar veinte mil dólares si quería que lo dejaran libre.
"¿De dónde se supone que vamos a sacar ese dinero?", dijo en una entrevista después de la visita Abdullah Fadeil, 40, primo de Sabah. "Es terrible que el gobierno haya llegado a estos extremos, que tengamos que pagar para sacar a la gente de la cárcel".
Fadil, que abandonó la policía iraquí hace siete meses, dijo que los gendarmes no los habían vuelto a contactar. "No sabemos a quién echarle la culpa", dijo. "¿Es culpa del gobierno? ¿De las milicias?"
Chazrage, las paredes de cuya oficina están cubiertas de fotografías de sí mismo posando con jefes militares iraquíes y norteamericanos, dijo que los detenidos no eran maltratados y que había mostrado repetidas veces el centro de detención a grupos de derechos humanos.
Pero Jasim Bahadeli, que encabeza el comité del gobierno iraquí que inspecciona los centros de detención, dijo que los gendarmes habían tratado de impedirle que viera a algunos detenidos o que les tomara fotografías cuando visitó el centro hace un mes y medio. Dijo que los gendarmes trataron de ocultar a los detenidos que estaban siendo retenidos sin pruebas suficientes, así como a mujeres y jóvenes que se suponía debían haber sido trasladados a otras dependencias.
El cuarto de interrogatorios de la cárcel cuenta con cámaras de vigilancia que se supone que permiten a los comandantes controlar los métodos de interrogación. El jueves, las cámaras estaban desenchufadas, y orientadas hacia las paredes.
Bahadeli calculó que el sesenta por ciento de los detenidos son inocentes, en comparación con el cuarenta por ciento de antes de que comenzara la operación. Insistió antes los comandantes del centro de detención de Kadhimiya para que liberaran a 73 detenidos, dijo. "Si no fuese por nosotros, no habrían sido liberados. Los habrían dejado aquí a que se pudrieran", dijo.
Chazrage y otros comandantes iraquíes en la cárcel dijeron que habían tratado de aliviar el hacinamiento transfiriendo a los prisioneros. Pero los comandantes norteamericanos consideran eso una solución a corto plazo.
Los comandantes de cárceles iraquíes están simplemente "pasando el problema" del hacinamiento, y necesitan presupuestos más generosos de modo que puedan ampliar las instalaciones y ocuparse mejor de los detenidos, dijo el coronel Britt del equipo de transición policial.
Chazrage recibió este año un subsidio de Estados Unidos para construir nuevas barracas, y ha prometido que el primer piso incluirá una docena de salas de detención, cada uno con capacidad para albergar a setenta personas. Las barracas, que deben estar terminadas en septiembre, también serán dotadas de servicios para los detenidos y una clínica, dijo Chazrage.
También existen planes para agregar al menos tres jueces y 25 investigadores a la cárcel, como parte de la expansión del sistema, dijo el portavoz del ministerio del Interior, el general de división Abdul Kareem Khalaf.
"Tenemos la esperanza de volver a los viejos tiempos, cuando si se detenía a una persona, se la llevaba a las cárceles locales y luego era transferida al tribunal para ser sentenciada o dejada libre", dijo, responsabilizando de la mayoría de los problemas del centro de detención de la Policía Nacional y otros centros semejantes, al aumento de las detenciones. "Es la situación actual la que está causando estos problemas".
Pero Bahadeli, el inspector oficial, dijo que los centros necesitaban investigadores y jueces con más experiencia y más control del gobierno para asegurarse de que se aplicara la ley. "Si se continúa de este modo, sólo se meterán en más problemas y eso será su fin", dijo.
molly.hennessy-fiske@latimes.com
Said Rifai contribuyó a este reportaje.
24 de julio de 2007
21 de julio de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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