la moral de los soldados
[Tina Susman] Con misiones más largas, despliegues múltiples y nuevas tácticas que los destinan a posiciones de mayor peligro, creen que sus jefes perdieron el contacto con la realidad.
Yousifiya, Iraq. En el comedor de un cuartel del ejército estadounidense al sur de Bagdad, el presidente Bush se apareció en una pantalla de televisión gigante pronunciando un discurso sobre la guerra de Iraq. Los soldados no apartaron sus ojos del pollo con puré de patatas.
Mientras los jefes militares y políticos se preparan para entregar al Congreso el mes que viene un informe sobre la situación en el conflicto, muchos soldados se muestran crecientemente desdeñosos de la liviandad que dicen que comandantes en el terreno y funcionarios de la Casa Blanca están usando en sus decisiones sobre la guerra.
Y están expresando su frustración por los despliegues más prolongados y una agotadora misión que tiene a muchos viviendo en condiciones peligrosas e incómodamente austeras. Algunos dicen que aquí se están librando dos guerras: una, la que ven los soldados alistados, y dos, la que los oficiales superiores y políticos quieren que vea el mundo.
"No veo ningún progreso. Simplemente nos están matando", dijo el especialista Yvenson Tertulien, uno de los hombres que estaba en el comedor en Yousifiya, unos dieciséis kilómetros al sur de Bagdad, cuando pasaron el discurso de Bush el mes pasado. "No quiero estar aquí".
Los problemas con la moral de los soldados se presenta en momentos en que el gobierno de Bush hace frente a una creciente presión para que empiece a retirar las tropas.
El Times informó el viernes que el general Peter Pace, presidente del Estado Mayor Conjunto, aconsejará a Bush reducir el próximo año el nivel de tropas norteamericanas a casi la mitad, debido a la presión sobre las fuerzas armadas.
Pero Pace dijo el viernes: "Esa historia es errónea, es especulativa. Todavía no he decidido hacer ninguna recomendación".
Muchos soldados siguen mostrándose optimistas sobre su misión en Iraq. En la Base de Patrulla Shanghai, flanqueando la ciudad de Rushdi Mullah al sur de Bagdad, el capitán de ejército Matt Dawson contó que los habitantes solían disparar contra los soldados, pero que ahora los visitan y ofrecen ideas de cómo mejorar la seguridad.
"Para los jóvenes que han estado aquí aguantando los tiros durante diez meses seguidos, el cambio es una experiencia fantástica", dijo Dawson la semana pasada.
El ejército cita cifras de re-alistamiento como prueba de que la moral sigue estando alta y dice que espera que llegue a su objetivo de retención de 62.200 para el año fiscal.
"EL 4 de julio, re-alistamos a 588 miembros... en Bagdad. Eso es ciertamente un indicador", dijo el sargento mayor Marvin Hill, que visita la base para calibrar la moral de las tropas por encargo del general de ejército David H. Petraeus, comandante de las tropas estadounidenses en Iraq.
Basándose en sus encuentros, Hill dijo que daría a la moral un ocho en una escala de uno a diez.
"Las unidades que están logrando verdaderos éxitos son unidades donde la moral de la tropa es extremadamente alta", dijo Hill. "Las unidades que están teniendo bajas, sean pérdidas personales, heridos o accidentes, son las organizaciones donde la moral puede decaer un poco".
Los signos de frustración y de una baja moral son inconfundibles, incluyendo los comentarios francos, las diatribas online y las conclusiones de las encuestas sobre moral militar y suicidios.
"Esta ocupación, este pozo de dinero, este popurrí de agresiones superfluas es cada vez más inútil y terrible", escribió un soldado en la provincia de Diyala, al norte de Bagdad, el 7 de agosto en su blog www.armyofdude.blogspot.com.
"La única persona que conozco que creía que Iraq estaba mejorando, murió en mayo por un tiro de un francotirador", dijo en un e-mail separado el bloguero, identificado solamente como Alex, de Frisco, Texas.
La tasa de suicidio del ejército es la más alta en 23 años: 17.3 por cien mil soldados, en comparación con 12.4 por cien mil en 2003, el primer año de la guerra. De los 99 suicidios del año pasado, 27 ocurrieron en Iraq.
El último sondeo de una serie de sondeos de salud mental de las tropas en Iraq, dado a conocer en mayo, dice que el 45 por ciento de los soldados entrevistados tasaban la moral de su unidad como baja o muy baja. Siete por ciento la calificaba alta o muy alta.
Las tendencias en la salud mental han empeorado en los últimos dos años, dijo Cindy Williams, experta en personal militar en el Massachusetts Institute of Technology. "Estos despliegues largos y repetidos están causando una aguda estrés mental", dijo.
La mayoría de los soldados en Iraq cumplen misiones de doce meses, que fueron extendidos en tres meses más en mayo para el refuerzo de tropas. Miles de ellos iban por su segundo o tercer despliegue.
El resultado es una fuerza de combate que incluye a muchos soldados que están agotados, justo cuando Petraeus, que asumió el mando de la guerra hace seis meses, les está pidiendo que adopten intensas tácticas de contrainsurgencia. Esas estrategias enfatizan vivir ‘fuera de las alambradas', como dicen los militares, en puestos que acercan a las tropas a los iraquíes. La teoría es que la gente empezará a confiar en los soldados y a compartir la información que se necesita para sofocar la violencia.
Pero esos puestos carecen a menudo de los servicios más básicos, como agua corriente, inodoros con cisterna, teléfonos y acceso a internet, cosas de las que disfrutan las tropas en las bases de operaciones de avanzada, además de restaurantes e instalaciones deportivas. En la línea de fuego, las tropas en los puestos de avanzada también corren mayores peligros que en las bases.
Desde que empezara la guerra, han habido ocho meses en que las bajas norteamericanas superaron las cien muertes, tres de ellos desde que empezara la campaña de seguridad en febrero.
En Yousifiya, las tropas ocupan los terrenos requemados de una antigua planta procesadora de patatas. Usan letrinas de pozo y se duchan sólo donde hay agua suficiente. Trotan alrededor de un sitio de concreto que hace las veces de helipuerto y de plataforma para lanzar morteros. Otros soldados en este área tienen entornos mucho menos cómodos.
El mayor de ejército Rob Griggs cree que las condiciones duras son buenas para la misión. Sin distracciones reconfortantes, las tropas están más motivadas para terminar el trabajo, dijo Griggs, que va en su quinto despliegue, incluyendo dos en Iraq desde que se alistara hace diecisiete años.
"Les permite concentrarse en por qué están aquí", dijo Grigss, que duerme y vive en la mitad de un contenedor de carga marítima en la base de Yousifiya. Que las tropas viven en las mismas sobrias condiciones que muchos iraquíes también ayuda a convencer a la gente de que los estadounidenses son sinceros en que quieren que las cosas funcionen mejor, dijo.
Pero las diferencias en las condiciones de vida y trabajo entre los soldados agravan los resentimientos, mermando la moral. Lo mismo que la sensación de que la misión es inútil, una creencia alimentada por el punto muerto de la política iraquí y la falta de fiabilidad de las fuerzas iraquíes.
"Hay dos guerras diferentes", dijo el sargento Donald Richard Harris, comparando la visión de sus soldados con la de los comandantes en bases lejanas. "Parece un proceso sin salida".
Interrogado sobre la moral de su unidad, Harris le dio cuatro en una escala de diez. "Mira a esos tipos. Es su pausa", dijo, mientras jóvenes soldados limpiaban silenciosos el polvo de sus rifles en un puesto de batalla al sur de la capital. Un tórrido viento atravesó la pequeña base, una casa abandonada rodeada de sacos de arena y alambres de púa.
"Suena egoísta, pero ojalá tuviéramos teléfono e internet", dijo el sargento primero Clark Merlin.
Se suponía que su unidad volvería a casa este mes, pero su periodo de servicio fue extendido hasta noviembre. Eso significa tres meses más de tener que usar sacos de plástico en lugar de inodoros, de quemar la basura y de esperar que lleguen los paquetes de casa.
"Creo que la extensión es el 99 por ciento de la razón de la baja moral", dijo Merlin, calificándola de cuatro o cinco.
El experto en contrainsurgencia Sthepen Biddle, del Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que el tema de las ‘dos guerras' es común en zonas de conflicto a medida que los soldados de las primeras líneas anidan resentimiento contra las tropas en las bases y llegan a creer que sus comandantes han perdido el contacto con las realidades del terreno.
"Pero este tipo de guerra realmente lo pone de relieve", dijo sobre Iraq Biddle, que ha asesorado a Petraeus. El descontento de los soldados se complica más con la tarea de forjar relaciones con gente en que muy pocos confían y que a menudo expresan su rechazo a la presencia estadounidense.
"Todas las guerras son políticas, pero normalmente los soldados rasos y los técnicos no tienen que pensar demasiado sobre esa parte. En este conflicto, sí lo hacen y en un grado mucho mayor", dijo Biddle, refiriéndose a las actividades comunitarias que las tropas deben emprender. Estas actividades incluyen negociar con líderes tribales que antes protegían a los insurgentes, hacer tratos con ex insurgentes para integrarlos a las fuerzas de seguridad iraquíes, y escuchar las quejas de los vecinos sobre la falta de servicios.
"Tienes que ayudar a la gente a pesar de la fuerte sospecha de que montones de ellos te odian", dijo Biddle. "Estamos exigiendo demasiado de gente muy, muy joven".
Es especialmente difícil para los soldados adiestrados para pelear contra un enemigo en uniforme, pero en Iraq hacen frente a toda una gama de fuerzas no convencionales. La mayoría de ellos pensaban que su trabajo terminaría después de derrocar a Saddam Hussein. En lugar de eso, pronto se tuvieron que dedicar a dirigir el tráfico en las caóticas calles de Bagdad. Cuatro años más tarde, todavía están realizando funciones de policía y haciendo trabajos comunitarios que no estaban en el programa.
"Agrégale a eso que puedes salir volando por los aires y que te disparan, y definitivamente eso hace difícil decir misión cumplida con una sonrisa", dijo el sargento primero Kevin Littrell, cuyo plan de dejar el ejército en mayo se frustró cuando la misión de su unidad fue extendida.
En otra base de patrulla, el general de división Rick Lynch, comandante de las fuerzas estadounidenses en el sur de Iraq, fue presentado al teniente primero Jeff Bess. El joven había llegado recién en su primera misión. Interrogado si le gustaba hasta ahora el ejército, Bess intentó sonar amable. "Es una experiencia de aprendizaje, señor", replicó.
Lynch le dijo: "Estás haciendo historia aquí mientras en casa lo están mirando en la televisión".
Mientras los jefes militares y políticos se preparan para entregar al Congreso el mes que viene un informe sobre la situación en el conflicto, muchos soldados se muestran crecientemente desdeñosos de la liviandad que dicen que comandantes en el terreno y funcionarios de la Casa Blanca están usando en sus decisiones sobre la guerra.
Y están expresando su frustración por los despliegues más prolongados y una agotadora misión que tiene a muchos viviendo en condiciones peligrosas e incómodamente austeras. Algunos dicen que aquí se están librando dos guerras: una, la que ven los soldados alistados, y dos, la que los oficiales superiores y políticos quieren que vea el mundo.
"No veo ningún progreso. Simplemente nos están matando", dijo el especialista Yvenson Tertulien, uno de los hombres que estaba en el comedor en Yousifiya, unos dieciséis kilómetros al sur de Bagdad, cuando pasaron el discurso de Bush el mes pasado. "No quiero estar aquí".
Los problemas con la moral de los soldados se presenta en momentos en que el gobierno de Bush hace frente a una creciente presión para que empiece a retirar las tropas.
El Times informó el viernes que el general Peter Pace, presidente del Estado Mayor Conjunto, aconsejará a Bush reducir el próximo año el nivel de tropas norteamericanas a casi la mitad, debido a la presión sobre las fuerzas armadas.
Pero Pace dijo el viernes: "Esa historia es errónea, es especulativa. Todavía no he decidido hacer ninguna recomendación".
Muchos soldados siguen mostrándose optimistas sobre su misión en Iraq. En la Base de Patrulla Shanghai, flanqueando la ciudad de Rushdi Mullah al sur de Bagdad, el capitán de ejército Matt Dawson contó que los habitantes solían disparar contra los soldados, pero que ahora los visitan y ofrecen ideas de cómo mejorar la seguridad.
"Para los jóvenes que han estado aquí aguantando los tiros durante diez meses seguidos, el cambio es una experiencia fantástica", dijo Dawson la semana pasada.
El ejército cita cifras de re-alistamiento como prueba de que la moral sigue estando alta y dice que espera que llegue a su objetivo de retención de 62.200 para el año fiscal.
"EL 4 de julio, re-alistamos a 588 miembros... en Bagdad. Eso es ciertamente un indicador", dijo el sargento mayor Marvin Hill, que visita la base para calibrar la moral de las tropas por encargo del general de ejército David H. Petraeus, comandante de las tropas estadounidenses en Iraq.
Basándose en sus encuentros, Hill dijo que daría a la moral un ocho en una escala de uno a diez.
"Las unidades que están logrando verdaderos éxitos son unidades donde la moral de la tropa es extremadamente alta", dijo Hill. "Las unidades que están teniendo bajas, sean pérdidas personales, heridos o accidentes, son las organizaciones donde la moral puede decaer un poco".
Los signos de frustración y de una baja moral son inconfundibles, incluyendo los comentarios francos, las diatribas online y las conclusiones de las encuestas sobre moral militar y suicidios.
"Esta ocupación, este pozo de dinero, este popurrí de agresiones superfluas es cada vez más inútil y terrible", escribió un soldado en la provincia de Diyala, al norte de Bagdad, el 7 de agosto en su blog www.armyofdude.blogspot.com.
"La única persona que conozco que creía que Iraq estaba mejorando, murió en mayo por un tiro de un francotirador", dijo en un e-mail separado el bloguero, identificado solamente como Alex, de Frisco, Texas.
La tasa de suicidio del ejército es la más alta en 23 años: 17.3 por cien mil soldados, en comparación con 12.4 por cien mil en 2003, el primer año de la guerra. De los 99 suicidios del año pasado, 27 ocurrieron en Iraq.
El último sondeo de una serie de sondeos de salud mental de las tropas en Iraq, dado a conocer en mayo, dice que el 45 por ciento de los soldados entrevistados tasaban la moral de su unidad como baja o muy baja. Siete por ciento la calificaba alta o muy alta.
Las tendencias en la salud mental han empeorado en los últimos dos años, dijo Cindy Williams, experta en personal militar en el Massachusetts Institute of Technology. "Estos despliegues largos y repetidos están causando una aguda estrés mental", dijo.
La mayoría de los soldados en Iraq cumplen misiones de doce meses, que fueron extendidos en tres meses más en mayo para el refuerzo de tropas. Miles de ellos iban por su segundo o tercer despliegue.
El resultado es una fuerza de combate que incluye a muchos soldados que están agotados, justo cuando Petraeus, que asumió el mando de la guerra hace seis meses, les está pidiendo que adopten intensas tácticas de contrainsurgencia. Esas estrategias enfatizan vivir ‘fuera de las alambradas', como dicen los militares, en puestos que acercan a las tropas a los iraquíes. La teoría es que la gente empezará a confiar en los soldados y a compartir la información que se necesita para sofocar la violencia.
Pero esos puestos carecen a menudo de los servicios más básicos, como agua corriente, inodoros con cisterna, teléfonos y acceso a internet, cosas de las que disfrutan las tropas en las bases de operaciones de avanzada, además de restaurantes e instalaciones deportivas. En la línea de fuego, las tropas en los puestos de avanzada también corren mayores peligros que en las bases.
Desde que empezara la guerra, han habido ocho meses en que las bajas norteamericanas superaron las cien muertes, tres de ellos desde que empezara la campaña de seguridad en febrero.
En Yousifiya, las tropas ocupan los terrenos requemados de una antigua planta procesadora de patatas. Usan letrinas de pozo y se duchan sólo donde hay agua suficiente. Trotan alrededor de un sitio de concreto que hace las veces de helipuerto y de plataforma para lanzar morteros. Otros soldados en este área tienen entornos mucho menos cómodos.
El mayor de ejército Rob Griggs cree que las condiciones duras son buenas para la misión. Sin distracciones reconfortantes, las tropas están más motivadas para terminar el trabajo, dijo Griggs, que va en su quinto despliegue, incluyendo dos en Iraq desde que se alistara hace diecisiete años.
"Les permite concentrarse en por qué están aquí", dijo Grigss, que duerme y vive en la mitad de un contenedor de carga marítima en la base de Yousifiya. Que las tropas viven en las mismas sobrias condiciones que muchos iraquíes también ayuda a convencer a la gente de que los estadounidenses son sinceros en que quieren que las cosas funcionen mejor, dijo.
Pero las diferencias en las condiciones de vida y trabajo entre los soldados agravan los resentimientos, mermando la moral. Lo mismo que la sensación de que la misión es inútil, una creencia alimentada por el punto muerto de la política iraquí y la falta de fiabilidad de las fuerzas iraquíes.
"Hay dos guerras diferentes", dijo el sargento Donald Richard Harris, comparando la visión de sus soldados con la de los comandantes en bases lejanas. "Parece un proceso sin salida".
Interrogado sobre la moral de su unidad, Harris le dio cuatro en una escala de diez. "Mira a esos tipos. Es su pausa", dijo, mientras jóvenes soldados limpiaban silenciosos el polvo de sus rifles en un puesto de batalla al sur de la capital. Un tórrido viento atravesó la pequeña base, una casa abandonada rodeada de sacos de arena y alambres de púa.
"Suena egoísta, pero ojalá tuviéramos teléfono e internet", dijo el sargento primero Clark Merlin.
Se suponía que su unidad volvería a casa este mes, pero su periodo de servicio fue extendido hasta noviembre. Eso significa tres meses más de tener que usar sacos de plástico en lugar de inodoros, de quemar la basura y de esperar que lleguen los paquetes de casa.
"Creo que la extensión es el 99 por ciento de la razón de la baja moral", dijo Merlin, calificándola de cuatro o cinco.
El experto en contrainsurgencia Sthepen Biddle, del Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que el tema de las ‘dos guerras' es común en zonas de conflicto a medida que los soldados de las primeras líneas anidan resentimiento contra las tropas en las bases y llegan a creer que sus comandantes han perdido el contacto con las realidades del terreno.
"Pero este tipo de guerra realmente lo pone de relieve", dijo sobre Iraq Biddle, que ha asesorado a Petraeus. El descontento de los soldados se complica más con la tarea de forjar relaciones con gente en que muy pocos confían y que a menudo expresan su rechazo a la presencia estadounidense.
"Todas las guerras son políticas, pero normalmente los soldados rasos y los técnicos no tienen que pensar demasiado sobre esa parte. En este conflicto, sí lo hacen y en un grado mucho mayor", dijo Biddle, refiriéndose a las actividades comunitarias que las tropas deben emprender. Estas actividades incluyen negociar con líderes tribales que antes protegían a los insurgentes, hacer tratos con ex insurgentes para integrarlos a las fuerzas de seguridad iraquíes, y escuchar las quejas de los vecinos sobre la falta de servicios.
"Tienes que ayudar a la gente a pesar de la fuerte sospecha de que montones de ellos te odian", dijo Biddle. "Estamos exigiendo demasiado de gente muy, muy joven".
Es especialmente difícil para los soldados adiestrados para pelear contra un enemigo en uniforme, pero en Iraq hacen frente a toda una gama de fuerzas no convencionales. La mayoría de ellos pensaban que su trabajo terminaría después de derrocar a Saddam Hussein. En lugar de eso, pronto se tuvieron que dedicar a dirigir el tráfico en las caóticas calles de Bagdad. Cuatro años más tarde, todavía están realizando funciones de policía y haciendo trabajos comunitarios que no estaban en el programa.
"Agrégale a eso que puedes salir volando por los aires y que te disparan, y definitivamente eso hace difícil decir misión cumplida con una sonrisa", dijo el sargento primero Kevin Littrell, cuyo plan de dejar el ejército en mayo se frustró cuando la misión de su unidad fue extendida.
En otra base de patrulla, el general de división Rick Lynch, comandante de las fuerzas estadounidenses en el sur de Iraq, fue presentado al teniente primero Jeff Bess. El joven había llegado recién en su primera misión. Interrogado si le gustaba hasta ahora el ejército, Bess intentó sonar amable. "Es una experiencia de aprendizaje, señor", replicó.
Lynch le dijo: "Estás haciendo historia aquí mientras en casa lo están mirando en la televisión".
tina.susman@latimes.com
Julian E. Barnes en Washington y Garrett Therolf, Carol J. Williams y Alexandra Zavis en Iraq contribuyeron a este reportaje.
28 de agosto de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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