Blogia
mQh

alcohol o marihuana


La marihuana es hoy el cultivo de mayor valor en Estados Unidos, por encima del maíz, el trigo y el algodón juntos. Equivale a dos veces la cosecha de soya y a más de tres veces la de hortalizas.
Pese a la llamada ‘guerra contra las drogas', sostenida por casi 40 años, la producción de cannabis sativa en ese país ha pasado de mil toneladas en 1981 a más de 10 mil el año 2006.
La mayoría de las organizaciones dedicadas a vigilar la ingestión de drogas en el mundo coinciden en que, durante la última década, el consumo de cannabis sativa se ha duplicado en casi todas las regiones del planeta. Sorprendentemente, en los países más desarrollados el hábito de fumar marihuana crece casi en la misma proporción en que disminuye el consumo de alcohol.
En la actualidad se calcula que el cultivo ilícito de esta planta ocupa entre 670 mil y 1,8 millones de hectáreas en todo el mundo, cinco veces más superficie que las siembras de adormidera y de coca, generando una producción que supera las 500 mil toneladas anuales de marihuana y hachís.
Hasta hace algunos años, los mayores sembradíos se ubicaban en Rusia, Kazajstán, Marruecos, Afganistán y Pakistán, seguidos en América Latina por México, Colombia, Brasil y Jamaica. En África destacaban las cosechas de Nigeria, Ghana, Sudáfrica y Malawi, y en Asia meridional y sudoriental los cultivos más significativos estaban en Tailandia, Camboya, Indonesia, Filipinas, India, Nepal y Sri Lanka.
En marzo de este año, sin embargo, el informe anual de la Junta Internacional para la Fiscalización de Estupefacientes, dependiente de la ONU, afirmó que la producción también se había disparado en Estados Unidos.
Ahora la marihuana se siembra en 50 estados de la Unión, siendo el principal cultivo en 12 de ellos, uno de los tres principales en 30 estados y uno de los cinco principales en 39. Es más importante que el algodón en Alabama, que las uvas en California, que el maní en Georgia y que el tabaco en las Carolinas. Cinco estados producen más de mil millones de dólares en marihuana: California, Tennessee, Kentucky, Hawaii y Washington. El valor de la cosecha de cannabis en todo el país norteamericano superó los 35 mil millones de dólares, cifra bastante mayor que los 23 mil millones del cultivo de maíz, o los 17.600 millones de frijoles de soya y los 12.200 millones de la cosecha de heno.
En la revista ‘The Bulletin of Cannabis Reform' se publicó una investigación realizada por expertos de la National Organization for the Reform of Marijuana Laws, donde se concluye que el gran valor y el enorme crecimiento de la producción en todos los estados hacen de la marihuana "una persistente y firme parte de la economía nacional y, en consecuencia, el fracaso de su erradicación sugiere que ha llegado la hora de discutir seriamente su legalización, una nueva forma de aumentar ingresos netos por medio de impuestos a la producción y al consumo de marihuana".
"La marihuana se ha convertido en una parte penetrante e inerradicable de la economía de Estados Unidos", agrega el informe, difundido por el programa ‘Money', de CNN, en diciembre pasado.
Hace un mes, el 13 de julio, el diario ‘La Opinión' de California informó que la producción de marihuana en los parques nacionales de Estados Unidos se ha transformado en una nueva y millonaria industria. En 2006, sólo en ese estado fueron destruidas 2,8 millones de plantas de marihuana, luego que las autoridades hallaron sembradíos en los 18 parques nacionales de California. "Nuestros tesoros nacionales son ahora el centro de cultivo de drogas nacionales e internacionales y del tráfico", fue el lacónico comentario de John P. Walters, director de la Agencia de Política de Control Nacional de Drogas.
El auge de la producción interna se vio estimulado por los estrictos controles fronterizos que siguieron a los atentados del 11 de septiembre de 2001. El contrabando desde México, Sudamérica y el Caribe se volvió más difícil y los carteles de la droga trasladaron sus operaciones a Estados Unidos. No obstante, la tendencia ya se había visualizado al inicio de la década del 2000. En febrero de ese año, el embajador estadounidense en Colombia, Curtis Kamman, admitió que su país era uno de los principales productores de cannabis del mundo. "No tengo los detalles de nuestra producción de marihuana, pero sé que somos autosuficientes. Desafortunadamente, miles de norteamericanos la cultivan en sus sótanos y jardines, lo que hace muy difícil el control, declaró el diplomático a la prensa colombiana.

También en Europa
El Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanía informó en 2005 que la marihuana era, por lejos, la sustancia ilegal más consumida en Europa. Diversos estudios de población indican que entre el 3% y el 31% de los adultos de entre 15 y 64 años la han probado por lo menos una vez en la vida. Las tasas más elevadas se registran en Francia (26,2%), el Reino Unido (30,8%) y Dinamarca (31,3%). En la mayoría de los países de la Unión Europea (UE) 15 de los 23 que han facilitado información , la prevalencia del consumo a lo largo de la vida se ha mantenido entre el 10% y el 25% y, según las estimaciones nacionales, se calcula que en la UE más del 20% de la población total, unos 62 millones de personas, ha probado la cannabis alguna vez. En la actualidad, uno de cada diez jóvenes europeos es consumidor de esta yerba.
A modo de comparación, en la Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas y Salud realizada en Estados Unidos en 2003, un 40,6% de los adultos encuestados afirmaba haber probado la marihuana por lo menos en una ocasión, y un 10,6% declaraba haber consumido la sustancia en los últimos 12 meses
La mayor parte del hachís que se consume en la UE se produce en Marruecos, donde se cultivan unas 65 mil hectáreas de cannabis, y se introduce en Europa central a través de la península Ibérica. La yerba, en tanto, llega también desde los Países Bajos y Europa oriental. Los precios varían considerablemente. Van, por ejemplo, desde 1,1 euros el gramo de marihuana en España, a 12 euros en Letonia o casi 20 en Noruega.
El año pasado, los ministros de Sanidad de Bélgica, Francia, Suiza, Holanda y Alemania coincidieron en asegurar que las restricciones actuales no han llevado a disminuir el consumo de la droga y que, por el contrario, frente al aumento de la adulteración, se están multiplicando los llamados ‘cannabicultores', las asociaciones procannabis y los café shop donde se expenden todo tipo de productos vinculados a la planta.
En España, Italia y Portugal no está prohibido el consumo, y la autorización para el uso terapéutico de la marihuana se ha extendido a Canadá, Suiza, Reino Unido y Holanda, así como a estados norteamericanos como California, Colorado, Alaska, Washington y Nevada, entre otros.
Cada vez son más los enfermos que padecen cánceres diversos, asma, glaucoma, sida, epilepsia, anorexia, esclerosis múltiple y otros males, que demandan el uso de marihuana para disminuir los síntomas más dolorosos. En diversos países se está proponiendo cada vez con más fuerza la legalización de la planta y sus derivados sintéticos para su uso terapéutico. Algunos consumidores, sin embargo, temen que una decisión en ese sentido sólo termine beneficiando a la industria farmacéutica mundial.

El Peligro Mayor
Uno de los principales argumentos de los defensores de la marihuana apunta directamente a la industria del alcohol. Un informe de la Organización Mundial de la Salud apuntaba hace más de una década que las muertes causadas directamente por el alcohol sobrepasaban las 800 mil anuales, y que las discapacidades que produce en el mundo son mayores que las debidas a la desnutrición. Estas alarmantes cifras son sólo un rasguño en la superficie del problema.
El daño que el alcohol produce en el organismo no se limita a la cirrosis hepática, sino también daña al cerebro, afectando las capacidades intelectuales. Asimismo incrementa los riesgos de ataques cardíacos, produce inflamaciones del páncreas, daña las fibras musculares, disminuye la masa ósea y atrofia los testículos, con daño importante de los espermios y posible pérdida de la fertilidad. También afecta de modo determinante la sexualidad, pues disminuye la acción de la libido y los niveles de testosterona.
En Chile, el alcoholismo afecta al 12,6% de la población. Pero eso no es todo. El 40% de los suicidios, el 52% de los actos criminales, el 60% de los homicidios y el 70% de los accidentes del tránsito están ligados también al consumo de alcohol. El costo económico dado por gastos de salud, muertes prematuras, menor productividad, accidentes y la violencia provocada sobrepasa los 700 millones de dólares anuales.
Un estudio reciente del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) señaló que un 50% de los jóvenes comienza a tomar alcohol a los 17 años, e incluso hay un 5% de ellos que empieza a los 12 años o antes.
En la V Región, un estudio realizado en 2001 en diferentes colegios determinó que un promedio de 65,2% de la población escolar (de octavo básico a cuarto medio) consume alcohol, lo que se traduce en tres de cada cinco menores.
El Cuarto Estudio Nacional de Consumo de Drogas en Chile, realizado por el Conace en el año 2000 y que se aplicó a 44.421 ciudadanos entre 12 y 64 años de edad (representando a 7,8 millones de individuos a nivel nacional), estableció que 133.292 personas declaraban consumir alcohol todos los días; 1.105.483 reconocían que consumían alcohol en fines de semana y otros 2.679.229 declaraban consumirlo ocasionalmente en el mes. Para entender estas cifras es importante considerar que el alcoholismo clásico implica que se ha ido desarrollando tolerancia, aumentando la dosis y la imposibilidad de suspender el consumo de alcohol por síntomas de privación, lo que quiere decir que hay un hábito y una dependencia física.
Según el último estudio del Conace, los que califican como bebedores problema alcanzan a un 23,8% de la población, lo que quiere decir que en Chile hay 987 mil personas con algún grado de problemas derivados de su consumo de alcohol.
En términos generales, los hombres duplican a las mujeres en cuanto a problemas asociados al uso de bebidas alcohólicas. Sin embargo, cuando se realiza este análisis para el grupo de 12 a 18 años de edad, las cifras se estrechan: 33 de cada 100 hombres y 28 de cada 100 mujeres declaran consumo reciente de alcohol. Esta diferencia es más amplia cuando se analiza para el caso de los menores, porque 35 de cada 100 hombres y 20 de cada 100 mujeres son bebedores problema.
Si en el pasado los alcohólicos eran muy clásicos, porque solamente consumían sustancias legales, actualmente los drogodependientes son policonsumidores; en especial la juventud, que consume todo tipo de drogas. Por ejemplo, el alcohol y la cocaína van de la mano, porque si esta última, como estimulante, provoca rigidez muscular, el alcohol, por el contrario, produce una sensación de relajo.
Por otro lado, no se puede desconocer que muchos alcohólicos llegaron a la cocaína porque ésta inhibe los efectos de la embriaguez: es raro encontrar un cocainómano que no sea a la vez alcohólico.
Otras cifras entregadas por el Conace indican que el 19% de los jóvenes que están entre octavo básico y cuarto medio ha consumido alcohol cinco o más días en el último mes; y el 13% reconoce también que en una salida de sábado por la noche llega a tomar cinco o más tragos. Y si bien históricamente han sido los hombres quienes lideran estas estadísticas, las mujeres están equilibrando la balanza. Datos del Conace correspondientes a 2002 afirman que las adolescentes entre 12 y 18 años consumieron más alcohol que sus pares hombres durante el último año (54,5% versus 53,1%).
Entre los efectos más comunes del consumo de alcohol en adolescentes se mencionan los accidentes ocurridos mientras se realizan actividades bajo su influencia, como manejar motos o autos, nadar en el mar o asumir riesgos innecesarios. También la ingesta etílica incide en el consumo de otras sustancias, conductas violentas, infecciones de transmisión sexual y embarazo, deterioro del rendimiento escolar y problemas familiares y legales, entre otros inconvenientes.
Gran parte de los siquiatras coinciden en que el consumo de una sustancia "lícita" facilita el inicio del consumo de otra "ilícita"; es decir, el alcohol suele actuar como una verdadera puerta de entrada hacia el consumo de drogas más fuertes.

¿Por qué, entonces, se prohíbe la marihuana pero se mira para otro lado respecto del alcohol? La respuesta franca es simple: la industria chilena del vino, que en 1990 obtenía unos 35 millones de dólares, llegó en 1999 a los 525 millones, y hoy ya supera los mil millones de dólares. La industria de la cerveza, en tanto, reporta anualmente cerca de 400 millones de dólares, y la industria pisquera otros 100 millones, sin contar la importación y venta de otra enorme variedad de licores, como ron, vodka, tequila y whisky. En conjunto dan trabajo a más de 200 mil personas e influyen de manera determinante en actividades tan disímiles como el deporte, la cultura, la publicidad, los espectáculos, la gastronomía, el turismo e, incluso, la política y las leyes.
La legislación autoriza una patente para expender alcohol por cada 600 habitantes. Pero en 2004, sólo en Antofagasta, por dar un ejemplo, existían 800 establecimientos con permiso, además de múltiples clandestinos. Es decir, una oferta de alcohol para un mercado de casi medio millón personas, en una ciudad que bordea en total los 300 mil habitantes. Al otro extremo del país, en la Región de los Lagos, y también según datos del Conace, había una botillería por cada 164 habitantes; es decir, sumando entre legales y clandestinas 5.784. La misma situación se repite en el resto del país.
En 2006 fallecieron 1.628 personas en accidentes de tránsito; el 40% de ellas había consumido alcohol. Y así suman y siguen los ejemplos de las consecuencias del abuso del alcohol. Por el contrario, es muy difícil encontrar denuncias sobre violencia o hechos delictuales cometidos bajo los efectos de la marihuana.

Entra la Pasta Base
En 1990, el entonces director de la Policía de Investigaciones, general (r) Horacio Toro, ordenó erradicar los cultivos de cáñamo en el valle de Aconcagua. Los detectives cuadricularon y revisaron metro a metro la zona hasta eliminar todo vestigio de esta planta de la discordia. Pero no previeron el resultado: al poco tiempo, la pasta base de cocaína empezó a invadir las poblaciones de Santiago, con las funestas consecuencias que pudieron comprobarse en los años siguientes.
Quince años después, en enero de 2005, el senador radical Nelson Ávila presentó un proyecto de ley para "despenalizar la siembra, plantación, cultivo o cosecha de especies vegetales del género cannabis u otras productoras de sustancias estupefacientes o sicotrópicas destinadas al uso o consumo personal exclusivo y próximo en el tiempo".
El debate en la cámara alta fue arduo y, pese a que la iniciativa fue rechazada, algunos senadores abrieron una pequeña ventana de esperanza para los consumidores de marihuana. Entre ellos, el socialista Jaime Gazmuri, quien señaló en esa oportunidad: "Respecto del alcoholismo y de sus graves efectos en la sociedad chilena, no hay ningún debate comparativo como el que existe acerca de la droga; no hay ninguna preocupación sustantiva de la autoridad pública. Y, por la vía de la adicción al alcohol, se está infligiendo un daño tremendo a grandes sectores de nuestra población". Añadió que "este fue un aspecto importante en las políticas públicas en los años 60 y 70. Los gobiernos de los presidentes Frei Montalva y Allende desarrollaron masivos programas de prevención, de reeducación y de rehabilitación en alcoholismo. Pero 30 años después carecemos de ellos y los daños al país por la adicción alcohólica, si bien no se dispone de cifras comparativas, son quizás peores".
Y agregó, casi al final de su intervención: "[ ] imagino que la Brigada Antinarcóticos no anda persiguiendo a gente que cultiva dos matas de buena cannabis sativa en el fondo de su casa. Pienso que ello no ocurre. O sea, quien siembra para el autoconsumo lo hace sin exponerse a graves penas. Y si llegara a ocurrir, la sanción sería de falta".

18 de septiembre de 2007
13 de agosto de 2007
©la nación
rss


0 comentarios