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guardias privados violentos


[Tina Susman] Vecinos de Hillah esperan respuestas y justicia por el asesinato de dos hombres. Creen que los responsables de sus muertes son empleados de Blackwater.
Bagdad, Iraq. El joven estudiante de biología paró su coche a un lado del ajetreado tráfico de la rotonda cuando vio acercarse por detrás una rápida hilera de SUVs. Cuando pasaban a toda velocidad, el primer vehículo se estrelló intencionalmente en su sedán. Pero lo peor estaba por venir.
Cuando el convoy se alejaba, un artillero en el último vehículo disparó una ráfaga de balas. Los transeúntes corrieron a protegerse. Sentado en el coche más cercano al SUV, el estudiante Ali Karem Fakhri Hilal levantó las manos en el aire para mostrar que estaba desarmado.
Pero cuatro coches detrás de él, Hussein Salih Mohammed Rabee, un hombre de negocios retirado, activo en el comité pro paz local, estaba mortalmente herido.
Casi dos meses después del tiroteo del 13 de agosto en Hillah, a 96 kilómetros al sur de Bagdad, nadie ha asumido la responsabilidad por la muerte de Rabee. Sus hijos dicen que el comandante de la policía provincial y un oficial del ejército norteamericano les dijeron que la responsable era Blackwater USA, la misma compañía acusada de matar a diecisiete iraquíes en una rotonda bagdadí el 16 de septiembre. Vecinos de Hillah montaron una protesta frente a la oficina de una agencia no-gubernamental norteamericana conocida por utilizar a guardias de Blackwater, con pancartas y exigiendo que Blackwater sea llevada a la justicia.
Pero como la mayoría de los afectados por tiroteos con firmas de seguridad privadas, los familiares de Rabee han chocado con los escudos que protegen a las compañías. Para los iraquíes es casi imposible probar quiénes participaron en el tiroteo; incuso si pudieran, las empresas de seguridad reclaman inmunidad.
La historia de la familia de Rabee muestra la futilidad de tratar de presentar cargos contra compañías extranjeras, que han sido acusadas de la muerte de decenas de muertos y heridos en Iraq. Operan con virtual impunidad cuando pasan rompiendo por las atiborradas calles de la ciudad. Los convoyes sin matrícula empujan a un lado a los vehículos lentos, disparan contra cualquiera que perciban como amenaza y dejan en claro que su prioridad es proteger a sus importantes protegidos.
Blackwater, que custodia a funcionarios del Departamento de Estado, al embajador norteamericano y otros, tiene, a ese respecto, un historial perfecto. No ha perdido a un cliente en Iraq.
"Esta compañía mató a mi padre y lo dejó en la calle", dijo uno de los hijos de Rabee, Bahaa Hussein Salih Rabee, director del departamento de física de la Universidad de Babil, en Hillah.
Él y otro hermano, Safa, un hombre de negocios que vive en Gran Bretaña, dicen que ellos se reunieron con el comandante de la policía provincial, el general de brigada Qais Hamza Mamouri, y el teniente coronel del ejército norteamericano, Thomas Roth, después de la muerte de Rabee. Ambos expresaron sus condolencias, pero dijeron que no había nada que ellos pudieran hacer debido a la inmunidad de Blackwater.
"Yo dije: ‘¿Por qué? Él era inocente'", dijo Safa Rabee por teléfono el viernes, su voz todavía temblando de rabia mientras recordaba la muerte de su padre. "Él lo era todo para mí y para mi familia".
Mamounri negó haber contado a la familia que Blackwater estaba implicada.
Roth no respondió directamente a preguntas. Sin embargo, su agente de relaciones públicas, el mayor Dave Butler, de la 4a Brigada del Ejército, División de Infantería 25, dijo en una respuesta por e-mail, que "debido a las investigaciones sobre Blackwater en curso, no podemos hacer comentarios sobre incidentes que presuntamente impliquen a Blackwater".
Memoranda preparados la semana pasada para las audiencias del Congreso sobre Blackwater, y basándose en informes de la compañía y del Departamento de Estado, dicen que tres firmas de seguridad con contratos en Iraq con el Departamento de Estado -Blackwater, Triple Canony y DynCorp International- estuvieron implicadas en al menos 306 tiroteos entre el 1 de enero de 2005 y el 20 de abril de 2007. Blackwater estuvo implicada en 168 incidentes, Dyncorp en 102, y Triple Canopy en 36.
La portavoz de Blackwater, Anne Tyrrel, no respondió mensajes por e-mail ni llamadas telefónicas con preguntas sobre el incidente del 13 de agosto, que no fue mencionado en los memoranda.
Se mencionaron otros dos incidentes en Hillah, incluyendo el del 25 de junio de 2005, en el que murió un iraquí y padre de seis hijos. En ese caso, los guardias de Blackwater implicados no reportaron el tiroteo y trataron de encubrirlo, de acuerdo a copias de correspondencia por e-mail en la época. El Departamento de Estado recomendó que Blackwater pagara a la desconsolada familia una compensación de cinco mil dólares.
Mamouri dijo que debido a la publicidad de la compañía, los vecinos de Hillah asumen que si hay algún problema con una convoy de seguridad privado, que debe ser de Blackwater.
Pero Safa Rabee, que huyó hacia Iraq inmediatamente después del tiroteo, dijo que no había oído hablar de Blackwater hasta que Mamouri la mencionó después de la muerte de su padre. Dijo que había apuntado el nombre para investigarlo en la red.
Un funcionario del Departamento de Estado en Iraq, que habló a condición de conservar el anonimato, dijo que la mayoría de los empleados de Blackwater se comportaban bien y se limitaban a hacer el trabajo por el que eran pagados: proteger a sus clientes en un ambiente peligroso. Sus deberes "no son proclives a dejar vivo a todo el mundo", dijo el funcionario, pero eso no convierte a los empleados de Blackwater en demonios.
"Están adquiriendo la mala reputación de ser como los tipos del Salvaje Oeste".
Para los iraquíes, esa reputación fue sellada por el tiroteo del 16 de septiembre en Bagdad. Los guardias de Blackwater dicen que dispararon en defensa propia, pero testigos iraquíes dicen que el grueso del fuego no fue provocado y era típico de las acciones de las compañías de seguridad cuando eran retenidos por el tráfico.
Algunos legisladores en Washington están insistiendo en tener más leyes para obligar a los contratistas a responder ante tribunales norteamericanos cuando operen en el extranjero, pero eso no ayudará demasiado a gente como los Rabee, o la familia del policía iraquí, teniente Qusay Adil Jabir. Luay Adil Jabir dice que su hermano Qusay fue asesinado en junio de 2006 en Hillah después de que una caravana de SUVs disparara contra el camión policial en el que se encontraba.
El conductor perdió el control y entró a toda velocidad contra el tráfico. El choque, no el fuego, mató a Jabir. Su hermano dice que la familia nunca supo a qué compañía de seguridad hacer responsable.
"Por supuesto estoy enfadado", dijo. "Si hubiese sido un coche particular, quizás puedan haber tenido una razón para sospechar, pero era un vehículo marcado con el azul y blanco de la policía".
La familia de Rabee también está desconcertada y amargada. Rabee, 72, había jubilado un año antes. Sus hijos entregaron una copia de su carné de identidad, que llevaba de un comité pro paz en el que estaba sirviendo.
Documentos oficiales y versiones de testigos dicen que el tiroteo ocurrió a eso de las doce y media de la tarde. El tráfico se movía lentamente en la rotonda del centro, pero los conductores se hicieron a un lado cuando vieron a los SUVs. Ellos sí sabían qué hacer, y eso era no ponerse en el camino de los convoyes que pasaban frecuentemente por la ciudad, dijo Hilal, el estudiante de biología.
Hilal, 23, dice que el primer SUV se dirigió derechamente hacia él, le abolló el coche y se marchó.
"Tenía suficiente espacio para pasar", dijo Hilal. "No había razón para sospechar de mí".
Dijo que había visto a otros convoyes disparar al aire para dispersar multitudes, pero nunca disparar directamente contra coches y personas como este.
Cuando el tiroteo cesó, y el convoy desapareció, la gente corrió hacia Rabee, que había abierto la puerta del coche y estaba cayéndose en la calle. Manaba sangre de su pierna izquierda.
Bahaa Rabee corrió al lado de su padre después de recibir una llamada del hospital. Incluso cuando agonizaba, Rabee fue capaz de declarar ante la policía diciendo que había sentido balas lloviendo sobre su coche. "No sé por qué", dijo. "Quiero presentar una denuncia".
Un informe forense dice que murió por impacto de bala. Marcas de quemaduras en su pecho muestran que los médicos trataron de revivirlo usando un desfibrilador.
Safa Rabee dice que las fuerzas armadas norteamericanas le ofrecieron, a él y a su familia, compensaciones económicas, pero ellos no quieren dinero. "Yo les dije: ‘¿Crees tú que mi padre pueda volver con esos cien millones? ¿Creo que eso sirva de algo?'", le dijo al oficial de ejército.
Hilal dice que las reparaciones de su coche costaron 3.500 dólares, pero tampoco está preocupado por la reparación.
"Lo más importante es que se hizo justicia, porque un hombre inocente perdió su vida", dijo.

tina.susman@latimes.com

22 de octubre de 2007
8 de octubre de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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