la muerte y los negocios
[Ann M. Simmons] Algunos negocios iraquíes decaen con la muerte. Sus ganancias podrían disminuir, pero los iraquíes que hacen ataúdes, o alquilan tiendas para funerales, agradecen la calma.
Bagdad, Iraq. Durante los últimos seis meses, la tienda de muebles y ferretería de Ibrahim Khalaf Abbas, ha pasado de ofrecer elementos para ceremonias fúnebres a encargarse de bodas.
En el punto más álgido de la violencia sectaria que asoló Bagdad este años, seis conjuntos de equipos de propiedad de Abbas -incluyendo cientos de tiendas de rayas azules y grises, sillas de plástico y mesas de metal plegables- estuvieron constantemente arrendadas.
Sus equipos estuvieron tan demandados para las ceremonias fúnebres musulmanas tradicionales que Abbas a menudo tuvo que alquilar él mismo elementos adicionales en otras tiendas.
Cobrando hasta doscientos dólares por un set por día, el tendero estaba sacando provechosas ganancias.
Durante los días más sombríos de la violencia en Bagdad, la muerte se convirtió para muchos empresarios como Abbas en un negocio lucrativo.
Hoy, esa tendencia parece estar cambiando.
"Antes, el ambiente en la ciudad era sólo de tristeza envuelta en sangre y funerales", dice Abbas, cuya tienda está ubicada en el barrio chií de Ciudad Sáder, en Bagdad. "Ahora tenemos bodas".
Mientras Abbas hablaba, pasó un séquito de boda, con coches tocando el claxon, vítores y risas.
En los últimos meses, desde del aumento de tropas norteamericanas en febrero, los atentados han disminuido agudamente en Bagdad. La tregua del clérigo chií Muqtada Sáder, y los grupos locales de ciudadanos que están colaborando con las fuerzas norteamericanas para combatir a los insurgentes también han contribuido a la recobrada calma.
Pese a anunciar el aumento de soldados norteamericanos como un éxito, los comandante de las Fuerzas Multinacionales en Iraq advierten que los militantes no han sido reducidos, y que la meta sigue siendo la estabilidad a largo plazo.
Una reciente ola de estallidos, incluyendo un atentado con coche bomba junto a una atiborrada tienda de jugos en un barrio en el centro de Bagdad que mató a catorce personas, subrayan la tenue naturaleza de la seguridad en la capital.
"Todavía hay un enemigo con sus propios planes", dijo hace poco el contraalmirante Gregory Smith, director de la división de comunicaciones de la Fuerza Multinacional en Iraq, a periodistas en Bagdad. "Y ellos están empecinados nada menos que en anular los progresos que hemos hecho".
Pese a los últimos atentados, desde junio el número total de atentados se ha reducido en más de la mitad, de acuerdo a las fuerzas armadas norteamericanas, y muchos iraquíes dicen que el mejoramiento de la seguridad es palpable.
El mes pasado, Abbas sólo arrendó una tienda para un funeral, y el difunto no había sido víctima de la violencia, dijo el tendero.
Hoy sus elementos son usados fundamentalmente en bodas. Hay entre diez a quince bodas por semana, en comparación con las dos a tres al mes durante los peores momentos de la violencia, dijo Abbas.
Con un precio de cerca de cincuenta dólares por algunas horas, Abbas dice que su capacidad de hacer dinero no ha desaparecido.
"Ahora me siento más feliz que antes", dijo, agregando que atender bodas era más satisfactorio que ganar dinero con la muerte.
Al otro lado de la calle de la tienda de Abbas, Hussan Jassim trabaja con su padre como carpintero. Durante el punto más álgido de los atentados, le daban comisiones por los siete a diez ataúdes que debía hacer cada dos o tres semanas. (Se dice que algunos carpinteros de sepulturas cristianas hacían hasta cincuenta ataúdes al mes).
Pero según la tradición musulmana, la gente arrienda ataúdes en una mezquita para transportar el cuerpo, que es usualmente enterrado envuelto en una mortaja de tela, al cementerio, y luego devuelto a la mezquita para que lo puedan usar otros.
Si esos individuos que le pedían hacer ataúdes, era porque las mezquitas probablemente no tenían tantos, dijo Jassim.
Pero en los últimos dos meses, Jassim no ha hecho ni un solo ataúd. Ahora se gana la vida haciendo catres, armarios y otros muebles.
Aunque sus ingresos han caído fuertemente -sus ataúdes le reportaban unos cincuenta dólares cada uno, más que cualquier otro artículo que hace-, el carpintero de veinte años dice que se siente satisfecho.
"Estoy contento porque creo que la situación de seguridad es mejor, y doy gracias a Dios por ello", dijo Jassim.
El legislador Haider Abadi, miembro del Partido Dawa, un partido islámico chií, comparte ese sentimiento. En su mezquita local, los funerales pasaron a uno a tres al día cuando la violencia estaba en lo peor. Y él asistía personalmente al menos a tres funerales a la semana de gente asesinada en su zona, dijo Abadi. El mes pasado sólo asistió a un funeral.
"Esto es bastante diferente", dijo Abadi.
Funcionarios de la morgue de Bagdad confirmaron que el número de cuerpos que llega cada día se había reducido de entre veinte y setenta a principios de años, a menos de diez al día.
Aunque no está claro cuántos de los muertos son víctimas de la violencia relacionada con la guerra, fuentes policiales confirmaron que el número de muertes que se cree son producto de la violencia sectaria es de unas cinco al día, en comparación con las veinte a treinta muertes durante el verano. Los muertos son normalmente hombres, abandonados en las calles en toda la ciudad, con las manos atadas por la espalda; sus cuerpos presentan a menudo signos de haber sido torturados.
Abadi, que es presidente de la comisión parlamentaria de inversiones, confirmó que los pequeños negocios están empezando a florecer nuevamente gracias al mejoramiento de la seguridad.
Muchas tiendas y mercados han vuelto a abrir sus puertas, y los embotellamientos en el tráfico en Bagdad es un signo de que sus habitantes se sienten más seguros para movilizarse por la ciudad, dijo Abadi.
"Es muy notorio".
Y no solamente en la zona comercial.
Hace poco algo aparentemente extraño le ocurrió al conductor de ambulancias Mohammed Jassim. Se dirigió a un barrio musulmán sunní al oeste de Bagdad, recogió a una mujer embarazada y la llevó al Hospital Kindi en una zona predominantemente chií al este de Bagdad.
Seis meses atrás una misión tan de todos los días como esta habría sido prácticamente imposible, dijo el chofer chií de 25 años. Cuando la violencia asolaba la ciudad, francotiradores y terroristas atacaban a menudo a las ambulancias. Al menos once de sus colegas murieron en horas de servicio.
La mujer embarazada habría tenido que pedir una escolta policial para llevar la ambulancia a una ubicación neutra, dijo Jassim.
Recordó los a veces cincuenta viajes al día que debía hacer para transportar a los muertos y heridos a hospitales desde lugares donde habían estallado bombas. Su trabajo también implicaba recoger partes de los cuerpos, meterlos en cajas y subirlos a la ambulancia. El trabajo normalmente dejaba sus ropas salpicadas de sangre.
"Hay muchos incidentes que no puedo olvidar", dijo Jassim.
En estos días, aunque la seguridad es todavía frágil, el chofer dijo que tenía menos miedo de ir a su trabajo.
"Gracias a Dios que las cosas han cambiado", dijo. "Ahora estamos mucho mejor que antes".
En el punto más álgido de la violencia sectaria que asoló Bagdad este años, seis conjuntos de equipos de propiedad de Abbas -incluyendo cientos de tiendas de rayas azules y grises, sillas de plástico y mesas de metal plegables- estuvieron constantemente arrendadas.
Sus equipos estuvieron tan demandados para las ceremonias fúnebres musulmanas tradicionales que Abbas a menudo tuvo que alquilar él mismo elementos adicionales en otras tiendas.
Cobrando hasta doscientos dólares por un set por día, el tendero estaba sacando provechosas ganancias.
Durante los días más sombríos de la violencia en Bagdad, la muerte se convirtió para muchos empresarios como Abbas en un negocio lucrativo.
Hoy, esa tendencia parece estar cambiando.
"Antes, el ambiente en la ciudad era sólo de tristeza envuelta en sangre y funerales", dice Abbas, cuya tienda está ubicada en el barrio chií de Ciudad Sáder, en Bagdad. "Ahora tenemos bodas".
Mientras Abbas hablaba, pasó un séquito de boda, con coches tocando el claxon, vítores y risas.
En los últimos meses, desde del aumento de tropas norteamericanas en febrero, los atentados han disminuido agudamente en Bagdad. La tregua del clérigo chií Muqtada Sáder, y los grupos locales de ciudadanos que están colaborando con las fuerzas norteamericanas para combatir a los insurgentes también han contribuido a la recobrada calma.
Pese a anunciar el aumento de soldados norteamericanos como un éxito, los comandante de las Fuerzas Multinacionales en Iraq advierten que los militantes no han sido reducidos, y que la meta sigue siendo la estabilidad a largo plazo.
Una reciente ola de estallidos, incluyendo un atentado con coche bomba junto a una atiborrada tienda de jugos en un barrio en el centro de Bagdad que mató a catorce personas, subrayan la tenue naturaleza de la seguridad en la capital.
"Todavía hay un enemigo con sus propios planes", dijo hace poco el contraalmirante Gregory Smith, director de la división de comunicaciones de la Fuerza Multinacional en Iraq, a periodistas en Bagdad. "Y ellos están empecinados nada menos que en anular los progresos que hemos hecho".
Pese a los últimos atentados, desde junio el número total de atentados se ha reducido en más de la mitad, de acuerdo a las fuerzas armadas norteamericanas, y muchos iraquíes dicen que el mejoramiento de la seguridad es palpable.
El mes pasado, Abbas sólo arrendó una tienda para un funeral, y el difunto no había sido víctima de la violencia, dijo el tendero.
Hoy sus elementos son usados fundamentalmente en bodas. Hay entre diez a quince bodas por semana, en comparación con las dos a tres al mes durante los peores momentos de la violencia, dijo Abbas.
Con un precio de cerca de cincuenta dólares por algunas horas, Abbas dice que su capacidad de hacer dinero no ha desaparecido.
"Ahora me siento más feliz que antes", dijo, agregando que atender bodas era más satisfactorio que ganar dinero con la muerte.
Al otro lado de la calle de la tienda de Abbas, Hussan Jassim trabaja con su padre como carpintero. Durante el punto más álgido de los atentados, le daban comisiones por los siete a diez ataúdes que debía hacer cada dos o tres semanas. (Se dice que algunos carpinteros de sepulturas cristianas hacían hasta cincuenta ataúdes al mes).
Pero según la tradición musulmana, la gente arrienda ataúdes en una mezquita para transportar el cuerpo, que es usualmente enterrado envuelto en una mortaja de tela, al cementerio, y luego devuelto a la mezquita para que lo puedan usar otros.
Si esos individuos que le pedían hacer ataúdes, era porque las mezquitas probablemente no tenían tantos, dijo Jassim.
Pero en los últimos dos meses, Jassim no ha hecho ni un solo ataúd. Ahora se gana la vida haciendo catres, armarios y otros muebles.
Aunque sus ingresos han caído fuertemente -sus ataúdes le reportaban unos cincuenta dólares cada uno, más que cualquier otro artículo que hace-, el carpintero de veinte años dice que se siente satisfecho.
"Estoy contento porque creo que la situación de seguridad es mejor, y doy gracias a Dios por ello", dijo Jassim.
El legislador Haider Abadi, miembro del Partido Dawa, un partido islámico chií, comparte ese sentimiento. En su mezquita local, los funerales pasaron a uno a tres al día cuando la violencia estaba en lo peor. Y él asistía personalmente al menos a tres funerales a la semana de gente asesinada en su zona, dijo Abadi. El mes pasado sólo asistió a un funeral.
"Esto es bastante diferente", dijo Abadi.
Funcionarios de la morgue de Bagdad confirmaron que el número de cuerpos que llega cada día se había reducido de entre veinte y setenta a principios de años, a menos de diez al día.
Aunque no está claro cuántos de los muertos son víctimas de la violencia relacionada con la guerra, fuentes policiales confirmaron que el número de muertes que se cree son producto de la violencia sectaria es de unas cinco al día, en comparación con las veinte a treinta muertes durante el verano. Los muertos son normalmente hombres, abandonados en las calles en toda la ciudad, con las manos atadas por la espalda; sus cuerpos presentan a menudo signos de haber sido torturados.
Abadi, que es presidente de la comisión parlamentaria de inversiones, confirmó que los pequeños negocios están empezando a florecer nuevamente gracias al mejoramiento de la seguridad.
Muchas tiendas y mercados han vuelto a abrir sus puertas, y los embotellamientos en el tráfico en Bagdad es un signo de que sus habitantes se sienten más seguros para movilizarse por la ciudad, dijo Abadi.
"Es muy notorio".
Y no solamente en la zona comercial.
Hace poco algo aparentemente extraño le ocurrió al conductor de ambulancias Mohammed Jassim. Se dirigió a un barrio musulmán sunní al oeste de Bagdad, recogió a una mujer embarazada y la llevó al Hospital Kindi en una zona predominantemente chií al este de Bagdad.
Seis meses atrás una misión tan de todos los días como esta habría sido prácticamente imposible, dijo el chofer chií de 25 años. Cuando la violencia asolaba la ciudad, francotiradores y terroristas atacaban a menudo a las ambulancias. Al menos once de sus colegas murieron en horas de servicio.
La mujer embarazada habría tenido que pedir una escolta policial para llevar la ambulancia a una ubicación neutra, dijo Jassim.
Recordó los a veces cincuenta viajes al día que debía hacer para transportar a los muertos y heridos a hospitales desde lugares donde habían estallado bombas. Su trabajo también implicaba recoger partes de los cuerpos, meterlos en cajas y subirlos a la ambulancia. El trabajo normalmente dejaba sus ropas salpicadas de sangre.
"Hay muchos incidentes que no puedo olvidar", dijo Jassim.
En estos días, aunque la seguridad es todavía frágil, el chofer dijo que tenía menos miedo de ir a su trabajo.
"Gracias a Dios que las cosas han cambiado", dijo. "Ahora estamos mucho mejor que antes".
ann.simmons@latimes.com
Raheem Salman y un corresponsal especial en Bagdad contribuyeron a este reportaje.
13 de enero de 2008
15 de diciembre de 2007
©los angeles times
cc traducción mQh
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