ataques y asesinatos terminan con esperanzas
[Sabrina Tavernise] Ataques contra mezquitas y asesinatos arbitrarios acercan guerra civil.
Bagdad, Iraq. El jeque estaba en un cuarto modesto y habló quedamente sobre lo que había perdido. Le habían incendiado un edificio. Habían muerto tres fieles. No podía entender por qué.
"En la mezquita tú no eres ni sunní ni chií", dijo el jeque, Abdel Rahman Mahmoud, 74, cuyo patio estaba cubierto de fragmentos de cristal azul y chamuscados pedazos de papel del incendio provocado por alborotadores religiosos la semana pasada. "Para la gente somos neutrales".
Aquí en este vecindario mixto de Zayuna, sunníes, chiíes y cristianos viven lado a lado, y los vecinos se han sentido siempre inmunes ante la violencia sectaria. Así que cuando estalló el jueves pasado, también se hicieron pedazo muchas entrañables creencias.
"Pensaba que Iraq volvería algún día", dijo Shirouq Abayachi, un vecino de Zayuna que estaba reflexionando con sus amigas sobre el destino de su país en un club social en el centro de Bagdad el jueves. "Ahora, el Iraq que quiero, no puede volver. No hay nada con que reconstruir".
Más allá de los pequeños cambios en las cuadras de la ciudad -donde un chií bajaba una bandera de festivo y clérigos sunníes manejaban ametralladoras mientras escudriñaban a través de los portales-, es un gran cambio de opinión. No era la intensidad de la violencia, a la que los iraquíes se han acostumbrado amargamente, sino su textura. Uno iraquíes han atacado a otros sobre la base de su confesión, con una violencia que pocos aquí habrían imaginado en la época de la invasión estadounidense hace tres años.
Los iraquíes de Zanuya querían desesperadamente que no fuese verdad; la frase "los iraquíes somos hermanos" estaba en los labios de todo el mundo. Una vez que miraban debajo, muchos se alejaban, no queriendo ver más; algunos, como Abayachi, se quedaban paralizados.
"Quizás veo ahora más claramente el final", dijo, mientras almorzaba ensaladas y un cóctel. "El fin de Iraq".
El descenso en la violencia en Zayuna, una afluente área de cuidados bordes y tiendas que venden Swatches en el centro de Bagdad, no puso a unos vecinos contra otros. Eran bandas armadas, parecía, en su mayor parte de otras áreas.
Pero el vecindario había cambiado de todos modos; sus vecinos sunníes se sentían atemorizados, y algunos de sus vecinos chiíes estaban avergonzados.
Uno de los peores ataques contra el vecindario fue contra la mezquita del jeque Mahmoud, Al Kazaz, que es sunní, pero atrae a muchos feligreses chiíes. El jueves poco después de las tres de la tarde, hombres armados lanzaron gasolina contra las paredes de un vestíbulo ceremonial dentro de su portal exterior, y quemaron el edificio.
Luego empujaron a tres feligreses -Kadham Chalub al-Jubouri, Mahmud Jawad al-Korui y Suaad Baha al-Biati- hacia sus coches. Jubouri, 73, resistió y cayó al suelo, pero fue finalmente metido al coche, dijo Faak Abbas, un chií que vio a la temerosa procesión desde su tienda de teléfonos al otro lado de la calle. Sus cuerpos aparecieron más tarde en la morgue de la ciudad.
"Los vimos, pero no podíamos hacer nada", dijo Abbas, cuyo socio es sunní. "Traté de acercarme para hablar con ellos, pero estaban dispuestos a matar a cualquiera".
"Podías ver que los hombres estaban llorando", dijo, mirando hacia afuera por la ventana de su pequeña tienda el martes.
Nadie sabe en realidad quiénes eran los hombres ni qué querían. Algunos residentes dijeron que los hombres habían llegado preguntando por unos nombres. Abayachi dijo que habían pasado por su calle el viernes en seis Land Cruisers blancos buscando a un vecino de la casa No. 20, pero cuando no pudieron encontrarlo golpearon a un hombre que salía de la casa de al lado.
Fadhel Abbas Hussein, parado en el patio de la mezquita Tyba en otra parte de Zayuna, dijo que los hombres que habían atacado su mezquita gritaron que eran del Ejército Mahdi, una banda de chiíes pobres que son leales al clérigo rebelde anti-norteamericano, Moqtada al-Sáder.
"Dijeron que había alguien que estaba buscando que estaba dentro de la mezquita", dijo Hussein, tocando las cuentas de oración de color naranja, con un rifle de asalto AK-47 colgado de su espalda.
Un joven feligrés, Muhammad Majid, djo que dudaba que los hombres fueran en realidad del Ejército Mahdi precisamente porque lo habían gritado para que oyera todo el vecindario. Además, dijo, muchas de las bandas de ladrones ese día se hacían pasar por milicianos Mahdi, llevando el típico uniforme negro de la milicia.
En otro incidente, una mezquita cercana que estaba siendo protegida por puestos de control de milicianos Mahdi fue casi dominada por otros milicianos que también dijeron ser el Ejército Mahdi. Se provocó una larga discusión, dijo.
Una de las sorpresas más grandes para los sunníes fue que los chiíes, que durante mucho tiempo han seguido las órdenes de sus jefes religiosos, parecían repentinamente ignorarlos. Lo que resultó fue un descenso tan rápido en la violencia que muchos se sintieron poco preparados, y en Zayuna esta semana las mezquitas estaban tomando precauciones para que no volviera a ocurrir.
Había unos hombres en el patio de la mezquita de Janabi el lunes tarde, algunos reparando cables eléctricos, otros custodiando las entradas. La mezquita triplicó sus guardias desde la semana pasada, dijeron los trabajadores.
"Iraq ha tenido muchas explosiones en mezquitas e iglesias", dijo un hombre con ropa de trabajo que sólo dijo su nombre de pila, Abu Nofal. "No esperábamos que fuera a ocurrir algo así tan rápidamente".
Los vecinos de Zayuna creen que nadie les protege, menos los americanos, que según dijeron no estaban en ninguna parte durante los ataques. (Funcionarios estadounidenses disputan esa versión, y dice que durante la semana se incrementaron agudamente las patrullas).
En verdad, era difícil precisar cualquier cosa. Se impuso un toque de queda durante tres días, y la gente pasó la mayor parte del tiempo metida en casa, hablando por teléfono. Las suposiciones exageradas sobre el tamaño y escala de los asesinatos cogieron vuelo.
En tiempos de crisis en Iraq, la "verdad se pierde y empieza a flotar", dijo Kadham al-Moqtadi, profesor en el departamento de medios de comunicación de la Universidad de Bagdad. "La sociedad iraquí es una sociedad de rumores. Cuando se produce un rumor, la realidad desaparece dentro de él".
Los sesgos políticos iraquíes también tuvieron su parte, dijo, ya que los canales de televisión, muchos de los cuales están asociados a partidos chiíes y sunníes, ofrecieron sus propias, coloridas versiones de los acontecimientos. El canal Furat, de propiedad de un partido religioso chií, afirmó que los sunníes de la occidental provincia de Anbar apoyaban a los extremistas islámicos.
"Dicen eso en momentos tan críticos", dijo Moqtadi, que agregó que el viernes los canales había morigerado su cobertura.
Los vecinos de Zayuna volvieron a sus trabajos esta semana con nuevas cautelas. Colegas sunníes y chiíes condenaron la violencia unánimemente, pero parecían tener opiniones diferentes sobre lo que significaba. Tahsin al-Shekhli, profesor de ciencias informáticas y sunní, pasó el martes en la mañana en la Universidad de Bagdad, donde habló con algunos amigos chiíes.
"Dijeron que fue una tragedia, una horrible tragedia", dijo. "Pero los que hablaron francamente dijeron que algo se tenía que hacer para vengarse. Era lo que sentían que debía hacerse".
La violencia aceleró un proceso de cristalización que empezó hace meses. La emigración sectaria, al menos en algunas áreas, aumentó. Familias chiíes de áreas volátiles al norte y oeste de Bagdad huyeron de sus casas después de recibir amenazas de sunníes. Se trató de unas diez familias, aunque líderes políticos chiíes dijeron que eran alrededor de sesenta.
Rasoul Shahar, un hombre en la veintena, y su familia de 11, salieron el sábado de Tarmiya, al norte de Bagdad, a pie, después de amenazas sunníes.
"Dijeron: ‘Vosotros empezasteis esto’", dijo Shahar el martes, en un cuarto en el centro juvenil donde aloja con otras familias. "Habéis destruido nuestras mezquitas, así que tenéis que marcharos".
A medida que caía la tarde en el club social, los huéspedes empezaron a marcharse, pero Abayachi estaba todavía pensando.
"Iraq está cambiando rápidamente, a cada hora", dijo. "Pero ¿qué vendrá después del fin de Iraq? Yo no lo sé".
"En la mezquita tú no eres ni sunní ni chií", dijo el jeque, Abdel Rahman Mahmoud, 74, cuyo patio estaba cubierto de fragmentos de cristal azul y chamuscados pedazos de papel del incendio provocado por alborotadores religiosos la semana pasada. "Para la gente somos neutrales".
Aquí en este vecindario mixto de Zayuna, sunníes, chiíes y cristianos viven lado a lado, y los vecinos se han sentido siempre inmunes ante la violencia sectaria. Así que cuando estalló el jueves pasado, también se hicieron pedazo muchas entrañables creencias.
"Pensaba que Iraq volvería algún día", dijo Shirouq Abayachi, un vecino de Zayuna que estaba reflexionando con sus amigas sobre el destino de su país en un club social en el centro de Bagdad el jueves. "Ahora, el Iraq que quiero, no puede volver. No hay nada con que reconstruir".
Más allá de los pequeños cambios en las cuadras de la ciudad -donde un chií bajaba una bandera de festivo y clérigos sunníes manejaban ametralladoras mientras escudriñaban a través de los portales-, es un gran cambio de opinión. No era la intensidad de la violencia, a la que los iraquíes se han acostumbrado amargamente, sino su textura. Uno iraquíes han atacado a otros sobre la base de su confesión, con una violencia que pocos aquí habrían imaginado en la época de la invasión estadounidense hace tres años.
Los iraquíes de Zanuya querían desesperadamente que no fuese verdad; la frase "los iraquíes somos hermanos" estaba en los labios de todo el mundo. Una vez que miraban debajo, muchos se alejaban, no queriendo ver más; algunos, como Abayachi, se quedaban paralizados.
"Quizás veo ahora más claramente el final", dijo, mientras almorzaba ensaladas y un cóctel. "El fin de Iraq".
El descenso en la violencia en Zayuna, una afluente área de cuidados bordes y tiendas que venden Swatches en el centro de Bagdad, no puso a unos vecinos contra otros. Eran bandas armadas, parecía, en su mayor parte de otras áreas.
Pero el vecindario había cambiado de todos modos; sus vecinos sunníes se sentían atemorizados, y algunos de sus vecinos chiíes estaban avergonzados.
Uno de los peores ataques contra el vecindario fue contra la mezquita del jeque Mahmoud, Al Kazaz, que es sunní, pero atrae a muchos feligreses chiíes. El jueves poco después de las tres de la tarde, hombres armados lanzaron gasolina contra las paredes de un vestíbulo ceremonial dentro de su portal exterior, y quemaron el edificio.
Luego empujaron a tres feligreses -Kadham Chalub al-Jubouri, Mahmud Jawad al-Korui y Suaad Baha al-Biati- hacia sus coches. Jubouri, 73, resistió y cayó al suelo, pero fue finalmente metido al coche, dijo Faak Abbas, un chií que vio a la temerosa procesión desde su tienda de teléfonos al otro lado de la calle. Sus cuerpos aparecieron más tarde en la morgue de la ciudad.
"Los vimos, pero no podíamos hacer nada", dijo Abbas, cuyo socio es sunní. "Traté de acercarme para hablar con ellos, pero estaban dispuestos a matar a cualquiera".
"Podías ver que los hombres estaban llorando", dijo, mirando hacia afuera por la ventana de su pequeña tienda el martes.
Nadie sabe en realidad quiénes eran los hombres ni qué querían. Algunos residentes dijeron que los hombres habían llegado preguntando por unos nombres. Abayachi dijo que habían pasado por su calle el viernes en seis Land Cruisers blancos buscando a un vecino de la casa No. 20, pero cuando no pudieron encontrarlo golpearon a un hombre que salía de la casa de al lado.
Fadhel Abbas Hussein, parado en el patio de la mezquita Tyba en otra parte de Zayuna, dijo que los hombres que habían atacado su mezquita gritaron que eran del Ejército Mahdi, una banda de chiíes pobres que son leales al clérigo rebelde anti-norteamericano, Moqtada al-Sáder.
"Dijeron que había alguien que estaba buscando que estaba dentro de la mezquita", dijo Hussein, tocando las cuentas de oración de color naranja, con un rifle de asalto AK-47 colgado de su espalda.
Un joven feligrés, Muhammad Majid, djo que dudaba que los hombres fueran en realidad del Ejército Mahdi precisamente porque lo habían gritado para que oyera todo el vecindario. Además, dijo, muchas de las bandas de ladrones ese día se hacían pasar por milicianos Mahdi, llevando el típico uniforme negro de la milicia.
En otro incidente, una mezquita cercana que estaba siendo protegida por puestos de control de milicianos Mahdi fue casi dominada por otros milicianos que también dijeron ser el Ejército Mahdi. Se provocó una larga discusión, dijo.
Una de las sorpresas más grandes para los sunníes fue que los chiíes, que durante mucho tiempo han seguido las órdenes de sus jefes religiosos, parecían repentinamente ignorarlos. Lo que resultó fue un descenso tan rápido en la violencia que muchos se sintieron poco preparados, y en Zayuna esta semana las mezquitas estaban tomando precauciones para que no volviera a ocurrir.
Había unos hombres en el patio de la mezquita de Janabi el lunes tarde, algunos reparando cables eléctricos, otros custodiando las entradas. La mezquita triplicó sus guardias desde la semana pasada, dijeron los trabajadores.
"Iraq ha tenido muchas explosiones en mezquitas e iglesias", dijo un hombre con ropa de trabajo que sólo dijo su nombre de pila, Abu Nofal. "No esperábamos que fuera a ocurrir algo así tan rápidamente".
Los vecinos de Zayuna creen que nadie les protege, menos los americanos, que según dijeron no estaban en ninguna parte durante los ataques. (Funcionarios estadounidenses disputan esa versión, y dice que durante la semana se incrementaron agudamente las patrullas).
En verdad, era difícil precisar cualquier cosa. Se impuso un toque de queda durante tres días, y la gente pasó la mayor parte del tiempo metida en casa, hablando por teléfono. Las suposiciones exageradas sobre el tamaño y escala de los asesinatos cogieron vuelo.
En tiempos de crisis en Iraq, la "verdad se pierde y empieza a flotar", dijo Kadham al-Moqtadi, profesor en el departamento de medios de comunicación de la Universidad de Bagdad. "La sociedad iraquí es una sociedad de rumores. Cuando se produce un rumor, la realidad desaparece dentro de él".
Los sesgos políticos iraquíes también tuvieron su parte, dijo, ya que los canales de televisión, muchos de los cuales están asociados a partidos chiíes y sunníes, ofrecieron sus propias, coloridas versiones de los acontecimientos. El canal Furat, de propiedad de un partido religioso chií, afirmó que los sunníes de la occidental provincia de Anbar apoyaban a los extremistas islámicos.
"Dicen eso en momentos tan críticos", dijo Moqtadi, que agregó que el viernes los canales había morigerado su cobertura.
Los vecinos de Zayuna volvieron a sus trabajos esta semana con nuevas cautelas. Colegas sunníes y chiíes condenaron la violencia unánimemente, pero parecían tener opiniones diferentes sobre lo que significaba. Tahsin al-Shekhli, profesor de ciencias informáticas y sunní, pasó el martes en la mañana en la Universidad de Bagdad, donde habló con algunos amigos chiíes.
"Dijeron que fue una tragedia, una horrible tragedia", dijo. "Pero los que hablaron francamente dijeron que algo se tenía que hacer para vengarse. Era lo que sentían que debía hacerse".
La violencia aceleró un proceso de cristalización que empezó hace meses. La emigración sectaria, al menos en algunas áreas, aumentó. Familias chiíes de áreas volátiles al norte y oeste de Bagdad huyeron de sus casas después de recibir amenazas de sunníes. Se trató de unas diez familias, aunque líderes políticos chiíes dijeron que eran alrededor de sesenta.
Rasoul Shahar, un hombre en la veintena, y su familia de 11, salieron el sábado de Tarmiya, al norte de Bagdad, a pie, después de amenazas sunníes.
"Dijeron: ‘Vosotros empezasteis esto’", dijo Shahar el martes, en un cuarto en el centro juvenil donde aloja con otras familias. "Habéis destruido nuestras mezquitas, así que tenéis que marcharos".
A medida que caía la tarde en el club social, los huéspedes empezaron a marcharse, pero Abayachi estaba todavía pensando.
"Iraq está cambiando rápidamente, a cada hora", dijo. "Pero ¿qué vendrá después del fin de Iraq? Yo no lo sé".
Omar al-Neami, Mona Mahmoud y Qais Mizher contribuyeron a este reportaje.
1 de marzo de 2006
©new york times
©traducción mQh
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