milicias chiíes aplican leyes islamitas
[Edward Wong y Sabrina Tavernise] Sangrientos ataques revelan poder de milicias chiíes que empujan el país a la guerra civil.
Bagdad, Iraq. La violencia sectaria que ha sacudido a Iraq esta semana ha demostrado el poder que tienen aquí muchas milicias para empujar al país a una guerra civil a toda escala, y lo difícil que será para el estado impedirla, dijeron hoy funcionarios iraquíes y estadounidenses.
Las milicias representan una doble amenaza para el futuro de Iraq: existen como bandas de delicuentes merodeadores, como quedó en claro con la violencia del miércoles, y son miembros legítimos del ejército y la policía iraquíes.
El atentado insurgente contra un importante santuario chií el miércoles, seguido por una ola de asesinatos de sunníes, ha dejado a los partidos políticos de todas las tendencias aferrándose más que nunca a sus ejércitos privados, complicando los intentos de Estados Unidos de persuadir a los iraquíes de que desmantelen las milicias.
Los ataques, la mayoría de ellos cometidos por milicianos chiíes, fueron inquietantes no sólo porque ocasionaron la muerte de al menos 170 personas en todo Iraq, sino también porque mostraron lo enraizadas que están las milicias en las fuerzas del gobierno. La policía iraquí, dirigida por un partido político chií, se mantuvo impasible durante los ataques.
Ahora, después de mirar impotentes como se incendiaban sus casas y mezquitas, muchos sunníes dicen que deberían tener el derecho de formar sus propias milicias.
Por su parte, líderes políticos y clérigos chiíes dicen que tienen motivos justificados para conservar sus ejércitos privados -e incluso fortalecerlos-, incluyendo las unidades que tienen en las fuerzas de seguridad del gobierno, pues quieren impedir atentados como el que destruyó el miércoles la cúpula dorada del santuario de Askariya, en Samarra.
Esa posición amenaza con descarrilar los intentos estadounidenses, especialmente del embajador Zalmay Khalilzad, de persuadir a los líderes chiíes de disolver sus milicias y purgar a los agentes de policía y soldados con lazos de lealtad con sus propias sectas antes que con el estado. Eso es esencial para el proceso de formación de un gobierno que sea creíble para todos los grupos religiosos y étnicos de Iraq.
Las denuncias de los líderes chiíes contra Khalilzad, que insinuó el lunes que los estadounidenses pueden suspender el pago a las fuerzas de seguridad que son administradas según intereses confesionales, dejaron en claro que esa posición se ha endurecido. "Hemos decidido incorporar milicias en las fuerzas de seguridad iraquíes y es una decisión que mantendremos", dijo en una entrevista telefónica Jadi al-Amari, el jefe de la Organización Báder, una milicia chií de mil hombres. Debido a que en la primavera pasada los chiíes se hicieron con el control del ministerio del Interior, los miembros de Báder han inflado las filas de la policía.
Khalilzad estaba tratando de "impedir que los chiíes se hicieran con la cartera de seguridad", agregó. "La cartera de seguridad es un ministerio crucial, y no lo abandonaremos".
Desde el derrocamiento de Saddam Hussein, oficiales americanos han tratado sin éxito de desmantelar la miríada de ejércitos privados en Iraq, desde los pesh merga kurdos en las montañas en el norte, hasta la milicianos vestidos de negro del Ejército Mahdi, que patrullan los enclaves chiíes pobres en Bagdad y Basra. La Autoridad Provisional de la Coalición tenía planes de obligar a los líderes iraquíes a disolver las milicias, pero nunca lo lograron. Los estadounidenses tampoco insistieron sobre el asunto, incluso después de aplastar dos insurrecciones del Ejército Mahdi en 2004.
La persistencia del Ejército Mahdi, la milicia de Moqtada al-Sáder, el fanático clérigo chií, ilustra el reto al que hacen frente los americanos en Iraq. Una organización de base, operan abiertamente en las calles, como hizo esta semana, cuando hombres jóvenes armados con rifles Kalashnikov atacaron mezquitas sunníes, y dentro del sistema, donde sus miembros actúan como agentes de policía con uniformes oficiales y patrullando la ciudad en coches policiales.
Aunque muchos líderes chiíes han denunciado las represalias contra los sunníes esta semana, ninguno de ellos ha atacado al Ejército Mahdi ni ha pedido su desmantelamiento. Eso en sí mismo es una clara indicación de que los políticos consideran a las milicias como protectoras de los intereses chiíes tras el atentado contra el santuario.
Esos líderes políticos que no tienen milicias, especialmente los sunníes, dicen que se sienten más impotentes que nunca en este cambiante paisaje de ejércitos privados.
"Cualquiera que tenga una milicia, tiene poder", dijo Adnan Pachachi, ex ministro de Relaciones Exteriores y miembro del recién elegido parlamento. "El Ejército Mahdi, Báder, los insurgentes, esos son los que tienen poder. Tienen armas, se pueden movilizar y están determinados. No es una cuestión de líderes políticos, sino de armas y municiones".
Mahmoud al-Mashhadany, un importante funcionario del bloque político sunní, dijo que los violentos milicianos chiíes esta semana, y la pasividad de la policía dejaba en claro que "estamos solos en el campo". Agregó: "Los kurdos tienen sus milicias y son parte del ejército. Los chiíes dominan el gobierno. Nosotros estamos solos en nuestras mezquitas".
Incluso antes del estallido de violencia, los barrios sunníes en Bagdad estuvieron debatiendo sobre la idea de organizar sus propias fuerzas de protección. En la provincia sunní de Anbar, el bastión occidental de la resistencia, han emergido informes sobre personas que están formando un ejército privado llamado los Revolucionarios de Anbar.
Khalilzad ha estado tratando de mitigar los temores sunníes presionando a los chiíes conservadores para que entreguen el ministerio del Interior, que supervisa 120 mil agentes de policía y comandos. Están siendo adiestrados por asesores militares estadounidenses, que los supervisan pero no controlan directamente.
El atentado contra el santuario dejó al embajador con considerable menos influencia, porque los chiíes dicen ahora que su bienestar depende de su control de las fuerzas de seguridad. El viernes, Khalilzad, hablando con periodistas, no explicó el plan americano para tratar a las milicias, y dijo simplemente que el problema tendría que ser solucionado por el gobierno iraquí en los próximos cuatro años, que todavía tiene que ser formado.
"Las milicias son un problema que debe resolver el próximo gobierno", dijo. "Iraq necesita un ejército nacional fuerte, una policía nacional fuerte. Necesita armas en las manos de aquellos autorizados para portarlas".
El viernes el Pentágono dio a conocer un informe trimestral de evaluación exigido por el Congreso que incluía una advertencia sobre la continuada naturaleza confesional de las fuerzas policiales. "La infiltración por los rebeldes y la influencia de las milicias siguen siendo una preocupación para el ministerio del Interior", dice el informe. "Muchos agentes de policía en servicio activo, especialmente en el sur, tienen lazos con milicias chiíes".
La introducción de las milicias en las fuerzas de seguridad fue rápido y discreto. Poco después de que el gobierno chií llegara al poder en la primavera pasada y Bayan Jabr, un importante político chií, se convirtiera en ministro del Interior, empezó una purga en la que fueron despedidos 140 oficiales de alto rango, cuyos puestos fueron ocupados por chiíes y aliados políticos de los chiíes, de acuerdo a varios ex funcionarios del ministerio que conservaron el anonimato por temor a represalias. Además, campañas de reclutamiento lograron meter en las fuerzas de seguridad a cientos de chiíes, que, muchos de ellos, se identifican más fuertemente con sus partidos políticos que con el estado iraquí.
En verano, un asesor del gobierno norteamericano en el ministerio, Mathew Sherman, recordó por escrito en sus apuntes que "el ministerio está siendo infiltrado por las milicias y la gente de Báder".
Cuando Sherman dio a conocer sus preocupaciones, Jabr, un erudito, fluido hablante de inglés, juró ocuparse del problema. Jabr ha reconocido que 2500 miembros de la Organización Báder han sido incorporados a la plantilla de pago, pero funcionarios americanos e iraquíes dicen que la cifra es mucho más alta.
"Estaban pasando un montón de cosas entre bastidores", dijo Sherman, que dejó su trabajo en diciembre. "Para cuando descubrimos de qué se trataba, se estaba derrumbando todo".
Incluso si lo quiere hacer, el nuevo gobierno hará frente a un serio reto a la hora de extirpar a las milicias de las fuerzas de seguridad. En los últimos dos meses, una nueva ronda de purgas tomó lugar en el ministerio, de acuerdo a Sherman y tres funcionarios iraquíes que todavía trabajan en el ministerio. Unos 20 altos funcionarios, la mayoría sunníes, han perdido sus trabajos, incluyendo al jefe de policía de Bagdad, que era ampliamente respetado entre los iraquíes y oficiales militares americanos. La decisión, dijeron los ex funcionarios, era un intento de los partidos chiíes de fortalecer su control del ministerio antes de que se forme el nuevo gobierno.
Las milicias usan sus posiciones en la policía para fomentar sus ambiciones de sus partidos políticos. Los milicianos del Ejército Mahdi -la mayoría de ellos en Bagdad entre la policía de la ciudad y un cuerpo paramilitar llamado Brigada Orden Público, así como en las unidades policiales del sur- fueron descubiertos en otoño pasado utilizando coches policiales para aplicar los edictos de los llamados ‘comités de castigo’ musulmanes, de acuerdo a un importante oficial americano cuyas fuerzas descubrieron la práctica pero no están autorizados a referirse públicamente al tema.
Además, el oficial dijo que el ministro de Transporte, un ayudante de Sáder, trató de hacerse con el control del Aeropuerto Internacional de Bagdad reclutando a miembros del Ejército Mahdi para las fuerzas de seguridad que lo protegen.
Más allá de los ahora familiares informes sobre los escuadrones de la muerte y cámaras de tortura operadas bajo cobertura del gobierno, también hay casos de hombres con uniformes de policía que cometen delitos comunes, minando todavía más la confianza pública en una institución debilitada.
Fatin Sattar, ama de casa en el sudeste de Bagdad, dijo que su marido fue asesinado a balazos el año pasado por varios hombres con los uniformes de la policía iraquí que robaban en una casa vecina. Asumiendo que era agentes de la policía, el marido, él mismo funcionario del ministerio del Interior, se acercó a los hombres amistosamente.
Entre bastidores los militares americanos han estado desplegando esfuerzos para frenar a las unidades policiales con milicianos. Oficiales americanos dicen que están considerando un plan que colocaría más asesores estadounidenses en la policía y en las unidades de comando de la policía iraquí. En otoño pasado, funcionarios estadounidenses propusieron inclusive transferir la supervisión de los comandos a menudos indisciplinados del ministerio del Interior al de Defensa, donde los militares americanos tienen control operacional directo. Los líderes chiíes rechazaron la propuesta.
Las milicias representan una doble amenaza para el futuro de Iraq: existen como bandas de delicuentes merodeadores, como quedó en claro con la violencia del miércoles, y son miembros legítimos del ejército y la policía iraquíes.
El atentado insurgente contra un importante santuario chií el miércoles, seguido por una ola de asesinatos de sunníes, ha dejado a los partidos políticos de todas las tendencias aferrándose más que nunca a sus ejércitos privados, complicando los intentos de Estados Unidos de persuadir a los iraquíes de que desmantelen las milicias.
Los ataques, la mayoría de ellos cometidos por milicianos chiíes, fueron inquietantes no sólo porque ocasionaron la muerte de al menos 170 personas en todo Iraq, sino también porque mostraron lo enraizadas que están las milicias en las fuerzas del gobierno. La policía iraquí, dirigida por un partido político chií, se mantuvo impasible durante los ataques.
Ahora, después de mirar impotentes como se incendiaban sus casas y mezquitas, muchos sunníes dicen que deberían tener el derecho de formar sus propias milicias.
Por su parte, líderes políticos y clérigos chiíes dicen que tienen motivos justificados para conservar sus ejércitos privados -e incluso fortalecerlos-, incluyendo las unidades que tienen en las fuerzas de seguridad del gobierno, pues quieren impedir atentados como el que destruyó el miércoles la cúpula dorada del santuario de Askariya, en Samarra.
Esa posición amenaza con descarrilar los intentos estadounidenses, especialmente del embajador Zalmay Khalilzad, de persuadir a los líderes chiíes de disolver sus milicias y purgar a los agentes de policía y soldados con lazos de lealtad con sus propias sectas antes que con el estado. Eso es esencial para el proceso de formación de un gobierno que sea creíble para todos los grupos religiosos y étnicos de Iraq.
Las denuncias de los líderes chiíes contra Khalilzad, que insinuó el lunes que los estadounidenses pueden suspender el pago a las fuerzas de seguridad que son administradas según intereses confesionales, dejaron en claro que esa posición se ha endurecido. "Hemos decidido incorporar milicias en las fuerzas de seguridad iraquíes y es una decisión que mantendremos", dijo en una entrevista telefónica Jadi al-Amari, el jefe de la Organización Báder, una milicia chií de mil hombres. Debido a que en la primavera pasada los chiíes se hicieron con el control del ministerio del Interior, los miembros de Báder han inflado las filas de la policía.
Khalilzad estaba tratando de "impedir que los chiíes se hicieran con la cartera de seguridad", agregó. "La cartera de seguridad es un ministerio crucial, y no lo abandonaremos".
Desde el derrocamiento de Saddam Hussein, oficiales americanos han tratado sin éxito de desmantelar la miríada de ejércitos privados en Iraq, desde los pesh merga kurdos en las montañas en el norte, hasta la milicianos vestidos de negro del Ejército Mahdi, que patrullan los enclaves chiíes pobres en Bagdad y Basra. La Autoridad Provisional de la Coalición tenía planes de obligar a los líderes iraquíes a disolver las milicias, pero nunca lo lograron. Los estadounidenses tampoco insistieron sobre el asunto, incluso después de aplastar dos insurrecciones del Ejército Mahdi en 2004.
La persistencia del Ejército Mahdi, la milicia de Moqtada al-Sáder, el fanático clérigo chií, ilustra el reto al que hacen frente los americanos en Iraq. Una organización de base, operan abiertamente en las calles, como hizo esta semana, cuando hombres jóvenes armados con rifles Kalashnikov atacaron mezquitas sunníes, y dentro del sistema, donde sus miembros actúan como agentes de policía con uniformes oficiales y patrullando la ciudad en coches policiales.
Aunque muchos líderes chiíes han denunciado las represalias contra los sunníes esta semana, ninguno de ellos ha atacado al Ejército Mahdi ni ha pedido su desmantelamiento. Eso en sí mismo es una clara indicación de que los políticos consideran a las milicias como protectoras de los intereses chiíes tras el atentado contra el santuario.
Esos líderes políticos que no tienen milicias, especialmente los sunníes, dicen que se sienten más impotentes que nunca en este cambiante paisaje de ejércitos privados.
"Cualquiera que tenga una milicia, tiene poder", dijo Adnan Pachachi, ex ministro de Relaciones Exteriores y miembro del recién elegido parlamento. "El Ejército Mahdi, Báder, los insurgentes, esos son los que tienen poder. Tienen armas, se pueden movilizar y están determinados. No es una cuestión de líderes políticos, sino de armas y municiones".
Mahmoud al-Mashhadany, un importante funcionario del bloque político sunní, dijo que los violentos milicianos chiíes esta semana, y la pasividad de la policía dejaba en claro que "estamos solos en el campo". Agregó: "Los kurdos tienen sus milicias y son parte del ejército. Los chiíes dominan el gobierno. Nosotros estamos solos en nuestras mezquitas".
Incluso antes del estallido de violencia, los barrios sunníes en Bagdad estuvieron debatiendo sobre la idea de organizar sus propias fuerzas de protección. En la provincia sunní de Anbar, el bastión occidental de la resistencia, han emergido informes sobre personas que están formando un ejército privado llamado los Revolucionarios de Anbar.
Khalilzad ha estado tratando de mitigar los temores sunníes presionando a los chiíes conservadores para que entreguen el ministerio del Interior, que supervisa 120 mil agentes de policía y comandos. Están siendo adiestrados por asesores militares estadounidenses, que los supervisan pero no controlan directamente.
El atentado contra el santuario dejó al embajador con considerable menos influencia, porque los chiíes dicen ahora que su bienestar depende de su control de las fuerzas de seguridad. El viernes, Khalilzad, hablando con periodistas, no explicó el plan americano para tratar a las milicias, y dijo simplemente que el problema tendría que ser solucionado por el gobierno iraquí en los próximos cuatro años, que todavía tiene que ser formado.
"Las milicias son un problema que debe resolver el próximo gobierno", dijo. "Iraq necesita un ejército nacional fuerte, una policía nacional fuerte. Necesita armas en las manos de aquellos autorizados para portarlas".
El viernes el Pentágono dio a conocer un informe trimestral de evaluación exigido por el Congreso que incluía una advertencia sobre la continuada naturaleza confesional de las fuerzas policiales. "La infiltración por los rebeldes y la influencia de las milicias siguen siendo una preocupación para el ministerio del Interior", dice el informe. "Muchos agentes de policía en servicio activo, especialmente en el sur, tienen lazos con milicias chiíes".
La introducción de las milicias en las fuerzas de seguridad fue rápido y discreto. Poco después de que el gobierno chií llegara al poder en la primavera pasada y Bayan Jabr, un importante político chií, se convirtiera en ministro del Interior, empezó una purga en la que fueron despedidos 140 oficiales de alto rango, cuyos puestos fueron ocupados por chiíes y aliados políticos de los chiíes, de acuerdo a varios ex funcionarios del ministerio que conservaron el anonimato por temor a represalias. Además, campañas de reclutamiento lograron meter en las fuerzas de seguridad a cientos de chiíes, que, muchos de ellos, se identifican más fuertemente con sus partidos políticos que con el estado iraquí.
En verano, un asesor del gobierno norteamericano en el ministerio, Mathew Sherman, recordó por escrito en sus apuntes que "el ministerio está siendo infiltrado por las milicias y la gente de Báder".
Cuando Sherman dio a conocer sus preocupaciones, Jabr, un erudito, fluido hablante de inglés, juró ocuparse del problema. Jabr ha reconocido que 2500 miembros de la Organización Báder han sido incorporados a la plantilla de pago, pero funcionarios americanos e iraquíes dicen que la cifra es mucho más alta.
"Estaban pasando un montón de cosas entre bastidores", dijo Sherman, que dejó su trabajo en diciembre. "Para cuando descubrimos de qué se trataba, se estaba derrumbando todo".
Incluso si lo quiere hacer, el nuevo gobierno hará frente a un serio reto a la hora de extirpar a las milicias de las fuerzas de seguridad. En los últimos dos meses, una nueva ronda de purgas tomó lugar en el ministerio, de acuerdo a Sherman y tres funcionarios iraquíes que todavía trabajan en el ministerio. Unos 20 altos funcionarios, la mayoría sunníes, han perdido sus trabajos, incluyendo al jefe de policía de Bagdad, que era ampliamente respetado entre los iraquíes y oficiales militares americanos. La decisión, dijeron los ex funcionarios, era un intento de los partidos chiíes de fortalecer su control del ministerio antes de que se forme el nuevo gobierno.
Las milicias usan sus posiciones en la policía para fomentar sus ambiciones de sus partidos políticos. Los milicianos del Ejército Mahdi -la mayoría de ellos en Bagdad entre la policía de la ciudad y un cuerpo paramilitar llamado Brigada Orden Público, así como en las unidades policiales del sur- fueron descubiertos en otoño pasado utilizando coches policiales para aplicar los edictos de los llamados ‘comités de castigo’ musulmanes, de acuerdo a un importante oficial americano cuyas fuerzas descubrieron la práctica pero no están autorizados a referirse públicamente al tema.
Además, el oficial dijo que el ministro de Transporte, un ayudante de Sáder, trató de hacerse con el control del Aeropuerto Internacional de Bagdad reclutando a miembros del Ejército Mahdi para las fuerzas de seguridad que lo protegen.
Más allá de los ahora familiares informes sobre los escuadrones de la muerte y cámaras de tortura operadas bajo cobertura del gobierno, también hay casos de hombres con uniformes de policía que cometen delitos comunes, minando todavía más la confianza pública en una institución debilitada.
Fatin Sattar, ama de casa en el sudeste de Bagdad, dijo que su marido fue asesinado a balazos el año pasado por varios hombres con los uniformes de la policía iraquí que robaban en una casa vecina. Asumiendo que era agentes de la policía, el marido, él mismo funcionario del ministerio del Interior, se acercó a los hombres amistosamente.
Entre bastidores los militares americanos han estado desplegando esfuerzos para frenar a las unidades policiales con milicianos. Oficiales americanos dicen que están considerando un plan que colocaría más asesores estadounidenses en la policía y en las unidades de comando de la policía iraquí. En otoño pasado, funcionarios estadounidenses propusieron inclusive transferir la supervisión de los comandos a menudos indisciplinados del ministerio del Interior al de Defensa, donde los militares americanos tienen control operacional directo. Los líderes chiíes rechazaron la propuesta.
Robert F. Worth, Qais Mizher y Abdul Razzaq al-Saiedi de Bagdad, y Thom Shanker de Washington contribuyeron a este reportaje.
25 de febrero de 2006
©new york times
©traducción mQh
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