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deuda pendiente de la derecha


La derecha y su deuda pendiente en derechos humanos. No es extraño que el candidato empresario quiera dar vuelta la página, porque sus aliados están ligados a los momentos más oscuros de las violaciones de los derechos humanos en Chile. Editorial de La Nación.
Santiago, Chile. Por más que la derecha (hoy representada en la Alianza) trate de blanquear su imagen vinculada a la violación sistemática de los derechos humanos en el país, sus intenciones no dan el resultado que ese sector desea.
El 60º aniversario de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que se cumplió esta semana dio lugar a una situación de contrastes: mientras la Presidenta Bachelet ponía la primera piedra del Museo de la Memoria y recordaba a sus compañeros detenidos desaparecidos en el centro de torturas de Villa Grimaldi, el aspirante presidencial de Renovación Nacional, Sebastián Piñera, llamaba a olvidar ese pasado desde la terraza de su edificio empresarial corporativo en la avenida Apoquindo.
Han transcurrido 20 años desde el fin de la dictadura, pero los delitos de lesa humanidad cometidos durante ella no se pueden ni se deben borrar de la memoria. No por un afán de venganza, sino porque es la única manera de evitar que esos acontecimientos se repitan en el futuro. El recuento de la situación de los derechos humanos en el mundo -donde el Estado ejecuta a mil 252 personas al año- es una señal de alerta para darse cuenta de que es imprescindible educar a las nuevas generaciones en valores como el respeto de la vida, de la integridad física, de la libertad, del imperio de la justicia. Y para ello es necesario mostrar cómo personas que hoy, en democracia, quieren olvidar el pasado ayer participaron del régimen político que violó sistemáticamente los principios de la vida y la libertad. Esas personas apoyan hoy mayoritariamente la candidatura presidencial de Sebastián Piñera.
No es extraño que el candidato empresario quiera dar vuelta la página, porque sus aliados están estrechamente ligados a los momentos más oscuros de las violaciones de los derechos humanos en Chile.
Tampoco debe sorprender que mientras agrupaciones de derechos humanos de distinto signo piden que se anule la Ley de Amnistía de 1978, Piñera haya sido uno de los promotores de un intento de su extensión hasta 1990. La misma derecha que avaló las violaciones de los derechos humanos es la que se niega a aprobar el tratado de creación del Tribunal Penal Internacional (TPI): los amigos de Piñera son fervientes partidarios de la globalización económica, pero reniegan de universalizar la justicia en materia de las prerrogativas básicas de las personas.
La profundización de la democracia y su permanente enriquecimiento es condición necesaria para el respeto irrestricto de los derechos humanos. Ningún objetivo político, por transitorio que sea, puede justificar que sean vulnerados. Esa es la gran lección de la historia de Chile que la derecha se niega a asumir y recordar. Por eso es tan importante el Museo de la Memoria que esta semana comenzó a construirse.

12 de diciembre de 2008
©la nación 
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