asesinato en caldera del diablo
23 de diciembre de 2008
Vera está a 250 kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe, casi en el límite con el Chaco. Tiene 23.000 habitantes. Su intendente había empezado el día de buen humor: a las 9 llamó a los periodistas de FM Activa y les preguntó si podían hacer una nota del balance del año. Un clásico. "A las diez de la mañana estoy allí", les prometió. Pero algún contratiempo alteró su rutina, así que recién llegó a la emisora casi a las once. Pidió disculpas por la demora: "Se me hizo tarde, pero les prometo que el 24 de diciembre voy a estar acá todo el tiempo que sea necesario", les dijo a los periodistas. Y los invitó a una conferencia de prensa para un anuncio sorpresa.
Ya en su despacho de la Municipalidad de Vera, el intendente develó la incógnita. "Este año ha sido muy difícil para el norte santafesino por la situación económica y la sequía, así que hemos decidido organizar una cena de Navidad para que todos los verenses puedan tener un plato de comida, un pan dulce y una sidra", comentó. Era una cena popular que él y su gabinete querían compartir en familia.
La rueda terminó alrededor de las 12.30, se despidió de los periodistas y marchó hacia el canal de cable para otra entrevista. Lo acompañaba su secretario de prensa, Roberto Musso. Seco Encina, fiel a su costumbre, subió al volante del auto oficial de la municipalidad –un Volkswagen Bora– y manejó hasta la cita. Pero en la puerta del canal lo esperaba el empresario Héctor Tregnaghi, que le salió al paso. Los dos se conocían bien. El año pasado habían competido por la intendencia, uno por una fracción de la UCR enrolada en el Frente Progresista y el otro por el Frente para la Victoria. Ganó el intendente por 200 votos y empezó su tercer mandato consecutivo. En los últimos meses, la disputa se mezcló con la situación del hipódromo "La Ilusión", que regenteaba el empresario y que, según el intendente, carecía de habilitación provincial y municipal.
Tregnaghi había llegado unos minutos antes a la cita de la muerte, estacionó su camioneta 4x4 con la que solía moverse –una Eco Sport amarilla– y se bajó con un revólver calibre 38 en la cintura, que ocultó debajo de la campera.
Alrededor de las 13, llegaron Seco Encina y su secretario. "Cuando salimos del auto, se nos vino encima y nos increpó a los dos", contó a este diario el secretario del intendente, testigo del crimen. "Raúl había abierto la puerta de atrás para sacar una carpeta que pensaba usar en el programa de TV. Y Tregnaghi se le puso adelante." "¡Los voy matar a los dos!", gritó. "¡Ustedes no saben con quién están tratando!", nos dijo. Estaba totalmente sacado y altanero", comentó Musso.
Seco Encina trató de apaciguar: "Vos estás totalmente equivocado", le dijo. Pero fue lo único que alcanzó a decir.
"¡No, yo no estoy equivocado!", le contestó el atacante. Y pasó a la acción: empujó al intendente contra el auto. Y ahí, sin decir más, sacó el arma y disparó. "Fue un tiro a 40 centímetros de distancia, en el medio del pecho. Un asesinato a mansalva, una barbaridad", balbuceó Musso. Aún estaba impactado, pero siguió con su relato. "Escuché el estampido y miré a Raúl. No sabía si le había pegado. Por un instante tuve la ilusión de que fuera una bala de fogueo. ‘A lo mejor éste lo quiere asustar, esas cosas raras’, pensé. Raúl tenía corbata y una camisa blanca que enseguida se manchó de sangre. Y ahí sí me di cuenta de que le habían pegado un tiro. Raúl ya había cambiado la cara."
"¡Pará, pará, pará! ¡Mirá lo que hiciste, dejá de hacer locuras!", le gritó Musso a Tregnaghi. Otro testigo del crimen que ya declaró en sede policial trató de intervenir, a pesar de que había quedado atónito por la escena.
Tregnaghi volvió a apuntar. "¡A vos también te voy a hacer cagar!", le gritó al secretario de Seco Encina. Musso se ocultó detrás del baúl del Bora. Pero no hubo otro disparo. "¡Llamá a la ambulancia!", suplicó el secretario de prensa. Tregnaghi no respondió, subió a su camioneta y se entregó en la sede de la Unidad Regional 19, donde quienes lo escucharon dicen que dijo: "Le pegué un tiro a Seco".
Desesperado, Musso le pidió las llaves del auto al intendente y lo llevó hasta la clínica San Roque. Los médicos intentaron compensarlo, pero sin éxito. A los pocos minutos, falleció. Había sido un disparo certero al corazón.
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