murió nien cheng
16 de noviembre de 2009
Sobreviviente de la tortura durante la Revolución Cultural china, Cheng narró sus seis años y medio de cárcel en su aclamado libro de memorias, ‘Vida y muerte en Shanghai’. Pese al confinamiento solitario y a la pérdida de sus dientes, se negó a someterse a sus interrogadores.
[Patricia Sullivan] El 2 de noviembre, en su casa en Washington, D.C., a causa de una enfermedad cardiovascular y renal, murió Nien Cheng, cuyo libro de memorias ‘Vida y muerte en Shanghai’ [Life and Death in Shanghai] fue ampliamente elogiado como una de las versiones más fascinantes de la Revolución Cultural. Tenía 94 años.
En una época en que el presidente Mao Tse-tung, de la China comunista, estaba tratando de purgar a sus rivales políticos y reafirmar su autoridad, Cheng, la acomodada viuda de un ejecutivo de una compañía petrolera, fue una de las numerosas profesionales que fueron expulsadas de sus casas por los Guardias Rojos. Fue arrestada en agosto de 1966 y acusada falsamente de ser una espía.
Cheng soportó seis años y medio de confinamiento solitario y torturas en una cárcel, negándose a confesar o a someterse a la voluntad de sus interrogadores. Cuando salió en libertad descubrió que su hija única había muerto, presuntamente por suicidio, pero en realidad golpeada hasta la muerte por Guardias Rojos.
Con simples y exquisitos detalles, el libro de Cheng (de 1987) describe el pensamiento enfermizamente circular de aquellos entusiasmados por la revolución. Sus interrogatorios eran pruebas de voluntad; Cheng se negaba a confesar y respondía con citas del ‘Pequeño Libro Rojo’ de Mao.
Sus secuestradores respondieron con golpizas. Con las esposas tan apretadas, temiendo que pudiera perder sus manos, y encerrada en un calabozo gélido, demasiado pequeño como para que pudiera tenderse, Cheng perdió sus dientes, se enfermó de neumonía y sufrió hemorragias. Combatía su desdicha riéndose de sus acusadores.
"Lejos de ser deprimente, verla combatir con su mente es casi estimulante", escribió Christopher Lehmann-Haupt en la reseña de su libro en The New York Times. "Incluso en inglés, lo agudo de su pensamiento y expresión es tal que constituye un cierto tipo de arte marcial, permitiéndole una y otra vez absorber la fuerza de la lógica de sus interrogadores y utilizarla para su propia ventaja".
Los lectores se quedaron fascinados por la historia, convirtiéndola en un éxito de ventas. El momento era propicio; el totalitarismo y el comunismo estaban bajo ataque en todo el planeta.
Tras su liberación de la prisión, Cheng quedó bajo sospecha. Fue obligada a compartir su casa con otras familias y fue arrancada de una vida confortable para vivir la agobiante miseria de las masas.
Hacia 1980 había logrado salir de China hacia Canadá. Tres años más tarde se mudó a Washington, utilizando el dinero que le dejó su marido en una cuenta en un banco extranjero. En 1987 fue invitada a un banquete oficial en la Casa Blanca, donde conversó con el presidente Reagan. Fue naturalizó estadounidense en 1988.
"Hay muchos chinos que resistieron y muchos que sufrieron mucho más. Algunos de ellos no se recuperaron nunca", dijo. "Pero he tenido el privilegio de escribir sobre la experiencia, y eso fue posible porque logré escapar".
Cheng nació el 28 de enero de 1915 en Pekín, como hija de un viceministro naval, perteneciente a una rica familia de hacendados. En 1935 empezó a estudiar en la London School of Economics, donde conoció a su futuro marido, Kang-chi Cheng.
La pareja volvió a China antes de 1940 y su marido se incorporó al ministerio de relaciones exteriores del Kuomintang, el partido gobernante de la época. La pareja fue enviada a Australia con la misión de instalar una embajada y fueron luego trasladados al ministerio en Shanghai hasta que los comunistas llegaron al poder en 1949.
Con la aprobación del gobierno, el marido de Cheng fue nombrado gerente general de Shell Oil en Shanghai -murió de cáncer en 1957 y ella se incorporó como asesora a la compañía. Su hija, Meiping, quería ser actriz. El régimen comunista no molestaba a profesionales como ella -hasta 1966, cuando Mao Tse-tung lanzó la Revolución Cultural.
Cada vez más preocupada por los Guardias Rojos marchando por su calle, no se sorprendió cuando "de repente empezó a sonar incesantemente el timbre de la puerta".
"Al mismo tiempo, se oía un furioso golpeteo en mi puerta principal, junto con voces histéricas gritando lemas", escribió.
Entraron entre treinta y cuarenta estudiantes secundarios.
Saquearon su casa, la insultaron y ridiculizaron su defensa de las antiguas copas de porcelana china que estaban destrozando. Un mes después fue llevada a un mitin donde fue denunciada y enviada a un centro de detención para prisioneros políticos.
Después de años de prisión, el 27 de marzo de 1973 le dijeron que sería liberada debido a un "mejoramiento en su modo de pensar y en su actitud de arrepentimiento".
Se negó a firmar esa declaración y juró que se quedaría en la cárcel hasta que los funcionarios penitenciarios la declararan oficialmente inocente y publicaran sus disculpas en Shanghai y Pekín.
"El Centro de Detención No. 1 no es un hospicio de ancianos. No te puedes quedar ahí toda la vida", le dijo un interrogador. "Nunca he visto a un prisionero negarse a partir. Usted debe de estar loca".
Cheng fue obligada a marcharse de la prisión. Se enteró entonces de la muerte de su hija. No deja sobrevivientes.
9 de noviembre de 2009
©los angeles times
0 comentarios