fantasmas del genocidio ruandés
15 de abril de 2010
Francia quiere escapar del acoso de los fantasmas del genocidio ruandés.
[Edward Cody]Cestas, Francia. Durante años, los fantasmas del genocidio ruandés de 1994 han penado a Francia, introduciéndose finalmente en este aseado suburbio de Bordeaux y la cómoda casa de Sosthene Munyemana.
Munyemana, un ginecólogo educado en Francia, fue detenido aquí en enero en cumplimiento de una orden de captura internacional emitida por el gobierno ruandés que busca su extradición para ser juzgado por cargos de violación, genocidio, conspiración para cometer genocidio y asociación con criminales para cometer genocidio. El médico de 55 años fue dejado en libertad a la espera del fallo del tribunal, que se cree se conocerá en junio.
En el caso de Munyemana, que sacó nuevamente a superficie la largamente criticada actitud del gobierno francés hacia el genocidio, los presidentes de Francia y Ruanda han tratado de reconciliarse, pese al persistente resentimiento por los estrechos lazos militares y diplomáticos que tenía Francia con el gobierno hutu que es considerado responsable de la masacre de cerca de ochocientos mil tutsis durante la guerra civil de 1994.
Para Ruanda, controlada ahora por la etnia tutsi, el acercamiento ha sido una oportunidad para restablecer relaciones con uno de los principales actores diplomáticos y económicos en África, donde Francia conserva numerosos aliados y considerable influencia entre sus antiguas colonias.
Para Francia, la reanudación de relaciones conlleva igualmente otro mensaje: la esperanza de que se ponga fin a las acusaciones en casa y en África de que los soldados y autoridades políticas francesas no hicieron nada cuando los tutsis estaban siendo masacrados.
Una investigación oficial ruandesa concluyó hace dos años que Francia había sido "política y militarmente cómplice" en el genocidio. Pero una investigación parlamentaria francesa en 1998 afirmó que el gobierno de la época, encabezado por el presidente François Mitterand y el primer ministro Edouard Balladur, no hicieron nada malo.
Contra ese incómodo telón de fondo el presidente francés, Nicolás Sarkozy, durante una visita a Kigali, la capital de Ruanda, y el presidente ruandés, Paul Kagame, prometieron el mes pasado dejar a un lado el delicado debate, o al menos actuar como si el capítulo hubiese sido superado.
Errores
Con un lenguaje cuidadosamente negociado, Sarkozy reconoció por primera vez que Francia y sus tropas en Ruanda en la época cometieron "errores" cuando lo tutsis estaban siendo masacrados por los aliados hutus de Francia. A cambio, Kagame, un ex comandante rebelde tutsi, envió un embajador a París y prometió colaborar con Francia en la pacificación del Congo y otras zonas de la región de los Grandes Lagos en África Central, asoladas por la guerra.
Munyemana, un hutu que vive en Francia con su esposa, dijo que no cree en el proceso de reconciliación porque se basa en "demasiadas mentiras". Demasiadas personas, en Francia y Ruanda, tienen algo que ocultar, dijo, y ni Francia ni el gobierno tutsi de Ruanda han ajustado cuentas con todo lo que ocurrió durante esos cuatro sangrientos meses.
El proceso judicial en su contra, dijo en una entrevista, se basa en una amistad estropeada: un compañero de curso de la etnia tutsi en la Universidad de Bordeaux decidió, después del genocidio, que Munyemana debía pagar porque pertenece a la etnia hutu. Guiados por su ex amigo, dijo Munyemana, activistas franceses de derechos humanos visitaron Ruanda y recopilaron testimonios falsos que lo vinculan con las masacres en Tumba, donde trabajaba en esa época.
Gran parte de esos testimonios terminaron en tribunales ruandeses, donde en 2008 Munyemana fue sentenciado en ausencia a reclusión perpetua. Además de violaciones no especificadas, el pedido de extradición acusa a Munyemana del asesinato de tres personas en el campus de la Universidad de Butare y de cooperar con conocidos líderes del genocidio en el diseño de planes para muchos otros homicidios.
"Es todo falso", dice. "Allá hay gente que ni siquiera conocía. Y hay gente que conocía, pero con las que nunca tuve nada que ver. Seguro, conocía a algunas de las personas implicadas en las masacres. ¿Pero por qué se me acusa de lo que hicieron ellas?"
El principal documento sobre su implicación, dijo Munyemana, se descubrió más tarde que era una compilación no oficial de cargos y no un informe de Naciones Unidas como se sostenía. Pero el daño estaba hecho, y la reputación que había construido durante dieciséis años de estudio y práctica médica en Francia se ha desmoronado completamente, agregó.
"El tema no ha sido juzgado", dijo. "Es realmente doloroso esperar que el poder judicial avance".
Los abogados de Munyemana le han hecho creer que el fallo puede ser favorable. De momento, todos los pedidos de extradición han sido denegados por los tribunales franceses, que han sostenido consistentemente que el poder judicial ruandés dominado por los tutsis no ofrece garantías de un juicio justo para los hutus acusados de haber participado en el genocidio.
Lentitud para Actuar
Alain Gauthier, que encabeza el Colectivo de Demandantes Civiles que representa a los sobrevivientes del genocidio, dice que si los tribunales franceses no extraditan a los exiliados acusados de participación en los asesinatos, el gobierno debería juzgarlos en Francia. Varios ruandeses han sido juzgados en Bélgica y Suiza, observó, pero el poder judicial francés se ha movido muy lentamente.
Tan lentamente, de hecho, que la Corte Europea de Derechos Humanos acusó a Francia de dar largas al caso de Wenceslas Munyeshyaka, un sacerdote acusado de alentar el genocidio en su parroquia de Kigali, que encontró refugio en Francia y vive ahora en una vicaría en Gisors, al noroeste de París.
Gauthier, que está casado con una tutsi ruandesa, dijo, sin embargo, que en los últimos meses han emergido varias señales alentadoras durante las negociaciones sobre la reconciliación entre Francia y Ruanda. Cuatro jueces instructores han viajado a Ruanda para reunir evidencias para casos presentados por el colectivo, dijo, y el ministerio de Justicia ha prometido instalar una célula especialmente equipada para investigar esos crímenes con más rapidez y eficiencia.
Además, este mes la policía francesa arrestó brevemente a Agathe Kanziga, viuda de Juvénal Habyarimana, el presidente ruandés asesinado, para dar cumplimiento a una orden ruandesa que la acusa de colaborar con el plan de genocidio después de su asesinato. Como Munyemana, fue llevada ante un tribunal francés para que decida su extradición y está esperando la decisión.
La organización de Gauthier ha presentado cargos contra dieciséis ruandeses que viven en Francia, aunque calcula que en el país podrían estar viviendo muchos ruandeses más que no han sido identificados. Algunos de ellos, dijo, especialmente militares con amigos entre las fuerzas armadas francesas, fueron sacados a toda prisa de Ruanda en aviones militares franceses después de que quedara claro que el grupo rebelde de Kagame estaba a punto de conquistar el poder.
"Si no hubiésemos entablado ninguna querella, los culpables del genocidio estarían viviendo alegremente en Francia", dijo en una entrevista en su casa en Reims. "Los fiscales del gobierno no han iniciado ni un solo caso. Nadie en Francia quiere que se conozca la verdad".
De hecho, observó, el caso más prominente presentado por el gobierno francés fue una acusación contra Kagame, acusado de complicidad en el ataque contra el avión en el que viajaba Habyarimana en abril de 1994. El asesinato de Habyarimana, que indignó a los otros líderes hutu, fue la llama que encendió el genocidio.
14 de marzo de 2010
©washington post
cc traducción mQh
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