no se van
Desafían la veda en España con campamentos en sesenta ciudades. Aunque suspendieron una manifestación programada para hoy a pedido de las autoridades españolas, miles de autoconvocados por su hastío hacia la clase política votaron a mano alzada mantener los campamentos en plazas públicas.
[Óscar Guisoni] Madrid, España. Luego de un largo debate que acabó con una votación a mano alzada, el movimiento de los "indignados" resolvió ayer en la Puerta del Sol, de Madrid, no llevar a cabo la manifestación con la que pretendía recibir la jornada de reflexión previa a las elecciones del domingo y que había sido prohibida por la Junta Electoral, pero tampoco levantará los campamentos de las más de sesenta ciudades en las que se ha instalado en los últimos días la protesta.
En medio de un clima de fuerte tensión, ante la incertidumbre sobre lo que podrían llegar a hacer las fuerzas policiales luego de la decisión del máximo tribunal electoral, la asamblea del 15-M decidió no marchar pero sí recibir la jornada con un "grito mudo" a la cero hora del sábado, como forma de protestar contra los grandes partidos responsables de la profunda crisis económica que padece la península.
La situación se ha vuelto tan delicada que el vicepresidente del gobierno, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, suspendió sus actividades de campaña para conducir en persona a las fuerzas policiales, aunque a su salida del Consejo de Ministros que se celebró como todos los viernes dio a entender que no iba a usar la fuerza para desalojar las plazas. "Para resolver un problema la policía no va a crear otro", afirmó el ministro, que es a su vez el más firme candidato dentro del Partido Socialista a la presidencia de gobierno en las generales que se celebrarán el próximo año.
Mientras tanto, al calor de los intentos de prohibición y de la simpatía que ha despertado en la opinión pública, el movimiento no ha hecho más que crecer extendiendo su presencia, incluso hasta llegar a pueblos pequeños en los que se han levantado campamentos simbólicos. Medios independientes cifraban ayer en torno de los dos millones de personas movilizadas durante la tarde del viernes en todo el territorio nacional, un cálculo más estimativo que real debido a la imposibilidad de registrar incluso todas las ciudades en las que se desarrollan las protestas.
¿Qué hacer este domingo? Esa es la pregunta que más se oye en las asambleas, donde lo único claro es el rechazo abierto a votar por los dos grandes partidos, aunque nadie se atreve a indicar qué es mejor: si la abstención, el voto en blanco, el voto nulo o votar a los pequeños partidos. En Internet, al calor de los debates, han florecido las plataformas que claman por un voto a partidos pequeños para tener un argumento de peso el próximo lunes para exigir una reforma de la ley electoral, una de las reivindicaciones que mayor apoyo despiertan entre los manifestantes. De hecho, el manifiesto del 15-M pide listas electorales abiertas, circunscripciones únicas con eliminación del piso del 5 por ciento para que puedan entrar al Parlamento los partidos con menos votos y la prohibición expresa a los imputados por casos de corrupción a presentarse a las elecciones.
Nadie sabe a ciencia cierta qué efecto tendrá la protesta en los comicios del domingo, pero los movilizados ya comienzan a preocuparse por qué sucederá el lunes y avisan que las plazas seguirán ocupadas. Aunque la lista de las reivindicaciones es larga y no todas generan el mismo tipo de consenso, algunas, como la exigencia de que los bancos acepten las propiedades hipotecadas en forma de pago cuando un hogar se declara insolvente y no sigan exigiendo la deuda después de quedarse con la casa, la necesidad de no desmontar la sanidad pública a pesar de los ajustes que imponen los organismos financieros internacionales, la especial atención a los jóvenes sin empleo –un 45% de la población juvenil–, la defensa del Estado de bienestar y de los derechos adquiridos por los más desfavorecidos durante el último medio siglo, son las que concitan más simpatía.
Así, a 48 horas de unas elecciones municipales y regionales que comenzaron sin debates ni propuestas y en medio de un clima anodino y terminaron con la mayor movilización de la historia reciente de España, la península afronta un proceso electoral inédito, del que la clase política deberá sacar importantes conclusiones el próximo lunes si no quiere ser arrastrada por el vendaval de las movilizaciones. "¿Apolíticos? ¡Superpolíticos!", rezaba ayer un cartel de la "spanish revolution", como comienza a llamársela en el resto de Europa, donde el movimiento ha ganado simpatía en las últimas jornadas. En las plazas, manos alzadas, rostros alegres y un canto que se repite sin cesar "Yo también estoy indignado", la consigna que une a esta revolución ciudadana sin líderes ni partidos, que marcará sin duda un antes y un después en la historia de la moderna democracia española.
22 de mayo de 2011
21 de mayo de 2011
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