sellar la frontera no soluciona nada
Cuando los candidatos presidenciales republicanos piensan en la inmigración sólo se les ocurre sellar las fronteras. Editorial del NYT.
Estados Unidos es el hogar de once millones de inmigrantes ilegales. Los indocumentados tienen trabajo, tienen hijos, pagan impuestos, usan servicios públicos, y viven a menudo con temor. ¿Qué hacer con ellos? Es una pregunta difícil, y que en las dos últimas décadas los candidatos republicanos hicieron todo lo posible por evitar.
A diferencia de Ronald Reagan, ninguno de esos republicanos favorece la "amnistía" y la comprehensiva solución del presidente George W. Bush -control más estricto y legalización, con multas- no ha llevado a ninguna parte. La respuesta del presidente Obama es la reforma comprehensiva, lo que quiere decir que ningún republicano se atreve a apoyarla.
Interrogados sobre los inmigrantes ilegales, los candidatos se conformaron con la respuesta que suena más simple: sellar las fronteras. ¿Qué hacer con los inmigrantes que ya están aquí? La misma respuesta: sellar la frontera. Esta fue tanto una no-respuesta como un llamado a destinar miles de millones al gasto público, lo que resulta muy extraño de oír en boca de políticos que también están decididos a reducir drásticamente incluso los servicios públicos más básicos en cuanto tengan la oportunidad. El llamado a cerrar las fronteras no sólo no es ninguna solución, sino además tergiversa de manera cínica lo que está pasando en el terreno. Describe de manera errónea la región fronteriza como un lugar peligroso cuando las ciudades fronterizas estadounidenses se encuentran entre las más seguras del país. También ignora el hecho de que los presidentes Bush y Obama ya han gastado años y miles de millones de dólares en el muro fronterizo, en más agentes para la Patrulla Fronteriza y tropas para la Guardia Nacional, más aviones de espionaje, incluso más sensores sísmicos.
En cuanto a gastar miles de millones de dólares más para contener la "invasión", la verdad es que las entradas ilegales están en su punto más bajo en décadas, debido al muro y al terrible estado de la economía.
Estábamos esperando que Mitt Romney, de Massachusetts; Rick Perry, de Texas; y Jon Huntsman, de Utah, ofrecieran al menos algunas soluciones sensibles, ya que tuvieron que enfrentarse a la realidad de la inmigración en sus años como gobernadores. Pero está claro que la realidad no está en la agenda.
Romney ha entrado y salido de prácticamente todas las posiciones posibles sobre la inmigración. Respaldó el llamado del presidente Bush a crear una ruta hacia la ciudadanía, pero cuando los senadores John McCain y Edward Kennedy presentaron un proyecto de ley para hacer precisamente eso, se opuso. Como gobernador, bloqueó la matrícula de residentes para estudiantes indocumentados. Ahora se opone a la "amnistía", rechaza el "acuerdo especial" sobre la legalización y apoya construir un muro, "tecnológicamente."
Perry sostiene que levantar un muro a lo largo de los dos mil kilómetros que tiene la frontera de Texas es demasiado caro. En lugar de eso, prefiere más tropas y más aviones espía. Huntsman, que en el pasado apoyó la reforma comprehensiva y otorgar licencias de conducir a los indocumentados, calificó el escepticismo de Perry sobre el muro como "prácticamente una opinión traicionera."
Perry también fue atacado por firmar un proyecto de ley para otorgar matrículas de residente a los indocumentados. "Estoy orgulloso de que tengamos a esas personas que son miembros contribuyentes de nuestra sociedad, antes que decirles: "Ahora vivirán con el subsidio de desempleo", explicó. Lo abuchearon.
Pero incluso esta afirmación de un viejo ideal estadounidense -el de los inmigrantes como miembros contribuyentes de la sociedad- fue sólo un lejano eco de la anterior moderación de Perry. En 2001, dijo al Dallas Morning News que le "intrigaba" y estaba "abierto" a la reforma comprehensiva del presidente Bush. Un plan de legalización, dijo entonces, era mejor que "los inmigrantes ilegales vivan con miedo de la ley y temerosos de acercarse a los servicios públicos básicos." Esa es la definición de una política de inmigración sensible y pro-estadounidense. Hoy, es también una herejía republicana.
17 de septiembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer
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