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la paranoia de sadam husein


Documentos de un archivo iraquí revela paranoia conspirativa de Sadam Husein.Estaba convencido de que Estados Unidos conspiraba para prolongar su guerra con Irán para debilitarlo.
[Michael R. Gordon] Washington, Estados Unidos. El 15 de noviembre de 1986, Sadam Husein convocó a una reunión a sus asistentes más antiguos para una importante sesión sobre estrategia. Dos días antes, el presidente Ronald Reagan había reconocido en un discurso televisado que su gobierno había enviado armas y repuestos a Irán.
"Sólo puede tratarse de una conspiración contra Iraq", dijo Hussein, que infirió  misteriosamente que Estados Unidos estaba tratando de prolongar la guerra Irán-Iraq, ya en su sexto año, y aumentar las enormes bajas de Iraq.
A decir verdad, el gobierno de Reagan había cerrado ese acuerdo para la entrega de armas por un sinfín de razones que poco tenían que ver con Iraq: se trataba de asegurar la liberación de los rehenes estadounidenses en el Líbano, abrir un canal privado con el nuevo gobierno en Teherán y generar beneficios secretos que pudieran ser enviados a los contrarrevolucionarios nicaragüenses.
Pero Husein no abandonaría sus sospechas de que se trataba de una conspiración. Mencionó nuevamente la venta de armas en su fatídico encuentro, el 25 de julio de 1990, con April Glaspie, la embajadora estadounidense en Bagdad, donde nuevamente interpretó mal las intenciones de Washington y asumió que se cruzaría de brazos cuando sus tropas invadieran Kuwait una semana después.
Las deliberaciones en el círculo íntimo de Husein se encuentran documentadas en un voluminoso archivo de documentos y reuniones grabadas que las fuerzas estadounidenses requisaron tras invadir Iraq en 2003. Gran parte de la colección, alojada en formato digital en la Universidad de la Defensa Nacional, no ha sido hecha pública. Pero una pequeña porción de esta ha sido puesta a disposición de investigadores extranjeros y veinte transcripciones y documentos fueron liberados el martes durante una charla sobre la Guerra Irán-Iraq en el Woodrow Wilson International Center for Scholars en Washington.
Incluso en la época de WikiLeaks, un archivo tan detallado como este de las cavilaciones privadas de un presidente extranjero –que revela sus cálculos y percepciones de la política exterior norteamericana- rara vez llega a la opinión pública. Es la versión iraquí de las cintas del Despacho Oval que contribuyeron a hacer caer al presidente Richard M. Nixon, y abrieron para los historiadores una nueva vía de observación de la Casa Blanca entre 1940 y 1973, cuando se había instalado un sistema de grabación.
En el caso de Husein, las transcripciones revelan a un líder inclinado a ver enemigos en todas partes, que exhibía a menudo una escasa comprensión de la diplomacia fuera de Oriente Medio y que abrigaba grandiosas ambiciones para su país, aunque se inclinaba a épicos errores de cálculo.
Husein subestimó tan profundamente la capacidad militar de Irán que asumió erróneamente que los bombardeos aéreos al principio de la guerra habían sido realizados en realidad por aviones de guerra israelíes. Seleccionó personalmente los misiles que serían usados en un ataque contra una ciudad iraní y fanfarroneó que Iraq poseía un arsenal de armas químicas que "mata a miles de una vez". Se sentía tan amenazado por el surgimiento de organizaciones fundamentalistas islámicas que habló sobre su deseo de "engañar" a la opinión pública haciéndole creer que su gobierno también había adoptado valores islámicos.
Desde una perspectiva histórica, la decisión de Husein de atacar Irán y su reacción ante el escándalo Irán-contras son dos de los episodios más intrigantes descritos en los documentos.
Husein preparó el terreno para la guerra con Irán anulando un acuerdo de 1975 que había puesto fin a un litigio sobre Shatt al Arab, una estratégica vía fluvial a lo largo de sus fronteras. De acuerdo a Amatzia Baram, experto israelí, la crucial decisión parece haber sido tomada el 16 de septiembre de 1980, cuando Husein adoptó la optimista idea de que los iraníes, temerosos de las tropas iraquíes concentradas masivamente cerca de la frontera, aceptarían la nueva situación sin gran resistencia.
Un informe secreto del general del Directorado de la Inteligencia Militar apoyó la interpretación de Husein. "Está claro que Irán no tiene poder para iniciar operaciones ofensivas contra Iraq ni para defenderse a gran escala", observa el informe. También pronosticaba un mayor "deterioro de la situación general de la capacidad de respuesta de Irán".
Pero la guerra, que finalmente se prolongó durante ocho años y tuvo cientos de miles de bajas resultó ser mucho más difícil de lo que Husein había esperado. Poco después de iniciada la guerra, la aviación iraní bombardeó una serie de blancos, incluyendo las refinerías de petróleo de Iraq y la planta nuclear Osirak al sur de Bagdad. El ataque sorprendió tanto a los iraquíes que asumieron que el ataque no podía ser iraní.
"Esto lo hizo Israel", exclamó Husein en una reunión el 1 de octubre de 1980. Luego se quejó de que los funcionarios iraquíes habían hecho caso omiso de su sugerencia de enterrar la planta nuclear debajo de las montañas de Hamrin al norte de Bagdad, antes de aprobar un plan para fortificar el complejo con millones de sacos de arena. Pero esos sacos no sirvieron de mucho cuando aviones de guerra israelíes atacaron la instalación en junio de 1981.
Más tarde Husein dijo que no le sorprendía que Israel se sintiera amenazado por Iraq, el que aseguró que derrotaría a Irán y emergería con unas fuerzas armadas más fuertes que nunca. "Una vez que Iraq regrese victorioso, no habrá Israel", dijo en una conversación en 1982. "Técnicamente tienen razón en sus intentos por dañar a Iraq".
Mientras proseguía la guerra, Husein no dudó en dar consejos sobre el campo de batalla, pese a su frágil conocimiento de armas y tácticas."¿No tienes cañones que hagan explotar el aire sobre ellos cuando están en la calle?", preguntó en una reunión el 1 de octubre de 1980, en la que se trató el bombardeo de Abadan, al sur de Irán. "Queremos que sus bajas sean cuantiosas".
Era a menudo cordial con su círculo íntimo en gran parte adulador, pero era capaz de fríos cálculos sobre las tropas que había enviado a la guerra. Al principio del conflicto, Husein expresó su frustración con los pilotos de los bombarderos iraníes que, entorpecidos por una inteligencia deficiente, habían vuelto de sus misiones sobre Irán sin haber disparado contra sus blancos. Decidiendo que tenía que sentar un ejemplo para los aviadores, Husein exigió que los pilotos fueran ejecutados, una práctica que ex comandantes iraquíes dicen que fue común durante la guerra.
El escándalo Irán-contras demostró ser particularmente amargo para Husein y sus asistentes, y se esforzaron durante semanas por entenderlo. Entre otras cosas, no podían entender por qué el gobierno de Reagan había atacado a Libia en 1986 pero se estaba aproximando a Irán, ya que, dijo Husein, Irán "juega un papel mucho más importante en el terrorismo".
"Estoy tratando de entender exactamente qué pasó aquí", dijo. Tariq Aziz, su ministro de relaciones exteriores y el rostro de Iraq ante el mundo durante años, observó, quizás bromeando, que Iraq había apoyado la independencia de Puerto Rico.
Pero Husein dijo que había algo más importante que Puerto Rico en juego: la lucha por influencia en el volátil Oriente Medio. "Prefieren a los iraníes", dijo Husein. "No es que los prefieran porque son más amables que nosotros, o porque sean mejores que nosotros. Los prefieren porque los pueden recoger de la calle y meterlos a sus coches más fácilmente, a diferencia de nosotros", agregó, comparando a los iraníes con prostitutas callejeras.
Pese a su desconfianza de Estados Unidos, Husein también temía, según se lee en los documentos, que la Unión Soviética quisiera prolongar la guerra Irán-Iraq para distraer a Irán de modo que no pudiera ayudar a los combatientes musulmanes en Afganistán y las repúblicas soviéticas. En una grabación no datada de los años ochenta, Aziz desdeñó a Javier Pérez de Cuéllar, secretario general de Naciones Unidas durante largo tiempo, como un espía estadounidense. "Quiero decir, ha estado viviendo en Nueva York en los últimos quince o veinte años", dijo, "que es una ciudad judía".
Hal Brands, profesor de la Universidad Duke que ha estudiado el archivo dijo que el propio ascenso al poder de Husein, que fue producto de años de conspiración baathista y brutales luchas intestinas, probablemente influyó en su opinión de otros países." Llegó al poder gracias a una conspiración y tendía a asumir que todo el mundo hacía lo mismo"., dijo Brands.
La idea de que Israel y Occidente habían unido fuerzas para socavar su gobierno persistió hasta después de que hubiera terminado la guerra Irán-Iraq. En 1990 Husein mismo intervino para cerciorarse de la ejecución de Farzad Bazoft, un periodista nacido en Irán que trabajaba para The Observer, un diario británico. Bazoft estaba investigando una misteriosa explosión en un complejo militar al sur de Bagdad donde fue detenido y acusado de espiar para Israel. El caso Bazoft llamó la atención en todo el mundo, y el gobierno británico pidió clemencia. Husein no se conmovió. Informado de que tomaría un mes para que el proceso legal iraquí concluyera con su ejecución, se encargó él mismo del asunto.
"¿Todo un mes?", exclamó. "Yo lo quiero ejecutar para el Ramadán, y este será el castigo para Margaret Thatcher".
Bazoft fue colgado el 15 de marzo de 1990, seis meses después de su detención y poco antes del Ramadán. En respuesta, Gran Bretaña retiró a su embajador. Cinco meses más tarde, las tropas iraquíes invadieron Kuwait.
20 de noviembre de 2011
26 de octubre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer

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