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contra peluqueros de mezquitas


[Freek Staps] La Haya, Holanda. El grupo parlamentario del VVD (extrema derecha) prepara planes para dificultar las actividades de los peluqueros musulmanes ilegales que operan en mezquitas, locutorios y cantinas de trabajadores inmigrados. Ayer la policía allanó el más grande campamento de gitanos del país. El siguiente artículo publicado en NRC trata de los peluqueros de las mezquitas.
Para los peluqueros legales, los de las mezquitas son una mosca en la oreja. ¿Quién puede cortar el pelo y quemarte los pelos de las orejas por menos de un euro?
Los peluqueros hablan. Sobre el tiempo, sobre las noticias, sobre fútbol. Si existe alguna rama de la economía donde hay mucha interacción entre personal y clientes, es sin duda entre el personal de las peluquerías y la clientela de los 14 mil salones de peluquería del país. Los hombres en el edificio de la fundación cultural musulmana de La Haya, Türk Islam Kültür Vakif, no tienen esta tarde muchas ganas de hablar. A la izquierda dentro del edificio una estantería de zapatos marca el espacio para rezar, a la derecha hay una cantina con una enorme pantalla de televisión llena de fans del fútbol. Hay diez hombres sentados a una mesa. Dicen secamente, y sin mencionar sus nombres, que en el edificio no hay "peluqueros no oficiales". "A veces se arregla un poco el pelo", eso sí ocurre, en "el espacio para hobbies" de los miembros. Los hombres no ven nada de malo en ello.
Sí lo ven muy mal los salones de peluqueros. En los barrios pobres de La Haya, como en Schilderswijk, los peluqueros "oficiales" pierden un volumen de actividades de un diez por ciento debido a la presencia de un estimado de veinte a treinta salones de peluquería ilegales en locutorios, instalaciones de fundaciones religiosas y mezquitas y debido a sus precios mínimos: un cliente se puede cortar el pelo por un euro. Los salones no están inscritos en la Cámara de Comercio y no pagan impuestos. Eso debe terminar, dicen no sólo los salones que también sufren de la mala situación económica sino también el secretario de estado Wijn (Finanzas). Su servicio de impuestos constató que en los oratorios musulmanes se recaudan muy pocos impuestos. Esta tarde la Cámara debatirá el plan de Wijn para hacer frente a los "paraísos fiscales", entre ellos los campamentos de caravanas y las mezquitas.
"Te pregunto: ¿por qué vendrían mis clientes?", dice susurrando un peluquero "oficial" en el barrio de la fundación, en la cocina de su salón. El hombre turco y su esposa -que tienen miedo de que les rompan los cristales y quieren por eso permanecer anónimos- explotan hace catorce años esta peluquería. El matrimonio tiene dos salas (una para hombres y otra para mujeres), las dos prácticamente vacías. En los últimos meses la peluquería ha perdido un volumen del 30 por ciento, dice el peluquero.
La competencia entre peluqueros en las grandes ciudades es intensa, sobre todo a partir de la introducción del euro y de la mala situación económica, explicó el matrimonio. Los horarios de apertura son un problema, ya que en las mezquitas se corta el pelo hasta la medianoche. ¿Y los precios? El peluquero los bajaría, pero los seguros, los costes de personal legal, los seguros sociales y la instalación y alquiler del salón no se lo permiten. "Los clientes siempre quieren negociar. ¿Qué si corto el pelo por cinco euros? No. ¿Por seis? Tampoco. El precio está fijo, y es de nueve con cincuenta. Si le hago un precio a uno, todos querrán lo mismo. Pero si no lo hago, pierdo mis clientes por la competencia de los peluqueros ilegales".
La rama de los peluqueros tiene hace tiempo problemas con la ilegalidad, dice Rob Vos, director de ANKO, la más grande organización de peluqueros. La asociación lleva años luchando contra las "peluqueras a domicilio", señoras que cortan el pelo a sus vecinos y conocidos sin estar inscritas en la Cámara de Comercio. Una parte de ellas es hoy legal: de los 14 mil salones de peluquería, cuatro mil son "peluqueras a domicilio".
Las últimas semanas Vos ha recibido "regularmente denuncias" de esta nueva especie de peluqueros ilegales. Desde principios de año la organización ANKO ha recibido decenas de denuncias. Pero las cifras exactas son también para ANKO poco claras: "Ocurre a menudo con casos que se desarrollan al margen de los circuitos normales".
Las organizaciones profesionales de peluqueros no pueden ni quieren hacer nada contra el corte ilegal de pelo. El director Vos: "No voy a mandar detectives a que hagan esto por el gobierno". Pero el servicio de recaudación de impuestos no había "oído hablar de los barberos de las mezquitas". El portavoz dijo sin embargo que "están siempre interesados en saber si en algún lugar se desarrollan actividades comerciales".
El asunto lo puso sobre el tapete el grupo parlamentario del VVD (extrema derecha). La diputado Lilian Callender quiere "asegurarse de que en los barrios pobres haya también actividades económicas", pero sin "competencia desleal".
Los peluqueros no lo han tenido todo consigo. Los 28 mil empleados en esa rama del comercio sufren las consecuencias del menor volumen de actividades. Ese volumen se eleva ahora a 1,1 billones de euros, pero descendió en 1,4 por ciento el año pasado y en un 2,9 por ciento en el primer trimestre de 2003, a pesar de la baja tarifa del IVA que pagan los peluqueros. También disminuyeron las visitas al peluquero. Se teme que el promedio de un corte de pelo cada seis semanas haya descendido.
Idris Yilmaz opina que es injusta la crítica a su salón. En su locutorio ha puesto tres sillas de peluquero para poder hacer frente a la competencia. Pero al contrario que otras peluquerías en otros locutorios y mezquitas su peluquería Flash sí está inscrita en la Cámara de Comercio, dice Yilmaz. A pesar de eso, las cosas no marchan. "Estoy casi en la ruina. Sólo en esta calle hay tres peluqueros. El barrio está lleno de locutorios y cantinas étnicas".
La mezquita Mimar Sinan del barrio también cuenta con un salón de peluquería. Dos sillas, un frasco de alcohol de quemar para los pelos de las orejas y una televisión con partidos de la liga turca. El peluquero Mehmet Yücel no ve lo malo de que su peluquería, con varias decenas de clientes al día, no sea una empresa oficial. El salón no hace publicidad y es sólo para miembros de la comunidad de la mezquita. Yücel: "No viene gente de fuera". Sus clientes -la mayoría viejos con poco dinero, dice el peluquero- determinan ellos mismos lo que pagan, uno o dos euros, según cada caso. Pero el cliente que está en la silla tiene menos de 35 y Salar Kassem, que espera su turno, tiene 15 años. Viene cada dos meses "porque aquí cortan bien el pelo". El cliente Kassem pagó seis euros con cincuenta.

22 junio 2004
©nrc ©traducción mQh

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