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GOBIERNO DEBE PROTEGER TEMPLOS MUSULMANES


Las escandalosas declaraciones de la ministro Verdonk negando protección policial a las mezquitas han causado la repulsa de los demócratas y liberales holandeses. Un editorial de NRC Handelsblad.
El asesinato de van Gogh como expresión del extremismo ha provocado una inquietante reacción en cadena. Intentos de incendios de mezquitas, iglesias y escuelas, amenazas de muerte y allanamientos buscando a terroristas. La clase política de La Haya se muestra dividida y paralizada. Debe hacer frente a una doble crisis: en la sociedad y en la administración del estado. Este es el estado de la nación año 2004. Holanda no se reconoce a sí misma. En apenas una semana, parece haber quedado a la deriva. La cohesión social se encuentra bajo una fuerte presión. La tolerancia holandesa, tan celebrada por Erasmo, no está saliendo bien parada. Hay grupos de la población que parecen estar en pie de guerra. No todos ni en todas partes -la vida sigue su curso normal en la mayor parte del país-, pero hay tal polarización que es difícil imaginar de dónde proviene. Y la gran pregunta es: ¿Cómo metemos de vuelta en la botella a este genio maligno?
En primer lugar, respetando las propias reglas. El desquiciamiento empieza cuando se niega las reglas y las leyes, o se las canjea por la voluntad propia; cuando ya no cuenta la ética, sino la cruda razón propia. No es el estado el responsable de la conducta o mala conducta del ciudadano, del individuo, sino este mismo. Si se viola la ley, el estado debe intervenir -y si es necesario, con mano dura. Si un columnista o cineasta es asesinado por sus opiniones, si los templos y las escuelas son incendiadas en razón del credo religioso que se practica tras sus puertas, el estado no debe solamente buscar y procesar a los culpables, sino además prestar protección y seguridad. En tiempos de necesidad es cuando realmente se da contenido al concepto de estado de derecho. En este sentido, los acontecimientos de la semana pasada han sido una dura lección.
En lo que se refiere a esto último, la ministro Verdonk (de Integración y Extranjería) ha dado la nota falsa al declarar que las mezquitas no recibirán protección especial porque el estado holandés no puede proteger ni todo ni a todos. Literalmente es correcto, pero el asesinato de van Gogh enseña que hay una diferencia entre ´todos´ y el grupo más pequeño en cuestión. Naturalmente, el estado puede y debe prestar protección. Y ocurre, pero no en la medida suficiente y ciertamente de manera muy poco activa. Lo mismo es válido para las mezquitas, iglesias y escuelas. Si es necesario, deben ser protegidas. Si el estado no lo puede hacer ahora, no es necesario que lo haga nunca.
En estos días la clase política tendrá que mostrar todas sus artes para que el consternado ciudadano recupere la confianza en el estado de derecho. Declaraciones apresuradas e imprudentes de políticos, y riñas entre ellos, es lo menos que necesita Holanda en estos momentos. Un político del calibre de Zalm no debe expresarse de manera atolondrada, sino permanecer tranquilo y dejar claro dónde están los límites. El llamado a hacer rodar la cabeza del ministro Remkes (del Interior, VVD) es prematuro. Que primero se explique por qué debería renunciar, sin cargarle con la intranquilidad adicional que causan los reproches.
Los ciudadanos mismos deben oponerse a esta insensata espiral de acción y reacción que son indignas de un país civilizado. Junto a ello, las autoridades deben proceder con precisión y exactitud para resolver los crímenes que se han cometido y se cometen. Luego le tocará el turno a la política, que en las democracias tiene la última palabra. La clase política debe arrojar aceite en el mar, no en el fuego. Y debe tomar una posición clara contra lo inadmisible y brindar protección a los amenazados. Las miradas se posan en el primer ministro Balkenende, el primero entre sus iguales.

10 de noviembre de 2004
11 de noviembre de 2004
©nrc handelsblad
©traducción mQh

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