israel bombardea a beduinos
[Ken Ellingwood] Araqib, Israel. En medio de la indiferencia internacional, Israel continúa atacando y desalojando a los palestinos de sus tierras. Ahora recurre a bombardear con pesticidas los campos de cultivo de los beduinos árabes que viven al sur de Israel.
Salim Abu Medeghem se agachó sobre la tierra reseca y arrancó una crujiente mata parecida a la paja: dijo que era todo lo que quedaba de su cosecha de trigo después de que aviones israelíes rociaran con herbicida la parcela disputada.
"Está quemado", dijo. "Está todo quemado".
Abu Medeghem, 38, juró volver a plantar en otoño, incluso si el gobierno israelí vuelve a enviar aviones. "Es mi tierra", dijo.
Este árido campo es uno de los frentes de una lucha cada vez más intensa por la tierra entre el gobierno israelí y miles de árabes beduinos que viven en una amplia franja de desierto al sur de Israel, conocida como Negev.
El gobierno insiste en que los beduinos, que viven sin autorización en varias aldeas de tiendas sin agua potable ni electricidad, no tienen títulos legales de propiedad y deberán mudarse a los pueblos que se han construido para ellos. Esta aldea, por ejemplo, es conocida por sus habitantes como Araqib, pero no es reconocida por Israel.
Pero los beduinos, que abandonaron hace tiempo su modo de vida semi-nómade alegan que han ocupado esa tierra durante décadas, antes de que se fundara Israel, y tienen derechos de propiedad que no están dispuestos a ceder. Acusan a los israelíes de tratar de hacerlos a un lado para entregar la tierra a colonos judíos.
El tira y afloja se ha intensificado a medida que Israel continúa su táctica de hace un año, que combina la persuasión con la implementación de duras medidas represivas para trasladar a los beduinos.
Se calcula que cerca de 70 mil beduinos viven en 45 "aldeas no reconocidas" que no aparecen en los mapas israelíes. Algunas de las comunidades están a menos de 200 metros del intenso tráfico de las autopistas del desierto.
Muchos beduinos todavía viven de la agricultura, del pastoreo de cabras y ovejas y de los camellos que crían por la leche. Pero la gran mayoría son ahora peones y obreros de la construcción. Sus tiendas algo cuadradas y negras, que estuvieronalguna vez cubiertas por el protector pelaje de las cabras están ahora enfundadas en lona alquitranada.
La enconada lucha por la tierra ha servido para llamar la atención sobre la peculiar posición de los beduinos de Israel, cuya condiciones de vida y sanitarias se encuentran entre las peores del país y hay acusaciones frecuentes de que el gobierno se muestra poco compasivo con ellos.
Sin embargo los beduinos, que son árabes apegados a las tradiciones, han coexistido con el estado de Israel que echó raíces a su alrededor. Como ciudadanos de Israel se hicieron famosos en el ejército israelí debido a sus habilidades de rastreo. Los activistas beduinos han tratado de capitalizar su intervención en la guerra para permanecer en sus tierras.
Las autoridades israelíes alegan que el traslado de los beduinos a comunidades reconocidas por el gobierno los pondrá a tono con las leyes de regionalización, cuyo fin es hacer un uso más ordenado de la tierra y que permita al estado proveer a las comunidades agua potable, electricidad, escuelas y clínicas médicas.
"Ya es tiempo de que ocurra. Debería haber pasado hace décadas", dijo Yaakov Katz, que está a cargo de los beduinos de Negev para la Autoridad Territorial Israelí. "El principal objetivo es que los beduinos tengan sus derechos y [cumplan] sus obligaciones".
Los beduinos han resistido con una vistosa campaña, acusando a Israel de medidas excesivamente duras con el fin de desarraigarlos, que incluyen los bombardeos de los campos con pesticidas, que ha hecho enfermar a algunas personas, y las demoliciones, que ha incluido por lo menos una pequeña mezquita.
Para muchos beduinos es difícil pensar que deben abandonar sus aldeas para ir a vivir en los pueblos construidos por Israel para ellos durante una campaña anterior de re-asignación que comenzó en los años de 1960.
Las comunidades establecidas -con 65 mil residentes beduinos- se encuentran entre las más pobres de Israel, con viviendas de mala calidad, desempleo y altas tasas de abandono de los estudios. Muchos beduinos prefieren vivir con su gente en las áridas aldeas antes que trasladarse a ciudades controladas por los israelíes.
Rahat es uno de esos pueblos, a unos pocos kilómetros por carretera de esta colección de tiendas y cobertizos de trozos de madera, y lo reclaman 250 miembros del clan de Abu Medeghem, cuyo caso se encuentra para ser visto por una corte israelí.
"No es más que un campamento de refugiados", se burla Ismail Abu Medeghem, 62, en una espaciosa tienda, con sus amplios lados abiertos para dejar entrar la brisa del desierto. Él y otros residentes dicen que continuarán luchando para quedarse.
Activistas beduinos dicen que es deber del gobierno llevar servicios a las aldeas, que dicen que fueron dejadas fuera del tendido por una ley de planificación de 1965 que los ignoró. Como resultado, hay sólo ocho clínicas médicas para las pobladas 45 aldeas beduinas.
En pueblos como Araqib, en las afueras de la árida Beersheba, la capital regional, serán los tribunales los que deberán decidir quiénes son los propietarios legítimos.
Y resolver los casos de propiedad en la región no será fácil.
Algunas familias, incluyendo a la de Salim Abu Medeghem, basan sus demandas en títulos que datan, dicen, de la época del Imperio Otomano; otros se apoyan sólo en la tradición. Muchos beduinos dicen que cedieron sus tierras al nuevo estado israelí hacia los años de 1950 para su uso militar, pero que ese acuerdo era provisional.
La actual batalla gira sobre un pastel disminuido. De acuerdo al gobierno, casi tres tercios de la región de Negev, alrededor de un millón de hectáreas, fueron apartadas para su uso militar. Las cerca de 15 mil hectáreas restantes son arrendadas a los beduinos para que las cultiven, incluyendo la tierra en torno a los pueblos. Pero alrededor de 60 mil hectáreas de tierra están entrampadas en pleitos legales o son consideradas por Israel como ocupadas ilegalmente.
El gobierno de Israel considera que los beduinos son okupas de tierras nacionales.
El conflicto por la tierra ha estado cociéndose durante años, pero ha hecho erupción desde que el gobierno del primer ministro Ariel Sharon anunciara el año pasado un plan de 250 millones de dólares para resolver el conflicto.
La campaña intenta re-ubicar a los beduinos en siete pueblos establecidos o en algunos pueblos beduinos que serán equipados con escuelas, clínicas y agua potable.
"Los beduinos asumirán la responsabilidad de su propio futuro. Elegirán a sus representantes. Tendrán los mismos servicios que otros ciudadanos en el país y serán capaces de participar. Estarán en pie de igualdad con los otros ciudadanos que viven en la región", dijo Katz, de la Autoridad Territorial.
Como parte de la medida las autoridades israelíes asignaron cerca de 10 millones de dólares a los tribunales para que resuelvan las disputas de tierra y asignó 75 millones de dólares para pagar compensaciones a las familias desalojadas.
El gobierno también ha tomado medidas enérgicas, y enviado a la policía y a equipos de demolición para demoler decenas de edificios nuevos, además de rociar con pesticidas los campos de cultivo que afirma que no deben cultivarse.
De momento, este año Israel ha rociado cerca de 500 hectáreas -una táctica muy controvertida que los funcionarios creen que provoca menos enfrentamientos violentos que las expulsiones. (En marzo, la Corte Suprema israelí ordenó detener provisionalmente la política de rociar con pesticidas los campos de cultivo después de que grupos de derechos humanos entablaran una denuncia. El gobierno dice que el rociado se hace por razones de seguridad y como advertencia).
Los beduinos y sus partidarios afirman que las medidas represivas tienen por objetivo expulsarlos de la tierra para instalar en ella a judíos de Negev. Uno de los asentamientos recientemente aprobados por el gobierno, que consiste de caravanas, apareció de un día para otro en enero en tierras de Araqib.
Además, Israel ha implementado una nueva ley de desarrollo urbano, conocida como la ley de las granjas particulares, que permite que familias judías funden pequeños asentamientos en lugares que son provistos por el gobierno de agua potable y otros servicios. Para los aldeanos beduinos sólo sonotro tipo de asentamiento.
Cada año surgen más subdivisiones en Negev, que ha sido mencionado recientemente como un posible sitio para re-ubicar a las 7,500 personas que serán desalojadas de la Franja de Gaza con la propuesta de Sharon de evacuar a los 21 asentamientos judíos que hay ahí.
Entretanto, los escaramuzas continúan.
En una comunidad llamada Azarura, la resistencia beduina al plan del gobierno es evidente en los bloques de cemento armado amontonados cerca de la entrada de la aldea.
Los bloques serán usados para remplazar un edificio que las autoridades israelíes demolieron en enero después de que los tribunales resolvieran a su favor. Según el gobierno el edificio había sido construido sin permiso. Los beduinos dicen que el edificio era una mezquita, pero los funcionarios israelíes afirman que era un edificio de apartamentos ilegal. De todos modos, la estructura en disputa es ahora una pila de escombros con un minarete hecho delgadas láminas de metal encima.
Debajo de una tienda de color amarillo pálido que hace las veces de salón de reuniones, el jeque Suleiman Abu Ajaj, 75, pasaba entre sus dedos las cuentas de la oración a medida que recordaba cómo era la vida de los beduinos de Negev cuando los pastores y sus cabras viajaban de un largo a otro entre el desierto y el Mar Muerto, de acuerdo a los ritmos estacionales.
Los camellos eran los medios preferidos de transporte entonces, pero ya no más. Mientras hablaba pasaban a toda velocidad por la carretera enormes camiones, a menos de cien metros de su tienda.
Abu Ajaj dijo que costará 40 mil dólares volver a construir el edificio, lo que no es poco dinero en las polvorientas calles de las aldeas. Cuando le pregunté qué harían los beduinos si el edificio volvía a ser demolido, no dudó en responder.
"Lo volveremos a construir", dijo.
6 de julio de 2004
©los angeles times ©traducción mQh
Salim Abu Medeghem se agachó sobre la tierra reseca y arrancó una crujiente mata parecida a la paja: dijo que era todo lo que quedaba de su cosecha de trigo después de que aviones israelíes rociaran con herbicida la parcela disputada.
"Está quemado", dijo. "Está todo quemado".
Abu Medeghem, 38, juró volver a plantar en otoño, incluso si el gobierno israelí vuelve a enviar aviones. "Es mi tierra", dijo.
Este árido campo es uno de los frentes de una lucha cada vez más intensa por la tierra entre el gobierno israelí y miles de árabes beduinos que viven en una amplia franja de desierto al sur de Israel, conocida como Negev.
El gobierno insiste en que los beduinos, que viven sin autorización en varias aldeas de tiendas sin agua potable ni electricidad, no tienen títulos legales de propiedad y deberán mudarse a los pueblos que se han construido para ellos. Esta aldea, por ejemplo, es conocida por sus habitantes como Araqib, pero no es reconocida por Israel.
Pero los beduinos, que abandonaron hace tiempo su modo de vida semi-nómade alegan que han ocupado esa tierra durante décadas, antes de que se fundara Israel, y tienen derechos de propiedad que no están dispuestos a ceder. Acusan a los israelíes de tratar de hacerlos a un lado para entregar la tierra a colonos judíos.
El tira y afloja se ha intensificado a medida que Israel continúa su táctica de hace un año, que combina la persuasión con la implementación de duras medidas represivas para trasladar a los beduinos.
Se calcula que cerca de 70 mil beduinos viven en 45 "aldeas no reconocidas" que no aparecen en los mapas israelíes. Algunas de las comunidades están a menos de 200 metros del intenso tráfico de las autopistas del desierto.
Muchos beduinos todavía viven de la agricultura, del pastoreo de cabras y ovejas y de los camellos que crían por la leche. Pero la gran mayoría son ahora peones y obreros de la construcción. Sus tiendas algo cuadradas y negras, que estuvieronalguna vez cubiertas por el protector pelaje de las cabras están ahora enfundadas en lona alquitranada.
La enconada lucha por la tierra ha servido para llamar la atención sobre la peculiar posición de los beduinos de Israel, cuya condiciones de vida y sanitarias se encuentran entre las peores del país y hay acusaciones frecuentes de que el gobierno se muestra poco compasivo con ellos.
Sin embargo los beduinos, que son árabes apegados a las tradiciones, han coexistido con el estado de Israel que echó raíces a su alrededor. Como ciudadanos de Israel se hicieron famosos en el ejército israelí debido a sus habilidades de rastreo. Los activistas beduinos han tratado de capitalizar su intervención en la guerra para permanecer en sus tierras.
Las autoridades israelíes alegan que el traslado de los beduinos a comunidades reconocidas por el gobierno los pondrá a tono con las leyes de regionalización, cuyo fin es hacer un uso más ordenado de la tierra y que permita al estado proveer a las comunidades agua potable, electricidad, escuelas y clínicas médicas.
"Ya es tiempo de que ocurra. Debería haber pasado hace décadas", dijo Yaakov Katz, que está a cargo de los beduinos de Negev para la Autoridad Territorial Israelí. "El principal objetivo es que los beduinos tengan sus derechos y [cumplan] sus obligaciones".
Los beduinos han resistido con una vistosa campaña, acusando a Israel de medidas excesivamente duras con el fin de desarraigarlos, que incluyen los bombardeos de los campos con pesticidas, que ha hecho enfermar a algunas personas, y las demoliciones, que ha incluido por lo menos una pequeña mezquita.
Para muchos beduinos es difícil pensar que deben abandonar sus aldeas para ir a vivir en los pueblos construidos por Israel para ellos durante una campaña anterior de re-asignación que comenzó en los años de 1960.
Las comunidades establecidas -con 65 mil residentes beduinos- se encuentran entre las más pobres de Israel, con viviendas de mala calidad, desempleo y altas tasas de abandono de los estudios. Muchos beduinos prefieren vivir con su gente en las áridas aldeas antes que trasladarse a ciudades controladas por los israelíes.
Rahat es uno de esos pueblos, a unos pocos kilómetros por carretera de esta colección de tiendas y cobertizos de trozos de madera, y lo reclaman 250 miembros del clan de Abu Medeghem, cuyo caso se encuentra para ser visto por una corte israelí.
"No es más que un campamento de refugiados", se burla Ismail Abu Medeghem, 62, en una espaciosa tienda, con sus amplios lados abiertos para dejar entrar la brisa del desierto. Él y otros residentes dicen que continuarán luchando para quedarse.
Activistas beduinos dicen que es deber del gobierno llevar servicios a las aldeas, que dicen que fueron dejadas fuera del tendido por una ley de planificación de 1965 que los ignoró. Como resultado, hay sólo ocho clínicas médicas para las pobladas 45 aldeas beduinas.
En pueblos como Araqib, en las afueras de la árida Beersheba, la capital regional, serán los tribunales los que deberán decidir quiénes son los propietarios legítimos.
Y resolver los casos de propiedad en la región no será fácil.
Algunas familias, incluyendo a la de Salim Abu Medeghem, basan sus demandas en títulos que datan, dicen, de la época del Imperio Otomano; otros se apoyan sólo en la tradición. Muchos beduinos dicen que cedieron sus tierras al nuevo estado israelí hacia los años de 1950 para su uso militar, pero que ese acuerdo era provisional.
La actual batalla gira sobre un pastel disminuido. De acuerdo al gobierno, casi tres tercios de la región de Negev, alrededor de un millón de hectáreas, fueron apartadas para su uso militar. Las cerca de 15 mil hectáreas restantes son arrendadas a los beduinos para que las cultiven, incluyendo la tierra en torno a los pueblos. Pero alrededor de 60 mil hectáreas de tierra están entrampadas en pleitos legales o son consideradas por Israel como ocupadas ilegalmente.
El gobierno de Israel considera que los beduinos son okupas de tierras nacionales.
El conflicto por la tierra ha estado cociéndose durante años, pero ha hecho erupción desde que el gobierno del primer ministro Ariel Sharon anunciara el año pasado un plan de 250 millones de dólares para resolver el conflicto.
La campaña intenta re-ubicar a los beduinos en siete pueblos establecidos o en algunos pueblos beduinos que serán equipados con escuelas, clínicas y agua potable.
"Los beduinos asumirán la responsabilidad de su propio futuro. Elegirán a sus representantes. Tendrán los mismos servicios que otros ciudadanos en el país y serán capaces de participar. Estarán en pie de igualdad con los otros ciudadanos que viven en la región", dijo Katz, de la Autoridad Territorial.
Como parte de la medida las autoridades israelíes asignaron cerca de 10 millones de dólares a los tribunales para que resuelvan las disputas de tierra y asignó 75 millones de dólares para pagar compensaciones a las familias desalojadas.
El gobierno también ha tomado medidas enérgicas, y enviado a la policía y a equipos de demolición para demoler decenas de edificios nuevos, además de rociar con pesticidas los campos de cultivo que afirma que no deben cultivarse.
De momento, este año Israel ha rociado cerca de 500 hectáreas -una táctica muy controvertida que los funcionarios creen que provoca menos enfrentamientos violentos que las expulsiones. (En marzo, la Corte Suprema israelí ordenó detener provisionalmente la política de rociar con pesticidas los campos de cultivo después de que grupos de derechos humanos entablaran una denuncia. El gobierno dice que el rociado se hace por razones de seguridad y como advertencia).
Los beduinos y sus partidarios afirman que las medidas represivas tienen por objetivo expulsarlos de la tierra para instalar en ella a judíos de Negev. Uno de los asentamientos recientemente aprobados por el gobierno, que consiste de caravanas, apareció de un día para otro en enero en tierras de Araqib.
Además, Israel ha implementado una nueva ley de desarrollo urbano, conocida como la ley de las granjas particulares, que permite que familias judías funden pequeños asentamientos en lugares que son provistos por el gobierno de agua potable y otros servicios. Para los aldeanos beduinos sólo sonotro tipo de asentamiento.
Cada año surgen más subdivisiones en Negev, que ha sido mencionado recientemente como un posible sitio para re-ubicar a las 7,500 personas que serán desalojadas de la Franja de Gaza con la propuesta de Sharon de evacuar a los 21 asentamientos judíos que hay ahí.
Entretanto, los escaramuzas continúan.
En una comunidad llamada Azarura, la resistencia beduina al plan del gobierno es evidente en los bloques de cemento armado amontonados cerca de la entrada de la aldea.
Los bloques serán usados para remplazar un edificio que las autoridades israelíes demolieron en enero después de que los tribunales resolvieran a su favor. Según el gobierno el edificio había sido construido sin permiso. Los beduinos dicen que el edificio era una mezquita, pero los funcionarios israelíes afirman que era un edificio de apartamentos ilegal. De todos modos, la estructura en disputa es ahora una pila de escombros con un minarete hecho delgadas láminas de metal encima.
Debajo de una tienda de color amarillo pálido que hace las veces de salón de reuniones, el jeque Suleiman Abu Ajaj, 75, pasaba entre sus dedos las cuentas de la oración a medida que recordaba cómo era la vida de los beduinos de Negev cuando los pastores y sus cabras viajaban de un largo a otro entre el desierto y el Mar Muerto, de acuerdo a los ritmos estacionales.
Los camellos eran los medios preferidos de transporte entonces, pero ya no más. Mientras hablaba pasaban a toda velocidad por la carretera enormes camiones, a menos de cien metros de su tienda.
Abu Ajaj dijo que costará 40 mil dólares volver a construir el edificio, lo que no es poco dinero en las polvorientas calles de las aldeas. Cuando le pregunté qué harían los beduinos si el edificio volvía a ser demolido, no dudó en responder.
"Lo volveremos a construir", dijo.
6 de julio de 2004
©los angeles times ©traducción mQh
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