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permiso de residencia


[Gary Shteyngart] Estos últimos tiempos no he sido un buen inmigrante. No me puedo obligar a trabajar ochenta horas a la semana. No me gusta caminar veinte cuadras para llegar al subte. Y no tengo esa certeza loca, llena de adrenalina, de que pronto todo me sonreirá. Quizás se debe a los sombríos tiempos que vivimos. Quizás es la economía. Quizás la guerra. Lo más probable es que esté harto, el hambre y los problemas del inmigrante ya no son mis problemas. No soy gordo y rico, pero mi estómago se ve, para citar a un viejo amigo, "próspero".
El deseo y el temor controlan América: el deseo de seguridad, dignidad y salvaje opulencia, el miedo al fracaso, el temor de la extinción en una implacable economía de mercado que sólo recompensa a los infatigables y a los imperturbables. "Recuerda la lección... del pájaro dodo", advierte Monette Adeba Maglaya a los recién llegados en su extraordinario nuevo libro ‘The Complete Success Guide for the Immigrant Life: How to Survive, How to Thrive, How to Be Fully Alive' (PDI Books) [Guía Completa para el Inmigrante Exitoso: Cómo Sobrevivir, Cómo Luchar, Cómo Estar Enteramente Vivo]: "Uno debe aprender a adaptarse, o perecer".
Digo que el libro de Maglaya es "extraordinario" no porque sea un compendio de ilustraciones, desgastados clichés inspirativos, consejos prácticos y follones religiosos, que lo es todo, sino porque pocos libros han logrado transmitir lo que significa hoy ser un inmigrante en Estados Unidos. Y si le creo a Maglaya, significa vivir en un país turbo-darwinista que dejaría lelos a Huck Finn y Augie March, porque está lleno de vendedores viajeros y soñadores, de trabajos-en-casa, de falsos campeonatos de niños modelos y de carnés de identidad falsos. Sobre todo significa vivir en el sur de California entre tribus de magnates camboyanos del donut e imperios chinos de la tintorería. Significa creer en Dios (y de preferencia en Jesucristo) y meterlo en todo lo que haces. Devoto, ingenioso, altamente flexible y sin embargo esencialmente conservador, el inmigrante es el norteamericano más confiable, el ciudadano indispensable, la base del sueño americano con todos sus contaminados placeres y milenarias locuras.
Dicho esto, la cara de la inmigración, o al menos la cara de la inmigración en los manuales me parece hoy irreconocible. Cuando mi familia llegó a Estados Unidos desde la Unión Soviética hacia 1980, nos dieron un delgado libro en una agencia de imigración. Dirigido directamente al inmigrante ruso, el libro enfatizaba el prodigioso uso del desodorante y la necesidad de sonreír dolorosamente toda vez que hubiese un norteamericano en los alrededores (memoricé el consejo con la frase: "huele y sonríe").
En lo que se refiere a Maglaya, el super-inmigrante moderno no necesita esas instrucciones obvias. En lugar de eso, el inmigrante debería hacer suyos rápidamente MapQuest y Google. Una vez aprendidos surgen "fuertes argumentos" a favor de aprender inglés, "aparte del normal beneficio de poder leer las señales del tráfico". Con el inglés y el signo del rendimiento en el bolsillo, el inmigrante debe iniciar la aventura de encontrar una buena empleada para la casa. Cuidado, dice Maglaya, porque los inmigrantes no vienen a trabajar gratis. Aquellos que dependían de "ayuda doméstica que hacía las cosas por ellos" pueden "sufrir un soponcio". Ahora que el refugiado arrojado por la tormenta a nuestras costas se ha asegurado los servicios de un valet de confianza, es tiempo de que encuentre alguna actividad conveniente para ocupar su tiempo. "¿Debería dedicarse a los negocios? ¿O al arte?" Estas son cuestiones difíciles para alguien que acaba de cruzar a nado el Río Grande, pero si uno finalmente se decide por los negocios, es a menudo útil "contratar a un representante profesional o mascota". Sabes, para que te ayude con la publicidad.
La autora, que llegó a Estados Unidos desde Filipinas en los años de 1980 con una licenciatura en comunicaciones, nos ofrece una lista de lecturas recomendadas, incluyendo el libro de Pat Buchanan, "'Death of the West: How Dying Populations and Immigrant Invasions Imperil Our Country and Civilization" [La Muerte del Occidente: Cómo Poblaciones Agonizantes e Invasiones de Inmigrantes Amenazan Nuestro País y Nuestra Civilización] y otros ejemplos de la filosofía "del bote lleno".
Otro extraordinario aspecto de su libro es el modo en que grupos de inmigrantes se perciben y tratan unos a otros. Nos enteramos, por ejemplo, de que "los judíos y armenios tienen una larga tradición de dedicación a los negocios en las áreas donde se asientan", mientras los coreanos presentan "una más bien fuerte resistencia a la aculturación". Los mexicanos, a pesar de abundar en el sur de California de la autora, están sospechosamente ausentes de la lista de grupos inmigrantes emprendedores. Posiblemente tienen poco valor que agregar al recién llegado de Maglaya, que es "brillante y emprendedor". El mundo tiene a Estados Unidos como el país donde los inmigrantes son bienvenidos, y sin embargo lo que muchos inmigrantes educados no saben, o no les importa saber sobre las luchas de los otros, podría llenar un libro. Por ejemplo, el de Maglaya.
Pero uno no puede dejar de aprender de Maglaya. Ha aprendido tantas cosas sobre la vida en Estados Unidos que al final del libro me sentí sinceramente agradecido. ¿Sabías por ejemplo que las dudosas escuelas de modelismo son como una gran lotería porque "una de los principales objetivos de los padres es su sueño de que tengan éxito"?¿O que la política de Estados Unidos es no aceptar "terroristas, nazis y gente que probablemente dependerá de la seguridad social", posiblemente en ese mismo orden? ¿O que no puedes evitar que las oficinas de crédito vendan tu nombre, aún si llamas al 1-888-5OPT-OUT? ¿O que en la gasolinera es "mejor servirse uno mismo antes que darle tu tarjeta de crédito al dependiente" porque "puede apuntar tu número"?
Después de enterarme de la diferencia entre el capítulo 7 y el 13, la bancarrota y la importancia de destruir toda la correspondencia comercial en una trituradora de papeles, me sentí más dispuesto que nunca a participar en la rica vida económica de nuestro país. También sentí miedo, el mismo miedo del inmigrante de que todo lo que he alcanzado en este caprichoso país puede ser borrado con un click de ratón o por inscribirme en la escuela de modelismo equivocada.
Entre las meditaciones sobre el temor y la lucha del inmigrante, la autora nos da ánimo con inspiradoras citas de gente como Shakespeare ("Reposa, reposa, alma atormenatada") y Jenny Craig ("Amarse a sí mismo es la única dieta que funciona a largo plazo"). También hay ilustraciones exquisitas, extrañas e ingenuas, casi en movimiento, incluyendo un collage casero de un Jesús flotando sobre la Tierra. Para Maglaya, ser un inmigrante significa encontrar solaz en la religión. Hay pocos párrafos dedicados a la natural propensión del inmigrante hacia "la nostalgia, la soledad y la desesperación", esos sentimientos acongojantes que aplastaron a tantos miembros de la generación de mis padres, pero sí un montón sobre nuestros estiramientos de cuello hacia la eternidad. "Mira hacia el cielo", nos dice la autora. "Pon a Dios en primer lugar en tu vida y todo encontrará su lugar". "Venir a Estados Unidos quizás sea parte del Gran Destino que te reserva Dios" para cumplir tus propósitos. Y a los inmigrantes multi-trabajadores y ansiosos: "Jesucristo también tenía tensiones".
Junto al Padre y al Hijo, está el País. En una época en que el mundo está aprendiendo a despreciarnos, la fe del inmigrante en Estados Unidos sigue siendo pasmándonos y, a muchos, inspirándonos. ¿Por qué, de otro modo, dejarían millones de personas de hablar sus lenguas maternas, de ver a sus amigos de infancia, a sus viejos padres, a sus colinas y mesas nativas y, por supuesto, a sus cocineros, choferes y criados para venir a vivir aquí? Maglaya lo pone en perspectiva: "Salvo circunstancias catastróficas imprevistas producidas por seres humanos y por colisiones cósmicas extremadamente raras, como el impacto directo sobre la Tierra de un cometa o asteroide..., Estados Unidos seguirá ocupando un lugar privilegiado en la geopolítica del mundo durante todavía mucho tiempo más".
No sé si tiene razón en esto último. Pero me voy a comprar una trituradora de papel.

7 de julio de 2004
©new york times ©traducción mQh

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