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muerte en el desierto


[Stephen Franklin] Familia guatemalteca queda atrás con preguntas que rompen el corazón.
Quetzeltenango, Guatemala. El cuerpo de Ofelia Vicente Ixmai fue descubierto el 22 de julio de 2004 al sur de Arizona. Su acta de defunción dice que murió de hipotermia, o de un paro cardíaco.
Otros detalles sobre el fin de su vida son un misterio.
Su familia aquí trata el documento de su muerte como si fuera una invaluable reliquia de familia. El documento -el extracto del Estado de Arizona de Actas Vitales No.1091157- está en inglés, una lengua que no leen. Contiene toda la información que tienen sobre Ofelia desde ese día de julio de 2004 cuando llamó una mujer para decir que Ofelia había muerto en el desierto cerca de un lugar llamado Tucson. Esa es toda la información que les dio.
Para las mujeres que cruzan la frontera, el viaje puede ser peligroso. Accidentes, secuestros y otras desgracias ocurren frecuentemente, y a veces provocan el fin abrupto y fatal del viaje. Ofelia es una más de las miles de mujeres que perecen cada año en su intento de cruzar la frontera.
El día que Ofelia fue descubierta, la temperatura en Tucson era de 39 grados Celsius. Era al menos tres grados más alta que más al sur, en el desierto de Sonora, un cruce popular entre los coyotes desde que Estados Unidos, hace algunos años, empezara a reprimir la inmigración en otros lugares de la frontera mexicana.
En 1999 murieron menos de 50 de los inmigrantes que trataron de cruzar la frontera, según cifras de la Patrulla Fronteriza. Esa cifra creció a 176 en 2004 y llegó a 261 este año, de acuerdo a la patrulla, cuyo calendario va de octubre a septiembre.
Ofelia, que tenía 28 años, fue hallada a tres kilómetros al poniente de una aldea en la reserva de Tohono O’odham, un sitio polvoriento y miserable lleno de cactus y matorrales. Estaba a ocho kilómetros al norte de la frontera con México.
Para su padre, Tomás Vicente Uxmai, un hombre delgado y enjuto de 55 años, hay muchas preguntas sin respuesta.
¿Fue su hija abandonada por el coyote? ¿Enfermó? ¿Cuánto tiempo estuvo sola en el desierto? No sabrá nunca las respuestas.
"Vino aquí y nos dijo que quería marcharse, y le dijimos: ‘No, no, por favor, no te marches. El desierto te puede matar’", recuerda Uxmai.
El día que su hija cruzó de México a Estados Unidos, llamó a casa. "Dijo: ‘Padre, estoy bien y voy a cruzar’", dice. "Y luego dijo: ‘Buenas noches, padre, adiós’", y eso fue todo.
"Es muy triste", dice, y se echa a llorar.
Antes de partir, Ofelia había trabajado en Ciudad de Guatemala como criada, un trabajo con el que no ganaba lo suficiente después de que su marido la abandonara, le dijo a su familia. Quería irse a Estados Unidos a encontrar un trabajo mejor pagado.
Salió de Ciudad de Guatemala con otra joven, una amiga de El Salvador, a principios de junio.
En ruta a la frontera mexicana, paró en Quetzeltenango para ver a su madre, padre y hermana y decirles que se marchaba. Dejó a cargo de ellos a su hijo de tres años, Jairo Tomás Darwin.
Dejó a su familia el 9 de julio y los llamó el 20 para decir que estaba cruzando la frontera. No dijo dónde estaba. Dos días después la policía encontró su cadáver.
En los últimos años las mujeres han conformado el 25 por ciento de todas las muertes de los inmigrantes que cruzan la frontera mexicana, dice el doctor Bruce Parks, médico forense del condado de Pima.
Pero del 1 de julio al 15 de agosto, cuando una ola de calor hizo subir las muertes de inmigrantes a un récord de 77, las mujeres fueron una de cada tres víctimas, dijo.
A veces las mujeres inmigrantes son vendidas por pandillas a lo largo de la frontera, utilizadas como señuelos para atraer a los hombres inmigrantes, o violadas, dicen funcionarios del Grupo Beta, el servicio de protección a los inmigrantes de Nogales, México, en la frontera de Arizona.
"Los coyotes usan a las mujeres como carnadas para atraer a más hombres hacia sus grupos", dice la doctora Elizabeth García Mejía, el director del Grupo Beta en Nogales.
El acta de defunción de Ofelia fue emitido el 11 de agosto, tres semanas después de que se encontrara su cuerpo. Tomó todo ese tiempo poder identificarla. En ella se encontraron sólo dos piezas de identificación. Una era su nombre, la otra el número de teléfono de su familia en Guatemala.
El despacho del médico forense de Tucson llamó al consulado guatemalteco en Los Angeles, que a su vez tomó contacto con la familia de Ofelia para ayudar a identificar el cuerpo.
Al principio, el padre de Ofelia no sabía qué hacer. Pero a través de amigos en Chicago, pudo obtener ayuda de Pam Muralles, miembro de Casa Guatemala, un grupo de Chicago que atiende a la comunidad guatemalteca. Ayudó a la familia a reunir y enviar la información que necesitaban en Tucson.
Luego estaban los costes de traer su cuerpo a casa y enterrarla, unos 5400 dólares. La familia tuvo que pedir dinero prestado, dice el padre.Pero la familia no pudo pagar cien dólares para traducir el acta de defunción, y sin traducción la muerte de Ofelia no es oficial en su país natal, dice su padre.
"Este papel es todo lo que tenemos", dice. Se lo entrega a su esposa, para que lo guarde.

28 de diciembre de 2005

©chicago tribune
©traducción mQh

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