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EL INFORME DEL SENADO



El informe del Senado estadounidense, publicado hace unos días, es definitivo: las informaciones de la CIA en que Bush basó la guerra eran definitivamente falsas y las armas de destrucción masiva no se encontrarán nunca, porque no existen. La reacción del New York Times.
En una temporada en la que escasean la franqueza y la capacidad de mando, el informe del Comité de Inteligencia del Senado sobre la evaluación de preguerra del armamento iraquí es una excelente demostración de ambas. También es inquietante, y no solamente porque lo que dice sobre el desastroso estado de los servicios de inteligencia norteamericanos. El informe es una condena de cómo esta administración ha despilfarrado la confianza del público, una confianza que puede necesitar urgentemente para hacer frente a una amenaza real a la seguridad nacional.
El informe fue fuertemente censurado por el gobierno y se restringe a las torpezas de la Agencia Central de Inteligencia. Pero lo que se trasluce es completamente condenatorio. Dicho simplemente, los analistas del servicio de inteligencia de la administración Bush falsificaron los libros para dar al Congreso y al público la impresión de que Saddam Hussein tenía armas químicas y biológicas y estaba desarrollando armas nucleares, de que estaba conspirando para entregar esas armas a terroristas, y que era una amenaza inminente.
Estas aseveraciones fueron la base para las justificaciones de la guerra de Bush. Pero el informe determinó que eran equivocadas y no reflejaban realmente lo que se sabía y que los datos mismos no tenían mucho valor. La información más fresca de fuentes humanas tenía más de cuatro años. El comité declaró que los analistas que habían producido esa falsa visión apocalíptica habían caído en un "modo colectivo de pensar" en el que la evidencia fue ajustada en un esquema preconcebido. Sus jefes no intervinieron.
El informe reafirma una conclusión de otro panel que investigó las deficiencias de la inteligencia antes de los atentados del 11 de septiembre al declarar que no había "una relación formal" entre Saddam Hussein y Al Qaeda. También declaró que no había evidencia de que Iraq haya estado implicado en los ataques de Osama Bin Laden, ni de que Saddam Hussein hubiera tratado alguna vez de usar a Al Qaeda para realizar un ataque. Aunque el informe dijo que las conclusiones de la CIA habían sido "ampliamente divulgadas" en el gobierno, Bush y el vice-presidente Dick Cheney se han referido repetidas veces al enlace Iraq-Al Qaeda.
Lamentablemente, la investigación termina sin evaluar cómo usó el presidente Bush esos informes de inteligencia incompetentes para justificar la guerra. Deja abierta la cuestión de si los analistas pensaban que estaban haciendo lo que Bush quería. Aunque el panel dijo que no había encontrado a ningún analista que informara haber sido presionado para cambiar una conclusión, su vice-presidente el senador John Rockefeller IV dijo que había un "ambiente de intensa presión". Pero al asunto se le quitó importancia para que el informe pudiera ser adoptado con unanimidad.
La investigación del panel sobre cómo manejó el presidente Bush la inteligencia ha sido aplazada hasta después de las elecciones. Pero lo esencial está claro. Nadie tuvo que ejercer presión sobre sus conclusiones porque las conclusiones eran determinadas antes de que comenzara el trabajo.
Hacia fines de 2002 tenías que haber estado de vacaciones en Marte para no saber qué era lo que Bush quería oír. La planificación de la guerra ya había comenzado. La CIA estaba bajo una enorme presión después del fracaso del 11 de septiembre. Y el secretario de defensa de línea dura, Donald Rumsfeld, quería montar su propia agencia de inteligencia para producir información sobre Iraq que la insípida CIA no era capaz de entregar.
Ambos partidos políticos consideran que el tema afecta las elecciones y la comunidad internacional tendrá en el informe del comité otra razón para condenar la política exterior de Bush de hacerlo todo solo. Pero el informe también menciona una amenaza grave y de largo plazo contra la seguridad. No podemos permitir que el público se vuelva demasiado cínico sobre la evaluación gubernamental del peligro.
Puede haber otro momento en que Bush, u otro presidente, tenga que pedir al país y a sus aliados apoyo ante un ataque militar preventivo contra terroristas o contra un país que represente una amenaza real. Y es probable que tenga que apoyarse en informaciones que estarán lejos de ser la "clavada" con que de George Tenet según se sabe describió esos chapuceros informes sobre Iraq. El público tiene que creer que el presidente actúa contra una amenaza real, no una amenaza prefabricada para justificar un programa político.
Este gobierno no ha hecho más fácil que la gente tenga esa confianza. Su constante insistencia en vincular a Iraq con Al Qaeda no tiene por objetivo ayudar al público a comprender la situación en Oriente Medio, sino proveer cobertura política a una invasión cada vez más impopular.
Luego están las ruedas de prensa en las que funcionarios de gobierno nos advierten periódicamente de que vamos a ser atacados. Todos estamos conscientes del peligro, pero no hay razón alguna para salir en televisión y repetir amenazas vagas que parecen tener la intención de asustar a todo el mundo pero que lo más probable es que adormezcan a la gente debido a la familiaridad y repetición. Cuando Tom Ridge, el secretario de defensa nacional, dio una rueda de prensa para advertir a la nación sobre el grave peligro, terminó como forraje para comedias, y eso significa hay algo huele muy mal en algún lugar.
El informe del Comité de Inteligencia del Senado debe ser el primer paso de distanciamiento del destructivo cinismo público. El siguiente debe ser dado por el presidente, que puede ayudar a recuperar la confianza en los análisis de riesgo del gobierno simplemente siendo franco sobre los errores de su gobierno y las lecciones que han de aprenderse. Eso haría más para preparar al país para la siguiente crisis que toda una temporada de ruedas de prensas de miedo a cargo de Ridge.

15 de julio de 2004
©new york times ©traducción mQh

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