VIOLENCIA JUVENIL DEJA LELO A JAPÓN - anthony faiola
El asesinato de un compañero de escuela por un niño de once años pone el foco en los actos repentinos de odio.
Sasebo, Japón. Una tarde despejada en esta dormida ciudad portuaria una niña de once años empapada de sangre y apretando una cuchilla entró al comedor de su escuela primaria. Los maestros y alumnos se quedaron de piedra, pensando que la niña de sexto conocida por su carácter alegre se había herido gravemente a sí misma -pero ella disipó pronto esa impresión, dijeron testigos, pronunciando unas pocas aterradoras palabras: "Esta no es mi sangre".
Minutos más tarde los maestros encontraron a Satomi Mitarai, una niña de doce años, tendida en una poza de sangre en un aula vacía con vistas al arenoso jardín de recreo de la Escuela Primaria de Okubo. La asesina de once años, de acuerdo a sus propias confesiones en entrevistas con psicólogos y funcionarios de la escuela, había llevado a Satomi, que era conocida por su sonrisa que dejaba ver los dientes, a la sala. La agresora primero cerró las cortinas antes de cercenar la garganta de su víctima y golpearle brutalmente la cabeza y el cuerpo, de acuerdo a los entrevistados.
El asesinato, hace dos meses, marcó el último y uno de los extremos asesinatos en una serie de extraordinarios crímenes en Japón -incluyendo un número de ellos cometidos por niños que no mostraban una conducta inusual antes de los hechos. En muchos de los casos, los niños implicados atacaron a sus víctimas repentinamente, en un ataque de kireru, o repentinos actos de violencia.
El aumento de la violencia juvenil ha provocado llamados a re-evaluar la cada vez más violenta y lasciva cultura juvenil de Japón, que ahora se exporta a todo el mundo a través de películas de dibujos animados, cómics y juegos de video.
La joven asesina de Sasebo, cuyo nombre no puede ser divulgado de acuerdo a las leyes japonesas, era una ávida fan de Battle Royale', una popular película para adolescentes que fue llevada a un juego en la red en la que los estudiantes se matan unos a otros haciendo deportes violentos. Aunque la niña todavía está siendo sometida a un análisis psicológico, se cree que fue motivada por una ofensa aparentemente ligera: la víctima, una de sus mejores amigas, la había llamado "gorda" y "cursi" en un sitio en la red.
"Lo más espeluznante es que ella siempre nos pareció ser una niña normal en todo sentido", dice Masashi Watanabe, director del Centro de Psicología Infantil de Sasebo, cuyo personal entrevistó a la niña después del asesinato. "No parecía ser una niña con problemas; no hubo señales que fueran detectadas por sus maestros o padres. Podía ser cualquiera de nuestros hijos".
La ola de crímenes juveniles está afectando el sentimiento nacional de seguridad personal en un país tan seguro que los niños a menudo viajan en metro o caminan hasta sus hogares a través de ciudades llenas de gente sin ser acompañados por adultos.
En años recientes -especialmente desde 1997, cuando un chico de 14 años decapitó a un niño de 11 y dejó su cabeza a la entrada de su escuela- Japón ha presenciado una creciente ola de delitos juveniles graves, incluyendo incendios provocados, atracos, violaciones, homicidios y asesinatos premeditados.
Los incidentes violentos en las escuelas se han quintuplicado en Japón en la última década, llegando a 29.000 en 2002, que llevó al diario nacional Mainichi a advertir que los patios de recreo japoneses se estaban convirtiendo en "campos de batalla". La violencia entre los niños más jóvenes en particular ha aumentado rápidamente. En 2003 el número de niños de menos de 14 años procesados por delitos violentos aumentó en un 47 por ciento con respecto al año anterior. Un estudio llevado a cabo por un instituto de investigación de la conducta infantil reveló que casi un 30 por ciento de los estudiantes secundarios han vivido actos de cólera al menos una vez al mes. En respuesta a la creciente criminalidad juvenil, Japón bajó en 2001 la edad de responsabilidad penal de 16 a 14 años, y la puede seguir bajando.
Los expertos creen que la violencia se origina en la baja estima entre lo niños, y citan las presiones de la vida familiar durante los últimos trece años de depresión económica en el país. La economía en Japón, la segunda economía más grande del mundo, está en crecimiento, pero los años de estancamiento presenciaron tasas elevadas de divorcio, violencia intra-familiar y suicidios, rompiendo la tradicional vida familiar y alienando a los hijos de los padres.
"En Japón, la delincuencia juvenil no es un problema relacionado con la pobreza", dice Akira Sakuta, un eminente psiquiatra criminalista. "Más bien, se podría decir que está relacionado a la tensión y a problemas de desarrollo de los niños, que sienten que no son deseados o que carecen de atención".
Muchos jóvenes se han retraído en el mundo virtual de internet, ahora de fácil acceso y sin supervisión parental gracias a los celulares. Los niños pueden mirar películas cortas de dibujos animados -anime- tales como Gunslinger Girl', una historia sobre colegialas ciborg criminales con minis escocesas.
El más importante premio literario de Japón fue entregado este año a Serpientes y Pendientes', de Hitomi Kanehara, de 20 años. Elementos centrales del libro son una espantosa apatía juvenil, sexo y violencia, temas favoritos entre los jóvenes.
Obviamente, el crimen violento no es el único mal social que afecta a la juventud japonesa. En Japón los suicidios de menores subieron fuertemente por quinta vez consecutiva en 2003, saltando al 22.1 por ciento comparado con el aumento de un 6.9 por ciento de violencia de adultos en el mismo período.
Se calcula que cientos de miles de estudiantes japoneses, desde la escuela primaria hasta la universidad, sufren de un desorden de conducta conocido como hikikomori, la incapacidad de abandonar sus hogares o de enfrentarse a la vida cotidiana, según expertos y sociólogos que han estudiado el fenómeno.
Miles de adolescentes, en su mayor parte chicas de las grandes ciudades en todo Japón, han entrado en lo que las autoridades describen como prostitución voluntaria, anunciándose entre los adultos a través de sitios de internet a los que acceden por los celulares, especialmente para ganar dinero para comprar bolsos de diseño y ropa de marca.
A medida que la sociedad busca respuestas, la tradición japonesa de discreto afecto se encuentra bajo fuego. Una campaña de servicio público a nivel nacional en los metros, trenes y televisión llama a los padres a abrazar a sus hijos.
"Enfrentamos el serio problema de cómo llegar a nuestros hijos y enseñarles la diferencia entre el bien y el mal", dice Kohichi Tsurusaki, superintendente de Consejo Municipal de Educación de Sasebo.
En un país donde los padres y los niños no expresan tradicionalmente sus sentimientos, el poder del mundo virtual ha probablemente amplificado el efecto, dicen los expertos. Los niños, dijo un experto del gobierno, se han habituado demasiado a personajes muertos que vuelven a la vida tocando un botón de una consola de juegos. La joven asesina de Sasebo, por ejemplo, no parecía comprender cabalmente que había terminado con la vida de su amiguita, declarando ante el tribunal familiar que quería pedirle disculpas en persona a la niña asesinada por lo que había hecho, de acuerdo a fuentes familiarizadas con el caso.
"Muchos niños japoneses viven en pequeños apartamentos en bloques, sin mascotas y sin estar expuestos a la muerte en la vida real", dice Takeshi Seto, un especialista en delincuencia juvenil del ministerio de Justicia de Japón. "Es posible que no entiendan el concepto como deberían".
Sin duda, algunos crímenes juveniles -como el del chico de 12 que mutiló sexualmente y luego empujó a su muerte a un niño de 4 años desde el tejado de un estacionamiento en Nagasaki el año pasado- implican a niños trastornados con un pasado de conductas psicóticas.
Pero muchos estudiantes en Sasebo no sólo han sentido compasión por la víctima, sino también con su asesina. De acuerdo a funcionarios de la escuela, la niña de 11 años había estado bajo presión de sus padres para obtener mejores resultados y fue obligada a dejar el equipo de baloncesto de la escuela para que estudiara más. Los insultos de su amiga parecían ligeros, pero los alumnos parecen comprender la cólera de la chica.
"No me sorprendió demasiado", escribió una niña en los primeros años de la secundaria en una sala de chat de internet para estudiantes de la red NHKTV. "He tenido... varias veces ese sentimiento de que odio tanto a una persona que me gustaría matarla".
En otra sesión de chat en la red organizado por una estación de televisión local en la vecina ciudad de Nagasaki, un estudiante que usó el nombre Flecha de Dolor' escribió: "Entiendo muy bien lo que sintió la asesina. He sentido la soledad, y que nadie me quiere..., y por supuesto mis padres me obligan a hacer cosas que no quiero".
Sasebo, una ciudad de 240.000 habitantes a unos 320 kilómetros de Tokio estaba ya trastornada por el asesinato en junio de 2003 de un adolescente a manos de sus amiguetes en una escuela secundaria local. La comunidad está tratando de recuperarse en parte reforzando los grupos de padres, estimulando conferencias sobre la relación padres-hijos y ofreciendo ayuda psicológica a niños y adolescentes.
Parte del proceso fue una ceremonia fúnebre de Satomi Matarai, cuyo padre, Kyoji Mitarai era el jefe de despacho en Sasebo del diario Mainichi y había perdido a su mujer, que murió de cáncer. Antes que los alumnos de la escuela de su hija colocaran grandes girasoles amarillos en el blanco altar con un enorme retrato de la chica asesinada en el centro social local, Mitarai, conteniendo las lágrimas, suplicó a los estudiantes que aprendieran la lección de la muerte de su hija.
"Por favor, no olviden que a sus lados hay siempre gente que los quiere", rogó. "Por favor no olviden que hay gente que se pondría muy triste si ustedes desaparecieran, aunque no fuera por morir. Por favor aprecien vuestras vidas".
Akiko Yamamoto y Sachiko Sakamaki contribuyeron a este reportaje.
9 de agosto de 2004
22 de septiembre de 2004
©washingtonpost
©traducción mQh
Minutos más tarde los maestros encontraron a Satomi Mitarai, una niña de doce años, tendida en una poza de sangre en un aula vacía con vistas al arenoso jardín de recreo de la Escuela Primaria de Okubo. La asesina de once años, de acuerdo a sus propias confesiones en entrevistas con psicólogos y funcionarios de la escuela, había llevado a Satomi, que era conocida por su sonrisa que dejaba ver los dientes, a la sala. La agresora primero cerró las cortinas antes de cercenar la garganta de su víctima y golpearle brutalmente la cabeza y el cuerpo, de acuerdo a los entrevistados.
El asesinato, hace dos meses, marcó el último y uno de los extremos asesinatos en una serie de extraordinarios crímenes en Japón -incluyendo un número de ellos cometidos por niños que no mostraban una conducta inusual antes de los hechos. En muchos de los casos, los niños implicados atacaron a sus víctimas repentinamente, en un ataque de kireru, o repentinos actos de violencia.
El aumento de la violencia juvenil ha provocado llamados a re-evaluar la cada vez más violenta y lasciva cultura juvenil de Japón, que ahora se exporta a todo el mundo a través de películas de dibujos animados, cómics y juegos de video.
La joven asesina de Sasebo, cuyo nombre no puede ser divulgado de acuerdo a las leyes japonesas, era una ávida fan de Battle Royale', una popular película para adolescentes que fue llevada a un juego en la red en la que los estudiantes se matan unos a otros haciendo deportes violentos. Aunque la niña todavía está siendo sometida a un análisis psicológico, se cree que fue motivada por una ofensa aparentemente ligera: la víctima, una de sus mejores amigas, la había llamado "gorda" y "cursi" en un sitio en la red.
"Lo más espeluznante es que ella siempre nos pareció ser una niña normal en todo sentido", dice Masashi Watanabe, director del Centro de Psicología Infantil de Sasebo, cuyo personal entrevistó a la niña después del asesinato. "No parecía ser una niña con problemas; no hubo señales que fueran detectadas por sus maestros o padres. Podía ser cualquiera de nuestros hijos".
La ola de crímenes juveniles está afectando el sentimiento nacional de seguridad personal en un país tan seguro que los niños a menudo viajan en metro o caminan hasta sus hogares a través de ciudades llenas de gente sin ser acompañados por adultos.
En años recientes -especialmente desde 1997, cuando un chico de 14 años decapitó a un niño de 11 y dejó su cabeza a la entrada de su escuela- Japón ha presenciado una creciente ola de delitos juveniles graves, incluyendo incendios provocados, atracos, violaciones, homicidios y asesinatos premeditados.
Los incidentes violentos en las escuelas se han quintuplicado en Japón en la última década, llegando a 29.000 en 2002, que llevó al diario nacional Mainichi a advertir que los patios de recreo japoneses se estaban convirtiendo en "campos de batalla". La violencia entre los niños más jóvenes en particular ha aumentado rápidamente. En 2003 el número de niños de menos de 14 años procesados por delitos violentos aumentó en un 47 por ciento con respecto al año anterior. Un estudio llevado a cabo por un instituto de investigación de la conducta infantil reveló que casi un 30 por ciento de los estudiantes secundarios han vivido actos de cólera al menos una vez al mes. En respuesta a la creciente criminalidad juvenil, Japón bajó en 2001 la edad de responsabilidad penal de 16 a 14 años, y la puede seguir bajando.
Los expertos creen que la violencia se origina en la baja estima entre lo niños, y citan las presiones de la vida familiar durante los últimos trece años de depresión económica en el país. La economía en Japón, la segunda economía más grande del mundo, está en crecimiento, pero los años de estancamiento presenciaron tasas elevadas de divorcio, violencia intra-familiar y suicidios, rompiendo la tradicional vida familiar y alienando a los hijos de los padres.
"En Japón, la delincuencia juvenil no es un problema relacionado con la pobreza", dice Akira Sakuta, un eminente psiquiatra criminalista. "Más bien, se podría decir que está relacionado a la tensión y a problemas de desarrollo de los niños, que sienten que no son deseados o que carecen de atención".
Muchos jóvenes se han retraído en el mundo virtual de internet, ahora de fácil acceso y sin supervisión parental gracias a los celulares. Los niños pueden mirar películas cortas de dibujos animados -anime- tales como Gunslinger Girl', una historia sobre colegialas ciborg criminales con minis escocesas.
El más importante premio literario de Japón fue entregado este año a Serpientes y Pendientes', de Hitomi Kanehara, de 20 años. Elementos centrales del libro son una espantosa apatía juvenil, sexo y violencia, temas favoritos entre los jóvenes.
Obviamente, el crimen violento no es el único mal social que afecta a la juventud japonesa. En Japón los suicidios de menores subieron fuertemente por quinta vez consecutiva en 2003, saltando al 22.1 por ciento comparado con el aumento de un 6.9 por ciento de violencia de adultos en el mismo período.
Se calcula que cientos de miles de estudiantes japoneses, desde la escuela primaria hasta la universidad, sufren de un desorden de conducta conocido como hikikomori, la incapacidad de abandonar sus hogares o de enfrentarse a la vida cotidiana, según expertos y sociólogos que han estudiado el fenómeno.
Miles de adolescentes, en su mayor parte chicas de las grandes ciudades en todo Japón, han entrado en lo que las autoridades describen como prostitución voluntaria, anunciándose entre los adultos a través de sitios de internet a los que acceden por los celulares, especialmente para ganar dinero para comprar bolsos de diseño y ropa de marca.
A medida que la sociedad busca respuestas, la tradición japonesa de discreto afecto se encuentra bajo fuego. Una campaña de servicio público a nivel nacional en los metros, trenes y televisión llama a los padres a abrazar a sus hijos.
"Enfrentamos el serio problema de cómo llegar a nuestros hijos y enseñarles la diferencia entre el bien y el mal", dice Kohichi Tsurusaki, superintendente de Consejo Municipal de Educación de Sasebo.
En un país donde los padres y los niños no expresan tradicionalmente sus sentimientos, el poder del mundo virtual ha probablemente amplificado el efecto, dicen los expertos. Los niños, dijo un experto del gobierno, se han habituado demasiado a personajes muertos que vuelven a la vida tocando un botón de una consola de juegos. La joven asesina de Sasebo, por ejemplo, no parecía comprender cabalmente que había terminado con la vida de su amiguita, declarando ante el tribunal familiar que quería pedirle disculpas en persona a la niña asesinada por lo que había hecho, de acuerdo a fuentes familiarizadas con el caso.
"Muchos niños japoneses viven en pequeños apartamentos en bloques, sin mascotas y sin estar expuestos a la muerte en la vida real", dice Takeshi Seto, un especialista en delincuencia juvenil del ministerio de Justicia de Japón. "Es posible que no entiendan el concepto como deberían".
Sin duda, algunos crímenes juveniles -como el del chico de 12 que mutiló sexualmente y luego empujó a su muerte a un niño de 4 años desde el tejado de un estacionamiento en Nagasaki el año pasado- implican a niños trastornados con un pasado de conductas psicóticas.
Pero muchos estudiantes en Sasebo no sólo han sentido compasión por la víctima, sino también con su asesina. De acuerdo a funcionarios de la escuela, la niña de 11 años había estado bajo presión de sus padres para obtener mejores resultados y fue obligada a dejar el equipo de baloncesto de la escuela para que estudiara más. Los insultos de su amiga parecían ligeros, pero los alumnos parecen comprender la cólera de la chica.
"No me sorprendió demasiado", escribió una niña en los primeros años de la secundaria en una sala de chat de internet para estudiantes de la red NHKTV. "He tenido... varias veces ese sentimiento de que odio tanto a una persona que me gustaría matarla".
En otra sesión de chat en la red organizado por una estación de televisión local en la vecina ciudad de Nagasaki, un estudiante que usó el nombre Flecha de Dolor' escribió: "Entiendo muy bien lo que sintió la asesina. He sentido la soledad, y que nadie me quiere..., y por supuesto mis padres me obligan a hacer cosas que no quiero".
Sasebo, una ciudad de 240.000 habitantes a unos 320 kilómetros de Tokio estaba ya trastornada por el asesinato en junio de 2003 de un adolescente a manos de sus amiguetes en una escuela secundaria local. La comunidad está tratando de recuperarse en parte reforzando los grupos de padres, estimulando conferencias sobre la relación padres-hijos y ofreciendo ayuda psicológica a niños y adolescentes.
Parte del proceso fue una ceremonia fúnebre de Satomi Matarai, cuyo padre, Kyoji Mitarai era el jefe de despacho en Sasebo del diario Mainichi y había perdido a su mujer, que murió de cáncer. Antes que los alumnos de la escuela de su hija colocaran grandes girasoles amarillos en el blanco altar con un enorme retrato de la chica asesinada en el centro social local, Mitarai, conteniendo las lágrimas, suplicó a los estudiantes que aprendieran la lección de la muerte de su hija.
"Por favor, no olviden que a sus lados hay siempre gente que los quiere", rogó. "Por favor no olviden que hay gente que se pondría muy triste si ustedes desaparecieran, aunque no fuera por morir. Por favor aprecien vuestras vidas".
Akiko Yamamoto y Sachiko Sakamaki contribuyeron a este reportaje.
9 de agosto de 2004
22 de septiembre de 2004
©washingtonpost
©traducción mQh
2 comentarios
claudio -
charly -
personalmente siento curiosidad por lo que pudo haber pasado por la mente de esa niña, es tan extraño que no puedo entender, en mi mente siempre hay algo que me dice, "no lo hagas, es malo"..y ovbiamente le termino haciendo caso, es la conciencia creo, solo que ella se la olvido en alguna parte ese dia.
pero hay algo que no quiero imaginar, y es, lo que habra pasado por la mente de Satomi, miedo, desesperacion, incredulidad,o nada de eso, quizas solo, una y otra vez "no quiero morir".
su amiga le corto la garganta con un cutter, su propia amiga, una niña de 11 años.
el mundo es escalofriante, y mas lo son los seres que viven en el.
pero se que algun dia, y cito,
"cerrare los ojos a esta pesadilla y me acostare sabiendo que ya no voy a despertar".
bastate extremo, pero no deja de ser la realidad.
Muy buen reportaje.
...gracias...