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último viaje de un inmigrante


[Sarah Park] Los inmigrantes llegan con la esperanza de labrarse una segunda vida. Muchos vuelven en ataúdes. Ser enterrado fuera de la patria es como morir dos veces, creen muchos en las comunidades latinas.
Baudilio Ramos Osorio llegó a Estados Unidos hace cuatro años para que su mujer y cinco hijos, a los que dejó en Guatemala, pudieran vivir, incluso si sólo podría enviarles cien dólares al mes.Pero en lugar de eso, el 5 de septiembre el obrero de la construcción de 37 años, fue mortalmente herido a bala a la puerta de su apartamento en Bladensburg, por un ladrón que quería el fajo de dinero que llevaba para girar a casa.
A pesar de pasar por apuros económicos similares, sus vecinos inmigrantes, amigos y colegas de la Constructora Potomac, de Silver Spring, reunieron más de 3.600 dólares para repatriar a Guatemala el cuerpo de Ramos Osorio. Sabían lo que significaba para su familia sepultarlo en la tierra que lo vio nacer. La muerte lo alcanzó justo semanas antes de su último viaje a casa, donde se quería permanentemente.
"Los niños estaban excitados de que volviera", dijo Rosa Miriam, su esposa, en una conferencia telefónica desde Guatemala después del funeral de su marido. Ahora, agregó, "no lo verán nunca más".
A medida que crece el número de inmigrantes latinos en la región de Washington, también crece el éxodo de ataúdes hacia América Central cuando alguien muere. Enviar el cuerpo a casa es tan importante que las comunidades a menudo reúnen dinero para extraños y ayudar a pagar los a veces asombrosos costes del funeral.
Decenas de ataúdes hacen el viaje a casa cada mes. Esas muertes privan a las familias en sus países no sólo de un ser querido, sino también de un benefactor, e invierte sus papeles, ya que los afligidos parientes que dependían de él deben hacer frente a los pasmosos costes y complicaciones de organizar los servicios fúnebres y la repatriación del cuerpo. Hay crecientes llamados de ayuda y los líderes de las comunidades les están pidiendo que consideren otra opción, que fue alguna vez tabú entre algunos inmigrantes: la cremación.
Algunas personalidades hispanas de la radio y televisión local y funcionarios eclesiásticos dicen que es su responsabilidad ayudar a reunir dinero. Pero como las víctimas mortales y las familias que piden ayuda, aumentan, las autoridades eclesiásticas han comenzado a rechazarlas, aludiendo a los costes y pidiéndoles que consideren la alternativa de la cremación.
Es difícil convencer a las comunidades a que incineren a sus muertos. "Si sólo quedan las cenizas, creen que la persona se fue al infierno", dijo el Padre José Eugenio Hoyos, de la Iglesia de la Sagrada Familia, de Dale City, una de congregaciones de hispano-hablantes más grandes del norte de Virginia.
Hay muchas tradiciones, tanto religiosas como culturales, que hacen que la gente dude antes de cremar a sus seres queridos, incluso si ahorran así miles de dólares, dijo Hoyos. La enorme diferencia de los costes de la cremación la hacen "una de las cosas más delicadas de nuestra comunidad hispana", dijo Hoyos, a cuyos servicios llegan más de 3.000 católicos hispano-hablantes cada semana.
"Si quieres enviar un ataúd, necesitas unos 10.000 dólares, o más, y las familias son grandes y muy pobres. ¿Por qué no incinerar el cuerpo y dar el dinero a la familia para que empiece algún negocio?", dijo.
Eso fue lo que hizo Edgar Martínez, del barrio de Culmore, cerca de Baileys Crossroads, cuando murió su madre hace dos años.
"Mi mamá era una mujer latina muy tradicional", dijo. "Nos dijo hace unos diez años antes de morir: ‘¿Para qué van a gastar todo ese dinero, si para mí es lo mismo?' Así que cumplimos con sus deseos".
Irónicamente, a veces los inmigrantes más pobres rechazan la cremación, sin saber que las instituciones religiosas, como la iglesia católica ahora, aceptan ampliamente la práctica, dijo Martínez, que llegó en 1975.
TACA, la aerolínea nacional de El Salvador, embarca unos cuatro ataúdes cada semana desde el Aeropuerto Nacional Reagan al América Central, dijo Gloria Granillo, gerente general de su despacho en Washington.
Un domingo reciente, Hoyos le pidió a Granillo a que hablase durante la homilía para enfatizar su mensaje: Elijan la cremación. Granillo dijo que un ataúd empaquetado para el transporte aéreo ocupa el espacio de 12 maletas, o seis pasajeros.
"Para nosotros no es un negocio lucrativo transportar restos humano", dijo Granillo. "Pero creemos que es una responsabilidad para con nuestra gente".
No hay estadísticas oficiales sobre el transporte de personas incineradas porque pueden ser llevadas fácilmente en el bolso de mano, dijeron empleados de la aerolínea. Los ataúdes son más fáciles de detectar. En los últimos seis meses, la embajada de Guatemala, que entrega permisos especiales para repatriar cuerpos, ha observado un agudo aumento de las peticiones. "Antes teníamos uno o dos cuerpos por mes" en el área de Washington, dijo Karla Juárez, la funcionaria consular a cargo de los restos humanos. "Ahora es uno o dos por día o por semana".
América Latina es el destino más común para los restos humanos transportados por aerolíneas desde Estados Unidos. Durante agosto de este año, Continental Airlines envió 692 ataúdes, de los cuales 505 a América Latina y el Caribe. En el mismo período, American Airlines envió 2.148 cuerpos, de los cuales 2.125 a las mismas regiones.
"Desafortunadamente, la gente viene aquí en busca de una vida mejor, y lo que encuentran es una muerte inesperada", dijo Alejandro Carrasco, el anfitrión de un programa matutino en español, ‘Calentando la mañana', en la emisora WACA-Am (1540). "Pasa siempre".
Muchas familias pasan por la emisora radial Wheaton, de Carrasco, en Radio América, después de accidentes de coche, crímenes violentos u otros incidentes trágicos. Él es una de las varias voces públicas de una red informal de la comunidad que ayuda a familias en dificultades. Cada año, Carrasco, anfitrión y propietario de la emisora, organiza eventos para recaudar fondos y ayudar a las familias, dijo. "No es raro encontrar a alguien esperando en el vestíbulo después del programa de las diez para pedir ayuda", contó.
Erick Mauricio Guerra puede ser el próximo de la cola. Guerra, 25, y su primo Alfredo Rafael Reyes, 23, eran amigos íntimos en El Salvador. Crecieron juntos en una provincia de la costa oriental conocida por los economistas por sus ciudades cada vez más pequeñas porque están constantemente perdiendo a sus jóvenes, que se marchan en busca de trabajo a Estados Unidos.
Hace unos años, Guerra se estableció en Silver Spring. Empezó a trabajar en un restaurante y allanó el camino para Reyes, que llegó hace dos meses. Guerra dijo que su relación de infancia estaba cambiando porque él trabajaba en turnos de 12 horas y Reyes pintaba durante el día.
Reyes, huérfano, quería reunir dinero para pagar los costes médicos de su abuelo en El Salvador, y volver a empezar. "Se vino aquí para empezar una nueva vida", dijo Guerra.
El 20 de septiembre, Reyes salió de su apartamento a comprar una tarjeta telefónica para llamar a unos amigos en El Salvador, dijo Abel Quintanilla, un antiguo amigo. Hacia medianoche, Reyes fue atropellado por un coche en Wheaton, y murió. Su cuerpo fue enviado de vuelta a El Salvador, donde fue recibido por el padre de Quintanilla.
Guerra dijo que no sabe cómo reunir los miles de dólares que necesita para pagar los gastos. Espera que un evento para reunir dinero, que organizará una emisora radial evangélica en español, le ayude a sufragar los costes.
El periodista deportivo Oscar Burgos, de Univisión, ayudó recientemente a organizar un evento de este tipo después de que un lavaplatos guatemalteco que tenía problemas para pagar los funerales de su esposa, se acercara a él pidiéndole ayuda.
"Los familiares que no tienen recursos explican sus necesidades a la comunidad, y esta siempre responde con generosidad", dijo Carrasco. "La comunidad latina tiene el corazón grande".
La importancia de volver a la patria es "parte de la memoria colectiva de la gente, y harán cualquier cosa para enviar los cuerpos a casa", dijo el Padre Virgilio P. Elizondo, profesor de espiritualidad latinoamericana en la Universidad de Notre Dame. A menudo, retornar es su "primer deseo", debido a un "profundo vínculo con la tierra", dijo.
"Incluso si has formado una familia aquí, querrás volver al lugar donde naciste", dijo Granillo, que se ha encargado del despacho de TACA en Washington durante 25 años. Nació en Nicaragua, pero crió a sus hijos y nietos en Estados Unidos. "Moriría una segunda muerte si me enterraran aquí", dijo.
Esa creencia es compartida por la familia de Ramos Osorio. Hace dos semanas, sus familiares llegaron a recoger su ataúd en un vuelo temprano. Lo enterraron cerca de su padre y dos hermanos, todos ellos muertos en incidentes violentos en Guatemala hace más de una década.

Enlace con Radio América:radio américa

9 de octubre de 200417 de octubre de 2004
©washington post
©traducción mQh

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