morir en el desierto
El cuerpo del niño de tres años estaba inmóvil, cubierto con una chaqueta y sus brazos cruzados sobre su pecho. Su madre, que había sido encontrada horas antes deambulando a lo largo de la autopista del desierto, lo había llevado hasta allá mientras intentaba entrar ilegalmente a Estados Unidos.
El triste hallazgo no era único. Desde 1993, cuando el gobierno de Clinton empezó la represión de los cruces de frontera en San Diego y El Paso, han muerto más de 3.500 personas tratando de entrar a Estados Unidos a través del desierto. Y, mientras los funcionarios se esfuerzan para colocar más patrullas y vallas a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México, los defensores de los inmigrantes temen que habrá todavía más muertes entre las decenas de miles que intentan el cruce.
La mayoría de las muertes -959 desde el 1 de octubre de 2001, según estadísticas del gobierno local y del gobierno mexicano- han ocurrido en Arizona, donde el paisaje comprende montañas, ranchos, reservas indias, terrenos de pruebas militares e interminables kilómetros de desierto salpicado de cactus. El niño, que fue encontrado el 16 de mayo y cuyo nombre no pudo ser obtenido ni de funcionarios estadounidenses ni mexicanos, fue una de los últimos agregados a la lista.
Las estadísticas de la Patrulla Fronteriza muestran que mientras el número de bajas aumenta cada año, el número de aprehendidos mientras cruzan la frontera no ha cambiado substancialmente desde 1993. Pero debido a que las agencias federales han reforzado la frontera en las zonas urbanas, los contrabandistas que transportan hombres, mujeres y niños que quieren entrar ilegalmente a Estados Unidos los han canalizado hacia senderos cada vez más peligrosos donde las temperaturas son altas, el agua escasa y el peligro, abundante.
"Las evidencias indican que el aumento en el control de la frontera no ha logrado ningún beneficio, excepto el empleo adicional de agentes de la Patrulla Fronteriza", dijo John Fife, un pastor de Tucson y fundador de No More Deaths, una coalición de organizaciones de ayuda dedicada a reducir las muertes durante los cruces del desierto. "Lo que ha cambiado son los devastadores elementos de esta política. El número de muertes es mayor que el número de bajas estadounidenses en Iraq. Y, sin embargo, todavía estamos decididos a persistir y redoblar nuestros esfuerzos".
La otra visión es que se puede alcanzar un punto de inflexión si el flujo de agentes y materiales hacia la frontera continúa creciendo. Desde 1993, la Patrulla Fronteriza se ha triplicado y el presidente Bush ha prometido agregar seis mil agentes más. También ha ordenado a la Guardia Nacional, que empezó sus despliegues en la frontera el lunes, a ayudar a construir una nueva valla y otras protecciones. "Estados Unidos tiene la mejor tecnología del mundo, y nos aseguraremos de que la Patrulla Fronteriza tenga la tecnología que necesita para hacer su trabajo y proteger nuestra frontera", dijo Bush el 15 de mayo en un discurso por televisión nacional.
Cuando el presidente estaba hablando, McClafferty estaba buscando en el desierto de Arizona.
Una Mezcla Tóxica
El nombre de la madre del niño de tres años era Edith Rodríguez. Ella y su hijo cruzaron a Estados Unidos por Sasabe, México, el 11 de mayo, dijo un portavoz del consulado mexicano en Tucson. Nativa del estado mexicano de Veracruz, una importante fuente de la inmigración ilegal, la mujer de 25 años estaba viajando con un grupo de ocho a diez personas, dirigidas hacia el norte por un contrabandista.
Para mantener al grupo moviéndose rápido, el coyote les pasó una droga mexicana legal, llamada Sedalmerk, dijo el portavoz Alejandro Ramos Cardoso después de que los funcionarios mexicanos interrogaran a Rodríguez. Sedalmerk es una combinación de cafeína, Tylenol y el complemento herbal de efedra -un precursor de la anfetamina que está prohibido en Estados Unidos.
Sedalmerk puede ser seguro como un estimulante en un contexto normal, pero es una mezcla tóxica cuando se lo combina con una caminata por el desierto porque acelera la deshidratación, dijo McClafferty. Tras dos días de viaje, la energía del niño estaba flaqueando y estaba deshidratado. El 13 de mayo, dijo Ramos Cardoso, el coyote y el resto de los viajeros dejaron a Rodríguez y su hijo, abandonándolos a su suerte en el desierto.
Rodríguez empezó acarreando a su hijo, caminando hacia el norte por una franja de tierra incrustada entre dos cordilleras en territorio que pertenece a la reserva de los indios pápago-pima o tohono o'odham. En algún momento ese día, el niño perdió la conciencia, dijo Ramos Cardoso. Pero Rodríguez siguió caminando, acarreando a su hijo.
Buscando A un Niño
A principios de enero, la Patrulla Fronteriza empezó a concentrarse en el Altar Valley de Arizona, que se había convertido prácticamente en una autopista de entrada a Estados Unidos para miles de inmigrantes ilegales y está salpicada de pozos de agua naturales y estanques de agua mantenidos por organizaciones de ayuda americanas. El reforzamiento de los controles fronterizos allá resultó en que el tráfico fue desviado hacia la reserva tohono o'odham, que tiene menos agua.
Algunos grupos de ayuda y religiosos han colocado barriles con agua en el desierto y entregado mapas en México mostrando sus ubicaciones, desencadenando la ira de los que quieren reforzar los controles de la frontera. Uno de esos grupos, Fronteras Compasivas [Humane Borders], obtuvo permiso para colocar los barriles de agua en terrenos pertenecientes a la Oficina de Administración de Tierras, el ministerio del Interior, la ciudad de Tucson y el condado de Pima. Pero la tribu tohono o'odham se ha negado a otorgar permiso.
Fue en ese territorio que Rodríguez iba caminando con su hijo. Lo acarreó durante más de un día, dijo Ramos Cardoso, antes de colocarlo debajo de un paloverde y salir a buscar ayuda.
Como muchos otros que cruzan la frontera ilegalmente, Rodríguez había estado en Estados Unidos antes. Hacía trabajos meniales en Kentucky, donde conoció a un hombre que estaba, aparentemente, casado. Los dos tuvieron una relación y Rodríguez quedó embarazada, dijo Ramos Cardoso. Ella decidió tener a su bebé en Veracruz, para contar con la ayuda de su madre. Volver a México para dar a luz era una decisión rara -muchas mujeres mexicanas hacen el viaje inverso, viajando a Estados Unidos para tener sus bebés, de modo que sus hijos tengan la nacionalidad estadounidense.
Antes este año, Rodríguez decidió volver a Estados Unidos para mostrar el niño a su padre, dijo Ramos Cardoso. Viajó a Sasabe, se unió al grupo del coyote y caminó para cruzar la frontera.
Después de colocar a su hijo debajo del árbol, Rodríguez topó de casualidad con la Autopista 86, que cruza el centro de la reserva tohono o'odham. Allí, en la tarde del 15 de mayo, la recogieron agentes de la Patrulla Fronteriza.
Ramos Cardoso contó que ella dijo de inmediato a los agentes que había dejado a su hijo en el desierto, pero Gustavo Soto, un portavoz de la Patrulla Fronteriza, dijo que se habían enterado del extravío del niño cuatro horas después de que ella fuera enviada a un centro de detención en la ciudad fronteriza de Nogales, antes de que fuera devuelta a México.
McClafferty se enteró de la desaparición del niño esa noche. Es miembro de BorStar, la unidad de elite de búsqueda y rescate de la Patrulla Fronteriza, fundada en 1998 para ayudar a salvar a los inmigrantes ilegales perdidos en el desierto. Cuando McClafferty salió a buscar al niño, no estaba claro si estaba todavía vivo. Dijo que le dijeron que su madre estaba tan acongojada que los agentes de la Patrulla Fronteriza sólo entendieron que lo había perdido.
McClafferty y otros tres agentes empezaron a abrirse paso entre los matorrales del desierto, buscando huellas de pisadas, donde habían encontrado a Rodríguez. Había miles, haciendo imposible localizar de ese modo al niño.
De vuelta en Nogales, los agentes de la Patrulla Fronteriza fotografiaron la suela de los zapatos de Rodríguez y enviaron la imagen por fax a McClafferty. Cuando el sol se estaba poniendo, encontró las huellas en el suelo. Durante las siguiente siete horas él y otros agentes buscaron con sus linternas.
"Pensábamos que estaría en mal estado", dijo McClafferty. "Había estado caminando en círculos. Salió a buscar ayuda y luego volvió donde su hijo, pero no lo encontró".
Al final, McClafferty olió los restos del niño antes de encontrarlo.
"Acarreó a su hijo por el desierto durante cuatro o cinco horas y ninguno de ellos le ayudó", dijo McClafferty sobre los otros que iban con Rodríguez. "En estos últimos seis años he visto un montón, pero este niño fue uno de esos casos que simplemente no podía archivar".
Se Esperan Más Muertes
Después de ser expulsada de Estados Unidos, Rodríguez fue autorizada el 18 de mayo a volver con una visa humanitaria de breve duración para identificar a su hijo. La autopsia reveló que la causa probable de su muerte fue deshidratación y exposición al sol. Durante el viaje, la temperatura había estado por encima de los 38 grados.
Eric Peters, médico forense del condado de Pima, situó el tiempo de la muerte entre el 13 y el 14 de mayo, lo que quiere decir que el niño murió probablemente en brazos de su madre.
La última vez que murió un niño cruzando la frontera, de acuerdo a archivos del condado de Pima, fue en noviembre, cuando una niña de un año sucumbió con neumonía. Peters dijo que las autoridades le dijeronn que habían visto a mujeres con bebés cruzando tierras de la reserva, y que él y sus colegas se están preparando para más muertes de niños este verano.
La policía de la reserva consideró acusar a Rodríguez de negligencia criminal, pero el despacho del fiscal del condado de Pima dijo que no tenía interés en acusarla. Rodríguez volvió a México el 20 de mayo y el cuerpo de su hijo la siguió dos días después.
Ramos Cardoso dijo que trató de convencer a Rodríguez de que hablara con la prensa, debido a que el consulado esperaba que su historia persuadiera a otros de no seguir su ejemplo.
"Ha sufrido muchísimo", dijo. "Nos dijo que sólo quería volver a casa".
6 de junio de 2006
©washington post
©traducción mQh
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Andrea Trujillo Sandoval -