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CUANDO LOS SOLDADOS DICEN NO


Que los soldados lleguen al punto que no crean tener otra opción que rechazar una orden, demuestra los errores cometidos por el ministro de Defensa, Donald Rumsfeld desde el inicio de la guerra. Errores de estrategia, de imaginación y de liderazgo.
Desde el seguro punto de vista en Estados Unidos, es apenas posible imaginar los temores y preocupaciones que llevaron la semana pasada a dieciocho reservistas de una sección del Ejército en Iraq a desobedecer las órdenes de entregar un cargamento de combustible a una distante base aérea en el corazón de una zona insurgente. Los soldados en misión de combate no puede elegir sus propias misiones, no importa lo serios que sean los riesgos que se les pide que corran. Las órdenes legales directa deben ser obedecidas. Pero aquellos que dieron esas órdenes y funcionarios civiles del Pentágono a cargo de la gestión de la guerra tienen también responsabilidades irrenunciables. Entre ellas, la de procurar que todas las unidades enviadas a misiones riesgosas cuentan con los equipos y apoyo necesarios para llevar a cabo sus misiones y retornar a salvo de ellas.
Los detalles del incidente de la semana pasada, incluyendo acusaciones de que la sección había sido mandada a una misión en camiones poco seguros y sin una escolta armada adecuada, están todavía siendo investigados. Los familiares dan fe del patriotismo y coraje de los hombres y mujeres involucrados, e informan que los soldados les habían contado antes que habían hecho esfuerzos infructuosos por llamar la atención de sus superiores sobre los crónicos problemas logísticos.
Cualquiera se revelen ser los hechos sobre esta Compañía de Intendencia Nº343, basada en Carolina del Sur, está dolorosamente claro que desde el principio de la guerra en Iraq, los planificadores del Pentágono no han proporcionado tropas suficientes, ni defensas personales y adiestramiento a los jóvenes hombres y mujeres que arriesgan valientemente sus vidas por su país.
Son estos soldados y marines, tanto en servicio activo como las unidades de la Reservam las que están pagando el precio de la distorsionada visión de una guerra barata del ministro de Defensa, Donald Rumsfeld, que evaluó desastrosamente las duras realidades de la ocupación de Iraq. Ignorando testarudamente la correcta y profesional evaluación de la comandancia el Ejército sobre la cantidad de tropas que serían necesarias para garantizar la seguridad del país, el Pentágono permitió que el caos y la resistencia los llevaron por delante. Los catastróficos efectos son hoy muy claros.
Desde entonces, y a pesar de la promesa pública del presidente Bush de "proporcionar a nuestras tropas todo lo necesario para que completen su misión con la mayor seguridad", las tropas estadounidenses en Iraq se han visto plagadas por una paralizante insuficiencia de tanques, vehículos blindados y repuestos. El Washington Post informó la semana pasada que a fines del año pasado el teniente general Ricardo Sánchez, entonces el comandante de mayor jerarquía en Iraq, advirtió al Pentágono que una apremiante escasez de repuestos ponía en peligro las futuras operaciones de combate. Desde entonces la situación ha mejorado algo, pero sigue siendo seriamente tensa.
Mientras decenas de miles de tropas recién llegadas fueron rotadas en Iraq antes este año, algunas divisiones del Ejército y la Marina llegaron al país sin vehículos blindados. Eso reflejaba fiel y absurdamente la visión ilusoria del Pentágono de que la insurgencia se estaba disolviendo. Unos meses más tarde, cuando los combates previsiblemente volvieron a estallar, muchos de los soldados recién llegados se encontraron peligrosamente expuestos al deber conducir todoterrenos sin blindaje. Se llevaron rápidamente nuevos equipos de protección, pero algunos vehículos, incluyendo aquellos de la sección que rehusó una orden la semana pasada, todavía siguen sin blindaje. Enviar a reservistas insuficientemente adiestrados a combatir la insurgencia, incluyendo a unidades de apoyo logístico y aprovisionamiento como la del incidente de la semana pasada, ha sido otro problema crónico de esta guerra.
Ninguna de estas cosas disminuyen la seriedad del desacato de los soldados uniformados a obedecer órdenes legales. Un Ejército donde la disciplina desaparece no puede ni cumplir su misión ni proteger a sus propias tropas. Una vez que se establezcan los hechos, los hombres y mujeres que rechazaron la misión deben rendir cuentas. Pero parece mucho menos probable que Rumsfeld y sus colegas civiles tengan alguna que rendir las suyas por sus flagrantes errores de planificación, imaginación y liderazgo.

19 de octubre de 2004
©new york times
©traducción mQh

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