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inteligencia deficiente sobre guerra


[Michael R. Gordon] Los servicios de inteligencia estadounidenses evaluaron desastrosamente la situación en Iraq en el terreno, y pasaron por alto la posibilidad de una guerra de guerrillas en las ciudades.
A principios de 2003, cuando las agujas del reloj se acercaban a la guerra con Iraq, funcionarios de la CIA se reunieron con comandantes militares de alto rango en el Campo Doha, Kuwait, para refinar los últimos detalles para derribar al gobierno de Saddam Hussein. Los funcionarios de la inteligencia estaban tan convencidos de que serían recibidos calurosamente en su marcha hacia el sur de Iraq, que un operativo de la CIA sugirió distribuir clandestinamente en el país cientos de pequeñas banderas estadounidenses para que los agradecidos iraquíes pudieran saludar a sus liberadores. La agencia filmaría el espectáculo y lo emitiría en todo el mundo árabe. Sería la operación de información más lograda.
El teniente general David McKiernan, el comandante de las fuerzas de tierra de los aliados, lo objetó rápidamente. Para evitar ser vistos como un ejército de ocupación, se había instruido a las tropas norteamericanas no mostrar la bandera.
La idea fue dejada de lado, pero el optimismo de la CIA se mantuvo imperturbable.
La agencia creía que muchas de las ciudades eran "nuestras", dijo un antiguo agente que asistió a la sesión. "Primero, se iban a usar banderas estadounidenses", dijo. "Luego, banderas iraquíes. Las banderas están todavía probablemente en algún saco. En las ciudades donde se decía que seríamos bienvenidos, los marines han debido librar algunos de los combates más serios de la guerra".
Del mismo modo que la inteligencia sobre los supuestos arsenales de armas no convencionales de Iraq resultó ser errónea, también lo eran muchas de las informaciones proporcionadas a los que buscaban la guerra y planificaban la ocupación.
En una importante mala interpretación de la estrategia de Iraq, la CIA falló en predecir el papel que jugarían las fuerzas paramilitares de Saddam Hussein, que organizaron los principales ataques contra las tropas estadounidenses en el sur de Iraq y los sorprendieron con sangrientos ataques.
La agencia tenía conciencia de que Iraq estaba inundado de armas, pero fracasó en detectar los enormes alijos de armas en mezquitas y en escuelas para proveer a los milicianos enemigos.
En el Iraq de la posguerra, las agencias de la inteligencia norteamericana subestimaron el decrépito estado de la infraestructura iraquí, que se transformó en un importante obstáculo para la reconstrucción del país, y concluyeron erróneamente que la policía de Iraq contaba con un extenso adiestramiento profesional.
Y mientras los expertos de la inteligencia sí consideraron una insurrección en su catálogo de peligros posibles, no calibraron esa amenaza en su justo valor.
El Consejo Nacional de Inteligencia, expertos de alto nivel de la comunidad de inteligencia redactaron en enero de 2003 un análisis sobre el Iraq de posguerra que consideraba el riesgo de una insurrección en el último párrafo de su evaluación de 38 páginas. "Nunca hubo un informe de la inteligencia que dijera: ‘Está llegando, está llegando, está llegando. Tenemos que prepararnos para esto'", dijo el general Tommy R. Franks, el antiguo jefe del Comando Central norteamericano y ahora en retiro, refiriéndose a la insurgencia. "Eso no pasó. Nunca lo vimos. Nunca fue hecho".
La CIA ha sido duramente criticada por sus errores sobre el armamento de Iraq y los atentados del 11 de septiembre, y los críticos han insistido en que sea reformada, como parte de un programa de reforma de los servicios de inteligencia del país.
La agencia rechazó peticiones de conceder entrevistas para este artículo y se negó a responder a preguntas escritas presentadas a su principal portavoz.
Richard J. Kerr, un antiguo subdirector al que la agencia pidió que revisara los análisis de la agencia sobre la guerra de Iraq, dijo en una entrevista que gran parte de la inteligencia estadounidense sobre el Iraq de posguerra era correcto, particularmente la predicción de que aumentaría el resentimiento iraquí si Estados Unidos no transfería el poder con más rapidez a un nuevo gobierno iraquí. Sin embargo, reconoció algunas deficiencias.
"Las evaluaciones del servicio secreto de la impaciencia iraquí sobre una presencia continuada de Estados Unidos y el papel del ejército en la sociedad iraquí fueron especialmente proféticos", dijo Kerr.
"El servicio secreto predijo con precisión las reacciones de las facciones étnicas y tribales en Iraq", dijo. "Estos comentarios, sin embargo, no pueden pasar por alto el hecho de que el caso de Iraq reveló serios problemas estructurales en la comunidad de inteligencia. La recolección de información era pobre. Se puso demasiado énfasis en la inteligencia actual y muy poca investigación sobre importantes problemas sociales, políticos y culturales. A pesar de más de una década de antagonismo entre el gobierno de Saddam Hussein y Estados Unidos, el gobierno de Bush estaba operando con informaciones limitadas cuando se empezó a considerar la invasión de Iraq. Tras la guerra del Golfo Pérsico de 1991, recabar inteligencia en Iraq no fue siempre una alta prioridad de los servicios secretos estadounidenses, que estaban agobiados por una multitud de crisis y peligros potenciales.
Iraq era considerado como un país de Grado 2. Corea del Norte, en contraste, era de Grado 1. Según lo veían las agencias, Corea del Norte poseía un programa activo de armas nucleares y un enorme ejército regular que podía atacar a Corea del Sur y a las fuerzas norteamericanas estacionadas allá. Iraq era visto más como una amenaza potencial.
Los meses preliminares a la guerra fueron una lucha por reunir más inteligencia. Los militares norteamericanos hicieron lo que pudieron para llenar los huecos, y utilizaron aeroplanos de control remoto, aviones espías U-2 y otros sistemas de vigilancia. Las fuerzas de tierra imprimieron 100.000 mapas de los campos de petróleo del sur de Iraq, cuya protección debía asumir la Infantería. Se prepararon análisis detallados cuadra por cuadra del centro de Bagdad.
Iraq, en la jerga de los servicios secretos, tenía un "ambiente de bola de cristal", con lo que se quería decir que las condiciones climatológicas a menudo permitían recoger imágenes desde arriba.
Parte importante de la inteligencia se derivaba de sistemas de reconocimiento, no de operativos en el terreno. Con pocos espías en Iraq mismo, la agencia descansaba en desertores, detenidos, grupos de oposición y servicios de gobiernos extranjeros, según un informe del Senado.
Algunos críticos han dicho que durante el período de preguerra no teníamos muchas fuentes iraquíes", dijo James L. Pavitt, antiguo subdirector de operaciones de la agencia, en un discurso ante la Asociación de Política Exterior en junio.
"Ciertamente no teníamos suficiente", dijo. "Menos de un puñado, hasta que pusimos gente en el terreno en el norte de Iraq. Como dije antes, el clima para las operaciones era tremendamente limitador y cultivar la confianza necesaria con esos iraquíes que sí tenían acceso era extraordinariamente difícil, debido a los riesgos que corrían. Una vez en el terreno, sin embargo, nuestros agentes reclutaron literalmente decenas de agentes, algunos de los cuales pagaron con su vida su lealtad hacia nosotros".
La CIA colocó agentes en los campos de petróleo del sur poco antes de la guerra. Agentes del servicio secreto obtuvieron los números de teléfono de generales iraquíes y los llamaron para decirles que no hicieran resistencia. Temerosos de que las llamadas fueran un test de lealtad de Saddam Hussein, algunos de ellos cambiaron sus números, lo que dificultó sus intentos de comunicarse entre ellos una vez que se inició la guerra.
Estados Unidos se hizo con detallados planos de la infraestructura petrolera iraquí y con el mapa secreto del plan de defensa iraquí de Bagdad. La CIA también ayudó a desacreditar una amenaza que había preocupado a los militares: la posibilidad de que el gobierno de Hussein inundara el país para desbaratar el avance aliado.
La agencia, empero, tenía una imagen menos clara de lo que debía enfrentar Estados Unidos una vez que invadiera Iraq, y de la estrategia militar de Hussein. En enero de 2003, el Consejo Nacional de Inteligencia publicó su evaluación de lo que podría pasar una vez que el dictador fuera derrocado. El informe advertía que la construcción de la democracia en Iraq sería difícil a causa de su historia autoritaria. Y advertía sobre el riesgo de que las tropas norteamericanas fueran vistas como ocupantes.
"La recepción de una fuerza militar extranjera dependerá en gran parte de los progresos que se hagan en la transferencia de poder, así como del grado en que esa fuerza sea percibida como proporcionando la seguridad necesaria y fomentando la reconstrucción y un retorno a la prosperidad", dijo. El informe también observaba que una restauración rápida de los servicios sería importante para conservar el apoyo del público iraquí.

No Existía Un Enfoque Más Amplio
Pero el análisis era menos profético en otros puntos.
El estudio subestima el frágil estado de la infraestructura iraquí y sugiere que puede ser rápidamente reparada si no es dañada seriamente en los combates. "Los iraquíes han restaurado rápidamente su infraestructura física en guerras anteriores", sostenía. Estados Unidos decidió no atacar el tendido eléctrico, porque sabía que pronto debería administrar y reconstruir Iraq. Pero el sistema eléctrico se derrumbó debido a su largo estado de abandono, y las dificultades en restaurar el servicio dejó a gran parte de la capital en la oscuridad y acentuó los temores de sus habitantes sobre un aumento de la delincuencia.
Al evaluar amenazas potenciales, el informe de la inteligencia también otorgó más peso a la posibilidad de un ajuste de cuentas entre grupos étnicos iraquíes que a la insurgencia. La discusión de esa posibilidad fue notablemente breve.
"La capacidad de Al Qaeda u otros grupos terroristas para conservar una presencia en el norte de Iraq (o más clandestinamente en otros lugares) dependerá en gran parte de si un nuevo régimen es capaz o no de proporcionar una seguridad efectiva y de controlar todo el país", observaba.
"Además, elementos del viejo régimen podrían forjar alianzas con organizaciones terroristas existentes o actuar independientemente para lanzar una guerra de guerrillas contra el nuevo gobierno y las fuerzas de la coalición".
Kerr, el antiguo agente de la CIA, dijo que los expertos regionales de la agencia estaban más preocupados que Consejo Nacional de Inteligencia en su evaluación de la amenaza potencial de una guerra de guerrillas realizada por las fuerzas paramilitares tras el derrocamiento del gobierno de Hussein, especialmente si las tropas norteamericanas permanecían en el país por un período significativo de tiempo. Pero reconoció que las evaluaciones no anticiparon el tipo de virulenta insurgencia a las que deben hacer frente ahora las fuerzas estadounidenses en Iraq.
"Ellos creían que habría un grupo bastante importante de gente leal a Saddam y de fedayines que contarían con apoyo externo", dijo. "Pero sería incorrecto concluir algo más sobre esta línea. Yo no podría decir que predijeron la guerra que se está librando ahora".

Los Huecos Se Hacen Evidentes
Desde el comienzo de la guerra se hizo claro que parte de la inteligencia era errónea.
El 19 de marzo de 2003, por ejemplo, George J. Tenet, el director de la central de inteligencia, dijo a la Casa Blanca que él tenía evidencias definitivas de que Hussein y su familia estaban en un suburbio cerca de Bagdad conocido como Granjas de Dora. El presidente iraquí y sus hijos estarían ocultos en un refugio de hormigón; la CIA proporcionó las coordenadas exactas.
El teniente general Michael (Buzz) Moseley, el comandante de las fuerzas aéreas que estaba en una base aérea en Kuwait diseñó rápidamente un plan para los aviones caza y arrojar bombas teledirigidas, seguidas de misiles de crucero. Los aviones dieron en el blanco. Pero cuando las tropas norteamericanas llegaron a Granjas de Dora después de la caída de Bagdad, descubrieron que no había ningún refugio de hormigón en esa localidad, dijo el general Moseley en una entrevista el año pasado.
Los iraquíes reaccionaron al ataque lanzando misiles contra las fuerzas norteamericanas en Kuwait. El servicio secreto estadounidense se enteró de que un pequeño número de pozos de petróleo habían sido incendiados, de modo que se aceleraron los planes de la guerra por tierra.
Oficiales militares de alto rango y analistas de la inteligencia habían esperado que el líder iraquí centrara su defensa en Bagdad y se preparaba para una batalla decisiva contra las divisiones de su Guardia Republicana y unidades paramilitares y militares especiales en la capital. Las fuerzas norteamericanas descubrieron en los primeros días de la guerra que los iraquíes tenían una estrategia diferente. Los marines lo aprendieron dolorosamente.

El Destacamento Especial Tarawa, una unidad de infantería encargada de proteger los puentes al este de Nasiriya, fue informada de que una fuente de la CIA había reportado que la División de Infantería Nº11 iraquí, que debía proteger los puentes, probablemente se rendiría. Convencidos de que la lucha por Nasiriya sería relativamente fácil, los comandantes de mayor jerarquía de los marines dejaron de lado utilizar los aeroplanos de reconocimiento disponibles.
El combate en Nasiriya resultó ser uno de los más cruentos de la guerra. Miles de milicianos paramilitares, los Fedayines de Saddam, habían tomado posiciones ahí y en otras ciudades del sur de Iraq, incluyendo Samawa y Nayaf, resueltos a poner fin a cualquier rebelión sunní y a atraer a los norteamericanos a sangrientos ataques de guerrilla urbana. En Nasiriya, la misión de los marines se vio complicada cuando el Batallón de Mantenimiento Nº507 del Ejército -que se hizo famoso cuando la soldado de primera clase Jessica Lynch fue tomada prisionera- entró a la ciudad. Los marines sufrieron 18 bajas el primer día, tras enfrentarse a las huestes de milicianos iraquíes.
"Todos los indicios apuntaban a que no habría resistencia, que era probable que los iraquíes capitularan", recordó Joseph Apodaca, un teniente coronel retirado que sirvió como el agente de inteligencia del destacamento especial que combatió en Nasiriya. "Después de ese combate en Nasiriya, perdí un montón de confianza en los informes a nivel nacional".
Los defectuosos informes de la inteligencia provocaron que también otras unidades fueran tomadas de sorpresa. En Samawa, el Tercer Escuadrón del Ejército, del Regimiento de Caballería Nº7, fue ordenado, sobre la base de informes del servicio secreto, que se preparara para un desfile para mostrar solidaridad con los habitantes.
El sargento de primera clase Anthony Broadhead, que dirigía un grupo de vehículos de combate Bradley y tanques M-1 en la ciudad, se paró en la escotilla de su tanque y empezó a saludar con la mano. Los iraquíes respondieron disparándole. Estalló una fiera batalla entre los soldados y las fuerzas paramilitares.
"El combate de Samawa no fue contra fuerzas iraquíes regulares, sino contra los Feyadines de Saddam y miembros del partido baazista", observó el teniente coronel Terry Ferrell, el comandante de la unidad. "En los sumarios de la inteligencia se nos informó sobre este tipo de enemigo, pero no eran presentados como capaces de ser tan tenaces y capaces de combatir como lo demostraron no sólo en esta batalla, sino en todas las otras batallas que debió librar el escuadrón".
Esas informaciones defectuosas proporcionadas a las unidades en Nasiriya y Samawa no fueron los únicos lapsos. La inteligencia norteamericana sabía que Iraq tenía grandes cantidades de armas convencionales, pero no se dieron cuenta de que los alijos de armas estaban en las escuelas, en los hospitales y en las mezquitas como parte de una estrategia para transformar las ciudades del sur en bastiones de los Fedayines de Saddam.
"Lo que la inteligencia no reveló fue la magnitud de los arsenales de armas del régimen", apuntó la Primera División de la Marina en su informe sobre los enfrentamientos. "Enormes alijos de armas fueron escondidos en todas partes en el país, pero fue sólo después de que la división avanzara sobre esas instalaciones que salió a luz toda la magnitud de la distribución de toneladas de armas y municiones a través de todo el país".
El fracaso de las agencias de la inteligencia norteamericana para detectar a las fuerzas paramilitares en el sur hizo más difícil anticipar el potencial de la insurrección, dijo el coronel Apodaca. "Son buenos en llegar a los niveles más altos de las organizaciones, pero esos tipos no saben lo que está pasando en el terreno", dijo.
Un general estadounidense que pidió no ser identificado debido a lo delicado de su posición, dijo: "Creo que se puede decir con seguridad que teníamos una imagen precisa de sus fuerzas en términos de su capacidad y tamaño general. Pero no sabíamos cómo serían usados. Comenzamos con un déficit de recursos humanos para labores de inteligencia en el país mismo".

Mal Interpretando Las Consecuencias
Incluso en los últimos días del gobierno de Hussein, unos informes preliminares propusieron que habría una campaña de guerra de guerrillas una vez que fuera derrocado.
El 5 de abril de 2003, un destacamento especial de la Agencia de Inteligencia de la Defensa dijo que los baazistas habían hecho planes para librar una guerra de guerrillas prolongada y harían una alianza táctica con los yihadistas musulmanes. Su objetivo, dijo el destacamento especial, era producir bajas de modo que el público norteamericano presionara a Estados Unidos a abandonar Iraq.
El 9 de abril, las agencias de inteligencia norteamericanas emitieron un memorándum de ‘opinión de la comunidad' -su evaluación colectiva- que concluía que los cuadros del partido baazista, las fuerzas de seguridad iraquíes y los milicianos paramilitares estaban operando independientemente con órdenes duraderas. Se esperaba que lucharían hasta que fueran neutralizadas, que Saddam Hussein fuera matado o que líderes iraquíes importantes a los que respetaran les ordenaran dejar de luchar. Incluso entonces, decía el memorándum, alguna forma de lucha habría continuado.
Más tarde, tras la caída de Bagdad, la inteligencia norteamericana sabría más sobre las preparaciones que se habían hecho para una guerra de guerrillas. El Grupo de Búsqueda fue enviado a Iraq principalmente a por evidencias del almacenamiento de armas no convencionales, descubrió algunos documentos.
Los documentos sobre Faluya, la más volátil ciudad iraquí, identificó algunas áreas para el almacenamiento de armas y proporcionaba los nombres de 75 fedayines de Saddam y de 12 voluntarios suicidas que se unirían a la lucha.
La batalla por el futuro de Iraq sólo ha intensificado a medida que la insurgencia se atrincheraba. Ahora le ha costado la vida a miles, ha paralizado la reconstrucción, amenazado la elección de un nuevo gobierno iraquí y obligado a las tropas norteamericanas a involucrarse en una agotadora guerra de guerrillas. La CIA y otros servicios de inteligencia están profundamente involucrados en reunir información que ayude a dominar a los rebeldes que controlan algunas ciudades iraquíes, tratando de llenar los huecos que existían cuando los norteamericanos invadieron Iraq.
"Conocíamos sus fuerzas regulares, sus programas de misiles, su fuerza aérea", recordó el maj. General James M. (Spider) Marks, ahora retirado, que sirvió como jefe de inteligencia del mando terrestre de la guerra. "Evaluamos bastante bien los elementos bélicos que podíamos evaluar desde una distancia. Lo que nos faltó fue conocer esos finos detalles que se obtienen cuando tienes una presencia física en el terreno, que se obtiene cuando tienes relaciones con iraquíes durante un largo tiempo. Desde 1991 perdimos contacto con la gente iraquí e hicimos evaluaciones de inteligencia desde una distancia. No apreciamos el ‘factor miedo' y la poder que tenía el régimen sobre la gente".

21 de octubre de 2004
©new york times
©traducción mQh

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