Blogia
mQh

ODIOS FATÍDICOS EN HOLANDA


Existe el peligro de que el asesinato de van Gogh aliente las peores y más nocivas tendencias ya presentes en la política holandesa.
Algo triste y terrible está pasando en Holanda, que fue alguna vez la sociedad más tolerante, decente y multicultural de Europa. El último signo de advertencia es el cruel asesinato esta semana de Theo van Gogh, un atrevido cineasta y columnista, descendiente de la misma familia de Vincent van Gogh. Este verano, la televisión holandesa emitió un corto de diez minutos de Theo van Gogh, donde se llama la atención sobre la horrorosa violencia a que son sometidas las mujeres musulmanas por miembros de sus familias en nombre de la religión. El principal sospechoso es un extremista musulmán, como lo son igualmente los otros ocho detenidos en conexión con el caso.
Holanda fue tradicionalmente un país donde artistas y políticos se atrevían a tocar los temas más controvertidos sin temor a venganzas físicas. Pero la guionista que trabajaba con van Gogh, Ayaan Hirsi Ali, una refugiada somalí, diputada en el Parlamento holandés, está ahora bajo protección policial. Hace algo más de dos años un extremista holandés mató a balazos a Pim Fortuyn, el populista que consideraba la inmigración musulmana como el mayor peligro para las tradiciones de tolerancia del país.
Se necesitan urgentes esfuerzos para manejar mejor las tensiones culturales que ahora están peligrosamente cerca de aflorar en la vida pública holandesa. El problema no es la inmigración musulmana, sino el fracaso en planificar una integración más fluida en una sociedad más diversa. Un peligro muy real es que el trauma público por el asesinato de van Gogh conduzca a un clamor de medidas anti-musulmanas que podrían transformar en víctimas a miles de refugiados e inmigrantes inocentes.
El reto para los líderes políticos holandeses es encontrar una manera de frenar esta inquietante tendencia hacia la violencia motivada políticamente sin hacer esfuerzos más serios para alcanzar la armonía cultural.

5 de noviembre de 2004
7 de noviembre de 2004©new york times
©traducción mQh

0 comentarios