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EL ASESINATO DE VAN GOGH Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


columna de mérici
El asesinato de van Gogh fue cometido por un señor llamado Mohammed. Está en prisión. Lo mató por sentirse ofendido. Escribió una carta llamando a otros a hacer lo mismo. Que en su ánimo incendiario declare la guerra santa, no significa obviamente que el islam nos la haya declarado. La libertad de expresión tiene sus riesgos. Siempre los tendrá. No olvidemos que es un derecho y cuando lo hacemos valer, cuando nos expresamos, estaremos necesariamente pisándole los pies a alguien. Esto no es nada de extraño. Por eso justamente es un derecho; por eso hemos legislado. Sé de muchos, incluyendo periodistas, que murieron ejerciendo su derecho a decir lo que querían en parques franceses y españoles. Entonces solían resolverse algunas ofensas de opinión mediante duelos. Pero muchos más han muerto alevosamente. ¿Cuándo y cómo sabe un escritor, por ejemplo, que el objeto de sus diatribas se va a enfadar tanto que decida pegarle una puñalada? ¿Qué prohibiremos? ¿Los puñales?
Un famoso jefe de redacción tenía como lema: "Un reportaje es bueno cuando terminamos en la cárcel por publicarlo". Theo van Gogh era, según lo llamó un columnista del diario NRC-Handelsblad, "un provocador profesional". No le quería casi nadie, porque era grosero e intolerante. Obviamente, un insulto no justifica su asesinato, y no es esto lo que defiendo. Él mismo estaba muy consciente de que jugaba con fuego, y mucho antes de que hubiera una amenaza musulmana, por sus repetidos elogios de la infamia nazi. Yo mismo. ¿Qué debo hacer con un señor holandés que me amenazó de muerte por decirle que él pensaba con el ojete? ¿Hice mal en decirle eso? No pasa por mi cabeza exigir que los ‘holandeses' muestren públicamente su repulsa de la amenaza. Ni quiero que lo metan en cana, como ha hecho la ‘hija de Hitler' con un señor que la amenazó de muerte. Yo entiendo que una amenaza de muerte no es un delito. Es un delito conspirar para matar a alguien. Tampoco creo que él personifique a Holanda.
A los cómplices de Mohammed hay que ponerlos en prisión. Y ya decidirá el juez como sigue este asunto. Y ya pondrá el servicio secreto suficiente cuidado para prevenir conspiraciones semejantes. Este asesinato no demuestra ni que los musulmanes tengan poco menos que un rechazo genético a la libertad de expresión ni que el asesino lo es por estar mal o bien integrado. Pensar en esos términos es una absoluta, definitiva y ridícula memez. Así piensan algunos teutones acomplejados, que antes de decir algo se meten un dedo en el culo y se lo chupan. A alguien le caerá este elogio. Estoy agrediendo a alguien. Ese alguien me puede llevar a tribunales. O tratar de matarme. Quién sabe. Nada ni nadie puede evitar reacciones humanas muy reconocibles. Pero no está en juego la libertad de expresión. Eso es francamente idiota. En todo caso, no está ni más ni menos en juego que cuando nuestros ancestros la instituyeron. ¿Y que tendrá que ver este asesinato con la tolerancia? Pues, nada.
©mérici

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