elecciones siguen adelante
[John F. Burns] Un detallado informe de una entrevista de esta semana con Ayad Allawi, el primer ministro interino de Iraq. Comenta conversaciones con la resistencia nacionalista y divisiones entre esta y los terroristas fundamentalistas.
Bagdad, Iraq. El primer ministro interino iraquí, Ayad Allawi, dijo el lunes que creía que la campaña electoral en Iraq deberá hacer frente a un creciente número de atentados como el de los coches-bomba y ejecuciones en la calle de funcionarios de la junta electoral. En el atentado del domingo murieron al menos a 70 personas. Pero juró que las elecciones del 30 de enero se realizarán y que los responsables de los ataques que buscan interrumpir las elecciones serán derrotados.
"A medida que nos acercamos a las elecciones habrá una escalada de la violencia, y anticipamos, creemos que habrá ataques similares", dijo Allawi en una entrevista con un grupo de periodistas occidentales en una oficina fuertemente protegida en un recinto gubernamental de la Zona Verde en Bagdad. Pero agregó: "Sabemos que pagaremos un precio alto, y que ganaremos".
Allawo, 59, habló mientras un funcionario en Nayaf, una de las dos ciudades sagradas chiíes donde ocurrieron los atentados, anunciaba que 51 personas han sido detenidas en relación con el atentado, en el que murieron 54 personas, además de otras 13 que murieron en un ataque similar en la ciudad gemela, Karbala. El conteo oficial de los heridos en los atentados subió al menos a 175.
Funcionarios de la junta electoral en Bagdad, donde tres hombres que trabajaban en una oficina de inscripción de votantes fueron arrastrados de sus coches el domingo por la mañana, obligados a arrodillarse en el pavimento y matados de un balazo en la cabeza, dijeron que habían ordenado una urgente revisión de las medidas de seguridad de los cerca de 7.000 trabajadores electorales. Entretanto, el proceso electoral ganó ritmo cuando una multitud ansiosa se congregó a mirar a una joven sacando bolas de plástico numeradas de un tambor de plástico para determinar el orden en que aparecerán en las listas de las papeletas las 275 alianzas políticas, partidos e individuos.
A medida que se acercan las elecciones, poniendo a prueba tanto el futuro de Allawi como el de Iraq, el primer ministro interino trató de presentarse a sí mismo como un hombre fuerte indispensable y un antídoto secular a la influencia de los partidos religiosos. Aunque algunos analistas han dicho que está manchado por su asociación con las poco populares fuerzas ocupantes norteamericanas, Allawi argumentó que como un antiguo miembro del Partido Baaz gobernante durante Saddam Hussein, estaba mejor equipado para derrotar a la resistencia y atraer a sus miembros a trabajar por la democracia en Iraq.
Combinó las advertencias de que las fuerzas norteamericanas e iraquíes "quebrarán el lomo" de los insurgentes que rechazaron recientes tanteos de paz, enfatizando una reconciliación. Anunció que las primeras personas, de unas 300.000 que huyeron de Faluya antes del asalto del mes pasado de fuerzas norteamericanas e iraquíes, serían autorizadas a volver a la ciudad esta semana. Un anuncio posterior dijo que algunos residentes del barrio Al-Andalus de la ciudad comenzarían a volver el jueves.
En otros lugares la violencia cotidiana se cobró fuertes bajas. Los ataques de los insurgentes se cobraron al menos la vida de 13 personas. Cuatro hombres que viajaban en un vehículo deportivo murieron al estallar una bomba improvisada en Ashaki, una ciudad al sur de Samarra, donde tuvo lugar una importante ofensiva contra los insurgentes en octubre. La agencia France-Press informó que los cadáveres, aparentemente tres de ellos extranjeros, fueron recogidos por otros vehículos del convoy.
En otros ataques reportados por agencias de prensa occidentales, un chofer de camión que salía de una base norteamericana cerca de Yethrub, al norte de Bagdad, fue ejecutado, lo mismo que un intérprete iraquí que trabajaba para las tropas norteamericanas en Salman Pak, al sur de Bagdad. Una mujer iraquí murió y varios otros civiles resultaron heridos cerca de Samarra. Otros víctimas incluyeron a tres guardias nacionales iraquíes secuestrados, que fueron encontrados muertos cerca de Yathrib, un chofer turco que murió al estallar una bomba cerca de Tikrit, y dos miembros de un partido político fundado por Wafiq al-Samarrai, un jefe de inteligencia durante el régimen de Hussein, asesinados en Samarra.
Los ataques del domingo, que causaron las bajas más altas en un solo día desde julio, provocó un coro de protestas de los líderes de la mayoría chií de Iraq, muchos de los cuales acusaron de los ataques a los insurgentes que pertenecen a la minoría sunní. Los sunníes proporcionaron durante generaciones los líderes políticos de Iraq hasta el derrocamiento de Hussein y se enfrentan a la posibilidad de tener una nueva asamblea nacional dominada por una mayoría chií.
Las declaraciones de los líderes chiíes fueron repetidas por Allawi. Aunque es chií, basa su propia campaña electoral en una lista de candidatos de candidatos seculares chiíes y sunníes que parece destinada a ser uno de los principales rivales de la poderosa alianza de partidos religiosos chiíes, que muchos iraquíes consideran la favorita para las elecciones. Allawi dijo que estaba claro que los insurgentes querían que los ataques "creen tensiones étnicas y religiosas, problemas y conflictos" de acuerdo a un esquema que dijo que correspondía con los llamados grabados en video a los insurgentes de Iraq de líderes de Al Qaeda, incluyendo a Osama bin Laden.
Pero hay pocos hechos sobre quiénes están organizando los atentados. El gobernador de Nayaf, Adnan al-Zurufi, dijo en una rueda de prensa que los detenidos en la ciudad después del atentado con bomba incluían en su mayor parte a gente de Nayaf, pero también a un árabe no iraquí. Más tarde en una entrevista con un periodista iraquí del New York Times, el jefe de policía de la ciudad, Ghalib al-
Gzaari, dijo que dos hombres habían confesado estar "en contacto" con los servicios de inteligencia de Siria e Irán. Dijo que uno de los hombres estaba filmando el sitio del atentado cuando ocurrió la explosión.
No hubo una confirmación independiente de las afirmaciones de que ha habido participación extranjera en los atentados. Pero el hecho de que esos reclamos hayan salido a superficie tan pronto en la campaña sugieren que el tema de la intervención extranjera puede ser un problema muy volátil.
Un creciente número de políticos sunníes moderados han transformado a Irán en un blanco, diciendo que sus clérigos chiíes dominantes quieren utilizar a los partidos religiosos chiíes para transformar a Iraq en un instrumento del dominio iraní. Esas acusaciones fueron ridiculizadas por el líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, que según la televisión estatal iraní dijo que los atentados en Nayaf y Karbala fueron realizados por Estados Unidos e Israel como "un plan para distraer a los iraquíes para impedir las elecciones".
Allawi, escogido en junio por las autoridades de la ocupación norteamericana como primer ministro interino en parte debido a su reputación como un político duro, se retrató a sí mismo como un recluta que había aceptado reluctantemente el puesto, sin otras ambiciones en las elecciones que el anhelo de ver a los iraquíes desprenderse de la "tiranía" de Hussein y, ahora, de los insurgentes. En un traje gris hecho a medida y una camisa de rayas azules, parecía confiado y dijo que haría su campaña electoral en todo el país, desafiando las amenazas de la resistencia.
"Ellos van enmascarados", dijo. "Pero nosotros no podemos usar máscaras".
Sin embargo, parece algo agobiado por los gajes del oficio. Frente a su oficina en lo que era antiguamente un salón de recepción del ministerio de Industrialización Militar de Hussein, la escena era un testamento para un hombre bajo amenaza: guardaespaldas norteamericanos fuertemente armados con armas en los brazos, limusinas Mercedes Benz blindadas, un vehículo de combate Bradley norteamericano con una ametralladora en el capó, barreras operadas electrónicamente, elevadas murallas de concreto y helicópteros de guerra norteamericanos sobrevolando la escena.
"Es muy cansador, es muy agotador, es muy peligroso", dijo Allawi. "Cada día tratan de matarme dos o tres veces". Agregó: "Pero tenemos que poner al país nuevamente de pie. Alguien tiene que hacerlo. Pero les aseguro que es horrible".
Cambió rápidamente de ánimo, observando que sus convicciones seculares, y no las ambiciones teocráticas de los partidos religiosos, están mejor afinadas a la tradición iraquí de gobierno secular. Dijo que se mantenía en estrecho contacto con el gran ayatollah Ali al-Sistani, el más poderoso clérigo chií de Iraq, que ayudó a remendar la pendenciera coalición de partidos religiosos chiíes conocida como Alianza Unida Iraquí. Pero dijo que creía que el ayatollah Sistani se mantendría neutral durante la campaña. "Iraq no ha sido nunca en su historia gobernado por grupos religiosos", dijo.
Pero su inclinación a la mano dura quedó clara en la entrevista como el rasgo que Allawi parece considerar su carta más fuerte. Dijo que Iraq necesitaba un "liderazgo fuerte" del tipo que mostró al aprobar el asalto norteamericano de Faluya. dijo que se había reunido recientemente "dentro y fuera" de Iraq con personas estrechamente asociadas a la resistencia, y que había hablado con ellas como un antiguo baazista y uno de los conspiradores del golpe de 1968 que llevó al poder al partido y finalmente a Hussein. Su mensaje, dijo, era que el pan-arabismo "está muerto, terminado, es algo parecido al ex bloque soviético", y que el único futuro para el partido era abandonar la resistencia.
Dijo que desde el aplastamiento de la resistencia en Faluya y su dispersión a otras partes de Iraq, su gobierno había empezado a ver el comienzo de una "división" entre los insurgentes que realizan acciones de retaguardia en nombre del baazismo y Hussein, y los "terroristas" como Abu Musab al-Zarqawi, del que dijo que estaba más allá de toda negociación. Dijo que esto ofrecía nuevas oportunidades políticas y que sus conversaciones con esos hombres relacionados con la resistencia lo había convencido de que muchos de ellos estaban luchando porque se sentían desplazados por el desmantelamiento ordenado por los norteamericanos del ejército de Hussein y que el programa de desbaazificación les negó el derecho a volver a una "vida normal".
"Eso es algo que estoy decidido a solucionar", dijo.
20 de diciembre de 2004
23 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
"A medida que nos acercamos a las elecciones habrá una escalada de la violencia, y anticipamos, creemos que habrá ataques similares", dijo Allawi en una entrevista con un grupo de periodistas occidentales en una oficina fuertemente protegida en un recinto gubernamental de la Zona Verde en Bagdad. Pero agregó: "Sabemos que pagaremos un precio alto, y que ganaremos".
Allawo, 59, habló mientras un funcionario en Nayaf, una de las dos ciudades sagradas chiíes donde ocurrieron los atentados, anunciaba que 51 personas han sido detenidas en relación con el atentado, en el que murieron 54 personas, además de otras 13 que murieron en un ataque similar en la ciudad gemela, Karbala. El conteo oficial de los heridos en los atentados subió al menos a 175.
Funcionarios de la junta electoral en Bagdad, donde tres hombres que trabajaban en una oficina de inscripción de votantes fueron arrastrados de sus coches el domingo por la mañana, obligados a arrodillarse en el pavimento y matados de un balazo en la cabeza, dijeron que habían ordenado una urgente revisión de las medidas de seguridad de los cerca de 7.000 trabajadores electorales. Entretanto, el proceso electoral ganó ritmo cuando una multitud ansiosa se congregó a mirar a una joven sacando bolas de plástico numeradas de un tambor de plástico para determinar el orden en que aparecerán en las listas de las papeletas las 275 alianzas políticas, partidos e individuos.
A medida que se acercan las elecciones, poniendo a prueba tanto el futuro de Allawi como el de Iraq, el primer ministro interino trató de presentarse a sí mismo como un hombre fuerte indispensable y un antídoto secular a la influencia de los partidos religiosos. Aunque algunos analistas han dicho que está manchado por su asociación con las poco populares fuerzas ocupantes norteamericanas, Allawi argumentó que como un antiguo miembro del Partido Baaz gobernante durante Saddam Hussein, estaba mejor equipado para derrotar a la resistencia y atraer a sus miembros a trabajar por la democracia en Iraq.
Combinó las advertencias de que las fuerzas norteamericanas e iraquíes "quebrarán el lomo" de los insurgentes que rechazaron recientes tanteos de paz, enfatizando una reconciliación. Anunció que las primeras personas, de unas 300.000 que huyeron de Faluya antes del asalto del mes pasado de fuerzas norteamericanas e iraquíes, serían autorizadas a volver a la ciudad esta semana. Un anuncio posterior dijo que algunos residentes del barrio Al-Andalus de la ciudad comenzarían a volver el jueves.
En otros lugares la violencia cotidiana se cobró fuertes bajas. Los ataques de los insurgentes se cobraron al menos la vida de 13 personas. Cuatro hombres que viajaban en un vehículo deportivo murieron al estallar una bomba improvisada en Ashaki, una ciudad al sur de Samarra, donde tuvo lugar una importante ofensiva contra los insurgentes en octubre. La agencia France-Press informó que los cadáveres, aparentemente tres de ellos extranjeros, fueron recogidos por otros vehículos del convoy.
En otros ataques reportados por agencias de prensa occidentales, un chofer de camión que salía de una base norteamericana cerca de Yethrub, al norte de Bagdad, fue ejecutado, lo mismo que un intérprete iraquí que trabajaba para las tropas norteamericanas en Salman Pak, al sur de Bagdad. Una mujer iraquí murió y varios otros civiles resultaron heridos cerca de Samarra. Otros víctimas incluyeron a tres guardias nacionales iraquíes secuestrados, que fueron encontrados muertos cerca de Yathrib, un chofer turco que murió al estallar una bomba cerca de Tikrit, y dos miembros de un partido político fundado por Wafiq al-Samarrai, un jefe de inteligencia durante el régimen de Hussein, asesinados en Samarra.
Los ataques del domingo, que causaron las bajas más altas en un solo día desde julio, provocó un coro de protestas de los líderes de la mayoría chií de Iraq, muchos de los cuales acusaron de los ataques a los insurgentes que pertenecen a la minoría sunní. Los sunníes proporcionaron durante generaciones los líderes políticos de Iraq hasta el derrocamiento de Hussein y se enfrentan a la posibilidad de tener una nueva asamblea nacional dominada por una mayoría chií.
Las declaraciones de los líderes chiíes fueron repetidas por Allawi. Aunque es chií, basa su propia campaña electoral en una lista de candidatos de candidatos seculares chiíes y sunníes que parece destinada a ser uno de los principales rivales de la poderosa alianza de partidos religiosos chiíes, que muchos iraquíes consideran la favorita para las elecciones. Allawi dijo que estaba claro que los insurgentes querían que los ataques "creen tensiones étnicas y religiosas, problemas y conflictos" de acuerdo a un esquema que dijo que correspondía con los llamados grabados en video a los insurgentes de Iraq de líderes de Al Qaeda, incluyendo a Osama bin Laden.
Pero hay pocos hechos sobre quiénes están organizando los atentados. El gobernador de Nayaf, Adnan al-Zurufi, dijo en una rueda de prensa que los detenidos en la ciudad después del atentado con bomba incluían en su mayor parte a gente de Nayaf, pero también a un árabe no iraquí. Más tarde en una entrevista con un periodista iraquí del New York Times, el jefe de policía de la ciudad, Ghalib al-
Gzaari, dijo que dos hombres habían confesado estar "en contacto" con los servicios de inteligencia de Siria e Irán. Dijo que uno de los hombres estaba filmando el sitio del atentado cuando ocurrió la explosión.
No hubo una confirmación independiente de las afirmaciones de que ha habido participación extranjera en los atentados. Pero el hecho de que esos reclamos hayan salido a superficie tan pronto en la campaña sugieren que el tema de la intervención extranjera puede ser un problema muy volátil.
Un creciente número de políticos sunníes moderados han transformado a Irán en un blanco, diciendo que sus clérigos chiíes dominantes quieren utilizar a los partidos religiosos chiíes para transformar a Iraq en un instrumento del dominio iraní. Esas acusaciones fueron ridiculizadas por el líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, que según la televisión estatal iraní dijo que los atentados en Nayaf y Karbala fueron realizados por Estados Unidos e Israel como "un plan para distraer a los iraquíes para impedir las elecciones".
Allawi, escogido en junio por las autoridades de la ocupación norteamericana como primer ministro interino en parte debido a su reputación como un político duro, se retrató a sí mismo como un recluta que había aceptado reluctantemente el puesto, sin otras ambiciones en las elecciones que el anhelo de ver a los iraquíes desprenderse de la "tiranía" de Hussein y, ahora, de los insurgentes. En un traje gris hecho a medida y una camisa de rayas azules, parecía confiado y dijo que haría su campaña electoral en todo el país, desafiando las amenazas de la resistencia.
"Ellos van enmascarados", dijo. "Pero nosotros no podemos usar máscaras".
Sin embargo, parece algo agobiado por los gajes del oficio. Frente a su oficina en lo que era antiguamente un salón de recepción del ministerio de Industrialización Militar de Hussein, la escena era un testamento para un hombre bajo amenaza: guardaespaldas norteamericanos fuertemente armados con armas en los brazos, limusinas Mercedes Benz blindadas, un vehículo de combate Bradley norteamericano con una ametralladora en el capó, barreras operadas electrónicamente, elevadas murallas de concreto y helicópteros de guerra norteamericanos sobrevolando la escena.
"Es muy cansador, es muy agotador, es muy peligroso", dijo Allawi. "Cada día tratan de matarme dos o tres veces". Agregó: "Pero tenemos que poner al país nuevamente de pie. Alguien tiene que hacerlo. Pero les aseguro que es horrible".
Cambió rápidamente de ánimo, observando que sus convicciones seculares, y no las ambiciones teocráticas de los partidos religiosos, están mejor afinadas a la tradición iraquí de gobierno secular. Dijo que se mantenía en estrecho contacto con el gran ayatollah Ali al-Sistani, el más poderoso clérigo chií de Iraq, que ayudó a remendar la pendenciera coalición de partidos religiosos chiíes conocida como Alianza Unida Iraquí. Pero dijo que creía que el ayatollah Sistani se mantendría neutral durante la campaña. "Iraq no ha sido nunca en su historia gobernado por grupos religiosos", dijo.
Pero su inclinación a la mano dura quedó clara en la entrevista como el rasgo que Allawi parece considerar su carta más fuerte. Dijo que Iraq necesitaba un "liderazgo fuerte" del tipo que mostró al aprobar el asalto norteamericano de Faluya. dijo que se había reunido recientemente "dentro y fuera" de Iraq con personas estrechamente asociadas a la resistencia, y que había hablado con ellas como un antiguo baazista y uno de los conspiradores del golpe de 1968 que llevó al poder al partido y finalmente a Hussein. Su mensaje, dijo, era que el pan-arabismo "está muerto, terminado, es algo parecido al ex bloque soviético", y que el único futuro para el partido era abandonar la resistencia.
Dijo que desde el aplastamiento de la resistencia en Faluya y su dispersión a otras partes de Iraq, su gobierno había empezado a ver el comienzo de una "división" entre los insurgentes que realizan acciones de retaguardia en nombre del baazismo y Hussein, y los "terroristas" como Abu Musab al-Zarqawi, del que dijo que estaba más allá de toda negociación. Dijo que esto ofrecía nuevas oportunidades políticas y que sus conversaciones con esos hombres relacionados con la resistencia lo había convencido de que muchos de ellos estaban luchando porque se sentían desplazados por el desmantelamiento ordenado por los norteamericanos del ejército de Hussein y que el programa de desbaazificación les negó el derecho a volver a una "vida normal".
"Eso es algo que estoy decidido a solucionar", dijo.
20 de diciembre de 2004
23 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
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