esclavitud sexual en prisiones de tejas
[Adam Liptak]Era violado por otros reclusos. Fue vendido, comprado y alquilado por pandillas.
Austin, Tejas. Los reclusos de la Allred Unit, una severa prisión tejana, son normalmente llamados con nombres como Monstruo', Diablo' y Animal'. A Roderick Johnson, un homosexual negro de maneras delicadas, le dieron un nombre diferente cuando llegó allá en septiembre de 2000. Lo llamaron Coco.
Según los protocolos de las bandas de reclusos en Allred, los presos homosexuales deben llevar nombres femeninos. Luego son asignados a alguna de las bandas.
"Los Crips ya tenían un homosexual que estaba con ellos", explicó Johson. "Los Gangster Disciples [Discípulos de Gángsters], por lo que entiendo, no habían tenido a ninguno durante un tiempo. Por eso me asignaron automáticamente a ellos".
De acuerdo a las actas del juicio y a su propio detallado informe, los Gangster Disciples y luego otras bandas trataron a Johnson como un esclavo sexual. Lo compraban y vendían, y lo alquilaban. Algunos servicios sexuales costaban cinco dólares; otros, diez.
El mes pasado un corte de apelaciones admitió una denuncia de Johnson contra los guardias de la prisión. La resolución, la primera en reconocer la protección de derechos de homosexuales maltratados en la cárcel, dice que las evidencias del caso son "horripilantes".
"Me obligaban a tener sexo oral y anal todos los días", dijo Johnson, que ha estado viviendo en una pensión desde que fuera dejado en libertad en diciembre. "No durante uno o dos meses, sino durante dieciocho meses".
El fenómeno de la esclavitud sexual en las prisiones ha emergido sólo recientemente de las sombras. La violación en prisión, en general, ha recibido durante años atención esporádica. Últimamente goza de una atención más sostenida, tras la aprobación de una ley federal que persigue eliminarla. Pero nunca ha habido un estudio comprehensivo de homosexuales encarcelados que han sido sometidos de abusos sexuales.
Discutir cualquier forma de violación en la prisión es algo difícil. Hace que mucha gente se sienta incómoda. Algunos lo encuentran divertido.
"Ha sido un tema sujeto a la mofa y casi a un regocijo sádico", dice Margaret Winter, directora del Proyecto Prisiones Nacionales de la Unión Americana por las Libertades Cíviles ACLU. "Pero Roderick es un ser humano, que no merece eso; no en una sociedad civilizada".
La unión de libertades civiles representa a Johnson en la denuncia, que irá a juicio este próximo verano.
Esta semana, bebiendo una cerveza en el patio de un hotel, Johnson mostró la naturaleza afable del administrador de restaurante y vendedor de coches que era en el pasado. Es un hombre enjuto, en forma -1.53 metros, 77 kilos -que se viste prolijamente, habla con facilidad y tiene ojos brillantes y expresivos.
"Soy la primera persona de la familia que ha estado en prisión", dijo, con más que algo de vergüenza. Sus delitos eran relativamente menores y no violentos -robo, un cheque malo, consumo de cocaína-, pero fueron suficientes para enviarlo a Allred, una cárcel de alta seguridad a 400 kilómetros al norte de aquí, en la frontera con Oklahoma. De acuerdo a archivos de la prisión, Allred fue la segunda de las más de 700 cárceles de Tejas en lo que se refiere a agresiones sexuales en dos años, terminando en agosto de 2003. Informó sobre 50 agresiones, de 650 en total, con la unidad de Telford, en el condado de Bowie, con 59.
La denuncia de Johnson dice que rogó a los guardias de la prisión que lo colocaran en una unidad llamada protegida, donde viven homosexuales blancos e hispanos, antiguos miembros de pandillas y agentes de policía condenados. Lo pidió siete veces, por escrito.
Los funcionarios no hicieron nada, diciendo que las acusaciones de Johnson no podían ser verificadas. En las audiencias en la prisión, Johnson dijo que los funcionarios se burlaban de sus problemas. Sugirieron que le gustaba que lo violaran, dijo.
Johnson dijo que le habían dicho que tenía dos opciones. La primera era pelear. La otra era aceptar el sexo. Los funcionarios niegan haber manejado mal las quejas y los groseros comentarios que se les atribuyen.
Carl Reynolds, abogado general del Departamento de Justicia Penal de Tejas, que gestiona las cárceles de Tejas, dijo que las quejas de Johnson habían sido tratadas adecuadamente.
"Esas acusaciones fueron investigadas por la rama de investigaciones internas de nuestra agencia", dijo. "Había un montón de dudas sobre sus motivos y su habilidad para presentar pruebas".
Agregó que el problema de las violaciones en prisión era real y que Tejas está determinado a resolverlo. La nueva ley federal, la Ley de Eliminación de la Violación en Prisión, dice que, según cálculos conservadores, un 13 por ciento de los reclusos en Estados Unidos son agredidos sexualmente en la cárcel. La ley pide más investigación del problema al ministerio de Justicia, que recomendará medidas en base a esos estudios.
Un informe de Human Rights Watch de 2001 sobre las violaciones en prisión tocaron el tema de la esclavitud sexual.
"Seis presos de Tejas, separada e independientemente, entregaron a Human Rights Watch informes de primera mano tras ser obligados a ser esclavos sexuales, haber sido vendidos' y alquilados' a otros reclusos", dice el informe. Esos presos, y otros reclusos en Tejas, dijeron al grupo que la esclavitud sexual "es un lugar común en las unidades penitenciarias más peligrosas del sistema". El grupo también dijo que había "recogido testimonios de reclusos de Illinois, Michigan, California y Arkansas, que han sobrevivido situaciones de esclavitud sexual".
Los sistemas penitenciarios de otras partes del país dijeron a Human Rights Watch que las violaciones en prisión eran relativamente raras. Colorado, Kansas, Kentucky, Missouri, Nueva Jersey, Oregon, Pennsylvania, Dakota del Sur y Wisconsin reportaron menos de diez casos al año. Arizona, Nueva York y Carolina del Sur reportaron entre 10 y 50 casos.
Johnson presentó su denuncia en la Corte Distrital Federal en Wichita Fall, Tejas, en abril de 2002, buscando protección y indemnización monetaria. Sus denuncias fueron detalladas en documentos legales de 300 páginas de testimonios jurados y una serie de entrevistas.
A principios del internamiento de Johnson en Allred, un miembro de Gangster Disciples declararon que Johnson era una especie de esposa. El miembro de la pandilla obligaba a Johnson a hacer su cama, asear la celda y cocinarle un fondo común. También lo obligaba a tener relaciones sexuales con él.
Johnson fue más tarde vendido a los Bloods y luego a otras pandillas, dijo. Una vez se montó una disputa de ofertas. Dijo que había sido vendido por 100 dólares en un mercado abierto.
"Te prostituían, te vendían por cinco o diez dólares de economato", dijo, refiriéndose a la tienda de la prisión. "O por cigarrillos o dinero".
En una ocasión Johnson fue violado por ocho hombres, uno tras otro, en la unidad, dijo. Fue violado en celdas y debajo de escaleras, dijo, pero en la ducha era peor. "Es como arrojar un pedazo de carne a una manada de lobos", dijo.
Durante todo ese tiempo fue llamado Coco. Los otros reclusos usaban pronombres femeninos al referirse a él. "Si eres homosexual", dijo Johnson, "esos hombres te consideran mujer y te pondrán el nombre de una mujer. No te llamarán Roderick porque sería una falta de respeto hacia los hombres en el pabellón".
Los pandilleros humillaban a Johnson y a otros reclusos sin motivo, en escenas que son evocativas de los maltratos cometidos en la prisión de Abu Ghraib, en Iraq.
El 17 de marzo de 2002, de acuerdo a la denuncia de Johnson, los pandilleros de una banda llamada Mafia Mexicana lo obligaron, a él y un enfermo mental conocido como Alazar, a masturbarse mutuamente en la ducha. Obligaron varias veces a Alazar a insertar un dedo en el ano de Johnson y a chuparse el dedo.
Recordando sus dificultades en la prisión, Johnson dijo: "Me rompía el alma. Terminó con mi orgullo".
Johnson se crió en una extensa familia de granjeros de Marshall, al nordeste de Tekas. Su prima, Sharon Bailey, recordó: "Íbamos juntos a la iglesia. Mi madre nos llevaba a mí, a Roderick y su hermana al catecismo todas las semanas".
Se enlistó en la Marina a los 17 años, visitó Tailandia, Singapur y Japón en el U.S.S. Alamo. Sus problemas comenzaron cuando fue licenciado, dijo, tras robar la casa de un vecino en Marshall en 1992. Había caído bajo la influencia de un novio con malas compañías, dijo.
El delito le costó 90 días de prisión y 10 años de libertad condicional. Después de cumplir la sentencia, tuvo varios trabajos decentes, pero el abuso de las drogas y las resultantes violaciones de la libertad condicional lo volvieron a la prisión.
En una prisión tejana, dijo, no hay hueco para un homosexual.
"Tienes racistas aquí en Tekas que dominan las prisiones", dijo Johnson. "Un negro que sufre, especialmente un negro homosexual, es algo bien visto en sus patios".
En una declaración de 2002, un abogado de los funcionarios penitenciarios, Deven Desai, puso en duda el credo religioso de Johnson, un tema sin una conexión evidente con los reclamos legales de la denuncia.
"¿Cómo combina usted, como cristiano, su homosexualidad con su cristianismo?", preguntó Desai.
"No creo que yo sea diferente de otros que sirven a Dios", respondió Johnson.
Los doctores dijeron que presentaba estrés post-traumática, y recibe un subsidio de la Seguridad Social por incapacidad laboral. Comparte un cuarto en una pensión para ex prisioneros, junto a la carretera.
Toma anti-depresivos y consulta con un psicólogo para pasar los días. Las noches, dijo, son más duras. "Estoy tratando de conservar la cordura", dijo.
12 de octubre de 2004
24 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
Según los protocolos de las bandas de reclusos en Allred, los presos homosexuales deben llevar nombres femeninos. Luego son asignados a alguna de las bandas.
"Los Crips ya tenían un homosexual que estaba con ellos", explicó Johson. "Los Gangster Disciples [Discípulos de Gángsters], por lo que entiendo, no habían tenido a ninguno durante un tiempo. Por eso me asignaron automáticamente a ellos".
De acuerdo a las actas del juicio y a su propio detallado informe, los Gangster Disciples y luego otras bandas trataron a Johnson como un esclavo sexual. Lo compraban y vendían, y lo alquilaban. Algunos servicios sexuales costaban cinco dólares; otros, diez.
El mes pasado un corte de apelaciones admitió una denuncia de Johnson contra los guardias de la prisión. La resolución, la primera en reconocer la protección de derechos de homosexuales maltratados en la cárcel, dice que las evidencias del caso son "horripilantes".
"Me obligaban a tener sexo oral y anal todos los días", dijo Johnson, que ha estado viviendo en una pensión desde que fuera dejado en libertad en diciembre. "No durante uno o dos meses, sino durante dieciocho meses".
El fenómeno de la esclavitud sexual en las prisiones ha emergido sólo recientemente de las sombras. La violación en prisión, en general, ha recibido durante años atención esporádica. Últimamente goza de una atención más sostenida, tras la aprobación de una ley federal que persigue eliminarla. Pero nunca ha habido un estudio comprehensivo de homosexuales encarcelados que han sido sometidos de abusos sexuales.
Discutir cualquier forma de violación en la prisión es algo difícil. Hace que mucha gente se sienta incómoda. Algunos lo encuentran divertido.
"Ha sido un tema sujeto a la mofa y casi a un regocijo sádico", dice Margaret Winter, directora del Proyecto Prisiones Nacionales de la Unión Americana por las Libertades Cíviles ACLU. "Pero Roderick es un ser humano, que no merece eso; no en una sociedad civilizada".
La unión de libertades civiles representa a Johnson en la denuncia, que irá a juicio este próximo verano.
Esta semana, bebiendo una cerveza en el patio de un hotel, Johnson mostró la naturaleza afable del administrador de restaurante y vendedor de coches que era en el pasado. Es un hombre enjuto, en forma -1.53 metros, 77 kilos -que se viste prolijamente, habla con facilidad y tiene ojos brillantes y expresivos.
"Soy la primera persona de la familia que ha estado en prisión", dijo, con más que algo de vergüenza. Sus delitos eran relativamente menores y no violentos -robo, un cheque malo, consumo de cocaína-, pero fueron suficientes para enviarlo a Allred, una cárcel de alta seguridad a 400 kilómetros al norte de aquí, en la frontera con Oklahoma. De acuerdo a archivos de la prisión, Allred fue la segunda de las más de 700 cárceles de Tejas en lo que se refiere a agresiones sexuales en dos años, terminando en agosto de 2003. Informó sobre 50 agresiones, de 650 en total, con la unidad de Telford, en el condado de Bowie, con 59.
La denuncia de Johnson dice que rogó a los guardias de la prisión que lo colocaran en una unidad llamada protegida, donde viven homosexuales blancos e hispanos, antiguos miembros de pandillas y agentes de policía condenados. Lo pidió siete veces, por escrito.
Los funcionarios no hicieron nada, diciendo que las acusaciones de Johnson no podían ser verificadas. En las audiencias en la prisión, Johnson dijo que los funcionarios se burlaban de sus problemas. Sugirieron que le gustaba que lo violaran, dijo.
Johnson dijo que le habían dicho que tenía dos opciones. La primera era pelear. La otra era aceptar el sexo. Los funcionarios niegan haber manejado mal las quejas y los groseros comentarios que se les atribuyen.
Carl Reynolds, abogado general del Departamento de Justicia Penal de Tejas, que gestiona las cárceles de Tejas, dijo que las quejas de Johnson habían sido tratadas adecuadamente.
"Esas acusaciones fueron investigadas por la rama de investigaciones internas de nuestra agencia", dijo. "Había un montón de dudas sobre sus motivos y su habilidad para presentar pruebas".
Agregó que el problema de las violaciones en prisión era real y que Tejas está determinado a resolverlo. La nueva ley federal, la Ley de Eliminación de la Violación en Prisión, dice que, según cálculos conservadores, un 13 por ciento de los reclusos en Estados Unidos son agredidos sexualmente en la cárcel. La ley pide más investigación del problema al ministerio de Justicia, que recomendará medidas en base a esos estudios.
Un informe de Human Rights Watch de 2001 sobre las violaciones en prisión tocaron el tema de la esclavitud sexual.
"Seis presos de Tejas, separada e independientemente, entregaron a Human Rights Watch informes de primera mano tras ser obligados a ser esclavos sexuales, haber sido vendidos' y alquilados' a otros reclusos", dice el informe. Esos presos, y otros reclusos en Tejas, dijeron al grupo que la esclavitud sexual "es un lugar común en las unidades penitenciarias más peligrosas del sistema". El grupo también dijo que había "recogido testimonios de reclusos de Illinois, Michigan, California y Arkansas, que han sobrevivido situaciones de esclavitud sexual".
Los sistemas penitenciarios de otras partes del país dijeron a Human Rights Watch que las violaciones en prisión eran relativamente raras. Colorado, Kansas, Kentucky, Missouri, Nueva Jersey, Oregon, Pennsylvania, Dakota del Sur y Wisconsin reportaron menos de diez casos al año. Arizona, Nueva York y Carolina del Sur reportaron entre 10 y 50 casos.
Johnson presentó su denuncia en la Corte Distrital Federal en Wichita Fall, Tejas, en abril de 2002, buscando protección y indemnización monetaria. Sus denuncias fueron detalladas en documentos legales de 300 páginas de testimonios jurados y una serie de entrevistas.
A principios del internamiento de Johnson en Allred, un miembro de Gangster Disciples declararon que Johnson era una especie de esposa. El miembro de la pandilla obligaba a Johnson a hacer su cama, asear la celda y cocinarle un fondo común. También lo obligaba a tener relaciones sexuales con él.
Johnson fue más tarde vendido a los Bloods y luego a otras pandillas, dijo. Una vez se montó una disputa de ofertas. Dijo que había sido vendido por 100 dólares en un mercado abierto.
"Te prostituían, te vendían por cinco o diez dólares de economato", dijo, refiriéndose a la tienda de la prisión. "O por cigarrillos o dinero".
En una ocasión Johnson fue violado por ocho hombres, uno tras otro, en la unidad, dijo. Fue violado en celdas y debajo de escaleras, dijo, pero en la ducha era peor. "Es como arrojar un pedazo de carne a una manada de lobos", dijo.
Durante todo ese tiempo fue llamado Coco. Los otros reclusos usaban pronombres femeninos al referirse a él. "Si eres homosexual", dijo Johnson, "esos hombres te consideran mujer y te pondrán el nombre de una mujer. No te llamarán Roderick porque sería una falta de respeto hacia los hombres en el pabellón".
Los pandilleros humillaban a Johnson y a otros reclusos sin motivo, en escenas que son evocativas de los maltratos cometidos en la prisión de Abu Ghraib, en Iraq.
El 17 de marzo de 2002, de acuerdo a la denuncia de Johnson, los pandilleros de una banda llamada Mafia Mexicana lo obligaron, a él y un enfermo mental conocido como Alazar, a masturbarse mutuamente en la ducha. Obligaron varias veces a Alazar a insertar un dedo en el ano de Johnson y a chuparse el dedo.
Recordando sus dificultades en la prisión, Johnson dijo: "Me rompía el alma. Terminó con mi orgullo".
Johnson se crió en una extensa familia de granjeros de Marshall, al nordeste de Tekas. Su prima, Sharon Bailey, recordó: "Íbamos juntos a la iglesia. Mi madre nos llevaba a mí, a Roderick y su hermana al catecismo todas las semanas".
Se enlistó en la Marina a los 17 años, visitó Tailandia, Singapur y Japón en el U.S.S. Alamo. Sus problemas comenzaron cuando fue licenciado, dijo, tras robar la casa de un vecino en Marshall en 1992. Había caído bajo la influencia de un novio con malas compañías, dijo.
El delito le costó 90 días de prisión y 10 años de libertad condicional. Después de cumplir la sentencia, tuvo varios trabajos decentes, pero el abuso de las drogas y las resultantes violaciones de la libertad condicional lo volvieron a la prisión.
En una prisión tejana, dijo, no hay hueco para un homosexual.
"Tienes racistas aquí en Tekas que dominan las prisiones", dijo Johnson. "Un negro que sufre, especialmente un negro homosexual, es algo bien visto en sus patios".
En una declaración de 2002, un abogado de los funcionarios penitenciarios, Deven Desai, puso en duda el credo religioso de Johnson, un tema sin una conexión evidente con los reclamos legales de la denuncia.
"¿Cómo combina usted, como cristiano, su homosexualidad con su cristianismo?", preguntó Desai.
"No creo que yo sea diferente de otros que sirven a Dios", respondió Johnson.
Los doctores dijeron que presentaba estrés post-traumática, y recibe un subsidio de la Seguridad Social por incapacidad laboral. Comparte un cuarto en una pensión para ex prisioneros, junto a la carretera.
Toma anti-depresivos y consulta con un psicólogo para pasar los días. Las noches, dijo, son más duras. "Estoy tratando de conservar la cordura", dijo.
12 de octubre de 2004
24 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
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ricardo gonzalez -