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ganar en iraq tomará décadas


[David Ignatius] Para lograr los objetivos de largo plazo, si son reales, Estados Unidos deberá permanecer décadas en la región.
El general Abizaid dirige probablemente la fuerza militar más poderosa de la historia. Las tropas de su Comando Central están desplegadas a lo largo de la rasgada media luna de Oriente Medio, desde Egipto a Pakistán, en una impresionante proyección del poderío estadounidense. Viaja con su propio mini-gobierno: un oficial de alto rango del ministerio de Asuntos Exteriores para ocuparse de la diplomacia; un veterano agente de la CIA para supervisar las operaciones de inteligencia; y una comitiva de generales y almirantes que supervisan las operaciones y la logística. Si hay un Imperiun Americanum moderno, Abizaid es su general de operaciones.
Este mes viajé con Abizaid mientras visitaba Iraq y otras áreas bajo su comando. Lo oí discutir durante varios días la estrategia de lo que llama la ‘guerra prolongada' para contener al extremismo islámico en el turbulento teatro de operaciones del Comando Central. Hablamos sobre el frente actual en Iraq, y el proceso de largo plazo de cambios en Oriente Medio, que según Abizaid es el más importante reto estratégico.
"Militarmente, controlamos aire, mar y tierra", dijo Abizaid a una audiencia y, en términos convencionales, tiene toda la razón. Desde su cuartel general cerca de la inmensa, nueva base aérea norteamericana en Qatar, el poderío militar del Comando Central se extiende en todas direcciones: hacia el oeste, donde la Quinta Flota de la Marina estadounidense tiene una base en Bahrain; al norte, donde el portaaviones USS Harry Truman y su fuerza de batallón patrullan a todo vapor el Golfo Pérsico; al este, donde más de 17.000 soldados se esfuerzan por estabilizar el Afganistán de posguerra; y hacia el sur, donde 1.000 tropas están tratando de mantener tapado el Cuerno de África. Al noroeste está el sangriento campo de batalla de Iraq, donde cerca de 150.000 soldados de Abizaid están luchando contra una resuelta resistencia.
A pesar de todo el poderío militar estadounidense, la Guerra Prolongada que ha comenzado en Oriente Medio plantea algunas difíciles preguntas de estrategia. ¿Cuál es la naturaleza del enemigo? ¿Si Estados Unidos es tan poderoso, por qué tiene tantas dificultades en Iraq? ¿Cómo será acogida la victoria, en Iraq y en otras partes en el mundo musulmán? ¿Cuánto tiempo tomará la guerra?
Los costes de la guerra llegaron a casa a Estados Unidos esta semana pasada. El lunes, el presidente Bush admitió que los insurgentes en Iraq "están teniendo efecto" y que los esfuerzos de Estados Unidos por adiestrar a las fuerzas de seguridad iraquíes habían tenido sólo un éxito "variado". El martes, un terrorista kamikaze causó una masacre en un comedor en Mosul, en lo que fue el ataque más mortífero desde que empezara la guerra hace 21 meses. El miércoles, el ministro de Defensa Donald Rumsfeld trató de repeler los llamados a su renuncia debido a los reveses en Iraq.
Fue una semana que concentró la atención en algunos temas cruciales, evocando la Guerra de Vietnam hace más de 30 años: ¿Por qué estamos en Iraq? ¿Qué tipo de conflicto tiene Estados Unidos aquí? ¿Cómo podemos ganar? Abizaid propone las mejores respuestas que he oído de cualquier funcionario del gobierno. Además de ser el más importante jefe militar para Oriente Medio, comprende intelectualmente y emocionalmente la región. Es de ancestros árabes -sus antepasados llegaron a Estados Unidos desde el Líbano en los años setenta del siglo 19- y aprendió a hablar árabe durante una destinación en Jordania hace 25 años. Como muchos de los mejores oficiales del Ejército durante generaciones, es un hombre culto que analiza problemas contemporáneos en su contexto histórico.
Abizaid cree que la Guerra Prolongada está sólo en sus primeras fases. Será difícil medir la victoria, dice, porque el enemigo no izará la bandera blanca ni se rendirá en un día. El éxito será un proceso creciente de modernización del mundo musulmán, que encontrará poco a poco su propio acomodo en la economía global y en los sistemas políticos abiertos.
Los enemigos de Estados Unidos en esta Guerra Prolongada, argumenta, son los que llama "salafistas yihadistas". Es la palabra que usa para referirse a los fundamentalistas musulmanes que usan métodos violentos para tratar de re-crear lo que imaginan que era el gobierno islamita puro y perfecto de la era del profeta Mahoma, el que a veces es llamado ‘Salaf'. Osama bin Laden es el mejor conocido de los extremistas salafistas, pero Abizaid argumenta que el movimiento es mucho más amplio y difuso que Al Qaeda. Es una red floja de individuos que piensan lo mismo y que usan tecnologías del siglo 21 para difundir su visión de un paraíso del siglo 7.
Los predicadores salafistas se ven a sí mismos como parte de una vanguardia cuya misión es radicalizar a otros musulmanes para derrocar a sus líderes. Abizaid los compara con Lenin, Trotsky y otros jefes bolcheviques. Durante una reunión de expertos en política exterior en Washington en octubre pasado, planteó una pregunta que obsesiona: ¿Qué habrías hecho en 1890 si hubieras sabido la ruina que causaría la vanguardia bolchevique? En otro momento, instó a la audiencia a pensar sobre el mundo musulmán de hoy, destruido por olas de violencia, como sobre Europa en el año revolucionario de 1848. Los espasmos de anarquía y terror del mundo árabe, como aquellos en Europa hace 150 años, son parte de un proceso de cambio social -en que un viejo régimen se está derrumbando y uno nuevo lucha por nacer.
Las analogías históricas de Abizaid son útiles porque estiran nuestra imaginación. La gente tiende a ver los problemas actuales como únicos y abrumadores, y eso ha sido especialmente así para Estados Unidos en los traumáticos años posteriores al 11 de septiembre de 2001. Pero los problemas contemporáneos se focalizan mejor a través de las lentes largas de la historia. El adinerado yihadista saudí bin Laden empieza a parecerse un poco al príncipe anarquista Peter Kropotkin, que quería similarmente usar la violencia revolucionaria para liquidar lo que veía como un orden corrupto. En el amplio telón del cambio histórico, el tiempo no se mide en años, sino en décadas.
Abizaid no sacó para mí ninguna lección específica de esta historia, pero algunas conclusiones parecen obvias: si Estados Unidos está combatiendo contra una vanguardia ideológica similar a la de los bolcheviques -cuyos jefes nunca se rendirán ni negociarán-, entonces tendrá que capturarlos o matarlos. Eso sugiere un conflicto sucio y prolongado en el que cada lado pone a prueba la voluntad de persistir del otro. No es el tipo de guerra que las democracias suelan llevar bien, pero entre los asesores del equipo de Abizaid, oirás la misma frase repetida una y otra vez: "Tendrán que morir un montón de tipos malos".
Sin embargo, debido a que el campo de batalla es la sociedad misma, Estados Unidos no puede pensar en la lucha en términos puramente militares. Las 1.000 tropas del Comando Central que están cavando pozos de agua y realizando otras faenas de reconstrucción en el Cuerno de África pueden ser un mejor modelo para el éxito que los 150.000 soldados agazapados en Iraq. Y debido a que es una guerra de transformación, comparable con el proceso de modernización de Europa que tomó cien años, Estados Unidos debe sobre todo mostrar paciencia.
Abizaid argumenta que este enemigo es especialmente peligroso porque ha fundido la atávica ideología salafista con las más modernas herramientas de la tecnología. "El enemigo tiene una capacidad de conexión virtual nunca vista antes en grupos guerrilleros", dice. "Usan la red para comunicarse técnicas, tácticas, procedimientos, consejos". Cree que los yihadistas han sido listos en el uso de los medios de comunicación globales -ambos difunden su mensaje entre sus seguidores e intimidan a los adversarios. En realidad, los medios de comunicación son su mejor arma.
La vanguardia salafista busca la victoria a través de lo que Abizaid llama "armas de efecto masivo": los atentados del 11 de septiembre de 2001, los atentados suicidas en Bagdad, las espeluznantes decapitaciones en Faluya, que buscan desestabilizar a Estados Unidos y sus aliados a través de los medios de comunicación. "No tenemos nada que temer de este enemigo excepto su capacidad para crear pánico", argumenta. "Este enemigo es como el agua: busca un sendero desprotegido. Buscarán el hueco donde puedan usar un arma de efecto masivo, y saldrán victoriosos en los medios de comunicación".
Dada la importancia del frente de la prensa, Abizaid se siente frustrado de que los periodistas árabes no hayan entregado una imagen más critica de la vida en lugares donde los insurgentes musulmanes han ganado control, como en Faluya. Está convencido de que si los árabes de a pie pudieran ver la crueldad y represión de esos yihadistas al estilo talibán, los rechazarían. En realidad, en varias paradas de nuestro viaje, instó a su auditores a presionar a la prensa árabe a informar más sobre los brutales métodos de los insurgentes.
"Son los enemigos más despreciables que he visto", dijo a líderes europeos y árabes que se reunieron en Bahrain para hablar de la seguridad en el Golfo Pérsico. "Operan desde las mezquitas, decapitan gente, han matado muchos más musulmanes que no musulmanes".
Abizaid cree que la estrategia decisiva, en Iraq y en todo el mundo musulmán, es aislar a la vanguardia salafista de los musulmanes de a pie que quieren la vida mejor y más libre que puede aportar la prosperidad y la interdependencia. Eso significa abreviar la brecha entre países ricos y pobres, e impedir que los terroristas establezcan bases de operaciones del modo en que lo hizo bin Laden en Afganistán. "La clara lección militar de Afganistán es que no podemos permitir que el enemigo establezca santuarios en cualquier parte", dice.
Uno de los delegados de Abizaid, el vice-almirante David Nichols, resume la naturaleza de la amenaza salafista. Nichols, que tiene el mando de la Quinta Flota, firma que el enemigo está montando "un ataque cultural, no solamente físico". Para los líderes enemigos, el choque de civilizaciones es el principio organizador de la vida, argumenta Nichols. Dicen a los musulmanes que sólo hay dos campos, y que la "coexistencia pacífica no es posible". El objetivo de Estados Unidos y sus aliados, dice Nichols, debe ser convencer al musulmán promedio de que los yihadistas están equivocados. No es una guerra de "nosotros" contra "ellos", sino un mundo interconectado en el que todos ganaremos si aislamos y destruimos al borde extremista.
Esta estrategia de aislar a los extremistas religiosos ha sido acogida por el primer ministro interino de Iraq, Ayad Allawi, hasta el punto de tomar contacto con baazistas que eran parte del régimen de Saddam Hussein y están ahora en la periferia de la resistencia. Refleja una convicción de Allawi -una que Abizaid seguramente comparte- de que, a largo plazo, los baazistas buscarán un acomodo con Estados Unidos y el mundo moderno. Los salafistas extremistas, en contraste, no lo intentarán nunca.
Mis viajes con Abizaid terminaron con una parada en Mosul, el campamento que fue atacado por un terrorista kamikaze la semana pasada. Mosul es un caso de estudio de lo que se enfrenta Estados Unidos en Iraq y en la Guerra Prolongada. Durante el año pasado, la ciudad pasó de ser un modelo de estabilidad a la nueva Faluya, donde los insurgentes usaron técnicas de terror para terminar con la colaboración con las fuerzas estadounidenses. El éxito se medirá sólo con un retorno a la vida normal. "No terminará completamente; no te vas a despertar un día y descubrir que el enemigo se ha rendido", dice Abizaid. "Pero un día vas a despertar y habrá más alimentos, más seguridad y más estabilidad".
Y así se ve la victoria de la Guerra Prolongada de Abizaid. En el arco más amplio del mundo en que opera el Comando Central, la vida será moderna, interconectada, libre, relajada, normal. Se vivirá como una mano que ya no necesita estar encogida un puño. Es una lucha en la que las que ganarán son las masas musulmanas, sin que Estados Unidos pierda. Pero la semana pasada, estas imágenes de interdependencia y éxito se veían todavía muy, muy lejos.

Se puede escribir al autor a: davidignatius@washpost.com

25 de diciembre de 2004
27 de diciembre de 2004

©washington post
©traducción mQh

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