ejército debe introducir servicio obligatorio
Las crecientes dificultades militares en Iraq hacen creer a algunos que Estados Unidos debe volver a introducir el servicio militar obligatorio.
El país lamenta a los hombres y mujeres de uniforme que han muerto o han sido heridos en Iraq, uno por uno. Pero el público necesita saber, y preocuparse, del contexto más amplio. Nuestros militares y nuestra capacidad militar están agotadas y corren el riesgo de sufrir daños serios.
Hace 25 años, el Ejército estadounidense era mucho más grande y tenía menos que hacer. Ahora, una fuerza substancialmente menor está tratando de responder a las demandas de Iraq, donde las tropas en el terreno sufren de una crónica falta de personal. Durante la mayor parte de los últimos dos años, el grueso de las tropas de tierra en primera línea han estado enzarzadas en combate con una resistencia que no habían esperado y sin los recursos necesarios. Esos soldados y marines, en servicio activo y reservistas, han mostrado coraje y determinación, a pesar de la falta de blindajes y otros equipos, cumpliendo alistamientos involuntariamente más prolongados y rotaciones aceleradas para volver al combate.
Su aguante ha permitido al Pentágono seguir en una situación que todos saben que no puede seguir indefinidamente, incluso aunque no se vislumbre todavía el fin del conflicto de Iraq. El despliegue extenso y no programado de las fuerzas norteamericanas es sufriendo fuertes bajas acumulativas, especialmente el Ejército y la Guardia Nacional. Esas bajas están minando su capacidad y su moral, y limitan la habilidad de Estados Unidos para enviar tropas de tierra substanciales a otros lugares para respaldar su diplomacia o responder a amenazas emergentes.
El Pentágono comienza a parecerse a un granjero desesperado que alimenta a su familia hambrienta con las semillas de la próxima cosecha. Para mantener suficientes tropas en el terreno, está sacrificando la capacidad de retener a los líderes de mañana. A medida que el sobre-despliegue se hace crónico, prometedores jóvenes oficiales están optando por no volver a enlistarse. Cuando las nuevas camadas de gente joven salga de la academia, estarán menos dispuestas a combinar sus carreras civiles con el servicio en la Guardia Nacional del Ejército; el reclutamiento ya ha descendido en casi un 30 por ciento. El Ejército regular también se está resintiendo. A pesar de las primas de alistamiento, ha tenido que acelerar sus programas de servicio, enviando a los nuevos reclutas directamente al adiestramiento básico.
Esta creciente crisis no se debe a la falta de preparación de parte de los oficiales del estado mayor. Antes de Iraq, el dogma del Pentágono -apoyado por la mayoría de los políticos republicanos y muchos demócratas conservadores- pensaban que las tropas de Estados Unidos eran guerreras. La paz y la reconstrucción eran cosas para la Vieja Europa. Bien, eso era entonces.
Ahora, más de la mitad de las fuerzas en combate del Ejército regular han estado desplegadas en Iraq, están todavía allá o esperan ser enviadas dentro de poco allá, junto con una fracción substancial del Cuerpo de Marines y proporciones históricamente altas de la Guardia Nacional del Ejército y la Reserva. Las rotaciones están siendo aceleradas, con unidades que ya han servido en Iraq volviendo allá para un segundo período de servicio. Estas rotaciones más rápidas están erosionando la capacidad, desgastando los equipos y dejan menos tiempo para ejercicios de adiestramiento normales. Los reservistas, incluyendo a la policía, los bomberos y otros defensores de la patria, están realizando extensos períodos en el extranjero. Cuatro de cada diez norteamericanos ahora en Iraq provienen de la Reserva y de unidades de la Guardia Nacional.
Nada de esto debería llevar a los norteamericanos de que Estados Unidos -con la mejor Fuerza Aérea y la Marina del mundo, y con una fuerza nuclear intacta- se encuentra indefenso. Si surgiera repentinamente una nueva amenaza -si, por ejemplo, Al Qaeda amenazara los campos petrolíferos saudíes, u oficiales islamitas radicales se hicieran con Pakistán o si China atacara a Taiwán- Washington puede responder fuerte y decisivamente. Pero eso no significa que los intereses de seguridad más amplios de Estados Unidos no estén pagando un precio. Todo compromiso adicional en el extranjero que se extendiera por más de unos meses y requiriese grandes contingentes de tropas de terreno requeriría más reservistas y quizás un retorno del servicio militar obligatorio.
Muchos enemigos potenciales en el extranjero dudan de que el público tenga ganas de semejantes sacrificios. Como resultado, el poder de la diplomacia estadounidense está siendo sutilmente socavado. Los ulemas iraníes que están sopesando si renuncian o no a sus programas nucleares podrían concluir que Washington no está en condiciones de oponerse. El dictador de Corea del Norte, Kim Jong Il, puede sentirse más libre para proseguir sus planes nucleares y movilizar tropas hacia la frontera con Corea del Sur. Los líderes chinos podrían ver este momento como una oportunidad para incrementar su acoso de Taiwán.
Hacer la lista de todos los peligros es más fácil que proponer soluciones. Pero hay algunas obvias respuestas de corto plazo. Salvo progresos inesperados en Iraq, Washington debe aumentar fuertemente sus cuotas de reclutamiento para períodos de servicio activo en el Ejército y en el Cuerpo de Marines. El actual límite del Ejército norteamericano está justo por encima de las 500.000 tropas y debería subir a 600.000, aunque todavía sea substancialmente menor que los niveles de fines de los ochenta. El límite de los Marines debería subir de los actuales 178.000 a 200.000. Atraer a esos reclutas requerirá ofrecer incentivos, además de mayores costes salariales.
La mayor parte de los fondos adicionales necesarios para esto podrían provenir de otras secciones del presupuesto militar. El Pentágono ha dado un importante paso en la dirección correcta al proponer fuertes recortes al irrelevante programa del bombardero F-22. A medida que los militares aumenten sus objetivos de reclutamiento para el Ejército y los Marines, puede reducir su reclutamiento para la Fuerza Aérea y la Marina, que tienen más miembros en servicio activo que los que necesitan ahora. A las fuerzas de tierra de Estados Unidos se les ha pedido hacer demasiado medios insuficients, y durante mucho tiempo.
12 de enero de 2005
©new york times
©traducción mQh
Hace 25 años, el Ejército estadounidense era mucho más grande y tenía menos que hacer. Ahora, una fuerza substancialmente menor está tratando de responder a las demandas de Iraq, donde las tropas en el terreno sufren de una crónica falta de personal. Durante la mayor parte de los últimos dos años, el grueso de las tropas de tierra en primera línea han estado enzarzadas en combate con una resistencia que no habían esperado y sin los recursos necesarios. Esos soldados y marines, en servicio activo y reservistas, han mostrado coraje y determinación, a pesar de la falta de blindajes y otros equipos, cumpliendo alistamientos involuntariamente más prolongados y rotaciones aceleradas para volver al combate.
Su aguante ha permitido al Pentágono seguir en una situación que todos saben que no puede seguir indefinidamente, incluso aunque no se vislumbre todavía el fin del conflicto de Iraq. El despliegue extenso y no programado de las fuerzas norteamericanas es sufriendo fuertes bajas acumulativas, especialmente el Ejército y la Guardia Nacional. Esas bajas están minando su capacidad y su moral, y limitan la habilidad de Estados Unidos para enviar tropas de tierra substanciales a otros lugares para respaldar su diplomacia o responder a amenazas emergentes.
El Pentágono comienza a parecerse a un granjero desesperado que alimenta a su familia hambrienta con las semillas de la próxima cosecha. Para mantener suficientes tropas en el terreno, está sacrificando la capacidad de retener a los líderes de mañana. A medida que el sobre-despliegue se hace crónico, prometedores jóvenes oficiales están optando por no volver a enlistarse. Cuando las nuevas camadas de gente joven salga de la academia, estarán menos dispuestas a combinar sus carreras civiles con el servicio en la Guardia Nacional del Ejército; el reclutamiento ya ha descendido en casi un 30 por ciento. El Ejército regular también se está resintiendo. A pesar de las primas de alistamiento, ha tenido que acelerar sus programas de servicio, enviando a los nuevos reclutas directamente al adiestramiento básico.
Esta creciente crisis no se debe a la falta de preparación de parte de los oficiales del estado mayor. Antes de Iraq, el dogma del Pentágono -apoyado por la mayoría de los políticos republicanos y muchos demócratas conservadores- pensaban que las tropas de Estados Unidos eran guerreras. La paz y la reconstrucción eran cosas para la Vieja Europa. Bien, eso era entonces.
Ahora, más de la mitad de las fuerzas en combate del Ejército regular han estado desplegadas en Iraq, están todavía allá o esperan ser enviadas dentro de poco allá, junto con una fracción substancial del Cuerpo de Marines y proporciones históricamente altas de la Guardia Nacional del Ejército y la Reserva. Las rotaciones están siendo aceleradas, con unidades que ya han servido en Iraq volviendo allá para un segundo período de servicio. Estas rotaciones más rápidas están erosionando la capacidad, desgastando los equipos y dejan menos tiempo para ejercicios de adiestramiento normales. Los reservistas, incluyendo a la policía, los bomberos y otros defensores de la patria, están realizando extensos períodos en el extranjero. Cuatro de cada diez norteamericanos ahora en Iraq provienen de la Reserva y de unidades de la Guardia Nacional.
Nada de esto debería llevar a los norteamericanos de que Estados Unidos -con la mejor Fuerza Aérea y la Marina del mundo, y con una fuerza nuclear intacta- se encuentra indefenso. Si surgiera repentinamente una nueva amenaza -si, por ejemplo, Al Qaeda amenazara los campos petrolíferos saudíes, u oficiales islamitas radicales se hicieran con Pakistán o si China atacara a Taiwán- Washington puede responder fuerte y decisivamente. Pero eso no significa que los intereses de seguridad más amplios de Estados Unidos no estén pagando un precio. Todo compromiso adicional en el extranjero que se extendiera por más de unos meses y requiriese grandes contingentes de tropas de terreno requeriría más reservistas y quizás un retorno del servicio militar obligatorio.
Muchos enemigos potenciales en el extranjero dudan de que el público tenga ganas de semejantes sacrificios. Como resultado, el poder de la diplomacia estadounidense está siendo sutilmente socavado. Los ulemas iraníes que están sopesando si renuncian o no a sus programas nucleares podrían concluir que Washington no está en condiciones de oponerse. El dictador de Corea del Norte, Kim Jong Il, puede sentirse más libre para proseguir sus planes nucleares y movilizar tropas hacia la frontera con Corea del Sur. Los líderes chinos podrían ver este momento como una oportunidad para incrementar su acoso de Taiwán.
Hacer la lista de todos los peligros es más fácil que proponer soluciones. Pero hay algunas obvias respuestas de corto plazo. Salvo progresos inesperados en Iraq, Washington debe aumentar fuertemente sus cuotas de reclutamiento para períodos de servicio activo en el Ejército y en el Cuerpo de Marines. El actual límite del Ejército norteamericano está justo por encima de las 500.000 tropas y debería subir a 600.000, aunque todavía sea substancialmente menor que los niveles de fines de los ochenta. El límite de los Marines debería subir de los actuales 178.000 a 200.000. Atraer a esos reclutas requerirá ofrecer incentivos, además de mayores costes salariales.
La mayor parte de los fondos adicionales necesarios para esto podrían provenir de otras secciones del presupuesto militar. El Pentágono ha dado un importante paso en la dirección correcta al proponer fuertes recortes al irrelevante programa del bombardero F-22. A medida que los militares aumenten sus objetivos de reclutamiento para el Ejército y los Marines, puede reducir su reclutamiento para la Fuerza Aérea y la Marina, que tienen más miembros en servicio activo que los que necesitan ahora. A las fuerzas de tierra de Estados Unidos se les ha pedido hacer demasiado medios insuficients, y durante mucho tiempo.
12 de enero de 2005
©new york times
©traducción mQh
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