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¿cuánto tiempo más?


[H.D.S. Greenway] Cada vez más, editoriales y columnas en la prensa estadounidense piden que Estados Unidos se retire de Iraq/
Davos, Suiza. Que las elecciones en Iraq pueden producir un gobierno representativo y estable es probablemente una falsa esperanza, y la legalidad de lo que quiera que sea que produzca será puesta en duda. No es simplemente debido a la continuada violencia y la incapacidad de muchos de acercarse a las urnas. Es también debido a que el emergente gobierno dependerá del poderío estadounidense, y eso en sí mismo, a ojos de muchos iraquíes, anula su legitimidad.
Así, el dilema para cualquier gobierno iraquí será si continuar aferrándose a los norteamericanos para seguir en el poder, o correr el riesgo del caos sacándolos del país para ganar legitimidad. El lado norteamericano que ve la mayoría de los iraquíes es el de la fuerza bruta que abre puertas a patadas, y la presencia norteamericana se ha transformado en parte del problema, no de la solución.
Sin embargo, el presidente Bush tenía razón al rechazar las peticiones dentro y fuera de Iraq de los que demandaban que las elecciones fueran pospuestas. Primero que nada, la violencia no desaparecerá dentro de poco. En segundo lugar, la mayoría chií del país quiere el poder ahora, y si las elecciones son el modo de hacerse con él, hay que realizarlas. Está claro aquí de las conversaciones en el Foro Económico Mundial que el Rey Abdullah de Jordania no es el único árabe sunní que se preocupa de la "media luna chií" que se extiende desde Irán hasta el Líbano, pasando por Iraq y Siria. Y los kurdos se quieren asegurar de que la autoridad de Bagdad nunca llegue hasta sus zonas semi-autónomas del norte, incluso si siguen siendo miembros de un país iraquí. La resistencia sunní se está convirtiendo en una causa nacionalista. Es por eso que los cálculos de inteligencia son casi uniformemente sombríos, pronosticando en el mejor de los casos una frágil estabilidad y, en el peor, una guerra civil.
Bush conserva el optimismo que le hizo ganar la re-elección y dice que la resistencia armada es simplemente un "puñado de tipos que tienen miedo de las elecciones". La posición oficial es que la resistencia es culpa de los baazistas, fanáticos religiosos, combatientes extranjeros y delincuentes.
No hay duda de que los mencionados están involucrados en la resistencia. Pero también ignora el creciente número de iraquíes que antes odiaban a Saddam Hussein que ahora odian todavía más la ocupación norteamericana. El día que los norteamericanos pueden haber sido vistos como liberadores pasó hace mucho.
Lo irónico es que la guerra de Iraq ha fortalecido fuertemente a las fuerzas islámicas en un país que era, en el pasado, violento, pero laico. La influencia islámica está creciendo porque, del mismo modo que los comunistas dominaron siempre los movimientos de resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, los islamitas están mejor organizados y son los más motivados.
Tanto las fuerzas religiosas chiíes como sunníes están ganando apoyo. Quizás no termine en una teocracia al estilo iraní, pero el gobierno de Bush tendrá que hacer frente a un montón más de islam, y de militancia islámica, que cuando inició la aventura de Iraq.
Bush necesita estas elecciones como parte de su estrategia de retirada de instalar algún tipo de gobierno elegido antes de que la opinión pública norteamericana empiece a volcarse contra la guerra. Pero de momento la construcción de un ejército y de una fuerza de policía creíble, la otra pata de la estrategia de retirada, no ha tenido éxito. Ni siquiera el leal embajador norteamericano en Bagdad, John Negroponte, pudo creer en las exageradas cifras de Condoleeza Rice sobre las fuerzas de seguridad iraquíes adiestradas.
Bush sabe, por supuesto, que la situación en Iraq no es como la describe, ni nunca ha sido. La búsqueda de armas de destrucción masiva ha sido ahora discretamente abandonada, y la difusión de la libertad se ha transformado en nuestra razón para ir a la guerra. Considerando lo que está pasando en Iraq, el osado discurso inaugural de Bush ha asustado a muchos de las consecuencias del celo misionero de Estados Unidos. Una caricatura política que corre por aquí muestra a Bush vestido como la estatua de la Libertad agachándose sobre Oriente Medio y poniendo con su antorcha fuego a la región. "El Indomable Fuego de la Libertad", dice el texto.
El gobierno de Bush ha sido notablemente exitoso en redefinir la razón por la que Estados Unidos declaró la guerra a Iraq, pero quizá el nuevo comandante de campo en Iraq, el teniente general John R. Vines, no entendió el mensaje. Entre los libros que ha recomendado como lectura a su staff se encuentra ‘Dereliction of Duty: Lyndon Johnson, Robert McNamara, the Joint Chiefs of Staff, and the Lies That Led to Vietnam' [Abandono de Deberes: Lyndon Johnson, Robert McNamara, los Jefes del Estado Mayor Conjunto y las Mentiras Que Llevaron a Vietnam], de H.R. McMaster.

29 de enero de 2005
©boston globe
©traducción mQh

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