ex espías lo cuentan todo
[Scott Shane] En estos días, cada vez más espías estadounidenses que vienen del frío, podrían volver allí directamente, en giras de promoción de sus libros. Y su retrato de la Agencia Central de Inteligencia CIA no es demasiado halagüeño.
Washington, Estados Unidos. Desde diciembre, tres ex agentes de caso de la CIA que hicieron trabajos muy delicados para el gobierno -persuadir a extranjeros para que traicionaran sus países o sus causas-, han publicado memorias. Dos libros más saldrán en mayo, completando una docena de informes de primera mano publicados desde fines de los años noventa. Esta hinchada biblioteca de memorias cada vez más francas sobre la CIA refleja un impresionante cambio cultural en la agencia.
"Estamos acostumbrados a la idea de No pienses siquiera en escribir un libro' y yo compartía ese sentimiento", dijo Floyd L. Paseman, 64, que trabajó para la agencia en Asia y Europa durante casi 35 años. Sin embargo, Paseman acaba de publicar A Spy's Journey' [Diario de un Espía] (Zenith Press), en el que cuenta cómo ayudó a desbaratar los planes de asesinos a sueldo libios para matar a un embajador norteamericano, se puso a sí mismo en la mira de un francotirador después de haber reclutado a un agente iraní e impidió -un riesgo más frecuente- que colegas fueran enviados a terreno sin las habilidades lingüísticas y el sentido común necesarios.
¿Por qué ese cambio de opinión? "Le pedimos a la opinión pública que nos apoye cuando las cosas salen mal", dijo Paseman, que se retiró en 2001 y vive cerca de Williamsburg, Virginia. "La gente tiene que entender lo difícil y frágil que es el trabajo de inteligencia humana".
También hay un motivo menos noble: la venganza. De una manera clásica entre agentes de campo, Paseman y especialmente dos otros autores recientes de la CIA -Melissa Boyle Mahle, que habla árabe y trabajó la mayor parte de su carrera de 14 años en Oriente Medio, y Lindsay Moran, que renunció tras cinco años y un solo viaje a los Balcanes- disfrutan de la posibilidad de exponer las chapuzas de la sede central.
"No creo que nadie fuera de la agencia tenga alguna idea de lo ineficaz que", dijo Moran. "Un montón de gente dentro de la agencia sí lo sabe".
Ni ella Ni Mahle ofrece ninguna excusa por juicios que son a veces severos. "Entiendo que la actual administración no está contenta con mi libro", dijo Mahle, con evidente satisfacción.
No es probable que alguno de estos tres últimos libros gane algún premio literario importante, pero todos ellos tienen la autenticidad de la primera persona en un tema a menudo oscurecido por el secreto o engalanado con fantasías. La memoria de Moran, Blowing My Cover' [Destruyendo Mi Chapa] (Putnam), es la lectura más desenfadada, con un montón de detalles sobre su vida sentimental. El libro de Mahle, Denial and Deception' [Negación y Decepción] (Nation Books) es mucho más substancioso, fundiendo experiencias personales con críticas sobre políticas de la CIA. Paseman tiene la carrera más larga y variada que contar y parece gozar del mayor afecto de su antiguo empleador.
En la CIA no han cambiado las reglas que se aplican a los escritores de memorias. Los empleados han podido siempre publicar sus historias después de que la agencia ha revisado los manuscritos para retirar información clasificada, dijo un portavoz de la agencia. (Lejos de dejarse llevar por algún nuevo espíritu de apertura, habló sólo a condición de mantener el anonimato).
Pero el número de páginas manuscritas sometidas al Comité de Revisión de Publicaciones de la agencia se ha casi duplicado en los últimos ocho años. La razón, según antiguos agentes de la agencia, es un cambio de actitud.
En el pasado, dijo J. Ransom Clark, que trabajó para la agencia durante 26 años, "nadie hablaba". Después de que varios libros en los años setenta expusieran a los agentes y desafiaran las reglas de censura, escribir sobre operaciones de la CIA era visto en el cuartel general de la agencia en Virginia en el mejor de los casos como algo imprudente, y en el peor, como traición.
Luego terminó la Guerra Fría, y se soltaron los labios de los agentes de caso que habían luchado contra el comunismo, desde América Central hasta Afganistán. Los atentados terroristas del 11 de septiembre reiniciaron el interés por el espionaje entre la opinión pública.
Clark, ahora administrador de una universidad, dijo que tenía que pelearse para mantener al día su bibliografía online de la inteligencia (http://intellit.muskingum.edu). Además de las memorias, hay ensayos críticos y novelas de espionaje escritos por agentes veteranos, como los dos recientes libros de Michael Scheuer sobre Al Qaeda, publicados anónimamente, y la novela de suspense de Gene Coyle, The Dream Merchant of Lisbon' [El Vendedor de Sueños de Lisboa].
Clark dice que el despegue de los libros de espionaje empezó en 1997 con la autobiografía del legendario agente de operaciones, Duane R. Clarridge.
"La generación anterior pensaba: ¿Por qué escribirías algo así?'", dijo Clarridge, 72, y retirado en California. "Yo presioné bastante llevando las cosas bastante lejos, porque pensé que había un montón de absurdos sobre el espionaje".
Algunos autores recientes se han inspirado en el ejemplo de Robert Baer, que abandonó la agencia después de 22 años y dice que escribió See No Evil' en 2002 "por rabia" con la burocracia del espionaje, que lo sometió a dos análisis de poligrafía en un año por lo que él considera son sospechas infundadas. Se transformó en un éxito de ventas y fue seleccionado por Hollywood; George Clooney hace de Baer en la inminente película Syriana'.
Cualquiera sean los motivos que los animan, los libros recientes describen una imagen acumulativa dolorosamente detallada del arte de espiar, junto con una desalentadora sensación de que el cuartel general se puede transformar en el más mañoso adversario.
Los autores explican el uso de apodos y disfraces, métodos de desprenderse de un equipo de seguimiento y mil maneras en que una identidad encubierta puede desmoronarse. Describen cómo se detecta, corteja y seduce a agentes extranjeros: halagos, visados americanos, becas escolares, pero sobre todo arrugados billetes de 100 dólares. Paseman, que toca el banjo, a veces usaba música bluegrass para conectarse con fuentes potenciales. Tanto Mahle como Moran cuentan cómo manejaron la desilusión de un objetivo masculino cuando se enteró de que el romance no era la razón de su interés.
¿Pueden esas revelaciones beneficiar al enemigo? "Plantea el problema de qué debe seguir siendo secreto", dijo Clark. "Pero yo soy un verdadero creyente en el valor de que la opinión pública norteamericana sea informada. Yo leo un montón de memorias y rara vez he leído algo que vaya realmente a dañar la seguridad de Estados Unidos".
No todos son tan optimistas. Martha Sutherland, que pasó 18 años en la agencia y ahora dirige una galería de arte en Nueva York, estaba indignada de que en el libro de Moran se narrara en detalle el adiestramiento en el servicio secreto.
"Fue una especie de manual para nuestros adversarios -así es como la CIA adiestra a sus agentes-, todo en un solo lugar", dijo Sutherland. "Lo encontré despreciable".
Moran, 35, dijo que todo en su libro fue aprobado por la agencia. Dijo que la verdadera razón por la que se habían indignado a algunos de sus antiguos colegas es que perfora la mística que oculta las torpezas de la CIA.
"Mi suposición es que es el tono el que les molesta. Es desenfadado y descarado, y no lo aguantan", dijo.
Algunos libros todavía siguen bloqueados por los censores. Jeffrey A. Sterling, un afro-americano que habla farsi y trabajó como agente de caso desde 1993 a 2002, dijo que la agencia destripó eficientemente sus memorias después de que presentara una denuncia por discriminación. Otro autor futuro, todavía oficialmente encubierto, dijo que su libro fue prohibido porque había descrito la conducta camorrera de los agentes en su tiempo libre. (La agencia se negó a comentar el tratamiento de los dos libros).
La mayoría de los autores recientes, en contraste, dijo que la agencia sólo hizo cortes discretos. Pero agregaron que el proceso de censura revela una gran ambivalencia institucional hacia la publicidad.
La revisión de la CIA de las memorias de Mahle, que según las reglas debería haber tomado 30 días, tomó más de un año. Cuando el libro ya estaba en pruebas, los censores aparecieron repentinamente con una nueva lista de cortes, dijo. El editor debió tapar varias páginas, incluyendo un pasaje ya aprobado para publicación en la revista Middle East Policy, en la que aparecerá próximamente.
"Imagínese", dijo Mahle. "Creo que el proceso es muy misterioso y muy subjetivo".
Paseman dijo que algunos de los 11 cortes exigidos de su libro de casi 320 páginas era quebraderos de cabeza. "Dijeron: No puedes referirte a ti mismo como jefe de estación'", recordó. "Así que me llamé a mi mismo jefe de planta'".
Durante la campaña presidencial la agencia impidió una tormenta política permitiendo la publicación de Imperial Hubris: Why the West Is Losing the War on Terror' [Orgullo Imperial: Por Qué Está Occidente Perdiendo la Guerra contra el Terrorismo], de Scheuer, un agente de la CIA que en el pasado dirigió una unidad para seguir la huella de Osama bin Laden.
Desde entonces, ha habido muchos rumores de que el nuevo director de la CIA, Porter Goss, prohibiría casi todas las memorias. El anónimo portavoz de la agencia insistió en que no se preparaba ninguna medida represiva. Si hay alguna restricción, esta puede encontrar simpatía de una fuente inesperada.
"Al riesgo de un 100 por cien de hipocresía, creo que es una mala tendencia", dijo Baer, el memorialista de la CIA que es un éxito de ventas, sobre la creciente anaquel de revelaciones. "Para que una agencia de inteligencia pueda funcionar, tiene que operar realmente en la oscuridad. Necesita esa mística. Tres o cuatro libros al año que digan que el emperador anda desnudo, no causarán verdadero daño".
14 de marzo de 2005
19 de marzo de 2005
©new york times
©traducción mQh
"Estamos acostumbrados a la idea de No pienses siquiera en escribir un libro' y yo compartía ese sentimiento", dijo Floyd L. Paseman, 64, que trabajó para la agencia en Asia y Europa durante casi 35 años. Sin embargo, Paseman acaba de publicar A Spy's Journey' [Diario de un Espía] (Zenith Press), en el que cuenta cómo ayudó a desbaratar los planes de asesinos a sueldo libios para matar a un embajador norteamericano, se puso a sí mismo en la mira de un francotirador después de haber reclutado a un agente iraní e impidió -un riesgo más frecuente- que colegas fueran enviados a terreno sin las habilidades lingüísticas y el sentido común necesarios.
¿Por qué ese cambio de opinión? "Le pedimos a la opinión pública que nos apoye cuando las cosas salen mal", dijo Paseman, que se retiró en 2001 y vive cerca de Williamsburg, Virginia. "La gente tiene que entender lo difícil y frágil que es el trabajo de inteligencia humana".
También hay un motivo menos noble: la venganza. De una manera clásica entre agentes de campo, Paseman y especialmente dos otros autores recientes de la CIA -Melissa Boyle Mahle, que habla árabe y trabajó la mayor parte de su carrera de 14 años en Oriente Medio, y Lindsay Moran, que renunció tras cinco años y un solo viaje a los Balcanes- disfrutan de la posibilidad de exponer las chapuzas de la sede central.
"No creo que nadie fuera de la agencia tenga alguna idea de lo ineficaz que", dijo Moran. "Un montón de gente dentro de la agencia sí lo sabe".
Ni ella Ni Mahle ofrece ninguna excusa por juicios que son a veces severos. "Entiendo que la actual administración no está contenta con mi libro", dijo Mahle, con evidente satisfacción.
No es probable que alguno de estos tres últimos libros gane algún premio literario importante, pero todos ellos tienen la autenticidad de la primera persona en un tema a menudo oscurecido por el secreto o engalanado con fantasías. La memoria de Moran, Blowing My Cover' [Destruyendo Mi Chapa] (Putnam), es la lectura más desenfadada, con un montón de detalles sobre su vida sentimental. El libro de Mahle, Denial and Deception' [Negación y Decepción] (Nation Books) es mucho más substancioso, fundiendo experiencias personales con críticas sobre políticas de la CIA. Paseman tiene la carrera más larga y variada que contar y parece gozar del mayor afecto de su antiguo empleador.
En la CIA no han cambiado las reglas que se aplican a los escritores de memorias. Los empleados han podido siempre publicar sus historias después de que la agencia ha revisado los manuscritos para retirar información clasificada, dijo un portavoz de la agencia. (Lejos de dejarse llevar por algún nuevo espíritu de apertura, habló sólo a condición de mantener el anonimato).
Pero el número de páginas manuscritas sometidas al Comité de Revisión de Publicaciones de la agencia se ha casi duplicado en los últimos ocho años. La razón, según antiguos agentes de la agencia, es un cambio de actitud.
En el pasado, dijo J. Ransom Clark, que trabajó para la agencia durante 26 años, "nadie hablaba". Después de que varios libros en los años setenta expusieran a los agentes y desafiaran las reglas de censura, escribir sobre operaciones de la CIA era visto en el cuartel general de la agencia en Virginia en el mejor de los casos como algo imprudente, y en el peor, como traición.
Luego terminó la Guerra Fría, y se soltaron los labios de los agentes de caso que habían luchado contra el comunismo, desde América Central hasta Afganistán. Los atentados terroristas del 11 de septiembre reiniciaron el interés por el espionaje entre la opinión pública.
Clark, ahora administrador de una universidad, dijo que tenía que pelearse para mantener al día su bibliografía online de la inteligencia (http://intellit.muskingum.edu). Además de las memorias, hay ensayos críticos y novelas de espionaje escritos por agentes veteranos, como los dos recientes libros de Michael Scheuer sobre Al Qaeda, publicados anónimamente, y la novela de suspense de Gene Coyle, The Dream Merchant of Lisbon' [El Vendedor de Sueños de Lisboa].
Clark dice que el despegue de los libros de espionaje empezó en 1997 con la autobiografía del legendario agente de operaciones, Duane R. Clarridge.
"La generación anterior pensaba: ¿Por qué escribirías algo así?'", dijo Clarridge, 72, y retirado en California. "Yo presioné bastante llevando las cosas bastante lejos, porque pensé que había un montón de absurdos sobre el espionaje".
Algunos autores recientes se han inspirado en el ejemplo de Robert Baer, que abandonó la agencia después de 22 años y dice que escribió See No Evil' en 2002 "por rabia" con la burocracia del espionaje, que lo sometió a dos análisis de poligrafía en un año por lo que él considera son sospechas infundadas. Se transformó en un éxito de ventas y fue seleccionado por Hollywood; George Clooney hace de Baer en la inminente película Syriana'.
Cualquiera sean los motivos que los animan, los libros recientes describen una imagen acumulativa dolorosamente detallada del arte de espiar, junto con una desalentadora sensación de que el cuartel general se puede transformar en el más mañoso adversario.
Los autores explican el uso de apodos y disfraces, métodos de desprenderse de un equipo de seguimiento y mil maneras en que una identidad encubierta puede desmoronarse. Describen cómo se detecta, corteja y seduce a agentes extranjeros: halagos, visados americanos, becas escolares, pero sobre todo arrugados billetes de 100 dólares. Paseman, que toca el banjo, a veces usaba música bluegrass para conectarse con fuentes potenciales. Tanto Mahle como Moran cuentan cómo manejaron la desilusión de un objetivo masculino cuando se enteró de que el romance no era la razón de su interés.
¿Pueden esas revelaciones beneficiar al enemigo? "Plantea el problema de qué debe seguir siendo secreto", dijo Clark. "Pero yo soy un verdadero creyente en el valor de que la opinión pública norteamericana sea informada. Yo leo un montón de memorias y rara vez he leído algo que vaya realmente a dañar la seguridad de Estados Unidos".
No todos son tan optimistas. Martha Sutherland, que pasó 18 años en la agencia y ahora dirige una galería de arte en Nueva York, estaba indignada de que en el libro de Moran se narrara en detalle el adiestramiento en el servicio secreto.
"Fue una especie de manual para nuestros adversarios -así es como la CIA adiestra a sus agentes-, todo en un solo lugar", dijo Sutherland. "Lo encontré despreciable".
Moran, 35, dijo que todo en su libro fue aprobado por la agencia. Dijo que la verdadera razón por la que se habían indignado a algunos de sus antiguos colegas es que perfora la mística que oculta las torpezas de la CIA.
"Mi suposición es que es el tono el que les molesta. Es desenfadado y descarado, y no lo aguantan", dijo.
Algunos libros todavía siguen bloqueados por los censores. Jeffrey A. Sterling, un afro-americano que habla farsi y trabajó como agente de caso desde 1993 a 2002, dijo que la agencia destripó eficientemente sus memorias después de que presentara una denuncia por discriminación. Otro autor futuro, todavía oficialmente encubierto, dijo que su libro fue prohibido porque había descrito la conducta camorrera de los agentes en su tiempo libre. (La agencia se negó a comentar el tratamiento de los dos libros).
La mayoría de los autores recientes, en contraste, dijo que la agencia sólo hizo cortes discretos. Pero agregaron que el proceso de censura revela una gran ambivalencia institucional hacia la publicidad.
La revisión de la CIA de las memorias de Mahle, que según las reglas debería haber tomado 30 días, tomó más de un año. Cuando el libro ya estaba en pruebas, los censores aparecieron repentinamente con una nueva lista de cortes, dijo. El editor debió tapar varias páginas, incluyendo un pasaje ya aprobado para publicación en la revista Middle East Policy, en la que aparecerá próximamente.
"Imagínese", dijo Mahle. "Creo que el proceso es muy misterioso y muy subjetivo".
Paseman dijo que algunos de los 11 cortes exigidos de su libro de casi 320 páginas era quebraderos de cabeza. "Dijeron: No puedes referirte a ti mismo como jefe de estación'", recordó. "Así que me llamé a mi mismo jefe de planta'".
Durante la campaña presidencial la agencia impidió una tormenta política permitiendo la publicación de Imperial Hubris: Why the West Is Losing the War on Terror' [Orgullo Imperial: Por Qué Está Occidente Perdiendo la Guerra contra el Terrorismo], de Scheuer, un agente de la CIA que en el pasado dirigió una unidad para seguir la huella de Osama bin Laden.
Desde entonces, ha habido muchos rumores de que el nuevo director de la CIA, Porter Goss, prohibiría casi todas las memorias. El anónimo portavoz de la agencia insistió en que no se preparaba ninguna medida represiva. Si hay alguna restricción, esta puede encontrar simpatía de una fuente inesperada.
"Al riesgo de un 100 por cien de hipocresía, creo que es una mala tendencia", dijo Baer, el memorialista de la CIA que es un éxito de ventas, sobre la creciente anaquel de revelaciones. "Para que una agencia de inteligencia pueda funcionar, tiene que operar realmente en la oscuridad. Necesita esa mística. Tres o cuatro libros al año que digan que el emperador anda desnudo, no causarán verdadero daño".
14 de marzo de 2005
19 de marzo de 2005
©new york times
©traducción mQh
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