juez de saddam hussein
[Caryle Murphy] Juez de Hussein emerge de las sombras. El secreto para un gobierno exitoso es el éxito de la ley, dice iraquí.
Bagdad, Iraq. Cuando el verano pasado el desdichado pero impenitente viejo se sentó frente a Raid Juhi, el joven juez no sabía qué hacer. Como la mayoría de los iraquíes, conocía al antiguo presidente sólo por la televisión, donde siempre aparecía como un aguerrido, confiado y temible héroe.
Ahora Saddam Hussein aparecía por primera vez como un acusado ante el tribunal especial iraquí que juzgará a funcionarios del derrocado gobierno de Iraq por crímenes contra la humanidad. Petulante y provocador, el demacrado presidente exigió inmunidad de cualquier juicio, despotricó sobre la ilegalidad del tribunal y se negó a firmar un reconocimiento de que estaba al tanto de sus derechos.
Juhi, que dejó que Hussein se desahogara antes de interrumpirlo, recordó haber sentido dos fuertes emociones durante la sesión de 26 minutos. Una era cómo se habían cambiado los papeles. La otra era el deber.
"Yo había trabajado como juez durante el régimen de Saddam. Nunca pensé que llegaría a interrogarlo", dijo Juhi, 34, en una entrevista reciente. "Al mismo tiempo, nuestros estudios y carrera nos enseñan a ser objetivos en nuestro trabajo y a no considerar apellidos ni rango sino sólo las evidencias. Tenemos un dicho en el poder judicial, que es: La evidencia habla".
Juhi es único juez del tribunal que se ha identificado públicamente, a pesar de las amenazas de los insurgentes, muchos de los cuales apoyaban al gobierno de Saddam. Aunque el juicio del antiguo presidente no es inminente -Juhi dijo que no se sabe cuánto tiempo tomarán las pesquisas preliminares-, un juez del tribunal ya ha sido asesinado.
"No es valentía", dijo sobre su decisión el juez nacido en Bagdad al permitir que su nombre fuera publicado. "Es importante que los iraquíes sepan son iraquíes los que llevan el caso y que el poder judicial está asumiendo sus labores".
Como muchos jóvenes iraquíes en la arruinada capital, Juhi se muestra optimista e idealista en sus esperanzas sobre el futuro de su país, un radiante contrapunto a las terribles penurias de la posguerra en las que trabajan: devastación medio-ambiental, una insurgencia despiadada, una agobiante pobreza, caos en el tráfico y políticos regateando. Todavía está lejos de haber certidumbre sobre si Iraq satisfará sus esperanzas. Pero en estos difíciles días de reconstrucción del país, son un ingrediente esencial.
Normalmente vigilado estrechamente para su propia protección, Juhi se apareció sin acompañantes para conversar con el periodista. Llevaba un traje marrón y corbata. Relajado y amable, sonreía a menudo y respondió a preguntas a través de un intérprete, con la lógica y moderación que es esperan de un juez.
Calificando al tribunal de "hito histórico de la democracia legal", Juhi dijo que creía que su trabajo ayudaría a establecer una sociedad respetuosa de las leyes en Iraq porque estamos "llevando a la justicia a la gente que alguna vez pensó que estaba por encima de la ley. También es la primera vez en tierras árabes que un presidente y todo un régimen están siendo procesados legalmente e interrogados y pueden ser juzgados por los crímenes que se sospecha cometieron".
Del proceso, dijo, surgen "dos mensajes". Uno es para que "los gobernantes aquí y en otros países no olviden... La presidencia y las responsabilidades que la acompañan son deberes otorgados por la comunidad". El segundo mensaje es recordar a la gente de a pie "que toda persona, no importa lo que poderosa que sea, debe respetar la ley", dijo.
Juhi siguió una carrera típica durante el antiguo gobierno. Se graduó de la Facultad de Leyes de la Universidad de Bagdad, hizo su servicio militar, trabajó como investigador en el ministerio de Justicia y luego completó un curso de dos años en el Instituto Judicial de Iraq que lo capacitó para ser juez.
Como otros jueces de la era de Hussein, era un miembro inscrito en el gobernante Partido Baaz. Para entrar al Instituto Judicial, observó, necesitabas "ser recomendado por las oficinas del Partido Baaz del barrio donde vivías".
Pero inscribirse como miembro del partido y ser un activista no es lo mismo, dijo Juhi, agregando que muchos iraquíes eran miembros nominales del partido para evitar llamar la atención y ser perseguidos, cosas que podrían transformar tu vida en un "infierno".
Juhi estaba trabajando en la Corte Penal Central de Bagdad cuando se le pidió que se sumara al tribunal, en abril de 2004. "Me sentí honrado", dijo. "Acepté inmediatamente".
Como el principal juez instructor del tribunal de tres niveles, Juhi supervisa los equipos judiciales que investigan las acusaciones y determinan, después de oír a testigos y ver documentos, si hay o no suficientes pruebas para iniciar un juicio. Si eso ocurre, el acusado debe presentarse ante una comisión de cinco jueces para ser juzgado. El tercer nivel del tribunal es una corte de apelaciones de nueve miembros. Cuando Hussein y 11 de sus asociados hicieron su primera aparición ante Juhi en julio, fue para ser formalmente notificados de que estaban bajo investigación. El mes pasado, en otra primera vez para el tribunal, Juhi notificó a cinco antiguos funcionarios de que había encontrado suficientes evidencias sobre su participación en crímenes contra la humanidad para llevar sus casos a juicio.
La acusación contra Hussein, 67, es amplia. En su comparecencia fue acusado de ordenar siete atrocidades: el uso de armas químicas contra el pueblo kurdo de Halabja en 1988; el asesinato en 1983 de miembros del clan kurdo barzani; los asesinatos de activistas de partidos políticos durante un período de 30 años; los asesinatos de líderes religiosos; la brutal campaña de ataques contra los kurdos en los años ochenta; la violenta represión de los kurdos y chiíes tras la Guerra del Golfo Pérsico en 1991; y la invasión de Kuwait en 1990.
Interrogado sobre cuando puede ser llevado a juicio el presidente derrocado, Juhi dijo que casos en los que se trata de crímenes contra la humanidad, genocidio y crímenes de guerra toman tiempo en desarrollarse debido a su complejidad. "Son crímenes sofisticados que no son fáciles de probar... porque esos crímenes tenían la intención de mostrar, o probar políticas de gobierno, y hay que probar que esas medidas eran aplicadas a algunos de sus ciudadanos, que provienen todos de un grupo, quizás político, religioso o étnico", dijo.
"Pero... hemos avanzado bastante", agregó. "Yo diría que antes estábamos excavando en el subterráneo. Ahora estamos en la superficie, trabajando con todo el esqueleto del caso... No creo que haya un juez en el mundo que pueda predecir cuándo terminaremos".
A pesar del saqueo de posguerra de las oficinas del gobierno, el tribunal tiene "impresionantes y concluyentes documentos" que ayudarán a probar las acusaciones contra los antiguos funcionarios, dijo el juez. Y el año pasado, él y su personal han oído el "doloroso" testimonio de testigos, agregó.
"Sabíamos algo de las cosas que se hacían durante la era de Saddam, pero después de las pesquisas que realizamos nos dimos cuenta de que lo que sabíamos no estaba ni cerca de lo que ocurría en realidad", dijo. "Antes, los iraquíes no podían hablar y debían guardarse todo. Ahora, después de la guerra, han empezado a hablar. Los iraquíes no se sorprenderán" de lo que escuchen durante el juicio. "Pero estarán orgullosos del tribunal en el que depositaron su confianza".
Juhi también predijo que "amigos de fuera de Iraq estarán orgullosos de habernos ayudado en este campo. Y los que no nos ayudaron se dirán ahora a sí mismos que hubiera sido mejor ayudarnos". El tribunal fue instalado con 75 millones de dólares de fondos estadounidenses; juristas norteamericanos asesoran el tribunal.
Los peligros del trabajar para el tribunal fueron puestos en agudo relieve el 1 de marzo cuando uno de sus jueces, Barwez Mohammed Mahmoud Merwani, 59, y su hijo, Aryan Barwez Mohammed Merwani, 26, fueron emboscados y asesinados en Bagdad cuando subían a sus coches para marcharse al trabajo. El juez "era miembro del equipo de investigación que dirijo", dijo Juhi, que agregó que continúa la investigación sobre su asesinato.
Inicialmente, Juhi guardaba tan secretamente su trabajo que ni siquiera su familia sabía de su participación en la investigación de Hussein hasta que la televisión iraquí emitió la comparecencia de Hussein ante el juez en julio pasado. Cuando su hijo lo vio en la pantalla, recuerda Juhi, se llevó las manos a la boca y dijo: "¡Ese es mi padre!' Estaba sorprendido".
Juhi dijo que quería enfatizar que se siente "muy optimista sobre el futuro" de su país. "Los errores cometidos antes no serán repetidos. No habrá nuevamente una centralización del poder contra la gente. El presidente servirá al pueblo. No sólo estoy seguro, además creo en ello". Agregó que "el secreto detrás del éxito del gobierno es el éxito de la ley".
22 de marzo de 2005
©washington post
©traducción mQh
Ahora Saddam Hussein aparecía por primera vez como un acusado ante el tribunal especial iraquí que juzgará a funcionarios del derrocado gobierno de Iraq por crímenes contra la humanidad. Petulante y provocador, el demacrado presidente exigió inmunidad de cualquier juicio, despotricó sobre la ilegalidad del tribunal y se negó a firmar un reconocimiento de que estaba al tanto de sus derechos.
Juhi, que dejó que Hussein se desahogara antes de interrumpirlo, recordó haber sentido dos fuertes emociones durante la sesión de 26 minutos. Una era cómo se habían cambiado los papeles. La otra era el deber.
"Yo había trabajado como juez durante el régimen de Saddam. Nunca pensé que llegaría a interrogarlo", dijo Juhi, 34, en una entrevista reciente. "Al mismo tiempo, nuestros estudios y carrera nos enseñan a ser objetivos en nuestro trabajo y a no considerar apellidos ni rango sino sólo las evidencias. Tenemos un dicho en el poder judicial, que es: La evidencia habla".
Juhi es único juez del tribunal que se ha identificado públicamente, a pesar de las amenazas de los insurgentes, muchos de los cuales apoyaban al gobierno de Saddam. Aunque el juicio del antiguo presidente no es inminente -Juhi dijo que no se sabe cuánto tiempo tomarán las pesquisas preliminares-, un juez del tribunal ya ha sido asesinado.
"No es valentía", dijo sobre su decisión el juez nacido en Bagdad al permitir que su nombre fuera publicado. "Es importante que los iraquíes sepan son iraquíes los que llevan el caso y que el poder judicial está asumiendo sus labores".
Como muchos jóvenes iraquíes en la arruinada capital, Juhi se muestra optimista e idealista en sus esperanzas sobre el futuro de su país, un radiante contrapunto a las terribles penurias de la posguerra en las que trabajan: devastación medio-ambiental, una insurgencia despiadada, una agobiante pobreza, caos en el tráfico y políticos regateando. Todavía está lejos de haber certidumbre sobre si Iraq satisfará sus esperanzas. Pero en estos difíciles días de reconstrucción del país, son un ingrediente esencial.
Normalmente vigilado estrechamente para su propia protección, Juhi se apareció sin acompañantes para conversar con el periodista. Llevaba un traje marrón y corbata. Relajado y amable, sonreía a menudo y respondió a preguntas a través de un intérprete, con la lógica y moderación que es esperan de un juez.
Calificando al tribunal de "hito histórico de la democracia legal", Juhi dijo que creía que su trabajo ayudaría a establecer una sociedad respetuosa de las leyes en Iraq porque estamos "llevando a la justicia a la gente que alguna vez pensó que estaba por encima de la ley. También es la primera vez en tierras árabes que un presidente y todo un régimen están siendo procesados legalmente e interrogados y pueden ser juzgados por los crímenes que se sospecha cometieron".
Del proceso, dijo, surgen "dos mensajes". Uno es para que "los gobernantes aquí y en otros países no olviden... La presidencia y las responsabilidades que la acompañan son deberes otorgados por la comunidad". El segundo mensaje es recordar a la gente de a pie "que toda persona, no importa lo que poderosa que sea, debe respetar la ley", dijo.
Juhi siguió una carrera típica durante el antiguo gobierno. Se graduó de la Facultad de Leyes de la Universidad de Bagdad, hizo su servicio militar, trabajó como investigador en el ministerio de Justicia y luego completó un curso de dos años en el Instituto Judicial de Iraq que lo capacitó para ser juez.
Como otros jueces de la era de Hussein, era un miembro inscrito en el gobernante Partido Baaz. Para entrar al Instituto Judicial, observó, necesitabas "ser recomendado por las oficinas del Partido Baaz del barrio donde vivías".
Pero inscribirse como miembro del partido y ser un activista no es lo mismo, dijo Juhi, agregando que muchos iraquíes eran miembros nominales del partido para evitar llamar la atención y ser perseguidos, cosas que podrían transformar tu vida en un "infierno".
Juhi estaba trabajando en la Corte Penal Central de Bagdad cuando se le pidió que se sumara al tribunal, en abril de 2004. "Me sentí honrado", dijo. "Acepté inmediatamente".
Como el principal juez instructor del tribunal de tres niveles, Juhi supervisa los equipos judiciales que investigan las acusaciones y determinan, después de oír a testigos y ver documentos, si hay o no suficientes pruebas para iniciar un juicio. Si eso ocurre, el acusado debe presentarse ante una comisión de cinco jueces para ser juzgado. El tercer nivel del tribunal es una corte de apelaciones de nueve miembros. Cuando Hussein y 11 de sus asociados hicieron su primera aparición ante Juhi en julio, fue para ser formalmente notificados de que estaban bajo investigación. El mes pasado, en otra primera vez para el tribunal, Juhi notificó a cinco antiguos funcionarios de que había encontrado suficientes evidencias sobre su participación en crímenes contra la humanidad para llevar sus casos a juicio.
La acusación contra Hussein, 67, es amplia. En su comparecencia fue acusado de ordenar siete atrocidades: el uso de armas químicas contra el pueblo kurdo de Halabja en 1988; el asesinato en 1983 de miembros del clan kurdo barzani; los asesinatos de activistas de partidos políticos durante un período de 30 años; los asesinatos de líderes religiosos; la brutal campaña de ataques contra los kurdos en los años ochenta; la violenta represión de los kurdos y chiíes tras la Guerra del Golfo Pérsico en 1991; y la invasión de Kuwait en 1990.
Interrogado sobre cuando puede ser llevado a juicio el presidente derrocado, Juhi dijo que casos en los que se trata de crímenes contra la humanidad, genocidio y crímenes de guerra toman tiempo en desarrollarse debido a su complejidad. "Son crímenes sofisticados que no son fáciles de probar... porque esos crímenes tenían la intención de mostrar, o probar políticas de gobierno, y hay que probar que esas medidas eran aplicadas a algunos de sus ciudadanos, que provienen todos de un grupo, quizás político, religioso o étnico", dijo.
"Pero... hemos avanzado bastante", agregó. "Yo diría que antes estábamos excavando en el subterráneo. Ahora estamos en la superficie, trabajando con todo el esqueleto del caso... No creo que haya un juez en el mundo que pueda predecir cuándo terminaremos".
A pesar del saqueo de posguerra de las oficinas del gobierno, el tribunal tiene "impresionantes y concluyentes documentos" que ayudarán a probar las acusaciones contra los antiguos funcionarios, dijo el juez. Y el año pasado, él y su personal han oído el "doloroso" testimonio de testigos, agregó.
"Sabíamos algo de las cosas que se hacían durante la era de Saddam, pero después de las pesquisas que realizamos nos dimos cuenta de que lo que sabíamos no estaba ni cerca de lo que ocurría en realidad", dijo. "Antes, los iraquíes no podían hablar y debían guardarse todo. Ahora, después de la guerra, han empezado a hablar. Los iraquíes no se sorprenderán" de lo que escuchen durante el juicio. "Pero estarán orgullosos del tribunal en el que depositaron su confianza".
Juhi también predijo que "amigos de fuera de Iraq estarán orgullosos de habernos ayudado en este campo. Y los que no nos ayudaron se dirán ahora a sí mismos que hubiera sido mejor ayudarnos". El tribunal fue instalado con 75 millones de dólares de fondos estadounidenses; juristas norteamericanos asesoran el tribunal.
Los peligros del trabajar para el tribunal fueron puestos en agudo relieve el 1 de marzo cuando uno de sus jueces, Barwez Mohammed Mahmoud Merwani, 59, y su hijo, Aryan Barwez Mohammed Merwani, 26, fueron emboscados y asesinados en Bagdad cuando subían a sus coches para marcharse al trabajo. El juez "era miembro del equipo de investigación que dirijo", dijo Juhi, que agregó que continúa la investigación sobre su asesinato.
Inicialmente, Juhi guardaba tan secretamente su trabajo que ni siquiera su familia sabía de su participación en la investigación de Hussein hasta que la televisión iraquí emitió la comparecencia de Hussein ante el juez en julio pasado. Cuando su hijo lo vio en la pantalla, recuerda Juhi, se llevó las manos a la boca y dijo: "¡Ese es mi padre!' Estaba sorprendido".
Juhi dijo que quería enfatizar que se siente "muy optimista sobre el futuro" de su país. "Los errores cometidos antes no serán repetidos. No habrá nuevamente una centralización del poder contra la gente. El presidente servirá al pueblo. No sólo estoy seguro, además creo en ello". Agregó que "el secreto detrás del éxito del gobierno es el éxito de la ley".
22 de marzo de 2005
©washington post
©traducción mQh
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