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cicatrices del pasado


[Anderson Tepper] Seis escritores se enfrentan al pasado.
Para los escritores de ficción, la historia puede ser una musa traicionera y exigente; algunos prefieren ignorarla, otros mueren aplastados por su peso. Sin embargo, al leer media docena de libros traducidos, me sorprendió la variedad de respuestas creativas ante ella -desde el mordaz ingenio y provocación a la tranquila aceptación y ensoñadora nostalgia. Los autores, de seis países, parecen obligados, incluso condenados a enfrentarse a los fantasmas del pasado cercano y distante. Los resultados -intimistas, instantáneas rescatadas de vidas captadas en las garras de la historia- son narrativas intelectualmente estimulantes.
Mientras algunos estadounidenses pueden ahora mirar los años noventa como una época de comparativa inocencia -una década vivida por la televisión-, Ma Jian, antiguo disidente chino que vive en Inglaterra, pasó esos años tratando de hacer sentido de la cambiante apariencia de la China post-Plaza de Tiananmen. En su irónica y mordaz colección de cuentos, ‘The Noodle Maker', Sheng, un escritor profesional, y Vlazarim, un donante de sangre profesional, reflexionan sobre sus destinos durante una alcohólica velada en el estrecho apartamento de Pekín del escritor. Sheng se lamenta de su falta de coraje como gacetillero del Partido mientras estira historias de los personajes "tristes y débiles" sobre los que sueña escribir. (El donante de sangre dice: "Me desangré a mí mismo por este país", aunque en realidad es el escritor acomodaticio y no el donante el que ha hecho eso). ¿Quiénes son los personajes de su obra maestra todavía no escrita? Ellos son los restos del naufragio de la sociedad china, estropeada por el recuerdo de la Revolución Cultural de Mao, atrapada en las contradicciones de la política de puertas abiertas de Deng: una actriz con inclinaciones suicidas que perdió sus papeles heroicos; un burócrata tenorio y su esposa arribista; un pequeño empresario que toca pistas sonoras con música pop occidental en su crematorio. "Crecimos en un vacío espiritual, aislados del resto del mundo", se lamenta Sheng. "Una generación estropeada. Cuando el país se empezó a abrir un poco, fuimos los primeros en caer... ¿Cómo puede una sociedad entumecida por la dictadura encontrar su lugar en el mundo moderno?"

El escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez también despotrica contra la pobreza espiritual de una sociedad cerrada, pero para él es una guerra personal -gracias a Dios, una guerra llena de escapes sexuales. De hecho, tanto Jian como Gutiérrez hacen referencia a esa santo patrono literario de la subversión erótica: Milan Kundera; aunque en ‘Tropical Animal' de Gutiérrez, que continúa las escapadas del narrador de su ‘Dirty Havana Trilogy', Pedro Juan, hay menos erotismo intelectual y más calentura pornográfica. En la cincuentena, el bohemio y vago artista flota a la deriva en Cuba durante los días perros del período especial en los años noventa, haciendo la ruta de su percha en su tejado en La Habana al paseo del malecón. Como el escritor de Jian, Pedro Juan está escribiendo un libro en su cabeza -entre maratónicas sesiones con su novia prostituta, Gloria; una larga estadía en Suecia, donde se arrejunta con una amante europea más reprimida, Agneta; y mañanas de ocio en cama con un ajado ejemplar de ‘Immortality', de Kundera. La rebelión literaria de Pedro Juan, a diferencia de la de Sheng, es un sostenido aullido a la cara de la literatura y la sociedad. "Escribir con vísceras y entrañas", declama Pedro Juan. "Ponerlo todo en papel. Manchar las páginas con sangre y saliva, y... mocos y lágrimas".

La rabia de Gutiérrez contra la represión en la Cuba de Castro es conmovedora: cruda, chocante, lasciva. Roberto Bolaño, en ‘Distant Star', logra algo más sutil y aterrador: la pesadillesca saga de Chile tras el golpe de Augusto Pinochet en 1973, visto a través de la mítica figura de Alberto Ruiz-Tagle, aviador, poeta aéreo, sádico y simpatizante de los nazis. Bolaño, que murió en el exilio en España a los 50 en 2003, ha escrito una elaborada obra que sólo recién ha llegado a nuestra atención -su ‘By Night in Chile' se publicó aquí en 2003. ‘Distant Star' es una torcida, comprimida obra de arte: con un afiebrado ritmo, nos lleva a toda prisa por las décadas recientes en Chile: la poesía clandestina y la política izquierdista de la era de Allende; los años de Pinochet de asesinatos y tortura, silencio y olvido; la triste y solitaria dispersión de la perdida generación de Chile (gente como Bolaño y nuestro narrador) por América Latina y Europa. Somos testigos nada menos que de "la historia de Chile. Una historia de terror".

Si Bolaño busca abarcar la tragedia de todo un país, el enjuto y resonante debut de Zsuzsa Bank, ‘The Swimmer', se limita a sí mismo a una imagen más intimista. Kata e Isti son niños cuando llegan a su pueblo las noticias de la revuelta de Budapest en 1956. Más de cerca les toca la fuga de su madre hacia Occidente poco después de la represión soviética. Llevados por su depresivo padre, Kalman, en una enmarañada odisea a través del campo húngaro, los niños aprenden a crear su propio sentido de espacio y tiempo. Informes del resto del mundo -incluyendo las postales de su madre desde Alemania- causan sólo una ligera impresión, como las ondas de los lagos donde nadan en los raros momentos que comparten con su padre. "Isti y yo pasábamos el tiempo afuera, en la aldea, en los huertos, en el campo", recuerda Kata, "y quizás todavía recuerdo esas cosas porque... uno tiende a concentrarse en las pequeñas cosas cuando no puedes aguantar pensar en otras cosas más grandes que cuelgan sobre ellos".

El título de la novela de Nella Bielski, ‘The Year is ‘42' adopta un enfoque subentendido sobre los estragos de la historia. La frase inicial pone el tono: "La guerra continuó y Karl Bazinger se dio un baño todos los días". Bielski, un nativo de Ucrania que vive en París y escribe en francés, construye cuidadosamente un parca novela de la vida cotidiana en tiempos de guerra, y el lento envenenamiento de la conciencia. Karl Bazinger, un oficial liberal de la Wehrmacht que "se sofoca en el uniforme que lleva", saca el provecho que puede de sus rutinas oficiales en París ocupado, a pesar de persistentes dudas. Sin embargo, cada vez más Bazinger se entera de las insidiosas campañas en el frente del Este: oye hablar de "liquidaciones" y "purgas"; cuando lo transfieren a Kiev, tropieza con las noticias de la masacre de Babi Yar. Allá también se cruza con una enigmática rusa, una doctora que lo ayuda a curarse de sus persistentes problemas con la piel. "Las costras formaron una cresta y cayeron", escribe Bielski en uno de los pocos, claros ejemplos del simbolismo del libro. "Tiras y pedacitos de piel. Debajo había una frágil piel nueva".

Las "cicatrices del pasado" están presentes en todas partes en la notable, aunque fugaz, colección de cuentos, ‘The Bride From Odessa'. Cozarinsky -que escribe en español y divide su tiempo entre Buenos Aires, donde nació, y París- es la personificación del émigré desarraigado. Sus historias toman lugar en el Kiev y Odessa de cambio hacia el siglo 20, en las ciudades de Europa central en plena guerra -Viena, Berlín y Budapest-, en Nueva York y Londres y Buenos Aires y en las pampas argentinas. Contados con un aire nostálgico y melancólico, los cuentos de Cozarinsky son instantáneas alusivas y retratos fragmentarios de vidas en flujo e identidades en tránsito. Las dos guerras mundiales figuran prominentemente, así como la masacre de Babi Yar y la migración judía a Argentina. "Este cuento no tiene más trama que la de la historia misma", insiste Cozarinsky en ‘Christmas ‘54'. "Es apenas algo más que la impresión que deja un instante, una chispa producida por dos superficies muy dispares cuando se rozan juntas". Sin embargo, Cozarinsky ofrece miradas conmovedoras y apasionadas de las almas perdidas entre los desechos de la historia -sobrevivientes que, como la mezclada bolsa de personajes de Mi Jian, han "visto a través del rojizo polvo del mundo".

26 de marzo de 2005
©new york times
©traducción mQh

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