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nalgas, con todo


[Michel Faber] El arte en el Manual de R. Crumb es más revelador que las conversaciones de Robert Crum con Peter Poplaski.
En 1961 un hombre de 18 años, deprimido y con tendencias suicidas llamado Robert Crumb dibujó una historieta en hojas de cuaderno de líneas. A diferencia de los cientos que destruyó más tarde en una hoguera de recuerdos de juventud, estas se salvaron, y se publican finalmente en esta antología en tapas duras. Es un conejo tratando de convencer a un gato de que los cómics son muy insípidos. Si pudiéramos llegar a una "auto-comprensión" más profunda, dice el conejo, "las historietas tendrían una enorme influencia en el mundo... Podríamos transformarnos fácilmente en una nueva e importante forma de ARTE!"
Tan hinchado está el balón de letras del conejo, que tapa la cara del gato, dejando al felino apenas espacio suficiente para respirar (un temprano ejemplo del innovador uso de Crumn de esos trucos). El gato aconseja al conejo que deje de preocuparse, que se divierta, que viva el momento. Esta tensión en Crumb, entre la angustia filosófica y la satisfacción terrenal, provocó cuatro décadas de afiebrada actividad artística.
Las creaciones de la era psicodélica de Crumb, como Mr. Natural, Fritz the Cat y Angelfood McSpace, captaron los colocados ideales, alegrías y paranoias de ese período, pero con un ‘tercer ojo' despiadadamente analítico supervisando todo. Hoy son tan lúcidos como cuando fueron dibujados. Durante los años setenta, Crumb exorcizaba los demonios de su propia fama en cómics como Dirty Laundry y XYZ, mientras que los años ochenta lo vieron luchar -con característica auto-flagelación- contra la extendida idea de que había pasado la flor de su vida. El ‘R. Crumb Handbook', una antología deliberadamente no cronológica, prueba más allá de toda duda que nunca perdió su talento.
El texto ‘directo' que otorga a este fárrago un marco narrativo es la transcripción de entrevistas realizadas por un colega dibujante, Peter Poplaski. Honestamente, estos recuerdos ofrecen mucho menos datos autobiográficos que el arte de Crumb. En la conversación aparece como un hombre bidimensional, un cascarrabias de historieta machacando sobre la desaparición de todo lo que valía la pena, mientras sus historietas (paradójicamente) ofrecen complejidades tridimensionales y entrañables matices.
Como Woody Allen, Crumb se presenta a sí mismo como un gilipollas depresivo y cachondo, nostálgico de una América desaparecida hace mucho. (Significativamente tanto Allen como Crumb tocan jazz tradicional como pasatiempo; en el manual se incluye un cedé de las contribuciones de Crumb con el banjo a conjuntos como los Cheap Suit Serenaders). Sin embargo, mientras que el humor de Allen es obsequioso, seguro como comedia de televisión e impertérrito a todo aspecto de la realidad contemporánea que Allen prefiere no ver, el de Crumb es burdo, propenso a provocar escándalo y honestamente involucrado en su época. A pesar de su terror de la vida moderna, Crumb no puede evitar reaccionar ante ella, no puede evitar querer derribarla en sus dibujos. Como todos los grandes artistas, se puede meter en la piel y alma de la gente a la que aborrece.
Apoyo de críticos de arte de peso pesado (Robert Hughes lo apodó "el Brueghel de la última mitad del siglo 20") hace que Crumb se sienta típicamente ambivalente. "No soy Broigul", gruñe. Pero por otro lado, concede: "Soy esclavo de la inmortalidad. Lo quise desde el principio". Ahora las galerías de arte codician su trabajo y hay una próspera industria Crumb, algunos de cuyos artefactos más horteras se reproducen en el manual. Crumb se burla de los schlockmeisters que ponen sus diseños en llaveros y caramelos, pero confiesa que le gustan las figurinas y las piezas de teatro obscenas. Una fotografía a todo color muestra orgullosamente el diseño de Crumb para un tatuaje en el culo de una joven.
Si esto le parece de gusto dudoso, quizás este libro no le convenga. Casi todas las páginas están impregnadas de la predilección de Crumb por los traseros protuberantes y pezones parados. Torrentes de semen estallan con intensidad de aerosol; en una imagen mareantemente hilarante, una fellatrix expulsa el más que abundante chorro de su amante por las narices. En el cartel publicitario para una exposición en el Museo del Erotismo en París, Crumb se describe a sí mismo como un degenerado baboso y sudoroso, una imagen que pide a las feministas que corten y usen como blanco. Esa aparente misoginia es en realidad parte de una misantropía mayor, que a su vez es amor frustrado. Crumb tiene una simpatía intuitiva con todo ser humano (otro rasgo de los grandes escritores) y curiosamente esta compasión universal transforma su trabajo en algo positivo.
Las obras completas de Crumb llenarían varios libreros, de modo que este manual es necesariamente incompleto. Fans antiguos objetarán que no hay suficiente de la series Weirdo -que renovó su carrera-, casi nada de los Self-Loathing Comics (que, a pesar del título, era una encantadora crónica de las compañías diarias de la familia Crumb), muy poco de Fritz the Cat, etcétera. Pero el mejor modo de mirar este libro es como un muestrario generosamente atiborrado y barato. El CD, las fotografías y los raros bosquejos inéditos impedirán que los crumbófilos refunfuñen, mientras los neófitos se hacen con más 400 páginas de materiales clásicos.
Crumb, 61, parece haber seguido finalmente el consejo que dio el gato al conejo. Vive felizmente en el sur de Francia, adora a su esposa e hija, toca baladas anticuadas con sus compinches y ha vivido un "crecimiento espiritual" a través de la meditación. ¿Cómo ha afectado todo esto su arte? Bueno, de los cientos de viñetas reproducidas en ‘The R. Crumb Handbook', sólo siete datan de después de 2000 -y varias de esas son garabatos en manteles de restaurantes. Fotografiado en una presentación en una librería de Hamburgo en 2003, con una guitarra acústica en la mano, Crumb sonríe de placer -la cálida sonrisa de un viejo que no se parece en nada a las muecas lascivas y angustiosas de su apogeo creativo. Si Crumb sigue manteniéndose alejado del tablero de dibujo, podría, desafiando su propia obra, morir como un hombre feliz.

Las novelas de Michel Faber incluyen ‘The Courage Consort' (Canongate).

Libro reseñado:
The R Crumb Handbook
Robert Crumb y Peter Poplaski
440pp, MQP, £14.99

21 de abril de 2005
9 de abril de 2005
©guardian
©traducción mQh

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