Blogia
mQh

fin de un pelotón


[Ellen Knickmeyer] Los marines que sobrevivieron una emboscada, mueren y son heridos en explosión.
Haban, Iraq. La explosión envolvió en llamas al vehículo blindado, lanzando bolas de fuero naranja que burbujearon sobre los árboles a lo largo del río Eúfrates cerca de la frontera siria.
Los marines en los vehículos alrededor abrieron sus escotillas y echaron a correr a través de los campos arados, hacia los restos de metal ennegrecido del destruido vehículo. Gritando pusieron en seguridad a los que pudieron, mientras las llamas hacían explotar balas, proyectiles de morteros, bengalas y granadas en los vehículos, lanzándolas por el aire y en los pastizales.
El sargento de artillería Chuck Hurley emergió del humo y confusión en torno al vehículo, acercándose en círculos hacia el lugar donde más tarde aterrizarían los helicópteros para recoger a las bajas. Al pasar un grupo de marines, dijo: "Eran del mismo pelotón".
Entre los cuatro marines que murieron y 10 heridos cuando explotó un artefacto explosivo debajo de su Amtrac el miércoles, donde los últimos miembros en estado de luchar del pelotón que había cuatro días antes combatido contra combatientes extranjeros escondidos en una casa en el centro de Ubaydi. En ese enfrentamiento murieron dos miembros de la unidad, y cinco quedaron heridos.
En 96 horas de combate y emboscadas en el lejano oeste de Iraq, la brigada dejó de existir. Todos los miembros del pelotón -uno de los tres que forman el Primer Pelotón de la Compañía Lima, Tercer Batallón, Regimiento 25- habían sido muertos o heridos, dijeron marines aquí. En total, el Primer Pelotón -al mando de Hurley- ha soportado el 60 por ciento de las bajas, destruyéndola como fuerza de combate.
"La llamaban la Lima con Suerte", dijo el mayor Steve Lawson, comandante de la compañía. "Eso se dio vuelta, y nos mordió".
El miércoles fue el cuarto día de combate en el oeste de Iraq, cuando los militares norteamericanos continuaron con un asalto que ha implicado el envío de más de 1.000 marines hacia la indómita ribera norte del Eúfrates en persecución de los combatientes extranjeros que cruzan la frontera desde Siria. De los siete marines muertos hasta el momento, seis eran del Primer Pelotón de la Compañía Lima.
La Compañía Lima reclutó reservistas de la marina en Ohio para el conflicto de Iraq. Algunos eran todavía demasiado jóvenes como para tener que afeitarse.
Iban a la guerra en un Amtrac de la Marina, un vehículo blindado que, como los tanques, se desliza sobre orugas. En Iraq los marines normalmente van apretados en el Amtrac, con un hombre o dos sentados en cajas de cartón de las raciones. Sólo los artilleros que tripulan las escotillas de los Amtracs tienen alguna visión de lo que pasa. Los que van dentro descubren lo que es su campo de combate cuando desciende la rampa y salen corriendo con las armas en ristre.
Los marines normalmente pasan el tiempo en el Amtrac picoteando sus raciones favoritas, burlándose despiadadamente de alguien por comer o dormir demasiado, o durmiendo.
El lunes, cuando el asalto de los marines contra los combatientes extranjeros empezó formalmente, los jóvenes marines del Primer Pelotón ya estaban exhaustos. El enfrentamiento en la casa de Ubaydi esa mañana y la noche previa habían sido los inesperados primeros choque de la operación, enfrentándoles a los insurgentes que disparaban balas que penetraban los chalecos antibalas a través del piso. Les tomó 12 horas y cinco asaltos del pelotón -más granadas, bombardeos un avión de guerra F/A-18, ataques con tanques y proyectiles a 20 metros- para matar a los insurgentes y recuperar los cuerpos de los marines muertos.
Después durmieron en los Amtrac en movimiento, con la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta. Uno se levantó a estirar las piernas. Se durmió de nuevo de pie, apoyado contra las paredes de metal.
Los miembros de la brigada hablaron para comparar lo que sabían sobre el estado de los heridos. Al enterarse de las últimas noticias, se quedaban silenciosos. Después de una media hora de silencio, un marine ofreció un terso elogio de uno de los miembros del pelotón heridos en Ubaydi: "Bunker es un buen tío".
Con la operación en curso, los comandantes marines mantuvieron atrás al Primer Batallón, dejando descansar a los hombres.
Los comandantes habían esperado que la operación terminaría con la captura rápida o muerte de grandes contingentes de combatientes extranjeros. Pero los extranjeros, y todos los demás aquí, tuvieron amplias noticias sobre la llegada de los marines -incluyendo a los que iban a pelear a Ubaydi.
Para cuando el pelotón de la Compañía Lima cruzó al norte del Eúfrates, aldeas enteras no consistían más que de casas abandonadas con huellas frescas de vehículos que llevaban a los pastizales o casas ocupadas solamente por niños y viejos. Los hombres en edad de luchar son pocos. Los rifles de asalto AK-47 que se guardan típicamente en las casas iraquíes habían desaparecido.
Muchos marines se quejaron amargamente de que los comandantes los sacaron de la batalla en Ubaydi cuando los insurgentes todavía estaban peleando, para empezar la ofensiva planeada. "Nos sacan de matar a la gente que quieren que matemos y nos llevan a esos pueblos fantasmas", se quejó el miércoles en el porche de una casa confiscada como base temporal.
Los allanamientos de casas se estiraron hasta tarde, el tedio quebrado solamente por fuego de armas pequeñas y rondas de mortero lanzadas por los insurgentes ocultos en el otro lado del río.
Este corresponsal se había bajado del Amtrac justo en ese momento y la unidad reconstruida del Primer Pelotón rodaba hacia el Eúfrates en una fila de vehículos blindados, encaminados hacia más allanamientos de casas, cuando el vehículo pisó uno de los explosivos.
Los marines pensaron inicialmente que la explosión la habían causado dos minas puestas una encima de la otra. Pero los informes de marines de que habían visto un proyectil de artillería y dos radios de mano cerca del sitio de la explosión despertó sospechas de que la explosión fue causada por una bomba activada por control remoto, dijo Lawson.
Hurley y otros sacaron del Amtrac a sus compañeros mientras las llamas hacían explotar las municiones. Mientras los marines acarreaban camillas hacia el Amtrac, las balas detonaban en el armatoste y volaban a decenas de metros. Los marines corrían a través de la balacera, llevando a los heridos. "Vamos, vamos, vamos", gritó alguien, desesperado por sacar a los heridos.
Los cuatro muertos estaban atrapados en el interior del vehículo, dijo Lawson.
"Pasamos por encima. Le pasamos por encima", dijo sobre el explosivo uno de los muchos marines en el convoy que iba delante del Amtrac en llamas, sorprendido de que estuviera aún en vida.
"Eso fue lo último del pelotón", dijo otro, el capellán Craig Miller, cuya traslado el mes pasado lo había sacado de la unidad. "Hace tres semanas, habría sido yo".
El miércoles por la noche los helicópteros dieron a Hurley y al resto de los miembros del Primer Pelotón un permiso de descanso. Volverán cuando el pelotón sea recompuesto, dijeron los marines.
Otro comandante del pelotón de la Compañía Lima ordenó a sus hombres acostarse temprano, para prepararse para las operaciones del día siguiente. La mañana podía esperar.
"No tenemos tiempo", dijo el comandante.

12 de mayo de 2005
©washington post
©traducción mQh

0 comentarios