Blogia
mQh

los rebeldes, los marines


[Solomon Moore] Primero unos, luego los otros. Aldeanos al oeste de Iraq dicen que están contentos de que las tropas erradicaran a los rebeldes. Pero también están cansados de Estados Unidos.
Ribat, Iraq. Después de servir té a los marines y de invitarles a su jardín, el antiguo funcionario iraquí levantó su camisa y mostró sus cicatrices.
Había verdugones marrones en su espalda, donde había sido azotado. Había pequeñas quemaduras circulares en sus piernas. Levantó su labio superior para mostrar sus dientes quebrados. Mostró sus manos y las líneas rojas donde habían estado las esposas incrustadas en su piel durante los ocho días de cautiverio.
"Los terroristas asustan y atacan a la gente de aquí. Levantan puestos de control y patrullan. Al que pillan tratando de pasar a Al Qaim lo matan de inmediato con un cuchillo y lo arrojan a la vera del camino", dijo el antiguo funcionario, que pidió al periodista de Los Angeles Times que viaja con los marines, no publicar su nombre por miedo a que los insurgentes lo maten a él y su familia.
"Francamente, no me gusta la ocupación norteamericana", dijo. "Pero prefiero la ocupación americana a la ocupación de Al Qaeda".
Una misión de más de 1.000 marines, uno de los despliegues más grandes desde la batalla de Faluya de noviembre pasado, ha pasado esta semana a través de pueblos a lo largo del río Eúfrates cerca de la frontera con Siria buscando bastiones insurgentes.
Los marines lanzaron la campaña el domingo y participaron de inmediato en un furioso tiroteo. Desde entonces se han topado con pocos insurgentes, pero han encontrado mucha gente que se queja de las guerrillas.
Los marines proyectan una temible presencia cuando llegan a una ciudad: convoyes encabezado por retumbantes tanques, seguidos por vehículos blindados anfibios cargados de armas. Los marines atacan en abanico, sacan a la gente a empujones de sus casas con órdenes imperiosas e inician "explosiones controladas" -detonaciones de coches sospechosos, posibles minas antipersonales y bombas improvisadas.
Casi todos los días iraquíes proporcionan a los marines información sobre rebeldes extranjeros, que parecen jugar un importante papel en esta parte del occidente de Iraq. Los combatientes han estado llegando a las ciudades en números cada vez mayores desde que las tropas aliadas ocuparan Faluya, que era la capital de la resistencia.
Los vecinos que los insurgentes amenazan, golpean y a veces asesinan a los que no cooperan con ellos. Dicen que los rebeldes se apropian de sus casas y coches, les impiden pedir trabajo en las fuerzas de seguridad iraquíes y ponen en peligro sus ciudades lanzando ataques desde sus patios contra tropas americanas.
Los vecinos dicen que no les gusta la ocupación norteamericana, y se preocupan de que hablar con los marines les pueda ganar la venganza de los insurgentes una vez que la tropas se hayan vuelto a marchar.
"Tenemos que entrar", dijo un hombre a los marines que lo estaban interrogando en la calle. "No es seguro hablar aquí".
Otros luchan por comunicarse con las tropas, que a menudo carecen de intérpretes. El viernes un viejo se dirigió animadamente a un frustrado marine durante 15 minutos, bosquejando en un momento lo que parecía ser una imagen de la frontera siria en la polvorienta calle junto a su casa.
"Imagino que está tratando de decir que se marcharon todos a Siria", dijo el marine.
Mientras los marines barrían las aldea del área de Ramana al oeste de la provincia de Al Anbar, una región de contrabandistas, tribus criminales y casas de seguridad de Al Qaeda, han dependido de residentes locales para localizar minas antipersonales y escondites de los rebeldes. Los vecinos han incluso identificado a insurgentes y sus colaboradores.
"No hemos matado a tantos insurgentes como queríamos", dijo el mayor Kei Braun, oficial al mando de la Compañía Lima, Tercer Batallón, 25 Regimiento, una de las unidades que dirige la campaña. "Pero tampoco hemos matado a civiles. No ha habido demasiado daño colateral. Así que creo que tenemos amigos aquí. Probablemente nos estamos ganando a algunos".
Pero los marines pueden ser una pesada intrusión durante una batida, y era evidente viajando con la Compañía Lima que algunos vecinos resentían que las tropas hubieran entrado a patadas en sus casas.El viernes, los marines allanaron sistemáticamente casas, volcaron pilas de mantas y almohadas y se metieron a jardines a interrogar a los vecinos. Con sus cascos, gafas de sol, chalecos antibalas y pistolas, eran una presencia imponente.
El miércoles el teniente Joseph Clemmey, 26, de Worcester, Massachusetts, comandante del Tercer Pelotón, Compañía Kilo, ordenó a un grupo de 20 mujeres detenidas que se sacaran el velo de sus caras para asegurarse de que no eran insurgentes tratando de ocultarse entre ellas. Las mujeres refunfuñaron, y algunas se negaron.
"Decídles que no tienen alternativa", dijo Clemmey a su intérprete. "Si no lo hacen ellas mismas, las obligaremos".
Cuando los marines de la Compañía Lima entraron el viernes a una casa en Ribat, el padre de familia se puso a caminar detrás para ser su guía.
El sargento Guy Zierk se volvió y empujó al hombre fuera de la casa violentamente. El iraquí sonrió nerviosamente cuando se retiraba. Otro marine le dio una bofetada con el empeine de la mano cuando pasó junto a él.
"Podría llevar un chaleco antibalas", dijo un marine.
Cuando las tropas se marchaban, el hombre les miraba desde el otro lado de la calle, fumando. Los marines también ocupan sus casas, expulsando temporalmente a las familias si piensan que una casa es un lugar seguro para planear su próxima movida.
"¿Son esos niños de tu hermano?", le preguntó Zierk a un hombre parado en el jardín. Una mujer y tres niños estaban sentados en las escaleras de la casa. Un cachorro encadenado a un poste ladró a los marines. El hombre dijo que era tío de los niños.
"Tú, el de los niños del hermano, marchaos. ¡Ahora!", gritó el sargento.
La familia también se llevó el perro.
A pesar de las inconveniencias que causan los marines, el antiguo funcionario de gobierno iraquí parecía feliz de verlos. Los invitó a su casa, temeroso de que ojos maliciosos pudieran observarlo y les dijo que los combatientes extranjeros habían mantenido a su pueblo secuestrado durante un año. Los insurgentes escaparon hacia Siria hace cuatro días.
"Trataron de dañarme porque yo trabajaba para el gobierno", dijo el hombre. "Me retuvieron durante ocho días hasta que mi tribu les obligó a dejarme en libertad. Dijeron que si me mataban, ellos matarían a cuatro hombres de Al Qaeda".
El hombre dijo a los marines que la orden norteamericana que limita la posesión de armas de fuego a una por familia y una pequeña cantidad de municiones han obstaculizado la capacidad del pueblo de defenderse a sí mismo. También dijo que las porosas fronteras de Iraq ponían en peligro a sus residentes.
"Si los norteamericanos o los iraquíes cierran la frontera, los terroristas no podrán volver", dijo. "Pero si vosotros os marcháis mañana, volverán, y matarán a todos los que han colaborado con los americanos".
¿Cuándo decidió hablar con los marines sobre los insurgentes que habían controlado su ciudad?
"Porque son tipos malos", dijo el hombre. "Preguntádle a cualquiera. Los últimos cuatro días desde que llegaron los soldados han sido aquí muy diferentes, porque se marcharon los terroristas".

18 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

0 comentarios