los jueces se rebelan
[Megan K. Stack] Jueces egipcios se suman al coro de voces que piden reformas.
Alejandría, Egipto. La rebelión estalló el mes pasado en la sobria e impasible sede del Club de Jueces de Alejandría: 1.200 magistrados pidieron públicamente la independencia del poder judicial del todopoderoso presidente, y amenazaron con negarse a certificar las elecciones de otoño si no la obtienen.
El extraño ultimátum dio un embarazoso golpe al presidente egipcio Hosni Mubarak, constituyendo una revuelta institucional en momentos en que está bajo una intensa presión para que democratice el país.
En momentos en que las fuerzas de seguridad están librando batallas para reprimir las manifestaciones contra Mubarak en el país, una rebelión en uno de los pilares del régimen egipcio presenta una perspectiva más escalofriante que cualquier demostración callejera. La demanda de los jueces es un síntoma de la nueva e imprevisible energía que se ha apoderado de la política tras décadas de estancamiento -y del descontento popular que crece como alud en la región.
"Supongo que es nuestra oportunidad", dijo Assam Abdel Gabbar, un juez de Alejandría que es miembro de la corte de apelaciones de Egipto, "y no creemos que se presente pronto otra vez".
Los jueces, que están en deuda moral con la rama ejecutiva en todo, desde el nombramiento en sus trabajos hasta el monto de sus salarios, están exigiendo que se reforme el sistema judicial para proteger a los tribunales del alcance de la autoridad del presidente. Dicen que en el pasado han certificado los resultados de elecciones, pero ahora quieren un panorama completo de la votación este otoño.
Por primera vez en décadas se ha prometido a los egipcios un montón de candidatos entre los que elegir, en lugar de los referéndums del pasado en los que Mubarak era la única opción.
Los jueces reconocieron que están utilizando la presión que ya hay sobre el régimen de 24 años de Mubarak. Se acercan las elecciones y líderes norteamericanos han estado inusualmente críticos de las dictaduras árabes -entre ellas las de Egipto, un aliado de larga data de Estados Unidos.
"Desde el principio nuestro principal objetivo fue buscar un momento en que se nos pudiera oír en el extranjero", dijo Hisham Bastawisi, un juez de la corte de apelaciones de El Cairo. "Occidente no está acostumbrado a oírnos; ahora sí nos está escuchando. Ellos sólo están acostumbrados a escuchar a los gobiernos y a respaldar a dictaduras, pero desde hace poco están escuchando a la gente".
El énfasis del presidente Bush en la democratización de Oriente Medio, acompañado de las elecciones en Iraq y de la rebelión popular en el Líbano han contribuido a crear una sensación de intranquilidad entre las dictaduras de la región. El presidente criticó a Egipto en su discurso sobre el estado de la nación por su fracaso en introducir reformas, y la ministro de Asuntos Exteriores, Condoleezza Rice, confirmó esa crítica cancelando su viaje de febrero.
Poco después, en medio de furiosas manifestaciones en las calles de El Cairo, Mubarak hizo un inesperado anuncio. Prometió una enmienda constitucional que permitirá por primera vez elecciones con varios candidatos de su reinado.
Si estaba esperando conquistar a su público, no lo logró. Entre los egipcios reina un profundo escepticismo de que se permita que gane otro que no sea Mubarak. Muchos se burlan de las elecciones como un floreo cosmético ideado para aliviar la presión sin pinchar una presidencia fundamentalmente dictatorial.
Pero la promesa del presidente tuvo un efecto, aunque no intencionado: Sus detractores se vieron alentados, las manifestaciones contra Mubarak se hicieron más ruidosas y el movimiento en pro de las reformas que se llama a sí mismo Kifaya', Basta, recrudeció su retórica.
"Estoy seguro... de que habrá cambios", dijo Hani Anani, empresario y miembro del movimiento Basta.
"Puedes pedir un buen montón de reformas y sólo te permiten una. ¿Cómo vas a votar por un presidente cuando ni siquiera sabes cuándo terminará su mandato?"
Los jueces egipcios han estado apelando al gobierno con el mismo conjunto de demandas desde 1991, cuando el Club de Jueces del Cairo propuso enmendar la ley que regula el sistema judicial.
En la época, recuerdan los jueces, el presidente inauguró la sesión y habló de su respeto con el sistema judicial egipcio. Pero ignoró su petición y continuó gobernando Egipto con la ley marcial.
El obstáculo básico para un sistema judicial independiente en Egipto es simple: El ministro de Justicia, que representa al ejecutivo bajo Mubarak, supervisa la selección de jueces, determina sus salarios, ascensos y traslados y qué acusaciones de mala conducta judicial merecen ser procesadas.
En los libros, el salario mensual máximo de un juez egipcio oscila entre los 43 y 86 dólares. Un antiguo juez dijo abatido que ni siquiera alcanzaba para pagar a la criada. Y de ese modo un juez depende de primas que son repartidas por el ministro de Justicia. Algunos jueces reciben hasta 20 cheques al mes, con las primas y beneficios suplementarios para costes como el transporte.
"Lo que es realmente alarmante es que las recompensas hacen que algunos jueces dicten sentencias contra acusados para cortejar al gobierno, para que sean recordados", dijo Nasser Amin, abogado y presidente del Centro Árabe por la Independencia del Sistema Judicial y la Profesión Jurídica. "En muchos casos saben qué quiere el gobierno".
Los detractores dicen que el poder judicial está teñido por las motivaciones políticas, como en el reciente encarcelamiento de Ayman Nour, un posible candidato a la presidencia y antiguo legislador que ha pedido reformar la constitución, incluyendo la duración del mandato presidencial. El gobierno lo acusó de falsificar las firmas para inscribir a su popular Partido del Mañana; Nour y otros opositores insisten en que los cargos fueron inventados para silenciarlo.
Un prominente antiguo juez y declarado crítico de Mubarak, Yehia Rifai, ha pasado años estudiando tendencias en el poder judicial. Dice que en los últimos años el número de jueces que son examinados por una comisión de inspección interna ha subido impresionantemente de uno o dos por año a cerca de 50. Rifai interpreta esta remontada como el control más estrecho de los jueces por parte del régimen.
A los 75 se ve como si se hubiera hecho viejo esperando los cambios. La toz sacude todo su cuerpo y le tiemblan los dedos. Tras jubilar en 2002, publicó una carta en un diario local denunciando el tratamiento que da Mubarak a los jueces.
"Nadie quiere ser un enemigo de Mubarak", dijo Rifai. "No es fácil porque Mubarak gobierna Egipto con leyes marciales, y puede enviar a cualquiera a la cárcel en cuestión de minutos. No digo horas, digo minutos".
La mayoría de los 8.000 jueces de Egipto todavía no toman posición. Hay 1.200 aquí en Alejandría, la segunda ciudad del país, un antiguo centro de sabiduría en las playas del Mediterráneo. Cuando el Club de Jueces de Alejandría se reunió el mes pasado, unos 1.000 jueces que apoyaron la declaración eran de la ciudad -el resto eran colegas ansiosos de otras partes que se acercaron a la costa a demostrar su apoyo del movimiento.
Se espera que las filas de los jueces disidentes crezcan a mediados de mayo, cuando 3.500 jueces del Club de Jueces del Cairo se reúnan para decidir si respaldan las demandas de sus colegas de Alejandría.
La declaración de los jueces exigía la "exigencia no negociable de la completa independencia de la autoridad judicial y la absoluta necesidad de que la autoridad del ejecutivo no interfiera en los asuntos de los jueces".
También pidieron un mayor control independiente de las elecciones, desde las listas de inscripción de votantes hasta las calles en torno a los colegios electorales. En elecciones pasadas los votos eran aprobados incluso aunque las listas incluyeran nombres de gente muerta y las urnas con las papeletas fueran cambiadas mientras se dirigían hacia los principales colegios electorales.
"Reduce la credibilidad de los jueces", dijo Gabbar, el juez de Alejandría. "Cuando se nos pregunta sobre los resultados y todos sabemos que no son correctos, daña la confianza en los jueces y sentimos que no hemos hecho nuestro deber".
El régimen, claramente preocupado, se ha movilizado rápidamente para calmar a los jueces. Cuando se filtró el plan inicial de los jueces, el Supremo Consejo Judicial emitió una declaración calificándolos de minoría de renegados. Pero una vez que la declaración de Alejandría fuera respaldada por 1.200 jueces, el gobierno adoptó un tono más conciliador.
El ministro de Justicia formó un comité para estudiar las demandas de los jueces. Al mismo tiempo, el ministro envió discretamente cartas a jueces en todo el país pidiéndoles que firmaran un acuerdo jurando supervisar las elecciones de septiembre, dijeron jueces y abogados entrevistados en los últimos días.
El ministro de Justicia refirió las llamadas telefónicas del periodista de un funcionario a otro y a pesar de hablar con seis personas y de dejar múltiples mensajes en el ministerio durante la semana, Los Angeles Times no fue capaz de conseguir una entrevista con el ministerio.
Los jueces creen que los próximos meses pondrán a prueba al régimen egipcio. La respuesta de Mubarak a sus demandas, dicen, medirá la voluntad del régimen en introducir cambios.
"La pelota está en manos de Hosni Mubarak. Hemos dicho lo que queremos, y responden al interés público de todo el país", dijo Bastawisi, el juez del Cairo. "Es la gente la que se beneficiará de tener elecciones libres y un aparato judicial independiente".
Con las promesas de convocar a elecciones abiertas con candidatos múltiples, el presidente con estas elecciones ha puesto en juego su reputación en el extranjero. Necesita desesperadamente que la comunidad internacional reciba la votación como libre y honesta.
Pero son los jueces de Egipto los que supervisan y certifican los resultados. Eso significa que pueden pulir o estropear la imagen de Mubarak como floreciente demócrata -y están muy conscientes de su propio poder.
"El gobierno siempre recurre a los jueces para salvar la cara ante acusaciones de fraude, así que ahora nos parece bien que sea el gobierno el que necesite a los jueces", dijo Amin. "Y tienen sus propias exigencias".
22 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
El extraño ultimátum dio un embarazoso golpe al presidente egipcio Hosni Mubarak, constituyendo una revuelta institucional en momentos en que está bajo una intensa presión para que democratice el país.
En momentos en que las fuerzas de seguridad están librando batallas para reprimir las manifestaciones contra Mubarak en el país, una rebelión en uno de los pilares del régimen egipcio presenta una perspectiva más escalofriante que cualquier demostración callejera. La demanda de los jueces es un síntoma de la nueva e imprevisible energía que se ha apoderado de la política tras décadas de estancamiento -y del descontento popular que crece como alud en la región.
"Supongo que es nuestra oportunidad", dijo Assam Abdel Gabbar, un juez de Alejandría que es miembro de la corte de apelaciones de Egipto, "y no creemos que se presente pronto otra vez".
Los jueces, que están en deuda moral con la rama ejecutiva en todo, desde el nombramiento en sus trabajos hasta el monto de sus salarios, están exigiendo que se reforme el sistema judicial para proteger a los tribunales del alcance de la autoridad del presidente. Dicen que en el pasado han certificado los resultados de elecciones, pero ahora quieren un panorama completo de la votación este otoño.
Por primera vez en décadas se ha prometido a los egipcios un montón de candidatos entre los que elegir, en lugar de los referéndums del pasado en los que Mubarak era la única opción.
Los jueces reconocieron que están utilizando la presión que ya hay sobre el régimen de 24 años de Mubarak. Se acercan las elecciones y líderes norteamericanos han estado inusualmente críticos de las dictaduras árabes -entre ellas las de Egipto, un aliado de larga data de Estados Unidos.
"Desde el principio nuestro principal objetivo fue buscar un momento en que se nos pudiera oír en el extranjero", dijo Hisham Bastawisi, un juez de la corte de apelaciones de El Cairo. "Occidente no está acostumbrado a oírnos; ahora sí nos está escuchando. Ellos sólo están acostumbrados a escuchar a los gobiernos y a respaldar a dictaduras, pero desde hace poco están escuchando a la gente".
El énfasis del presidente Bush en la democratización de Oriente Medio, acompañado de las elecciones en Iraq y de la rebelión popular en el Líbano han contribuido a crear una sensación de intranquilidad entre las dictaduras de la región. El presidente criticó a Egipto en su discurso sobre el estado de la nación por su fracaso en introducir reformas, y la ministro de Asuntos Exteriores, Condoleezza Rice, confirmó esa crítica cancelando su viaje de febrero.
Poco después, en medio de furiosas manifestaciones en las calles de El Cairo, Mubarak hizo un inesperado anuncio. Prometió una enmienda constitucional que permitirá por primera vez elecciones con varios candidatos de su reinado.
Si estaba esperando conquistar a su público, no lo logró. Entre los egipcios reina un profundo escepticismo de que se permita que gane otro que no sea Mubarak. Muchos se burlan de las elecciones como un floreo cosmético ideado para aliviar la presión sin pinchar una presidencia fundamentalmente dictatorial.
Pero la promesa del presidente tuvo un efecto, aunque no intencionado: Sus detractores se vieron alentados, las manifestaciones contra Mubarak se hicieron más ruidosas y el movimiento en pro de las reformas que se llama a sí mismo Kifaya', Basta, recrudeció su retórica.
"Estoy seguro... de que habrá cambios", dijo Hani Anani, empresario y miembro del movimiento Basta.
"Puedes pedir un buen montón de reformas y sólo te permiten una. ¿Cómo vas a votar por un presidente cuando ni siquiera sabes cuándo terminará su mandato?"
Los jueces egipcios han estado apelando al gobierno con el mismo conjunto de demandas desde 1991, cuando el Club de Jueces del Cairo propuso enmendar la ley que regula el sistema judicial.
En la época, recuerdan los jueces, el presidente inauguró la sesión y habló de su respeto con el sistema judicial egipcio. Pero ignoró su petición y continuó gobernando Egipto con la ley marcial.
El obstáculo básico para un sistema judicial independiente en Egipto es simple: El ministro de Justicia, que representa al ejecutivo bajo Mubarak, supervisa la selección de jueces, determina sus salarios, ascensos y traslados y qué acusaciones de mala conducta judicial merecen ser procesadas.
En los libros, el salario mensual máximo de un juez egipcio oscila entre los 43 y 86 dólares. Un antiguo juez dijo abatido que ni siquiera alcanzaba para pagar a la criada. Y de ese modo un juez depende de primas que son repartidas por el ministro de Justicia. Algunos jueces reciben hasta 20 cheques al mes, con las primas y beneficios suplementarios para costes como el transporte.
"Lo que es realmente alarmante es que las recompensas hacen que algunos jueces dicten sentencias contra acusados para cortejar al gobierno, para que sean recordados", dijo Nasser Amin, abogado y presidente del Centro Árabe por la Independencia del Sistema Judicial y la Profesión Jurídica. "En muchos casos saben qué quiere el gobierno".
Los detractores dicen que el poder judicial está teñido por las motivaciones políticas, como en el reciente encarcelamiento de Ayman Nour, un posible candidato a la presidencia y antiguo legislador que ha pedido reformar la constitución, incluyendo la duración del mandato presidencial. El gobierno lo acusó de falsificar las firmas para inscribir a su popular Partido del Mañana; Nour y otros opositores insisten en que los cargos fueron inventados para silenciarlo.
Un prominente antiguo juez y declarado crítico de Mubarak, Yehia Rifai, ha pasado años estudiando tendencias en el poder judicial. Dice que en los últimos años el número de jueces que son examinados por una comisión de inspección interna ha subido impresionantemente de uno o dos por año a cerca de 50. Rifai interpreta esta remontada como el control más estrecho de los jueces por parte del régimen.
A los 75 se ve como si se hubiera hecho viejo esperando los cambios. La toz sacude todo su cuerpo y le tiemblan los dedos. Tras jubilar en 2002, publicó una carta en un diario local denunciando el tratamiento que da Mubarak a los jueces.
"Nadie quiere ser un enemigo de Mubarak", dijo Rifai. "No es fácil porque Mubarak gobierna Egipto con leyes marciales, y puede enviar a cualquiera a la cárcel en cuestión de minutos. No digo horas, digo minutos".
La mayoría de los 8.000 jueces de Egipto todavía no toman posición. Hay 1.200 aquí en Alejandría, la segunda ciudad del país, un antiguo centro de sabiduría en las playas del Mediterráneo. Cuando el Club de Jueces de Alejandría se reunió el mes pasado, unos 1.000 jueces que apoyaron la declaración eran de la ciudad -el resto eran colegas ansiosos de otras partes que se acercaron a la costa a demostrar su apoyo del movimiento.
Se espera que las filas de los jueces disidentes crezcan a mediados de mayo, cuando 3.500 jueces del Club de Jueces del Cairo se reúnan para decidir si respaldan las demandas de sus colegas de Alejandría.
La declaración de los jueces exigía la "exigencia no negociable de la completa independencia de la autoridad judicial y la absoluta necesidad de que la autoridad del ejecutivo no interfiera en los asuntos de los jueces".
También pidieron un mayor control independiente de las elecciones, desde las listas de inscripción de votantes hasta las calles en torno a los colegios electorales. En elecciones pasadas los votos eran aprobados incluso aunque las listas incluyeran nombres de gente muerta y las urnas con las papeletas fueran cambiadas mientras se dirigían hacia los principales colegios electorales.
"Reduce la credibilidad de los jueces", dijo Gabbar, el juez de Alejandría. "Cuando se nos pregunta sobre los resultados y todos sabemos que no son correctos, daña la confianza en los jueces y sentimos que no hemos hecho nuestro deber".
El régimen, claramente preocupado, se ha movilizado rápidamente para calmar a los jueces. Cuando se filtró el plan inicial de los jueces, el Supremo Consejo Judicial emitió una declaración calificándolos de minoría de renegados. Pero una vez que la declaración de Alejandría fuera respaldada por 1.200 jueces, el gobierno adoptó un tono más conciliador.
El ministro de Justicia formó un comité para estudiar las demandas de los jueces. Al mismo tiempo, el ministro envió discretamente cartas a jueces en todo el país pidiéndoles que firmaran un acuerdo jurando supervisar las elecciones de septiembre, dijeron jueces y abogados entrevistados en los últimos días.
El ministro de Justicia refirió las llamadas telefónicas del periodista de un funcionario a otro y a pesar de hablar con seis personas y de dejar múltiples mensajes en el ministerio durante la semana, Los Angeles Times no fue capaz de conseguir una entrevista con el ministerio.
Los jueces creen que los próximos meses pondrán a prueba al régimen egipcio. La respuesta de Mubarak a sus demandas, dicen, medirá la voluntad del régimen en introducir cambios.
"La pelota está en manos de Hosni Mubarak. Hemos dicho lo que queremos, y responden al interés público de todo el país", dijo Bastawisi, el juez del Cairo. "Es la gente la que se beneficiará de tener elecciones libres y un aparato judicial independiente".
Con las promesas de convocar a elecciones abiertas con candidatos múltiples, el presidente con estas elecciones ha puesto en juego su reputación en el extranjero. Necesita desesperadamente que la comunidad internacional reciba la votación como libre y honesta.
Pero son los jueces de Egipto los que supervisan y certifican los resultados. Eso significa que pueden pulir o estropear la imagen de Mubarak como floreciente demócrata -y están muy conscientes de su propio poder.
"El gobierno siempre recurre a los jueces para salvar la cara ante acusaciones de fraude, así que ahora nos parece bien que sea el gobierno el que necesite a los jueces", dijo Amin. "Y tienen sus propias exigencias".
22 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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